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A poco que me folles el culo ya me corro
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Mi sobrina Elvira y yo después de haber follado hablábamos sentados a la mesa de la cocina de mi casa de pueblo… Entre parrafada y parrafada comíamos lonchas de jamón, tacos de queso y bebíamos vino tinto. Ella llevaba puesta mi camisa blanca y yo estaba en pelotas. Me decía:

-… El día que mi compañera de habitación dejó los estudios ocupó su lugar una universitaria lesbiana. Fue cuestión de horas en que la tentación llamase a mi puerta.

-¿Cómo es tu amiga?

-Quieres situarte.

-Pues sí.

-Es alta, pelirroja, de ojos azules, lleva el cabello corto, tiene las tetas grandes, areolas oscuras, pezones gorditos, coño peludo, un culazo, se moja una barbaridad y al correrse echa una cascada de jugos.

-Por lo que se ve está de rechupete.

-Está mejor que yo.

No creo que estuviera mejor que mi sobrina, pues era una morenaza con todo muy, muy, pero que muy bien puesto, por eso le dije:

-Mejor que tú no está nadie, Elvira.

-Sabes que eso es mentira.

-Porque tú lo digas.

-Sí, lo digo, pero volvamos a mi aventura con Silvia. Estaba yo en bata de casa sentada a una mesa que tenemos en un rincón de la habitación estudiando derecho romano bajo la luz de un flexo cuando Silvia se echó sobre su cama. Puso música en su iPhone y se encasquetó los auriculares. Al rato mirándola de reojo vi cómo se tocaba las tetas por encima de la camiseta blanca. Poco después vi cómo se quitaba la camiseta y cómo aparecían sus tetas, con areolas oscuras y pezones gorditos. Vi cómo las magreaba y cómo jugaba con sus pezones. Luego vi cómo se quitaba las bragas, cómo aparecía su coño rodeado por una mata de vello pelirrojo, como pasaba un dedo por la vulva y con él pringado de jugos cómo lo pasaba por los pezones y como después metía dos dedos dentro del coño. Me estaba mojando, pero hacía cómo si no estuviera viendo nada. Silvia mirándome sacó los dedos mojados del coño, los chupó y después me preguntó:

-"¿Me ayudas, Elvira?"

Hice cómo si estuviese viendo a Silvia desnuda por primera vez.

-Tápate y no digas tonterías.

-"Si me ayudas después te ayudo yo a ti."

Me hice la ofendida y le dije:

-Mañana pediré que me cambien de habitación.

-"No hará falta que lo pidas, me iré yo, pero ahora estoy tan cachonda que necesito acabar."

Si yo estaba cachonda cómo estaría ella, por eso le dije:

-Te entiendo, acaba.

Silvia cogió un consolador en su mesita de noche, lo encendió, lo puso sobre el clítoris y en cuestión de segundos se corrió convulsionándose y gimiendo en bajito.

Al acabar de correrse quedó desnuda sobre la cama con la cabeza echada hacia un lado, los brazos y las piernas abiertas y con el iPhone, los auriculares y el consolador tirados a su lado.

Media hora después apagué el flexo y me metí en cama. A un par de metros de mí dormía Silvia desnuda sobre la cama. Al principio no la veía en la oscuridad, luego, a medida que mis ojos se fueron habituando a la oscuridad, la vi. Seguía con los brazos y las piernas abiertas y la cabeza echada hacia un lado. Pensé en su coño lleno de jugos y me relamí. No sabía lo que me pasaba. Jamás había deseado a una mujer, pero Silvia había hecho que se me encharcara el coño. Me dije a mi misma.

-No debía, pero si no me corro me da algo.

Metí la mano derecha dentro de las bragas y me encontré con el coño echando. Metí dos dedos dentro, cerré los ojos y me di placer, al ratito saqué los dedos, los chupé e imaginé que eran los jugos del coño de Silvia. Volví a meterlos y me volví a dar dedos buscando correrme. Sentí cómo alguien me destapaba y cómo luego se metía en mi cama, después oí a voz de Silvia.

-"Déjate ir."

Me dejé ir. Sentí cómo me bajaba las bragas y elevé el culo para facilitarle la labor, después sentí cómo Silvia me abría las piernas con las dos manos y cómo su lengua ocupaba el lugar que antes ocupaban mis dedos. La lengua entró y salió de mi vagina para después lamer de abajo a arriba cada vez más aprisa hasta darme un orgasmo brutal.

Silvia siguió lamiendo hasta que acabé de correrme, luego se echó a mi lado, me dio un pico y me preguntó:

-"¿Quieres probar a mi novio?"

-Supongo que hablas del succionador de clítoris.

-"De ese mismo."

-Si te empeñas…

-"¿Quieres un orgasmo rápido o uno con algo de excitación previa?"

-Sorpréndeme.

Silvia pasó el consolador por mis areolas y por mis pezones al tiempo que me besaba con lengua, luego dejó de besarme y me pasó el consolador por los labios vaginales. Yo ya no paraba de gemir, y más que gemí cuando me lo puso en el ojete… Luego me lo puso en el clítoris e hizo movimientos laterales. Cinco o seis segundos después me corrí cómo una golfa. Al acabar de correrme me dio un ataque de honestidad y le dije:

-Ya está bien. No sé cómo pude dejarme ir. No soy lesbiana.

-"Cómo quieras, si algún día cambias de opinión avisa."

Le pregunté a mi sobrina:

-¿Cambiaste de opinión?

-Hombre, al dormir en la misma habitación… Además tenía un coño riquísimo. ¿Y tú quién te has tirado en mi ausencia?

-A tu tía, y bien pocas veces.

Con una sonrisa en los labios me preguntó:

-¿Ya estás para otro polvo?

-Estoy para los que quieras.

-No podrías, sería capaz de llevar todo un día y toda una noche corriéndome en tu polla y en tu boca.

-Menos lobos, Caperucita.

Se levantó de la mesa, vino a mi lado, se puso detrás de mí, tiró hacia atrás por la silla y después, dándome la espalda, frotó la polla morcillona en el coño y luego la metió dentro, acto seguido puso sus manos en mis muslos y me folló bajando y subiendo el culo. Al principio la metía y la sacaba sin quitarla mucho para que no se saliera, pero al ponerse dura, la sacaba hasta la corona y la volvía a meter hasta el fondo. Le quité la camiseta. Le cogí las tetas y se las amasé mientras me follaba. Al rato paró de follarme, se echó hacia atrás y buscó mi boca. Mientras nos besábamos con dos dedos de una mano acaricié su clítoris y con la otra le acaricié sus tetas. Poco después volvió a la posición inicial y me folló cada vez más rápido hasta que se corrió chillando como una coneja. A correrse sentí cómo temblaba y cómo bañaba mi polla con sus jugos. Al acabar de correrse se volvió a echar hacia atrás y nos volvimos a besar, luego se dio la vuelta, volvió a meter a polla dentro del coño y me volvió a follar. Esta vez mientras nos besábamos su culo iba de delante hacia atrás y de atrás hacia delante. Le puse la yema del dedo medio en el ojete, lo que hizo que sintiera cómo sus nalgas apretaban el dedo cada vez que la polla entraba hasta el fondo de su coño. Elvira era una guarrilla y follaba de maravilla. Estando a punto de correrse esperó a que me comenzara a correr yo, la sacó, me puso el coño en la boca y me la llenó con los jugos de su corrida. Al acabar quitó la polla del coño, echó dos vasos de vino, nos los bebimos y después me dijo:

-Hoy te dejo.

Pensé que me dejaba.

-¡¿Me dejas?!

-Si, hoy te dejo que me folles el culo.

De la tristeza de pensar que era la última vez que follaba a mi sobria pasé a llevarme una alegría. Follarle el culo era una frontera que nunca me había dejado traspasar. Tenía que darle un orgasmo anal para que no se arrepintiera. No hice preguntas, le dije:

-Apóyate con las manos en la mesa y cierra las piernas.

Se apoyó, paseé la lengua por sus nalgas, después se las abrí con las dos manos y con la punta de la lengua lamí su periné un ratito, luego giré mi lengua alrededor del ojete otro ratito y acabé metiendo y sacando la lengua de él un rato largo. Le pregunté:

-¿Te va?

-Mucho.

Chupando un dedo para penetrarle el culo con él vi en la encimera una tarrina de Tulipán, abrí la tarrina y clavé un dedo en la margarina. El dedo pringado de margarina entró en su culo como un supositorio, después se lo folle apretando hacia abajo… Ya no tuve que preguntarle si le gustaba, sus gemidos me dijeron que le encantaba, luego besando su espada giré el dedo alrededor. Cuanto más aprisa giraba más alto gemía. Elvira echó una mano al coño, acarició su clítoris y en menos de un minuto se corrió, Al correrse cayó al piso de la cocina un reguero de jugos. Terminó de correrse, se dio la vuelta y me dijo:

-Vuelve a sentarte en la silla, tío.

Me senté. Estaba empalmado a más no poder. Elvira metió tres dedos dentro de la margarina y me untó la polla con ella, luego dándome la espalda metió el glande dentro de su culo, después lo fue metiendo y sacando poco a poco hasta que la polla llegó al fondo del culo. Yo tenía la tarrina a tiro, metí dos dedos dentro, cogí una poca, frote las manos y después le magreé las tetas. La sensación era maravillosa y para mi sobrina también lo debía ser, ya que pasados un par de minutos echó las manos a la mesa y se levantó. Yo la seguí para que mi polla no saliese de su culo. Al estar en posición se abrió de piernas y me dijo:

-A poco que me folles el culo ya me corro.

Le iba a dar el orgasmo anal que buscaba, mas se lo quise dar a mi manera, follándole el culo suavecito y engrasando la polla con margarina de vez en cuando, pero no pude. Con media docena de clavadas me dijo.

-¡Mi madre que corrida voy a echar!

Dicho y hecho. Otra vez salió de su coño un reguero de jugos que cayó en el piso de la cocina, pero este parecía interminable. Sus piernas temblaron tanto con el placer que sentía que pensé que le iba a dar algo. Al acabar de correrse le di la vuelta, la cogí por las axilas, la subí a la mesa, hice que se echase hacia atrás, le clavé la polla en el coño y la follé cómo si no hubiera mañana hasta que le llené el coño de leche. Con el coño lleno de leche, me dijo:

-Házmelo.

Sabía lo que quería, quería que le comiera el coño con mi leche saliendo de su vagina. Le encantaba que lo hiciera. A mi sobrina le encantaba lo sucio. Lo que yo no esperaba fue que estuviera tan cachonda cómo para correrse solo con clavarle la lengua en el coño. Imagina todo lo que tuve que tragar, sí, me tragué su corrida y la mía.

Quique.

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