back to top
InicioNo ConsentidoAbusando de mi hermana Isabel

Abusando de mi hermana Isabel
A

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 16 minutos

Eran las diez de la noche de un viernes cuando me dirigí a la vecindad donde me vendían la droga, y ahí me encontré a uno de los malosos del barrio. Nos saludamos y entré al domicilio para comprar unos papeles de cocaína en polvo, y al salir me volví a topar con el sapo, que así le decían al tipo que me encontré en la entrada de la vecindad.

– ¿Tienes dónde meterte lo que compraste? – me preguntó cuando me alejaba.

– Sí, voy a mi casa ¿tú tienes perico?

– También compré, pero no tengo donde jalarme, por eso te pregunté si tú tienes un lugar donde podamos darnos unos jalones, yo te invito.

Yo dudé un rato antes de invitarlo a mi casa, lo conocía igual que conocía a todos los del barrio, pero nunca había cotorreado con él. Pero pensé que podríamos pasar un buen rato drogándonos juntos y además sabía que él siempre tenía bastante coca.

– Pues vamos a mi casa, ahí no hay bronca, solo está mi hermana, pero ella está en la parte de abajo y yo tengo un cuarto en la azotea.

– ¡Pues vamos entonces, por la droga no te preocupes que yo traigo bastante! ¿Pasamos por unas chelas?

– Va, para que resbale la coca ja ja ja

Y entonces fuimos a la tienda y compramos varias latas de cerveza y cigarros, de ahí nos fuimos para mi casa que estaba a unas cuantas cuadras.

Al llegar a mi domicilio le di instrucciones para no hacer mucho ruido y subimos las escaleras que conducían a mi cuarto. Al estar abriendo la puerta noté que el sapo miraba la ropa que estaba colgada del tendedero, poniendo atención a una pantaleta negra que se mecía al compás del viento.

– Es la ropa de mi hermana, siempre la tiende ahí. – le dije eso con toda la intención de ponerlo caliente, porque me di cuenta que los calzones le llamaron la atención y pensé que seguramente era un fetichista como yo. Pero no me dijo nada, seguramente pensando que yo podría sacarme de onda si hacia un comentario de la pantaleta.

Y es aquí donde tengo que decirles que la cocaína me alteraba tremendamente la lujuria, y al tener compañía pensé que podría pasármela muy bien hablando de mi hermana Isabel, pues ella es la mujer que más deseo en la vida, mi fantasía más perversa y prohibida.

Cuando entramos a mi cuarto pusimos los papeles de cocaína sobre la mesa junto a las cervezas y el paquete de cigarros.

– ¿Entonces no hay bronca con tu hermana? ¿No se molesta si estamos aquí?

– No hay ningún problema, aquí estamos seguros y nadie nos molesta, mi hermana está allá abajo en sus cosas y nosotros en lo nuestro.

Destapé un par de cervezas y le di una. Después me puse a formar sobre un pequeño espejo varias líneas de cocaína y con un billete de cien pesos improvisé un popote e inhalé una de las líneas, le pasé el billete y él hizo lo mismo.

– ¡Ahhh! ¡Qué bueno está el material! – me dijo después de darse el jalón.

– ¡De lo mejor! – respondí al sentir el efecto de la droga que como siempre llegaba acompañado de una bestial lujuria.

Ya animado con la droga y la cerveza el sapo tocó el tema de la ropa que estaba en el tendedero.

– ¿Entonces es de tu hermana la ropa que está colgada? ¿Viven solos?

– Vivimos con la familia, pero en el pueblo de mi madre hay fiesta y todos se fueron a divertir el fin de semana, mi hermana se quedó pues no le gusta el relajo. Y siempre que lava sube a tender su ropa aquí en la azotea ¿viste una pantaleta negra? Esa también es suya, yo creo que le gusta que vea sus calzones y por eso los deja a la vista ja ja ja.

Así fue como inicié el tema que quería tratar, porque el hablar cosas calientes de mi hermana Isabel prometía ser una experiencia morbosa como ninguna.

– La neta sí vi el calzón y no sé por qué me imaginé que era de tu hermana ¿cuántos años tiene?

– Me di cuenta que la pantaleta te llamó la atención por la forma en que te quedaste viéndola, y te voy a confesar algo pero no vayas a contárselo a nadie, que quede entre nosotros.

– Conmigo no hay bronca, te portaste a toda madre invitándome a tu casa y por eso ya te considero mi valedor, además no soy chivatón, cuéntame lo que quieras y te doy mi palabra que no diré nada, estamos en confianza.

– Mi hermana tiene 38 años, es divorciada ¡y la neta es que me gusta un chingo y quisiera cogérmela!

El sapo se quedó mirándome por unos instantes, pensativo, y poco a poco en su rostro se dibujó una maliciosa sonrisa. Era claro que mi confesión le despertó una curiosa morbosidad y su voz al hablarme adquirió un tono diferente. Se había excitado con mis palabras tal y como yo lo pensé.

– ¿En serio te quieres coger a tu hermana? Eso suena muy caliente. Me imagino que es muy bonita. Si dices que vive aquí a lo mejor la conozco ¿Cómo es? ¿Cómo se llama?

– Pues a lo mejor sí la conoces, se llama Isabel, es delgada, de piel blanca, tiene el cabello corto y ondulado, de color negro. Mide como 1,70 de estatura, y tiene unas tetas deliciosas, y una nalgas riquísimas, paradas y redondas.

– ¡Ufff! Por lo que me cuentas tu hermana es un bizcocho. Me gustaría verla para ver si la conozco.

Entonces saqué de un cajón algunas fotografías que le había tomado clandestinamente a mi hermana y se las mostré. En una mi hermana estaba de espaldas, inclinada sobre la mesa, con un pantalón tipo sastre gris y sus nalgas se apreciaban en todo su esplendor. En otra foto Isabel estaba recostada en el sillón de la sala, descansando sobre su lado izquierdo, traía puesta una pijama blanca y se le marcaban claramente los contornos de su pantaleta. Otra fotografía la mostraba de perfil, con un vestido negro y entallado, donde sus tetas y sus nalgas invitaban a la lujuria. La mejor y última foto era una donde estaba acostada de espaldas en su cama, con una falda blanca subida hasta la cintura y enseñando toda la parte frontal de una pantaleta negra, del mismo color que la que estaba en esos momentos colgada en el tendedero.

¡No manches, que guapa y sabrosa está tu hermana! No creo haberla visto por la colonia porque no me hubiera olvidado de ella. Esa foto donde está dormida y enseñando los calzones no tiene madre ¿cómo se la sacaste?

– Esa se la tomé una noche que entre a su cuarto para verle los calzones y manosearla, muchas veces lo he hecho, aprovechando cuando está bien dormida. Pero por pura suerte esa noche la encontré tal y como sale en la foto, como si me estuviera esperando ja ja ja.

– ¿Entonces la manoseas cuando la encuentras dormida? ¿Esa noche le metiste mano? – Me preguntó el sapo cada vez más interesado y excitado.

– ¡Claro que la toqué! Le agarré la panocha por encima de la pantaleta y hasta se la olí. También le sobé un poco las tetas, claro que por arriba de la blusa, pero las sentí bien firmes. Y antes de salir de su cuarto le tomé la foto. Estuve a punto de hacerme una chaqueta ahí mismo mientras la miraba, pero por precaución no lo hice, no fuera que se despertara y me sorprendiera con la verga en las manos ¡me hubiera metido un pedote!

– No pues sí, me imagino que no fue fácil controlar las ganas de meterle la verga teniéndola así como estaba ¡Ya tengo el pito bien duro de todo lo que me platicas de tu hermana!

– La verdad esa noche me puse tan caliente al verla enseñando los calzones que no me faltaron ganas de violarla.

– ¡Cualquiera hubiera pensado lo mismo, tu carnala está para imaginar toda clase de perversiones!

– Y que lo digas, por eso siempre ando buscando la oportunidad de verla encuerada. Algunas veces la he espiado cuando se baña y han sido los mejores espectáculos de mi vida. Se me ha caído la baba con esas tetotas que tiene, con unos deliciosos biberones de color marrón. Y deberías ver sus nalgas desnudas ¡que ricas nalgas tiene mi hermana! Y el canal oscuro que las separa invita a pasar la lengua por todo lo largo y ancho. Cosa aparte es su bizcocho, lleno de pelos negros, está bien peluda la cabrona.

– ¡Ya se me hizo agua la boca de imaginármela! Que suerte tienes de haberle visto todo eso a tu hermana ¡Y está peluda como me gustan! Déjame preparar otras líneas de coca para seguir hablando de tu carnala y ponernos más cachondos.

– Va, en lo que las pones voy a salir para traer su pantaleta que está en el tendedero. Para que las veas mejor y te enamores de mi hermana.

– ¡A toda madre! ¡Y ya siento que amo a tu hermana y también quiero cogérmela como tú ja ja ja!

Entonces salí de mi cuarto, sintiéndome muy emocionado de haber llevado al sapo a mi cuarto, porque me excitaba brutalmente que mi hermana Isabel fuera deseada por mi invitado. Y yo estaba haciendo todo lo posible por alimentar la mente del sapo con toda clase de perversiones, donde mi hermana Isabel era el objeto del deseo. Pensando en esto descolgué la pantaleta, imaginando el morboso momento cuando la pusiera en manos del sapo. Quería que la viera, que la sintiera, que la oliera, quería que él experimentara la misma sensación de lujuria que los calzones de mi hermana Isabel me hacían sentir a mí.

Con el preciado tesoro negro en mis manos volví a mi cuarto. Ya el sapo se estaba dando un jalón de coca y yo no tardé en hacer lo mismo ¡La cocaína como les dije me proporcionaba una lujuria sin límites!

¡Ya quiero ver ese calzoncito!

– ¡Aquí está! – le dije en el momento que extendía la pantaleta frente a su cara y agregué: – ¿Ya viste que calzoncito tan bonito y cachondo? Piensa que en sus horas de uso ha estado pegado en las nalgas, en el bizcocho y en el culo de mi hermana. Diciendo esto lo puse en las manos del sapo, y en sus ojos se dibujó un brillo de perverso placer.

Ni tardo ni perezoso lo contempló con mucho detenimiento y luego se lo llevó a las narices para aspirar su, aroma, seguramente imaginándose el peludo coño de mi hermana.

¡Ahhh! ¡Que rico, huele a suavitel, pero me estoy imaginado el olor de su panocha! ¡Le debe oler exquisito! Se ha de ver bien rica tu carnala con su esta pantaleta puesta.

¡Deliciosa! Si miras bien el resorte verás que está un poco flojo, eso es porque tiene unos muslos bien carnosos.

– Sí, ya lo veo. No puedo creer que tenga en las manos los calzones de una mujer tan sabrosa como lo es tu hermana.

– Que gusto que te hayan gustado los calzones de mi hermana. Ella siempre los usa muy conservadores, nada de tangas ni lencería provocativa, pero el solo hecho de saber que son de ella me pone bien caliente. Estos calzones son los más cachondos le conozco, solo una delgada línea de elástico los une por los lados, los otros que ella tiene son más grandes.

– ¡Pues me encantaron! No hace falta que sea una tanga para ponerte bien dura la verga como ya la tengo. Como dices tú, con solo pensar que tu hermana los suda es suficiente razón para ponerse cachondo.

Y así de rato en rato nos pasábamos el calzón de mi hermana, haciendo toda clase de comentarios morbosos.

– ¿Y te la jalas con sus pantaletas? Me imagino que las conoces todas.

– Así es, y con todas me he pelado la verga. Tiene como quince más o menos, de diferentes colores. Blancas, amarillas, rosas, azul claro y azul marino, rojas, turquesa, color carne y negras como esta. Todas son de señora decente.

¡Que rico que conozcas todos los calzones de tu hermana! ¿Y no tendrás unos sucios para conocer su olor?

– Al rato bajamos a la casa y nos metemos al baño para si ver si encontramos uno en su la ropa sucia. Chance y hasta la podemos ver para que te presente a tu novia ja ja ja.

¡Eso estaría de poca madre! – Y volvió a oler la pantaleta con enajenación mientras yo destapa otro par de cervezas y preparaba otras líneas de coca.

– ¿Te quieres llevar la pantaleta para que te la jales a gusto en tu cantón? Pero me la tendrías que devolver limpia para que ella no se dé cuenta de nada.

– ¿En serio me la prestas? Que chido, y te prometo que te la devuelvo limpia después de llenarla de mocos. Será un placer hacerme unas chaquetotas con este calzón a salud de tu hermana, pero no lo voy a guardar todavía, lo voy a poner en la mesa para estarlo viendo mientras nos seguimos metiendo perico.

Y entonces puso la pantaleta extendida sobre la mesa, junto a las cervezas, la droga y las fotos de mi hermana. Y ni él ni yo dejábamos de observarla y agarrarla cada que se nos ocurría. Y lo mismo hacíamos con las fotos.

Me excité pensando en que mi hermana Isabel ni por enterada de donde estaban sus calzones en ese momento, ni tampoco de toda la pasión que nos Inspiraba ella misma y su prenda interior.

– Se me ocurrió que es hora de bajar al baño de la casa y buscar una pantaleta sucia de mi hermana para ponerle unas líneas de coca encima y darnos unos jalones con el olor de su panocha y de su culo.

¡No manches, eso de meterse unas líneas con un calzón sucio de tu hermana estaría de poquísima madre! Vamos de una vez por esa prenda ¿Pero no crees que haya bronca con tu carnala? Me refiero a que se puede sacar de onda si nos ve así de dopados.

– Igual y ya está dormida, bajamos despacio y entramos al baño sin hacer ruido. Hay un bote donde pone su ropa sucia y seguro encontramos un calzón sucio y bien sudado.

¡Pues yo estoy puesto! Espero que sí encontremos una sucia porque ya quiero tenerla en las manos para darme las tres con los olores de tu hermana chabela.

– Pues no se hable más y vamos por ese tesoro. Baja con cuidado y no hay que hacer ruido para que mi hermana no nos vea, pero si nos llega a ver en la casa tú actúa como si nada y yo le digo que eres un amigo y que estamos tomando tranquilos en mi cuarto.

– Va. Y no te preocupes que voy a bajar despacito. Te juro que si vemos a tu hermana por ahí voy hacer todo lo posible para que no vea como traigo de parada la verga por su culpa ja ja ja.

– ja ja ja a lo mejor hasta se le antoja, pero ya deja de cotorrear y vamos a salir.

Tratando de hacer el menor ruido posible caminos hasta las escaleras que daban a la parte inferior de la casa. El sapo se detuvo un momento para hurgar entre la ropa del tendedero para ver si había otra pantaleta, pero al no encontrar ninguna regresó por la pantaleta que dejamos en la mesa y se la metió en los huevos.

– Es que si se da la oportunidad de conocer y saludar a tu hermana quisiera estar sintiendo en ese momento sus calzones en mi verga. – me dijo en voz baja y yo sonreí por la ocurrencia.

Bajamos las escaleras y antes de abrir la puerta de la casa noté que la luz del baño estaba encendida. Esto me hizo sentir una descarga de adrenalina ¿Qué estaría haciendo mi hermana en el baño?

Le indiqué al sapo con una señal que no hiciera el menor ruido y lo llevé a la pared del baño, la que daba al patio de la casa. Ahí había un pequeño orificio que yo mismo hice para espiar a mi hermana cuando se presentaba la oportunidad ¡Y aquella oportunidad era especial por estar acompañado! Siempre había fantaseado con la idea de que alguien espiara a mi hermana como yo lo hacía y que le vieran todo.

El sapo no tardó en darse cuenta de cuáles eran mis intenciones y no pudo evitar mostrar en su cara la emoción que sentía. Estaba a punto de conocer a mi hermana de una manera muy singular. Me acerqué al orificio de la pared, que desde adentro del baño no se notaba. Y miré. Mi hermana estaba sentada en el retrete, con el pantalón de la pijama en los tobillos y su pantaleta azul claro enrollada en la mitad de sus piernas. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y no tardé en invitar al sapo a mirar. No fuera a ser que Isabel terminará pronto de hacer sus necesidades y mi compañero de parranda se quedara sin ver el espectáculo.

El hoyito estaba justo enfrente del retrete, y como ya les dije, desde adentro no se podía notar la pequeña abertura porque en el patio de la casa no había ninguna luz encendida, y además por ahí pasaba un tubo que alimentaba de agua el baño. Era un excelente lugar para mirar sin poder ser descubierto.

El sapo pegó los ojos en el hoyo y se quedó quieto, deleitándose las pupilas. Yo tenía la verga bien dura de la emoción que me daba que el sapo estuviera quebrantando la intimidad de mi hermana. Viendo lo mismo que yo había visto. Por lo tanto lo dejé que observará a sus anchas, después de todo era mi invitado, y yo quería ser el mejor anfitrión.

Pasaron como dos minutos y pensé que mi hermana ya se había tardado de más si solo estaba meando. Entonces le hice una seña al sapo para que me dejara ver y ocupé su lugar. Mi hermana seguía sentada tranquilamente, con los codos en las rodillas y las manos ocupadas en su celular. Sus piernas ligeramente separadas dejaban ver el frondoso matorral de pelos negros de su vagina. La vista no podía ser más emocionante. Impactante sería la palabra más acertada. Pensé que su demora se debía por estar entretenida en el celular, pero en ese momento la escuché pujar y en su rostro se dibujó una mueca de esfuerzo. Supe entonces que no estaba orinando.

– ¡Está cagando, mira como puja! – le dije al sapo con una voz apenas audible pero cargada de emoción. Inmediatamente el maloso del barrio volvió a mirar, después de dirigirnos una rápida mirada de complicidad y perversa alegría.

Hasta donde estábamos se escuchó un aire liberado y el sonido inconfundible que hace la caca cuando cae al agua del excusado. Me es difícil describir con palabras el placer que sentí de estar con alguien presenciando juntos uno de los momentos más íntimos de mi hermana.

Se escuchó nuevamente algo que cayó al agua y no pude evitar imaginarme un churro de caca saliendo del ano de mi hermana Isabel. Seguramente el sapo se imaginó lo mismo.

Así estuvimos intercambiando el espacio para ver alternativamente lo que acontecía en el interior del baño, hasta que Isabel terminó de hacer lo que estaba haciendo. A mí me tocó ver el momento cuando se puso de aguilita y se limpió el culo con un pedazo de papel higiénico. Después le cedí el lugar al sapo para que también viera como se limpiaba las nalgas mi hermana. Y cuando ella se subió los calzones nos retiramos y volvimos a subir las escaleras sigilosamente.

Ya de nuevo en mi cuarto nos pusimos a compartir impresiones de lo que vimos. Y nos seguimos metiendo coca para alimentar la lujuria, que para esos momentos ambos la teníamos por encima de todo.

– ¡Que suerte que la encontramos cagando! Parece que el ángel de la lujuria está de nuestro lado esta noche. – le dije al sapo después de darle un buen trago a la cerveza.

– ¡Cuando escuché su caca cayendo a la taza parecía que el corazón se me salía del pecho de la emoción! Que rica está tu hermana, bien guapa, y tiene el bizcocho bien peludo como me dijiste ¡Que bárbara, me cae de madre que yo le limpiaba el culo con la lengua! – y diciendo esto el sapo sacó la lengua como si le estuviera chupando el culo a mi hermana.

– ¡Nunca la había visto cargando! ¡Que rico estuvo todo! La neta yo también le limpiaba el culo con la lengua, y su caquita me la comería en una galleta salada ja ja ja ¿te imaginas los churros de caca que hizo? Se escucharon bien rico cuando cayeron al agua.

– No manches, dirás que estoy loco pero me hubiera gustado ver esa caquita de tu hermana. Y la pondría en una tortilla para hacerme un taco con ella ja ja ja ¡Y es que te digo que tu carnala está bien bonita y bien sabrosa! Ya siento que la amo ¿te puedo decir cuñado?

– Ja ja ja, claro, desde hoy somos cuñados, pero con la condición de que la compartas conmigo ja ja ja. Verga no le faltaría ¿Viste su calzoncito?

– ¡por supuesto que lo vi, tenía un ojo en el gato y otro en el garabato! Eran azulitos, y cuando se los puso se veía bien rica. Le quedaban bien apretaditos. ¿Te imaginas oler esa pantaleta después de que cagó?

– ¡uf! ¡Sería exquisito! Ahorita debe estar oliendo a gloria su pantaleta ¿y viste el chango que se carga?

– ¡Lo tiene bien peludote, delicioso! Me hubiera gustado entrar al baño y darle una buena mamada en su panocha, después la hubiera ayudado a limpiarse el culo hasta con los dedos.

– ¿Y viste las tetotas que tiene?

– Te digo que no me perdí ningún detalle, grabé todo en mi memoria. Esas tetas de tu hermana están para chuparlas y morderlas, y para dejárselas llenas de chupetones.

– ¿Ahora entiendes por qué quiero cogerme a mi hermana?

– Claro que te entiendo, si fuera mi hermana yo ya le hubiera metido la verga por las buenas o por las malas.

¡La neta no me faltan ganas de violarla! Y más ahora con lo que acabamos de ver. También me gustaría ver como se la cogen. Por ejemplo que tú la encueres y yo mirando como te la parchas. Eso estaría de poca madre. Que la pusieras de a perrito y le bajaras la pantaleta y que le comieras el culo y el bizcocho. Después que se la metas por el ano y que la pusieras a mamarte la verga.

– ¡uf! ¡De pensarlo ya me están dando ganas de bajar y meterle la verga por todos lados a la cagona de tu hermana! Tu imaginación me está poniendo la verga como piedra. Vamos a darnos otro perico para seguir pensando en tu hermana chabela.

Tanta droga y el alcohol nos tenían a los dos en la cima de la lujuria. Ya no nos importaba lo que pudiera pasar esa noche. Y seguimos hablando de mi hermana Isabel.

– ¿Sabes que nos faltó traer? La pantaleta sucia por la que bajamos. En un rato volvemos y buscamos en su ropa sucia. Me gustaría ir de una vez para oler el olor a su caca que seguramente dejó en el baño. Pero lo más seguro es que ande por ahí y nos pueda ver.

– Sí ha de haber perfumado bien rico el baño, nunca había visto a una mujer cagando y tu hermana me ha regalado un recuerdo inolvidable. Estoy ansioso por ver unos calzones sucios de ella para oler su bizcocho y su culo, pero como dices, hay que ser precavidos, cuando tú me digas bajamos a buscarlos.

Para hacer tiempo saqué una revista de pornografía mexicana donde una mujer muy parecida a mi hermana estaba en diferentes y calientes posiciones.

– Mira que rica vieja ¿A poco no se parece a tu novia? O sea a mi hermana. Así me la imagino de a perrito – y le mostré una foto de la modelo donde estaba en cuatro patas y mostrando su panocha bien peluda.

– Puta madre, sí, así se ha de ver mi vieja Isabel. Si la tuviera de perrito ya verías como le metía la verga por el culo.

Que el sapo me dijera cuñado o se refiriera a mi hermana Isabel como su vieja me excitaba mucho. Lo sentía como un perverso vínculo y seguí con aquel morboso juego.

– A tu vieja Isabel le debe de estar haciendo falta macho. Desde que se divorció hace años no le conozco ni una pareja.

– ¿En serio no ha tenido novios? Pues que desperdicio con esas nalgas que se carga. Me imagino que se ha de masturbar para calmar las ganas de una buena verga ¡Deberíamos hacerle el favor!

– ¿Te atreverías a violarla? – Solté la pregunta con seriedad, porque mi mente ya no razonaba con cordura, la lujuria me obligaba a cumplir mis depravados deseos.

El sapo se quedó pensando, analizando lo que le dije. Comprendió que yo ya no estaba hablando tan en broma.

– Pues la neta así como estoy de caliente si me atrevo a violar a tu hermana. Está bien rica la cabrona y con tal de meterle la verga me arriesgaría a todo ¿Estás hablando en serio?

– Pues es que yo también estoy bien caliente y pensé que ahorita que está sola sería la oportunidad perfecta para que te la cojas. Podrías entrar a la casa y gozar de todo ese cuerpo como se te antoje.

En la mirada del sapo percibí un brillo de deseo y de locura. Sacó la pantaleta que se había metido en los calzones y mirándola me dijo:

Desde que me vi está pantaleta de tu hermana y lo que me contaste de ella comencé a imaginar cosas muy calientes, pero cuando la vimos cagando en el baño y ver sus pelos y el calzoncito azul que traía no hago más que pensar en lo rico que sería clavarle la verga por el culo. Yo también había pensado en aprovechar que está sola, pero no sabía cómo lo ibas a tomar si te lo decía. Pero ya que tú tienes ganas de ver y yo de cogerme a tu hermana, pues vamos a hacerlo realidad ¿cómo le hacemos?

Espérame aquí en lo que bajo a ver si encuentro la pantaleta sucia de tu vieja, mientras sigue pensando en la dueña de ese calzón que tienes en las manos para que no te vayas a arrepentir.

– Que pasó, yo nunca me rajo, y estaría de poca madre si encuentras una prenda usada con el olor de tu hermana para inspirarme más.

– ¡Ya está! Voy a bajar al baño y sirve que veo donde está mi hermana para saber dónde puedes pasar tu noche de bodas con ella.

– Eso de la noche de bodas sonó muy interesante, después de esta noche vamos a ser cuñados de verdad.

Entré con cautela al baño y busqué en la ropa sucia. Por. Fortuna encontré dos pantaletas sucias, una rosa pálido y otra color carne con los elásticos blancos. Luego caminé por fuera de la casa hasta llegar a la ventana del cuarto de mi hermana y me asomé discretamente. Isabel estaba sentada frente a su computadora. Ajena a lo que le esperaba.

Mi mente no hacía más que imaginar el momento de ver al sapo cogiéndosela, y no daría marcha atrás hasta ver semejante espectáculo. Pensando en esto volví a mi cuarto con las pataletas sucias de mi hermana.

¡La suerte está de nuestro lado! – le dije mostrándole el tesoro que tenía en las manos.

El sapo no ocultó su emoción y agarró los calzones para aspirar su aroma.

– ¡ufff! ¡No mames, que rico le huele el bizcocho a tu hermana! ¡Aaahhh! Me siento en la gloria ¡uf, que olor tan cabrón!

– ¡préstame uno para darme las tres también! ¡Aaaahhh! ¡Huele a mujer con ganas de verga!

– Vamos a ver a que huele por detrás ¡ummm! ¡puta madre! ¡Que exquisito huele el sudor de su culo! ¡Ya quiero ir a violarla y meterle toda la verga! ¿Dónde está ahorita?

– En su cuarto, yo te abro la puerta y me voy a mirar por la ventana. Amenázala para que no grite y haz con ella todo lo que se te ocurra, pero que sea antes de que amanezca para que no haya bronca.

– OK, pues vamos entonces por ese bizcocho de tu hermana. Vas a ver el mejor show de tu vida. Me la voy a coger bien rico por todos sus agujeros. Pero antes vamos a poner unos buenos jalones de coca en los calzones usados de tu hermana para agarrar valor.

Y entonces pusimos sobre la mesa las dos pantaletas sucias y formamos unas líneas de coca encima de ellas, justo en el puente de algodón, donde quedaba el bizcocho de mi hermana cuando usaba sus calzones. El sapo se jaló en la de color carne y yo en la rosa. Después de inhalar la droga nos pusimos a chupar las pantaletas sucias de mi hermana Isabel ¡Que cosa más rica!

– Es hora de entrar en acción – le dije al sapo después de darnos los jalones con sabor a mi hermana. Y me metí en la bolsa del pantalón su calzoncito rosa. El sapo sacó una navaja que traía escondida en su chamarra y se cubrió la cara con unas medias que tenía en mi cuarto. Las medias las había hurtado hacía tiempo de la ropa sucia de mi hermana.

Bajamos y abrí sin hacer ruido la puerta para que el sapo entrará por su presa. Yo fui a la ventana emocionado por lo que estaba a punto de suceder. Mi hermana Isabel estaba de espaldas, acomodando unos papeles en su mesa de trabajo. Centré mi mirada en sus apetecibles nalgas, pensando que estaban a punto de ser usadas. Apenas podía creer que había puesto a mi hermana Isabel en bandeja de plata para ser violada por un delincuente del barrio, pero en esos momentos no pensaba en otra cosa que hacer realidad mis fantasías sin pensar en las consecuencias.

El sapo hizo su aparición cuando mi hermana se disponía a preparar su cama. Al verlo se sobresaltó y quiso gritar, pero el sapo se lo impidió al llegar rápidamente hasta ella y taparle la boca con una mano. En la otra mano sostenía la navaja que puso entre las tetas de mi hermana. La tenía sujeta por atrás y le habló al oído.

– No te quiero lastimar, pero lo haré si gritas. Lo único que quiero es que te portes bien conmigo. Si lo haces te juro que te dejaré ir sana y salva.

– Está bien, no voy a gritar pero no me hagas daño, por favor… haré lo que me pidas.

Continuará…

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.