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Adorado hijo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Mi nombre es Raquel, tengo 39 años, muy cerquita de los 40, si bien me casé a fines del siglo XX, nuestras familias mantienen aún arraigadas, ciertas costumbres clásicas de nuestra comunidad, tenía 18 años y mi esposo 32, médico, muy buen hombre. Admito que no estaba muy enamorada de él, pero era una decisión entre familias, en donde mi decisión era nula, parece mentira, pero fue así, accedí con la esperanza que con el pasar del tiempo llegaría a amarlo.

No tengo quejas hacia él, hemos tenido una buena convivencia, faltaba algo, nuestra relación sexual no era nada apasionada, donde nunca conocí un orgasmo, era algo metódico, en donde me impedía hacer ciertas cosas, como utilizar lencería sexy o tener sexo oral, por ejemplo. Con los años me fui acostumbrando o más bien lo fui soportando, por suerte la venida de dos hijos cambio mi vida, me dedicaba a ellos, hoy Benjamín de 19 y Laura de 15.

Adoro a ambos, pero Benjamín, que llamamos Ben, es un chico muy comprador y galante, que con sus piropos y halagos, ha compensado lo que mi esposo no me ha brindado.

No sé con exactitud, cuando comenzó todo, recuerdo que en una oportunidad llegue a verlo desnudo saliendo del baño, no sé si se percató de mi presencia, pero su sexo realmente me impacto. Ya no lo vi como mi hijo, sino como hombre, movilizándome por dentro al ver su sexo algo erguido. Traté de apaciguarme, intentando borrar de mi mente ese instante tan alterador, conteniéndome en ese aspecto como lo venía haciendo desde hacía mucho, que comprendía perfectamente que era algo indebido, trate de borrar ese instante profano, aunque un día llegue a masturbarme mientras mantenía ese recuerdo. No era mi costumbre hacerlo, sentía que traicionaba a mi esposo, aunque cada tanto necesitaba aplacar mi excitación.

En el transcurso de un largo tiempo, se fueron originando una serie de hechos que si bien en un principio, no los tomé demasiado en cuenta, ni sospechaba o realmente trataba de negármelos.

Una de ellas fue en un viaje con otros familiares, como los autos no eran suficiente para llevarnos a todos, opté por sentarme sobre las rodillas de mi hijo, tomándome del asiento delantero, el movimiento del auto sumado a mi trasero sobre las piernas de mi hijo, tuve la sensación o más bien la seguridad que ese contacto lo había alterado, lo miré como diciéndole, “Que te pasa?”, cuando note que sus cachetes se sonrojaban, me reí por dentro, continuando el viaje, tratando de olvidar el incidente, aunque creo que ese podría ser el punto de partida.

De vez en cuando mientras elaboraba el desayuno, se acercaba por atrás, me abrazaba fuertemente notando su pene apoyarse en mi traste, que si bien en principio trataba de separarme, poco a poco comencé a deleitarme con ese contacto transgresivo e inmoral. Pensaba que estaba creciendo y que se estaba haciendo hombre.

También en una oportunidad fuimos a una fiesta los tres, mi esposo tuvo que quedarse, no sé porque, y lo pasamos muy bien, hasta baile con mi hijo, sintiendo su sexo cerca de mi abdomen, dado que él es más alto. Habíamos bailado tan juntos que me encantaba estar unidos por esa melodía, algo que no había experimentado desde hacía mucho tiempo atrás, llegando a un punto dónde ya estábamos apretando nuestros cuerpos. Al regresar a la mesa mi hija dice”

– “Vaya, parecían novios”, si bien me sonroje algo, me agrado su comentario.

Atentamente mi hijo la invito a bailar la próxima pieza musical, como evitando posibles celos.

También creo que a veces trataba de verme mientras me cambiaba o salía de darme una ducha, creo que no me molestaba esa actitud, aunque trataba de no mostrar mis partes más provocativas. No puedo decir que esos momentos me llevaron a excitar, creo que más que nada era sentir que a pesar de ser mi hijo todavía, alguien se interesaba en mi figura.

Traté de vestirme más a la moda, haciendo resaltar parte de mi cuerpo, que por supuesto mi esposo lo censuro rápidamente, diciendo que era una señora con dos hijos grandes y no sé cuántas cosas más.

Hubo, por parte de mi hijo intenciones de efectuarme algunos masajes o cosas similares, a lo que traté de evitar, aunque su atención hacia mí, esas flores, o los chocolates que eran mi preferencia, me fueron llevando a sentir que estaba tratando de conquistarme, cosa que si bien lo era, fui como aceptándolo con mucho agrado.

Un domingo que tuvimos un almuerzo familiar, alrededor de 12 personas, Ben se sentó a mi lado, en un momento apoyó su mano en mi rodilla, jugando con su pulgar en parte de mi entrepierna, debo confesar que sentí una excitación, al punto de levantarme con la excusa de ir a buscar algo, traté de olvidar ese momento, aunque eran detalles que me iban inconscientemente llevando a algo más.

En otra oportunidad, me dolían los pies, se ofreció a hacerme unos masajes, si bien me opuse en un principio, ante su grata insistencia, acepte su ofrecimiento. Fuimos a mi dormitorio, me senté en el borde de la cama y el arrodillado comenzó con unos suaves masajes, que me fueron agradando rápidamente al punto de acostarme, mientras iba disfrutando plácidamente de esas frotaciones. Creo que abrí las piernas un poco, no sé si llegaba a ver la unión de ellas, pero creo que me atraía saber que podría estar observando,

Ese momento fue como una especie de fusible que me trajo a la realidad, o por lo menos reconocer que algo buscaba mi hijo, que yo lo estaba consintiendo, y que debía dar un corte antes de llegar a mayores, si bien me atraía todo eso creo que debería poner un límite.

Después de pensarlo durante unos días, tome la decisión de aclarar todo eso, así que una noche apenas se durmió mi esposo y mi hija, silenciosamente fui a la habitación de mi hijo. Diciéndole:

– “Hijo, quiero hablar contigo”

– “Si, dime madre”

– “No te asustes, es para aclarar ciertas cosas”, las que fui enumerando, lo del auto, esos abrazos matutinos, lo de ese almuerzo etc.

Por supuesto se disculpó, reconociendo que le había sucedido cosas, pero después de una pausa, noté que le costaba decir algo, así que lo alenté para que lo expresase.

Cuando comenzó a formular, una serie de cosas, que si bien me agradaban, por otra parte me estremecieron

– “Madre eres lo más lindo que me tocado, me encanta tu belleza, tu manera de ser, me encanta mirarte, eres tan dulce, me atrae tocar tu cuerpo, tu cuello, sé que posiblemente no te agrade, pero siento una excitación cuando veo tu trasero, hasta te he visto a través de la transparencia de tu camisón”

Así continuo diciéndome cosas, que jamás alguien me lo habría expresado, sentí que mi cuerpo se revolucionaba, como que eso que tenía retenido de golpe despertaba a una realidad, imposible de aceptar. Acaricie a mi hijo, le bese la mejilla, agradeciendo sus palabras.

Me había confesado todos sus secretos, abrí los ojos viendo una mirada de amor y a su vez de deseo cuando bajé mi mirada hacia su entrepierna, observando su erección, no puedo negar que me excito, esa mezcla de morbo y de incertidumbre.

Apoye mi mano sobre su miembro, bajando mi vista con algo de vergüenza, creo que sentía sus palpitaciones y su calidez producto de ese rigidez, mientras mi mano se mantenía posada en su sexo, le volví a repetir que nadie me había dicho tantas hermosas palabras.

Mi mano se posó más firmemente en el pene de mi hijo, dando un pequeño brinco, sorprendido ante mi actitud.

Noté su exaltación, ese deseo contenido en su rostro, oprimí su aparato agitándolo suavemente a través de la delgada tela de sus pants, diciéndole con voz susurrante

– “No hagas nada”

Me arrodille frente a mi hijo, lentamente le bajé los pans, tome sutilmente su sexo erguido, cerrando los ojos comencé a efectuar un sublime movimiento de sube y baja, oprimiendo a la vez su tronco, percibiendo sus palpitaciones, iniciando una leve masturbación.

Mientras mi esposo dormía a unos metros y mi hija mucho más cerca, mis manos se deleitaban frotando el pene de mi querido hijo. Hasta que mi boca se tentó a lamer ese erótico trozo de carne, sintiendo que mi cuerpo se comenzaba a incitar, cuando mi ávida boca, lo comenzó a deglutir de una forma desesperada y voraz, disfrutando de su pene en mi cavidad bucal, lamiéndolo y succionándolo con total avidez.

Todo se fue intensificando cuando mi cuerpo parecía alterarse con la venida de un orgasmo, algo que prácticamente nunca lo había experimentado de esta manera.

Eso me trajo a la realidad, dándome cuenta que estaba obrando pesimamente, que eso no debía de ser. Me levanté rápidamente encerrándome en el baño, bajé mi pantaloncito notando lo mojada que estaba, me lave la cara, traté de calmarme aunque me era difícil. Después de varios minutos salí para dirigirme a mi dormitorio, mi hijo parado en la puerta de su aposento trató de detenerme, pero baje la cabeza, continuando mi camino, sin siguiera mirarlo o saludarlo. Estaba totalmente avergonzada por lo ocurrido, pero ya no había marcha atrás, lo hecho, hecho esta.

Los días subsiguientes fueron un infierno, a pesar de que mi hijo me traía flores y obsequios, me era imposible mirarlo a los ojos, me dejaba notas a las que no contestaba, sabía que él no era el culpable sino yo, con ese deseo lascivo e indebido.

Pasaron más de dos semanas donde trataba de tener el mínimo contacto con mi hijo, sé que estaba intentando preservar algo, no podía dejar de estimularme al recordar su pene erecto en mi boca, hasta llegue a masturbarme, algo que si bien no practicaba comencé a practicarlo más frecuentemente.

Una noche sonó el teléfono, era una urgencia que requerían a mi marido, mientras se vestía, traté de levantarme para prepararle algo, pero me dice:

– “Son las tres de la mañana sigue durmiendo”

Permanecí en la cama, esperando a que se fuese, apenas lo hizo, me levante para dirigirme a la habitación de mi hijo. No sabía bien que le diría, lo desperté suavemente y me senté en su cama, quería aclarar lo sucedido aquella noche y mi forma de actuar ante él.

Cuando se despierta, me mira asombrado, y le digo:

– “No te asustes, quiero decirte algo, antes que nada lo que hice contigo, no es propio de una madre, he actuado así últimamente, porque estaba totalmente avergonzada de mi actuación de aquella noche”

– “Quiero que esto termine sin perjudicarnos más, me lastima tanto hacerte daño de esta manera, me lastima ya no verte, cómo te alejas, me lastima mucho no hablarte, pero como te lo dije eso que pasó estuvo muy mal, fue una atrocidad lo que pasó, no tuvo que haber sucedido”,

Y así continué hablando tratando de disculparme por lo de esa vez, cuando pone sus dedos en mi boca y me dice:

– “Cállate madre, fue lo más hermoso que sentí en mi vida, no dejo de recordar ese momento, tus manos tocando mi sexo, y tu boca besándolo”

– “Pero eso no es normal, eres mi hijo, mi propia sangre” le contesto algo avergonzada.

Y así continuo la conversación, apoyando su mano en mis rodillas, acariciando parte de mi muslo, hasta que me dice:

– “Me encantaría devolverte ese favor, hacerte sentir mujer, que te permitas romper esa prohibición que nos impone la sociedad”

Realmente no sabía qué hacer, no niego que me agradaba esa proposición, sentí por vez primera como si mariposas aleteaban en mi estómago, a la vez que mis pulsaciones aumentaban, en el momento que me hace acostar sobre la cama, levantando levemente mi camisón, diciéndome:

– “Déjate llevar, déjame hacerte gozar, y hacerte lo que nadie te ha dado”

Sin decir nada traté de relajarme, mientras levantaba más mi camisón, y sus manos acariciaban mi abdomen, pasando por mi ingle, rosando mi vagina a través de mi calzoncito. Sus manos exploraban mi zona prohibida, excitando mi cuerpo, cuando sentí que mi prenda era desplazada suavemente. Sabía que eso no debía de ser, pero nunca había sentido algo así en mi vida, permitiendo que continuase con su objetivo.

Al estar mi zona intima descubierta, sus dedos continuaron explorando el sector, rosando e introduciéndose levemente en mi vagina humedecida sus dedos, friccionando las paredes de mi interior..

Cuando colocó un almohadón bajo mi traste, separo mis piernas arrodillándose para meter su cabeza entre ella, sintiendo su lengua humedecer mi sexo, no me podía detener en esa loca decisión, me fui entregando, disfrutando de ese regalo que mi hijo me ofrecía.

Mientras su ávida lengua recorría mi raja hasta introducirse en ella, rozando mi clítoris, llevándome a un estado de total paroxismo, mi cuerpo parecía explotar, a la vez que mis hormonas estaban totalmente revolucionadas, me arqueaba, empujando mi pelvis contra su cara, contenía mis gemidos para evitar de despertar a mi hija.

Mientras su boca succionaba mis labios vaginales sin dejar de acariciar mi abdomen, llevándome en pocos minutos a paroxismo total.

Ben no cedía, hasta que me transporto a un conmovedor orgasmo, algo indescriptible, algo que nunca había sentido, sintiendo que mis tetillas se erguían.

Traté de contener mi orgasmo que estaba alterando la totalidad de mi cuerpo, sabía que estábamos haciendo algo indebido, pero el placer que me estaba produciendo me impedía detenerlo.

Mi mano tapó mi boca para contener mis gemidos, mientras la lengua de mi hijo no dejaba de acosar mi sexo. Después de venirme estuve varios minutos tratando de recuperar el aliento, mientras en mi mente no podía organizar mis pensamientos, abrace la cabeza de mi hijo, agradeciéndole lo que me había hecho, cuando sentimos el auto de mi esposo llegar, corrí a mi dormitorio, para meterme en la cama, tratando de dormirme sin dejar de pensar en lo sucedido.

A la mañana siguiente fui la primera en levantarme, cada vez que recordaba lo de la noche anterior me motivaba, cuando sentí que mi hijo, me abrazaba besándome el cuello, me entregue ante esa cálido demostración de cariño.

– “Puedo tocar tus pechos? Me pregunto susurrándome al oído”

– “Si te agrada, hazlo” le contesté suavemente, sintiendo aflojarse mis piernas…

Comenzó a levantar mi camisón, hasta que sus manos se apoyaron en mis senos, apretujándolos suavemente, tocando mis pezones erguidos por mi motivación, apretándolos dócilmente, llevándome a pegarme a su cuerpo, inclinando mi cabeza contra su hombro, mientras sus manos recorrían mi candente cuerpo, llegando a mi abdomen, hasta meterse entre mi calzoncito, accediendo a mi sexo. Sentí mojarme al percibir ese acercamiento, no podía contener mi excitación ante esas sutiles y penetrantes caricias de mi hijo.

Sentí bajar mi prenda, sin llegar a impedirlo, hasta que sus manos tocaron mis glúteos, sintiendo su verga apoyarse entre mis cachetes, me sentía transportar, con el deseo de ser poseída por mi propio hijo.

Continuo bajándola, sintiendo su mano recorrer mis nalgas, hasta llegar a mi vagina, transitando mis humedecidos labios inferiores.

Cuando unos pasos en la escalera detuvo nuestro encuentro tan lascivo, arreglando mis prendas rápidamente mientras Ben se sentaba a la mesa, tras ella bajo mi esposo y desayunamos como lo hacíamos habitualmente, aunque mi estado era bastante alterado.

Mis movimientos, llegaron a delatarme, dado que mi esposo de una manera algo grosera, me dice:

– “Que te pasa mujer, pareces trastornada?”

No dije nada y trate de calmarme, mientras mi cabeza no dejaba de pensar, aunque mi decisión estaba tomada, para bien o para mal. Mientras todos se preparaban para ir, mi esposo al consultorio y mis hijos a sus escuelas, me acerque a Ben y le dije:

– “No vayas a la universidad”, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, me dio un beso en la mejilla y se fue, comprendí cuál era su intención.

Rato más tarde se fue mi esposo con mi hija para llevarla a su escuela, e ir a su consultorio, no solo sabía que contábamos con más de 5 horas para nosotros, sino que estaba dando un paso a algo prohibido, a un tabú, algo que no tenía explicación a un deseo que no podía reprimir más.

Está bien, está mal, no sé, solo sé que lo deseaba, pero porque con mi hijo, podría haber sido otro, pero él me despertó de ese letargo, de ese mundo frio e irreal donde el sexo no existía. Sabia con qué podía encontrarme, podía destruir la familia, pero creo que lo que haríamos valdría correr el riesgo.

Apenas quede sola arregle las camas rápidamente dándole prioridad a la de Ben, me duché, perfume, colocándome mi mejor y más transparente camisón, traté de aligerar mi vello vaginal, terminándome acostando en la cama de mi hijo a la espera de un infrecuente y prohibido encuentro nupcial.

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