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Afloración de complejos con los tríos

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Quienes leyeron mi relato anterior, el cual hicimos Ber y yo,  él la primera parte titulada “Un sueño cumplido con Mar” (nuestro primer día juntos) y yo la segunda, “Ber, Bernabé y yo” (el segundo día, pero en trío), seguramente recuerdan que el segundo día me quedé impactada pues dormité poco tiempo y al abrir los ojos vi a los dos haciendo un 69. Sí, shokeante, pero no tanto, pues previamente a esa escena del 69 ya habían pasado otras dos cosas.

Después de una cogida de mi amante, Ber se fue a mi pepa y se puso a chupar las venidas conque habíamos culminado Bernabé y yo el coito. “¡Está muy rica!” exclamó Ber y, sin previo aviso, le empezó a mamar la verga a mi amante. Bernabé se sorprendió también, pero se le paró la verga.

Por si eso hubiese sido poco, más tarde, después de que simultáneamente se habían venido ambos en mí, Ber empezó a lamerme la cuca, abrevando lo que faltó por escurrir y ¡Bernabé se fue sobre los huevos y la verga de Ber para limpiarle el aparato con la lengua! ¡Yo no lo podía creer!

Así que el 69 entre ellos era previsible.

Días después, Ber me escribió “fue maravilloso disfrutarte, sola y acompañada”, a lo que respondí “¡Sí, sola estuvo riquísimo! Acompañada… todos nos disfrutamos, ¡putos!”

En el caso de Ber, sabemos de sus antecedentes por los relatos: le gusta mamar verga y, dice, que sólo lo hace cuando está muy caliente. Pero yo sí me sorprendí en el caso de Bernabé y, días después (un lunes) pasó el diálogo siguiente.

Después que terminamos la primera ronda de limpieza (me refiero a las chupadas tan ricas que me da mi amante para limpiarme la leche de mi marido que me embadurno al coger sábado y domingo) donde me hace venir riquísimo con su lengua, y de la primera venida de mi amado dentro de mí. Mientras le chupaba el pene, exprimiéndole el blanco amor que me gusta, le pregunté:

–¿Desde cuándo te gusta mamar verga? –y, viéndolo a los ojos esperando su respuesta, me puse a lamerle los huevos.

–Hace muchos años –dijo después de hacer un esfuerzo por recordar algo. Contó cosas que yo no esperaba, pero seguía con la vista fija en sus ojos y alternando las chupadas en cada una de sus bolas–. Sí, entonces nos gustaba mucho darnos gusto de esa manera, y de otras más, pero la que me parecía mejor era la de mamar y ser mamado –Dijo esto último parafreaseando la canción que cantaba Angélica María y fue muy popular cuando él era joven.

–Y ahora que tuviste una verga cerca, no te cortaste para recordarlo –le dije pasando a chuparle el glande.

–Me gustó mucho cómo me la chupó Ber, me remonté a esos años y se la mamé; además, estaba llena de tus jugos, mi amor, ¡sabía riquísimo!

–Se notaba que te gustó, tu cara delataba el placer que sentías con la verga adentro de la boca– le hice ver–. Yo sabía que te gustaba la leche sola, ya fuera que estuviera seca y me la lamías sobre el cuerpo o que estuviera líquida, como la que te di en el condón –eso lo conté en mi relato “Travesura a mi amante”–. ¿Te gustó tomarla del envase? –pregunté refiriéndome al 69 que hizo con Ber.

–Ya la había tomado así, pues mis amigos y yo eyaculábamos y nos gustaba hacer venir a otro mamándole, pero nunca había chupado unos huevos tan ricos–dijo lanzando un suspiro por las mamadas que yo lo daba y los jaloncitos de escroto con las que las acompañaba– Debido a eso, decidí corresponderle a Ber por la mamada que me dio hasta que los dos nos venimos en el 69.

–¿Entonces sí te gusta tomar la leche en el envase…? – pregunté dándole un jalón a todo su aparato, con una mano en los huevos y otra en el tronco.

–Sí, pero me gusta más en el atole de una puta muy cogida, que viene mucho haciendo la ordeña para mí… –dijo y entornó los ojos, recordando a la puta de su ex, y sentí celos.

–¿En quién estás pensando? –pregunté aireada.

–En la puta que me da gran variedad de atoles, le sale rica con cualquier leche que usa –contestó descaradamente– Si la probaras, sabrías por qué. Claro que también me gusta el atole que tú haces con tu marido, eso te lo he demostrado siempre, putita…

–¡No me digas puta! ¡Yo sólo cojo con mi marido y contigo! Bueno, también lo hice con Ber por esos huevos tan lindo que hasta a ti te gustó chupar –exclamé, pero me calmé cuando recordé los huevos de Ber.

–Me has dicho que te gustaría ver cómo cogemos mi ex y yo. Así que este sábado lo pregunté si le gustaría que hiciéramos un trío nosotros tres: tú, ella y yo –me informó –claro que se lo propuse cuando ella estaba gozando la cogida que le daba, pero interrumpió abruptamente el acto –confesó– y me gritó “¡¿Qué te piensas que soy? ¿Una puta como esa gorda?!” –dijo y terminó carcajeándose al recordar.

Me molesté tanto por esas palabras, que le di una cachetada a Ver al tiempo que le gritaba “¡Ya te dije que no soy puta!, ni gorda”. Bernabé se rio, me abrazó y me dijo, “Yo no dije eso, sólo te estoy contando qué pasó, tú estás muy buenota, ya quisiera ella estas nalgas tan hermosas”, expresó y me puso bocabajo para besarme y lamerme la cola.

Días después, por correo me preguntó “¿Harías un trío conmigo y la puta chichona?” Desde luego que Bernabé quería chiches y nalgas ricas al mismo tiempo, aunque tuviese que juntar a dos viejas.

“¿Ella ya ha hecho tríos?”, le pregunté. “Sí, pero sólo HMH y no conmigo”, contestó. “Seguramente contigo no, porque sabe que la dejarías sin la leche del otro”.

Al siguiente lunes que nos vimos para retozar en su departamento, tomé el dildo y vi que tenía pegado un pelo negro.

–¡Guácatelas, no lo limpiaste! Vino la puta y se lo metió –protesté.

–Sí, estuvo aquí el viernes y jugamos, imaginando que hacíamos un trío. Me contó cómo lo hacía. Le pregunté si entre sus parejas no se daban unos “llegues” entre ellos y me dijo que a veces sí, y que había visto que, cuando estaba ella en un 69 con uno y el otro penetrándola en la vagina desde atrás, quien estaba succionándole el pene también le lamía el tronco o las bolas al otro.

–¿Serán tan putos como tú o más? –le dije metiéndole el consolador en la boca.

–No lo sé, pero sí se me antojó al verlo entrar y salir de tu pucha, me daban ganas de lamérselo a Ber lleno de ti, de la baba que él te sacaba al bombearte –contestó mamando con placer el dildo pues seguramente sabía a su puta ex.

–¿Y ya lo probaste por acá? –le dije sacándoselo de la boca y poniéndoselo en el ano.

–Ja, ja, ja, no, por allí no quiero –dijo al sentir la presión que yo hacía con el juguete en el anillo–. Pasó a veces, cuando alguno de los amigos lo pedía, se lo dábamos por allí. También me tocó tenerlo dentro, pero sólo acepté para darle gusto a alguno de ellos, ni me gustaba ni lo contrario. Sólo lo metía cuando alguno lo pedía o cuando hacíamos el trenecito –confesó Bernabé alegremente su putez.

–¿Te hubieras dejado si Ber te lo pide? –pregunté pensando en que tal vez también le gustaría recordar de bulto esa parte de su infancia.

–No lo creo, ni tampoco yo le hubiese dado si él quería –contestó quitándome el consolador de la mano y lo fue a lavar al baño.

Como si nada hubiera pasado, nos pusimos a hacer lo nuestro, a cumplir con el ritual de los lunes. Me chupó, me cogió y me metió el consolador por la panocha mientras me enculaba. Luego lo saco reluciente y muy mojado y se puso a mamarlo con placer, siguiendo con el trabajo de su pene dentro de mí ano mientras yo le gritaba “¡Puto, puto!” al venirme.

A los tres días me escribió diciéndome que su ex aceptaba hacer un trío conmigo, si él aceptaba hacer antes un trío con cada una de sus dos “parejas” y luego, en otra noche, la satisficieran juntos entre los tres. “¿Qué opinas?” Me preguntó. “Que vas a terminar penetrado por ellos”, le contesté. “No me refiero a eso, sino a ti, ¿Aceptas?”, insistió.

Lo que sí es cierto, es que no tengo claro lo que yo podría hacer. Me gustaría ver cómo cogen Bernabé y su ex, pero participar… ¡No sé! Estoy segura que terminaré mamando chiche y panocha, además de unas tijeritas, ¡esa puta es peligrosa!

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