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Año nuevo usando el culo viejo de mi vecina
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Después que me la cogí en su departamento y luego me botó, la señora María se puso muy distante. Cuando me encontraba con ella y su esposo Alfredo en los pasadizos del condominio, como siempre, él muy amable y cordial. Ella sólo un hola y un adiós. Pensé que cogerla en su propia cama sólo había sido un desliz para ella y enterré el asunto. Cuando lo recordaba era más por algo de culpa por Alfredo, que es un buen tipo, siempre amable conmigo.

Terminó el año y empezó el siguiente; Mi esposa con mi hija, el mismo primero de enero decidieron ir al cine. Salieron como a las 4 pm de casa y volverían hacia las 7 pm. Cuando estuvieron en el pasadizo mi esposa me grito diciéndome que había olvidado la llave y que no salga de casa. Como no pensaba salir, le respondí que allí estaría.

Como a los 20 minutos tocaron la puerta del departamento. Supuse que era el vigilante cobrando la mensualidad de mantenimiento. Algo raro que lo haga el mismo 1 de enero, pero pensé que necesitarían los fondos. Abrí la puerta y me encontré con la señora María, en un short muy corto y remera sexy, más para su edad, alrededor de los 50 años, parada frente a mi puerta. Me sorprendí muchísimo de verla allí.

Me preguntó si podía pasar, que quería hablar conmigo. La dejé pasar. Se sentó en el sofá principal. Me senté en el otro sofá. Fue directa al grano

– ¿Realmente piensas de mi eso que me dijiste en mi casa?

– No entiendo a qué se refiere señora María.

– No te hagas el que no lo entiendes

– En realidad, no sé a qué se refiere, hablamos algunas cosas esa tarde

– Te lo diré porque me molesta mucho. Me dijiste que soy una zorra, una perra infiel.

Mil ideas pasaron por mi mente. Tenía dos opciones que podrían generar dos respuestas en ella. Podía decirle que fue un exabrupto mío, que pienso que es una dama decente y que no debí decir tales palabras. Su primera respuesta podría ser aceptar mis disculpas y retirarse. La segunda hacerse la quejosa y terminar entregándose a mí en mi propia casa, pero supuse (rápidamente) que esa opción iba por un camino largo.

Mi segunda opción era decirle que sí, que en la cama me pareció una puta, una puta deliciosa y que cogía de puta madre. Si se molestaba se iría y punto. Si quería volver a coger pues ya estaba, a gozar.

Analicé las condicionantes. Supuse que, con los gritos de mi esposa diciendo que había olvidado la llave, se dio cuenta que me quedaría solo. Supuse su marido tampoco estaba. Supuse también que el corto y coqueto short y la remera sexy eran suficiente indicador para saber que sólo había ido a coger.

– Pues lo lamento María (quité el señora), me pareces una mujer muy atractiva y realmente me encantó coger contigo

– Pero que dices, soy una mujer casada

– Y yo casado

– No es lo mismo.

– No lo sé. Usted me atrae mucho y no puedo evitarlo

Se rompió el “hielo”. Me senté a su lado y cogí su pierna. Era al todo o nada. Y fue al todo. Desesperada, angustiada, ansiosa, se arrodillo en mi piso, me desabrochó el pantalón y sobre mi sofá me hizo una mamada de puta. Me solté completamente y la insultaba todo lo que podía. De puta de mierda a zorra infiel. Todo lo que se me ocurrió decirle salía de mis labios.

– Así María, así, que eres una puta. Que vienes a mamar la verga de tu vecino. Dale puta de mierda, que para coger has venido.

– Si, si.

– Sigue puta, zorra barata, regalada, cachera, cogedora.

– Si, si.

Sería mucho repetir todos los insultos, ofensas, agravios que le dije mientras ella mamaba. Me vine en su boca. Se lo tomó todo.

La cogí de la mano y la llevé a mi cama. Le dije “María cogerás en la cama de tu vecina”. Ella seguía a mil, con la boca llena de mi semen pues aún no lo tragaba. Con violencia le saqué el short y descubrí que no tenía nada debajo. La muy zorra había ido a mi casa solo a coger. Puse sus piernas sobre mis hombros y empecé a lamer su muy recorrida concha. Sabrosa e infinitamente jugosa ya. En un par de minutos tuvo su primer orgasmo mientras decía “soy una puta, soy una infiel, soy una zorra”.

Con violencia le di vuelta en la cama. Separé sus nalgas con mis manos y escupí en su culo que ya estaba palpitando. Se lo lamí con ansía, seguía palpitando y pidiendo verga, mientras se lo lamía le decía “María, como te gusta por el culo, que culera eres” ella sólo gemía y gemía balbuceando “soy puta, muy puta”.

Mi verga volvió a ponerse muy tiesa mientras le lamía el culo. Pude cogerla así nomás, montándome sobre ella. Pero deseaba algo más sucio. No tenía muchas opciones. La lleve al baño.

La acomodé sobre el inodoro. Arrodillada sobre el mismo. Con el culo tirado hacia atrás. Por su cara de mañosa en celo supe que podría hacer lo que quisiera con ella. Se me ocurrió sacar de la ropa sucia una tanga usada de mi esposa. Estaba sucia, con mi semen y sus jugos de la noche anterior. Se la puse en la boca y le dije “lame puta, solo eso eres, una puta que se coge al marido de su vecina”.

Comenzó a lamer la tanga a chuparla y le empuje la verga por el culo. No pasé por su concha, directo al culo y entró completa, con su culo inclinado y entregado sentí como entró en una sola, toda mi verga. Ella gemía y mordía la tanga de mi mujer. Le jalé con violencia el cabello, con fuerza, ella gritó de dolor y de excitación a la vez. Con su cabeza tirada hacia atrás la seguí culeando. Ella se vino y su culo palpitaba tanto que me vine con ella.

Me descobré. Le pedí que se vistiera y se largara de mi casa.

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