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Asistente de recepción

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Me llamaba David Hurtado cuando ocurrió esta historia. Trabajo en un hotel, un resort en la zona de playas, con vista al mar. Soy asistente de recepción o como suele decirse, uno de los cinco botones de mi turno que atendemos al personal desde recepción hasta su habitación, también si necesitan los huéspedes algún extra a destiempo, ahí estamos nosotros. Mi jefe inmediato es Jaime, el recepcionista, con quien coincido siempre en el mismo turno junto con Felipe, Manolo y otros dos muy estirados, Chema y Angulo, pero nada guapos. Felipe y Manolo son guapos y humildes. Yo soy, rubio, no estoy mal, pero debo parecer muy guapo, dice Felipe, porque las mujeres me miran y comentan, lo que pasa es que no me doy cuenta de eso porque las mujeres no me van, aunque sí pagan..., no me duelen prendas. Pero quizá parezca más guapo de lo que en realidad soy por el cabello rubio oro intenso. Soy delgado, mi abdomen es plano sin cuadros ni tabletas, pectorales pronunciados con unos pezones agudos quizá de tanto tocarme; mi culo es de gimnasio porque allí lo he modelado y en mi polla cuelgan 16 cm en reposo paralelamente con los huevos, ni hecho a medida.

Los de mi turno, en algún momento en que no hay mucho movimiento en recepción, nos reunimos en una salita a ver televisión o a jugar a cartas para estar a mano cuando se nos necesite; mi jefe, Jaime, habitualmente me requiere entonces para follarme el culo. ¡Joder!, las primeras veces su polla me parecía tan enorme, pero tan enormemente grande y gruesa que sentía como si me estuviera partiendo por la mitad, parecía meterme por el culo la pata de la mesa del comedor de mi abuela. Todo acompañado con una paliza con un abanico grande cerrado que tiene siempre a mano, para hacer las cosas fáciles. No podía creerlo de tanto que me dolía y sólo podía imaginar el daño que le estaría haciendo a mi coño con sus estocadas. La paliza atenuaba el sentido de la estocada, pero yo pensaba que me destrozaba el «culo-coño» al sentir tanto dolos en mis nalgas. Entre otras cosas, a él le gustaba pegarme a mí porque yo no gritaba, ni me quejaba y porque yo era delos que le besaba agradecido después de follarme.

¡Mierda!, ayer cuando aún eran las 2:00 p.m., y el recepcionista me había dicho que me iba a tener toda la noche, que iba a hacer una fiesta más tarde para sus amigos y que se esperaba que yo también los entretuviera... ¡Joder, joder!, por la forma en que estaba destruyendo mi ano, me parecía que mi agujero sería un desastre ya antes de que llegara ninguno de los invitados. Y si alguno de los amigos de este tipo la tenía tan bien colgada como él, yo estaría fuera de juego toda la semana siguiente, cosa que no puedo permitirme, porque me pagan por horas trabajadas y con tarjeta marcada.

Bastantes tíos que se alojan en el hotel suelen preguntar al conserje si es posible conseguir algún chico que les pudiera acompañar, Jaime siempre me envía a mí. ¿Cómo es que Jaime, el recepcionista, siempre se las arregla para engancharme con los tipos que tienen penes como de burro? Si somos cinco los botones que asistimos a recepción y a recados y los cinco estamos de guardia, somos además cinco sementales dispuestos a agacharse y tomar una polla dura en nuestro cagadero cada vez que un huésped tiene la necesidad de follar un coño, pero ¿por qué siempre parece que me tocan los que tienen pollas matadoras? Quizá debiera hacerme un poco más amigable con Jaime, quizá si me dejara follar por él cuando quisiera, tal como lo hacen Felipe y Manolo, en lugar de darle largas, conseguiría otro trato. Al parecer ellos consiguen que estos penes monstruosos y destructores de coños no pasen por ellos, porque están muy disponibles para Jaime. ¿No debiera hacer yo lo mismo?

Jaime es un tanto espeluznante y la verdad es que nunca me agacharía para que él me follara, pero si eso es lo que tengo que hacer para que mi agujero de mierda no se convierta en papilla cada semana, tendré que aguantarme y dejar que Jaime me folle cuando quiera. Por lo que dice Manolo, Jaime anda algo corto de dinero, por lo que pienso que tratar de dominar su polla no será mayor problema, aunque Manolo dice también que Jaime compensa su pequeña polla con una paliza en el culo antes de comenzar a follar, ¡que me digan o lo cuenten, puta mierda! Si a mí me parece grande y a él pequeña, ahora entiendo la paliza de Jaime para enrojecer mis nalgas. Bien pensado es preferible tratar con Jaime que me deja el culo dolorido antes que con los clientes que me lo destrozan y me lo dejan..., ¡maldita sea la puta que los parió!, me dejan un coño arruinado y estirado, ni que fueran marqueses, digo yo, en el uso del «ius prima nocte».

Sí, voy a ser más amigable con Jaime de ahora en adelante, lo veo necesario, aunque antes tengo que sobrevivir esta noche, porque ya tengo destrozado mi pobre coño y no me va a ser fácil. ¡Mierda! ¡Mierda! He tenido un montón de pollas grandes y bastantes con golpes duros en mi turno. Así y todo la polla de Jaime ha sido la más grande y gruesa que me han metido en mi coño hasta el presente. Y me duele todo un infierno de tanto que arde. De verdad que sí.

De todas formas solo he de relajarme, estar acompañando a Jaime por si le vuelve a apetecer follarme, ignorar el dolor y hacer que este cabrón se corra antes de que destruya totalmente mi puto culo. Tengo una noche terrible por delante, ya lo veo. Pero de alguna manera tengo que superarlo. Pero después de esta noche, seré mucho más amable con Jaime. ¡A la mierda!, incluso me cambiaré con él si es necesario, pues sé que lo desea. Porque una cosa se me ha quedado clara, que no pasaré otra noche como la de hoy. Simplemente no puedo. Sí, me gusta que me follen, llega un momento que es de mucho placer, pero no tiene gracia que destruyan mi culo primero y luego todo mi coño. Por muy marica que sea uno, pues, no, claro que no,

Hoy he llegada a casa muy maltrecho. Ni Jaime ha podido follarme más, ni él ha podido disfrutar con sus amigos. Había mucho trabajo en recepción. Primero me ha enviado a mí con sus amigos. He estado como una hora aguantando pollas en mi trasero y todos se han venido, como dos veces cada uno, sobre mi cuerpo. Todavía estaban sanos y no han sido muy violentos. Me ha sustituido Angulo porque yo tenía que atender un cliente que llegaba en breve, ya era casi media noche. El cliente, Mr. Caulfield, 42 años, londinense, muy rubio, piel muy blanca, buena polla, más grande que la mía y menos gruesa, delgado, nada gimnástico, sin pectorales en relieve, cariñoso y totalmente gay.

Se había hecho servir cena fría para dos, parece que le falló alguien porque decía algo así como mirándome:

— He has missed it, I have earned it, you are more handsome.

Me pidió que me desnudara y me lavara el culo. Entendí perfectamente y lo hice mientras él me miraba. Me ayudó incluso a secarme con la toalla, salí descalzo y desnudó, me miró por todas partes y solo decía sin cesar:

— You are very handsome.

Quizá lo decía por halagarme o por contentarse. Me hizo llevar la bandeja con la comida fría en el plato a la cama. Mientras yo preparaba su plato, se desvistió y se quedó en bóxer azul con rayas horizontales de colores. Me hizo sentar frente a él y comenzó a comer. Al segundo bocado me alargó el tenedor con una pequeña chistorra, abrí la boca y me puso el tenedor bajo los dientes, mordí la chistorra y me la comí. Me hizo preparar una copa de vino. Se la di, sorbió y me la pasó para que bebiera. Lo hice. Me fue dando de comer y beber y una de las veces que preparé otro plato me senté junto a él. Entonces ya estaba él más animado y me dio de comer tomando las cosas con sus dedos. Entramos en confianza y yo chapurreando el inglés hotelero le di conversación. Fue entonces cuando me dijo que al acabar de cenar quería hacer el amor conmigo, pero me rogó que lo follara yo porque él es más de abajo (pasivo). Me tocaba la polla de vez en cuando y le iba dando consistencia de dureza. Yo ya me había calentado y en el postre le di trozos de pastel en mis mano a su boca. Me sonreía y tomé la decisión de darle un trozo de pastel un poco más grande y estamparle un beso en sus labios, abrió la boca y le robé un trocito de su bocado. Le gustó y comí el resto de su boca.

Retiré todo de la cama e iniciamos las previas. Le besaba todo el cuello, pecho, lamiendo sus pezones, bajé a besar su abdomen y comencé a sacarle el bóxer con los dientes como una puta para calentarlo más. Previamente mordí con suavidad su polla por encima del bóxer mientras él acariciaba mi espalda. Saqué su bóxer y lo miré sonriendo para indicarle que me gustaba lo que veía. Me dio un preservativo, aunque yo llevaba, y me dio lubricante KY, que yo no tenía. Le dilaté el culo haciéndole gemir con uno, dos y tres dedos y con abundante lubricante. El masturbaba mi polla y le puse una chorretada de lubricante en todo el eje.

Se había tumbado de espalda a mí con el culo en alto para que lo lubricara bien, se dio media vuelta y levantó las piernas. Quería verme follarlo. Me arrodillé delante de su culo y lo agarré por la cintura arriba y descansó sus piernas en mis hombros, solo tuve que acercarme, ajustar mi polla a su agujero y comenzar a penetrar aquel culo de pelos rubios de modo dulce y suavemente. Él hombre gemía suave más por gusto que por molestia. No encontré resistencia y mi polla se escapó sola por la rampa anal. Llegué muy al fondo y gimió de gusto. Me quedé quieto hasta que sonrió. Con extremada suavidad inicié el mete y saca uniformemente acelerando hasta follarlo y hacerlo estremecer. Se puso tenso, apretó el esfínter, me hizo su prisionero y comencé a sentir espasmos que me iban a llevar al orgasmo. Lo notó y se retorcía hasta que llenó mi pecho y mi abdomen de su lefa, incluso un grumo largo en mi pelo, frente y ceja. Eso mismo me aceleró para llegar al orgasmo. Y llené su recto de mi leche. Ni me podía imaginar que después de lo vivido a las 2:00 pm, a once horas y media después, pudiera soltar siete disparos fuertes, en palabras de Mr. Caulfield.

Estaba entusiasmado. Entramos al baño, me duché mientras él sacaba mi lefa y la mandaba a la mierda por el inodoro. Yo oriné abundante en la ducha. Salí, me ayudó a vestirme. Me hizo abrir el champaña y brindamos los dos. Me dijo que tenía que madrugar para hacer su trabajo y añadió:

— Will you be tomorrow night?

— Tomorrow I rest, if you wish, I can come.

— Do you rest tomorrow?

— Yes, sir, but if you wish I can come.

— Tomorrow I would like to fuck you.

— Very well, what time do I come?

— Do you come at... 9:00 at night?

— Yes sir.

— He invited you to dinner, then you take me to a disco to dance and have a whiskey and we come to the hotel.

— Sir, I escort you to the door and entered through the service door, okay?

— OK beautiful boy.

Me bajé los tres pisos hasta la recepción por la escalera feliz, sin pensar en nada más. Todo se me puso difícil cuando Jaime me comunicó que sus amigos me esperaban. Fui, llamé y abrió uno de ellos en calzoncillos. Me esperaban ya borrachos casi todos ellos. Estaban desnudos y el que me había abierto se quitó sus calzoncillos. Nada había que pensar: me desvestí delante de ellos, me agaché de culo a ellos como ofreciéndoles via libre hacia mi culo y me follaron todos violentamente, es decir, me violaron varias veces, me echaron al suelo cuando ya no me sostenía de pie, se masturbaron y me llenaron de semen todo el cuerpo. Me dejé hacer, me abandoné con mis pensamientos puestos en Mf, Caulfield. Unos ya se cayeron al suelo, otro en un sillón todo despatarrado. Uno me recogió del suelo y en sus brazos me llevó a la cama. Me folló duro, grité. No sé qué más hizo, porque me dormí. A las 5:00 am, desperté cuando ellos estaban despatarrados por doquier. Salí e la habitación y fui a mi casillero, me duché rápido y todavía pude despedir a los que salían temprano. Acabamos a las 11 la jornada de 24 horas. Jaime me preguntó por el inglés y le dije sólo:

—Muy bien.

Me preguntó por sus amigos y le respondí:

— Unos putos del todo indeseables.

No le gustó que dijera la verdad, pero ya no preguntó nada más.

Cuando se enteró que yo había acompañado al día siguiente al inglés, me destinó a los hombres de grandes pollas. No pude hacer más amistad con él porque fue despedido por diversas trapicherías. Al despedirse, se disculpó conmigo y me dijo:

— Eres el único que no se ha quejado de mí.

Pero se equivocaba. Solo que respondí a lo que me preguntaron sin exagerar la nota.

Mr. Caulfield hizo otro viaje a España. Me llamó para que viajara a Madrid y encontrarme con él. Magnífico. Le gustó alternar el juego sexual conmigo, ahora penetro yo, ahora tú, y en esa ocasión le mamé la polla, le gustó e hicimos un 69 antes de comenzar a follar. Muchas cosas se arreglaron ahí y mucho ha cambiado mi vida.

En la actualidad vivo en Londres, ayudo en todo a Mr. Caulfield. Soy feliz. Cada día pongo a lavar nuestras sábanas, porque Jimmy y yo lo pasamos muy bien. Ahora me llamo David Caulfield, mi esposo es Mr. Jimmy Caulfield. Y mi culo ha recuperado su salubridad, y eso que a diario la polla de Jimmy entra en mí culo, pero con amor, con mucho amor, con inmenso amor.

Ahora cuando viajamos, buscamos dos chicos para jugar los cuatro, nos gusta más así que si somos solo tres.

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