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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (1)

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La vuelta a casa fue más desastrosa de lo que se esperaban. La felicidad les duró un día, nada más. Cuando se metieron en cama, en las que habían usado gran parte de sus vidas, la cruda realidad les golpeó sin piedad. Sergio, envuelto en sus habituales sabanas y Mari, al lado de su marido, que apenas tardó en dormirse sin ni siquiera preguntarla qué tal, “estaba muy cansado…”. El olor del hogar, tan común, tan rutinario… la misma casa, la misma gente… todo era un martillazo de realidad.

A la mañana siguiente, todo seguía con la misma cotidianidad, todo parecía ser un sueño lejano, algo maravilloso que poco a poco se iba olvidando con el pasar de los minutos. Pedro y Carmen en su casa practicaban un sexo paupérrimo para la mujer, aunque satisfactorio para el hombre después de su viaje. En casa de Mari y Sergio ambos desayunaban en soledad con un silencio depresivo. Todo parecía evaporarse, había sido un maravilloso pensamiento surgido en un momento de relajación, pero hasta ahí.

Los días transcurrían lentos, normales y aburridos. Mari veía más lejana la felicidad con la que se había encontrado en la casa de su hermana. El joven, aunque ocasionalmente seguía hablando sobre situaciones calientes con su tía, comprendía que esa no era la realidad.

A los dos meses de volver, no había señales de aquella Mari que tan bien se lo había pasado. Sergio seguía metiéndose en su habitación y viviendo en ella por completo, unos días atrás Carmen le comentó, que lo mejor era parar de hablar de cosas ardientes, al menos tan de seguido. Al parecer su tío sospechaba que algo le pasaba a su esposa, decía que estaba “rara”… si él supiera…

La relación de madre e hijo tan profunda que habían adquirido en tan breves días se había enfriado, volviendo al punto de partida, como si nunca hubieran estado en casa de Carmen. De forma natural el distanciamiento fue paulatino, una muerte lenta, pero casi pactada por ambos. Las conversaciones disminuyeron, la complicidad se ahogó en la monotonía y la unión especial que podían tener… se quebró con los otros miembros de la casa.

Uno de esos días, tan normales, tan… “Como otro día más” llegó comienzos de noviembre, Sergio volvía a casa después de la universidad. Saludó con un movimiento de cabeza a su madre y pasó de largo sin hacer ningún caso a su hermana. Dani ya había marchado, desde hacía dos semanas los turnos se habían incrementado, ya que los despidos habían empezado a sucederse. Por ello los demás empleados tenían que doblar turnos, era algo agotador, sin embargo mejor eso que estar en la calle.

Se tumbó en la cama boca abajo, cansado de un aburrido día de clases y sin nada interesante que hacer. Miró el móvil, pensando que estaría haciendo Carmen. No la había olvidado, tal cosa era imposible, aunque sí que se le habían disipado las ganas salvajes que tenía de estar con ella en todo momento. No había ningún mensaje suyo desde hacía cinco días y la última conversación trataba sobre qué tal estaba su madre, nada más.

Sin embargo ocurrió algo con lo que para nada contaba. Su cuerpo se erizó de pronto como un gato asustado y el corazón le saltó del pecho haciendo que se sentase de forma correcta en la cama. Se sintió un animal alerta al sentir a un depredador en medio de la noche, todos sus sentidos se habían activado de una forma acelerada. Abrió los ojos de par en par sin creer lo que aparecía en su móvil, había llegado un nuevo mensaje, no se lo podía creer… era de Marta… su exnovia.

Lo miraba desconcertado y casi con el dedo tembloroso pinchó en su conversación para abrirla. Obviamente estaba vacía, desde principios de año que no hablaban y ya no la tenía en ningún lado, solo en el WhatsApp. Bien se había encargado su tía de borrarla de las redes sociales durante el viaje.

—Hola, Sergio. ¿Podemos hablar?

Únicamente ponía eso. Al joven le pasaron miles de cosas por la cabeza, un mensaje tan simple y llano, como si entre ambos no hubiera nada. La ira le embargó, comenzó escribiendo una tira de insultos que después borró de forma sensata, incluso con un poco de temor de que el dedo le traicionase y acabar mandando las barbaridades por error.

Se tumbó en la cama meditando que hacer, el tic azul había saltado y Marta ya sabría que lo habría leído, no podía escapar, no era su estilo dejar a alguien “a medias”. La voz de su madre le anunció que era hora de la cena. Se levantó en dirección a la cocina, pero antes de dejar el móvil en su habitación e ir junto a las dos mujeres de la casa lo miró fijamente.

Las dos líneas azules seguirían allí y eso le comía por dentro. Alzó un poco los ojos, su bella exnovia estaba mirándole desde la foto de perfil, diciéndole “¿me vas a dejar así? Tú no eres de esos”. Cerró los ojos un momento, estiró el cuello hacia atrás buscando un tipo de relajación que no conseguía y suspiró con estruendo. Movió rápido los dedos sin dejar de mirar que al lado de la foto ponía “en línea”. Acto seguido lanzó el móvil a la cama para dejarlo allí y marchar a la cocina, como si de una bomba de relojería se tratase y fuera a explotar. Huía por el pasillo después de haber puesto un escueto.

—Dime.

****

La cena fue de lo más tensa, no en el grupo, sino por el muchacho. En silencio meditaba que querría su ex, a que venía aquella conversación. Recordó si tenía algo suyo que quisiera recuperar, pero no daba con ninguna cosa. De fondo su madre y su hermana hablaban de algo referente a los estudios, o eso creyó. Su atención en ellas era nula hasta que terminó y sin casi decir nada, las dejó hablando sin ni siquiera despedirse.

Volvió a paso rápido a la habitación. Sus manos temblorosas delataban su estado de ánimo, estaba nervioso como pocas veces. Lo que no sabía bien era a que se debía, el detonante era Marta, eso estaba claro, pero ¿qué le ponía nervioso? ¿La ira? ¿Lo que quería la chica? Ni siquiera lo pensaba.

La luz del móvil parpadeaba encima de la cama, la contestación había llegado. Se abalanzó hacia el aparato, sintiendo un dolor en el vientre debido al nerviosismo que le estaba inundando. “Solo será una conversación normal, nada más” pensaba, aunque no lo tenía tan claro. Era la primera vez que hablaban desde que lo dejaron y en todo este tiempo solo se cultivó el resentimiento. Pero con el móvil en la mano, otro sentimiento afloraba, uno que iba de la mano de su abstinencia sexual.

—Quiero ir al grano. Sé que igual es tarde, hace mucho que no hablamos, pero no puedo quitarme de la cabeza lo mal que acabamos, me gustaría poder hablarlo contigo.

—Si tienes algo que decirme, dímelo. —a Sergio los dedos le temblaban, no entendía por qué no la mandaba al infierno. Era una mujer que le había hecho un daño terrible, sin embargo, la daba pie a hablar.

—Por aquí no. Quiero que hablemos cara a cara, esto es muy frío.

“Será desgraciada, ¡Si cortaste conmigo por aquí!” pensó hecho una furia, para al segundo siguiente, respirar bien hondo y tratar de serenarse a duras penas. Cuando el volcán en el que se había convertido bajo de intensidad, volvió a escribir.

—Mañana, después de las clases de la tarde, voy a ir a la biblioteca que tengo que terminar un trabajo. —en verdad, lo tenía que empezar.

—¿Te importa si te acompaño y lo hablamos? Yo también tengo que estudiar.

—Puedes hacer lo que quieras, no tengo problema.

Sus intentos por parecer indiferente parecían dar sus frutos o eso se creía el joven en su ingenua cabeza.

Dejó el móvil y se tumbó pensativo en la cama, no conseguía averiguar qué era lo que quería Marta. Recordó sus buenos tiempos, porque sí, los malos habían opacado todo, pero al principio hubo momentos de risas, de complicidad… con el tiempo todo aquello había cambiado. ¿Qué Marta se encontraría?

Sacudió su cabeza para dejar de pensar en ello, puesto que sabía que lo siguiente sería fantasear con que Marta quisiera ser su pareja de nueva. Una idea del todo negada para el Sergio de agosto, pero que el Sergio de ahora, daba una pequeñísima oportunidad. Sin embargo, la mayor parte de su cuerpo pensaba que sería una aberración, algo inimaginable, no volvería con ella jamás, se lo había prometido a sí mismo, cumpliría esa promesa.

Pasando por un rato del móvil, se acercó hasta el baño para ducharse. La cabeza le daba vueltas, la idea de ver al día siguiente a Marta le había descolocado. Tenía mil dudas, sobre todo ¿cómo debería reaccionar? ¿Debería insultarla por todo el daño que le había hecho? No. Se prometió mantener la calma y una vez escuchase lo que tendría que decirla, contestarla, estudiar y punto. Además siempre le quedaba la opción más valiente de recoger, levantarse e irse con paso rápido.

El agua caliente le comenzó a recorrer la espalda. El chorro golpeaba en su nuca con fuerza propinándole un grato masaje. En su mente solo cabía una persona, que incluso había desbancado a su tía, algo imposible por aquel entonces. Se masajeó la cabeza mientras el champú se convertía en una masa de espuma que le bajaba por el cuerpo. Se encontraba tan a gusto.

Los malos pensamientos desaparecían. El dolor de la “traición” se había disipado y los paseos de la mano, las visitas al cine, incluso los primeros viajes en coche eran los que se habían apoderado de él. Pero aún más otra cosa.

Su vientre estaba vibrante, puesto que unos momentos muy especiales vinieron a su mente… sus primeros coitos. Los primeros meses de fogosidad absoluta. Las primeras veces que desataron el amor juvenil hasta límites casi de muerte por agotamiento, esos… sí que fueron grandes momentos.

La imagen de Marta le saltó delante de él. Su cabello rubio con sus ojos de color verde brillando en frente de su rostro. Un cuerpo menudo, siempre delgado y alejado de las curvas de su tía. ¿Cuánto tiempo habían pasado bajo sabanas, gimiendo y gozando de placer? No lo recordaba. El sexo casi siempre había sido satisfactorio, hasta la fase final donde se volvió rutinario y aburrido, ya que la gran mayoría de veces, desempeñaba todo el trabajo.

Sin darse cuenta, la sangre había ido a acumularse en una parte de su cuerpo que hacía tiempo solo su mano conocía. Como no podía ser de otra manera, cuando vio que su miembro le saludaba, lo rodeó con los dedos. Apretando con fuerza, su piel se estiró hacia abajo, floreciendo un capullo rojizo que hacía mucho que no le daban el uso que se merecía. Daba la sensación de que hoy le tocaría entrenar.

La imagen vivida de su exnovia no se iba de sus ojos. Agarraba sus menudos pechos mientras ella le tocaba en su entrepierna. La mano del joven movía arriba y abajo su miembro sin parar al tiempo que su imaginación volaba. La recordó con piel morena, de vuelta de sus primeras vacaciones donde se había quedado totalmente dorada. Justo aquel día al llegar, tuvieron un gran coito, ya que sus padres no estaban en casa. Lo recordó a la perfección mientras el placer bajaba por su espalda.

Acabaron en la ducha, una semana de acumulación mientras ella le hacía un sexo oral apoteósico “¿fue el mejor día?” Se decía mientras la velocidad de su mano se volvía agresiva. Era como si viajase al pasado, se veía allí mismo, donde estaba ahora, pero tiempo atrás. Marta sujetaba con una mano su sexo y con la otra agarraba el mando de la ducha apuntándole a sus genitales. Fue magnífico, el semen salió disparado haciendo que la chica se riera y sorprendiera a la vez, eso sí, la manchó solo ligeramente, haciendo que la muchacha rápidamente se limpiara, jamás le gustó. Si la llega a dar todo lo que salió de los genitales de Sergio… tuviera que haberse duchado mucho más a fondo.

Fue entonces que las piernas le temblaron, se tuvo que apoyar en la mampara para no perder el equilibrio, mientras sus fluidos salían disparados hacia el plato de la ducha. No fueron tan abundantes como aquella vez, pero había una buena cantidad. Su corazón se pausaba al tiempo que sus pulmones recogían todo el aire que podían. El placer que todavía le cosquilleaba la entrepierna, fue tal que la comparación con los coitos con su tía, eran inevitables. Con Carmen la sensación fue abrumadora, pero por muy extraño que le pareciera, esta vez y con Marta en su pensamiento, había sido fabuloso.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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