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Capricho por él
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Tu presencia impone, tu aroma envuelve y tu andar desvía miradas como el imán le hace al metal; eres consciente y te ufanas de serlo, lo vales. Tienes lo que quieres, obtienes lo que deseas con o sin consentimiento; lo tuyo es solo estirar la mano para inmediatamente hacer tuyo lo que en el momento te interesa; dinero no te falta, no te es necesario; el poder es lo que te embriaga y no precisamente en lo material, sino sobre las personas.

Acostumbrada estas a que sean cumplidos todos tus caprichos que no entiendes el por qué no has logrado lo que deseas, has hecho lo acostumbrado y no has obtenido más que un saludo y una leve sonrisa de él; te crispa, te enferma que no logres su atención; así han sido los últimos días y no sabes que más hacer; te mantiene molesta su proceder a tal grado que el resto de los que te asedian no valen lo suficiente para ocupar tu tiempo.

Diriges tus pasos a tu habitación, ni el hermoso atardecer con sus esplendorosas tonalidades logran llamar tu atención; volteas la vista en un último intento por verlo, ya no está, no te quedas ni siquiera con la última imagen de su estilizada figura y eso te molesta aún más.

Llegas al ascensor, esperas mientras piensas que fue lo que pasaste por alto; parece ser que no siempre obtendrás lo que quieres y no logras entenderlo; te molesta. Se abre la puerta e ingresas, tras de ti lo hace un par de personas más que quisieras no lo hubieran hecho, los ignoras; en tu mente solo anida el enojo y la frustración. Te quedas sola al descender la última de las personas que te acompañaba, aún te faltan un par de pisos más y te impacientas pues quieres llegar y tomar un baño después del tiempo que pasaste al sol con el bikini de dos piezas que luciste para él, infructuoso piensas. Se abre la puerta.

Tu desconcierto no puede ser mayor, ahí está él, parado al lado del ascensor; no articulas palabra ni tampoco atinas a moverte hasta que la puerta comienza a cerrarse; la detiene. Toma tu mano suavemente, pero con firmeza y te lleva al final del pasillo, lo permites como una autómata; en ese momento tu seguridad se ve rebasada por la suya, no te dice una sola palabra; no es necesario.

Se detiene y toma tus hombros mientras su mirada se clava a la tuya, te estremeces; en ese momento ya eres suya y lo sabe, no impones, esperas por lo que va a ser de ti; algo nuevo en tu vida.

Se acerca a ti con una lentitud que te impacienta, no sabes de esperas cuando siempre has sido quien pone el ritmo; coloca su mejilla junto a la tuya acariciándote, sudor y olor a lavanda junto a su barba áspera es lo que percibes en su primer acercamiento; sus labios van a tu cuello sin besar, los arrastra sobre tu piel haciéndote estremecer al sentirte mojada en el instante que muerde suavemente el lóbulo de tu oreja, tu primer suspiro sale involuntario.

Toalla, bolso y móvil caen al suelo cuando desliza sus manos por tus brazos hasta encontrar las tuyas; las sujeta poniéndolas tras de ti atrayéndote por la cintura hasta topar con su cuerpo, te impide moverte, de cualquier forma no deseas hacerlo; te deja sujeta solo con una mano mientras la otra hace lo propio en la parte trasera de tu cuello, recorre besando tu piel hasta el canal que forman tus tetas; estás agitada, vuelves a mojarte, lo sientes.

La mano que sujetaba tu cuello deshace el nudo superior de tu sujetador, se desliza suavemente por tu espalda hasta topar con el otro, lo deshace sin prisa; te estremece pensar el mostrarte desnuda ante él, no lo quieres, lo necesitas; la tela cae al suelo dejando al descubierto tu pecho que rítmicamente se mueve por tu respiración agitada.

El primer gemido sale de tu boca al sentir la suya besando la base tus tetas, se da el tiempo de solo rozar con sus labios y te impacientas pues quisieras sentirlo en tus pezones; tu premio llega cuando los moja haciendo círculos con su lengua mientras succiona sin tocar, te sientes morir del gusto y una vez más vuelves a mojarte; cierras los ojos y te dejas llevar por el placer que estas sintiendo, no cuenta tu voluntad, le perteneces.

Suelta tus manos mientras voltea tu cuerpo recargando tu pecho contra la pared, está frío, no te importa; te toma de la cintura recargando su cuerpo en el tuyo, lo sientes, puedes sentir como palpita colocado en el canal que forman tus nalgas; no solo estás húmeda, goteas.

Sientes sus besos en tu cuello y espalda mientras sus manos se deslizan por tus ingles, tus piernas te tiemblan con cada roce de sus dedos; no toca tu intimidad aun cuando tu ruegas en tu cabeza porque lo haga, te desespera, sabes que eso es lo que quiere, pero no puedes evitarlo, tampoco quieres.

Lentamente toma tu bikini y lo desliza por tus piernas hasta que este llega a tus tobillos, te deshaces de el con un movimiento de tu pie; te encuentras desnuda en el pasillo de un hotel y no te importa, si te pidiera correr desnuda por la recepción lo harías, a esta altura haces su voluntad, eres suya.

Baja besando hasta tus nalgas, toma tus pantorrillas y abre tus piernas, te dejas hacer; no sabes que será lo siguiente, pero esperas impaciente, chorreas.

Tu primer orgasmo llega tan solo al sentir su lengua tocando los pliegues de tu vulva, se para y te sujeta porque el temblor generalizado de tu cuerpo no te permite permanecer de pie; sientes una descarga que recorre tu cuerpo y el placer se vuelve interminable, lo sientes como nunca antes lo sentiste, te sientes viva. Poco a poco te repones, aún te sientes sujeta por él, quisieras que en adelante siempre sea así; lo deseas con el alma.

Voltea tu cuerpo y por primera vez sientes sus labios junto a los tuyos, por primera vez lo pruebas, sabe a ti.

Tus manos buscan desprenderlo del bañador, no te lo permite; te toma de la cintura y te sienta sobre el descanso que se forma en la pared, vuelve a besarte suavemente con la lentitud que te desespera, saborea tu lengua, recorre uno a uno tus perfectos dientes mientras se acerca cada vez más a ti. Lo sientes, vuelves a sentirlo palpitar, pero esta vez entre tus piernas, junto a tu vulva, por enésima vez te mojas y esta vez también lo mojas a él. Vuelves a intentarlo y esta vez te lo permite, lo despojas de la tela que te impide sentirlo sin ella, lo tomas, lo sopesas, tu cara refleja el deseo al tenerlo en tus manos, se deja hacer.

Por tu mente solo pasa el deseo de tenerlo en tu boca, lo sientes y puedes imaginar su dimensión alojado en tu garganta, tocar sus testículos mientras lames el tronco, disfrutar de las arcadas al sentirte saciada; lo que deseabas lo tenías, siempre había sido así, hasta ahora.

Intentaste bajar, pero no te lo permitió, lo viste a los ojos implorando por hacerlo, pero no tuviste la respuesta que querías, te dejó tocar y eso era precisamente lo que te desesperaba; saber que entre tus manos tenías lo que en tu boca no, volviste a suplicar y la respuesta fue la misma.

Con suavidad recargó tu espalda en la pared mientras pasaba sus brazos bajo tus piernas recargando sus manos sobre el descanso; tu vulva se abrió como una flor, orgullosa, brillosa por el flujo que no dejabas de manar; aún tenías entre tus manos el objeto de tu futuro placer, no hizo por avanzar, quería que fueras tú quien diera el siguiente paso; esperó por tu respuesta.

Dejaste a un lado tu orgullo, te afianzaste bien de él y lo llevaste a tu entrada; volviste a sentir otra descarga al instante mismo de la introducción; ¿cómo era posible que te hiciera sentir de esa manera?, no tuviste una respuesta ni te importó no tenerla, lo que sentías rebasaba tu entendimiento.

Quisiste decir algo, de tu boca solo un gemido salió al sentir tu intimidad invadida, sentías como se incrustaba dentro de ti con esa maldita lentitud que te desesperaba; pero a la vez que placer el sentir la dualidad de sentimientos, de felicidad cuando entraba, de frustración cuando salía; comenzaste a sentirte llena, plena, satisfecha. Bombeaba sobre ti por momentos con fuerza y decisión y al cabo de un rato con lentitud y delicadeza; te desesperaba, querías todo, querías sentirte usada, poseída; no se lo dijiste con palabras, tus manos se aferraron a él tratando de marcar el paso que querías, que necesitabas, de nueva cuenta se dejó hacer.

Dejó de sujetarse al descanso para tomarte con firmeza de la base de tus tetas, sentiste un escalofrío por la rudeza con que te tomó, por primera vez se permitía serlo contigo y lo disfrutaste. Marcaba el ritmo cada vez más rápido y fuerte, no te importó jadear con cada intromisión que hacía a tu interior, lo disfrutabas, sentías la desesperación del macho por poseerte; sujeto como estaba de ti poco o nada podías hacer por liberarte, ni lo querías, tu cuerpo pedía más, más de lo mismo, más de lo que le estaban dando como nadie lo había hecho; comenzaste de nueva cuenta a sentir la venida de un orgasmo, que se ligó con otro y este de algunos más que se perdieron en la cuenta, tu felicidad era inmensa, las lágrimas brotaron sin saber a ciencia cierta porque; te vio llorar y se ocupó de lamer tu rostro mientras apuraba con rapidez, casi rayando en la brutalidad para, después de un par de envíos sobre ti, terminar depositando una descarga que te supo a gloria, aun cuando el único par de labios que lo degustó no supo decir a que sabía. Todo era luminoso, todo era maravilloso, no había algo que pudiera opacar tanta satisfacción.

No supiste cuanto tiempo transcurrió hasta que te viste depositada con delicadeza en el piso, cubrió tu cuerpo con la toalla y te dio el resto de tus accesorios; en ningún momento dejaste de verlo, esperabas como hipnotizada su siguiente orden, hubieras aceptado la que fuera si esta venía de él; ya no te importaba lo que pasara después, sabías que tendrías lo que querías siendo suya. Te llevó a tu puerta, volvió a tomarte de los hombros mientras te miraba a los ojos.

-¿Quieres que me quede un rato? -te preguntó con su varonil voz.

-¡Quiero que te quedes para siempre! –le respondiste tomándolo del brazo e ingresando a tu habitación.

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