Como cada 4 de agosto es nuestro aniversario, siempre íbamos a cenar al mismo restaurante desde hace 17 años. Hoy quería que fuese diferente. Así que la subí en el coche y nos fuimos al Centro.
– A dónde vamos cielo? – Es una sorpresa.
Cuando llegamos por el centro dimos un par de vueltas antes de aparcar. Salimos del coche y la lleve a un club. Estaba un poco escondido. Bajamos unas escaleras y un cartel de neón con letras moradas decía OASIS. Ella me miró extrañada.
-Que como es esto, Raúl?.
– Es un bar.
– Un bar? Venga anda. Donde me has traído?
– Bueno es un Bar, donde vas con tu pareja y puedes conocer a otras parejas.
-Que! Este es mi regalo de cumpleaños. Vaya tela. Vamos!
-Espera mujer. Nos tomamos algo y nos vamos. Ya que estamos aquí.
-Bueno una y nos vamos.
Con tono enfadado entro de tras de su marido y se acercaron a la barra. Tras pedir unas copas se sentaron en un sofá y observaron a su alrededor. El miraba entusiasmado las variadas parejas que había. Todas le parecían bien. Su mujer en cambio escrita a todo con desapego y desgana. No era así como se había imaginado su cumpleaños. Su marido le invitaba a mirar a las parejas que había a su alrededor. Pero ella no tenía ganas. Una vez terminado la copa se levantó.
-Vamos! Este sitio no me gusta. Huele mal y la decoración es horrible. Él un poco avergonzado porque su idea había sido un fracaso se levantó.
-Venga vámonos. Con suerte te puedo invitar a algún restaurante.
Entonces observó como su mujer miraba al otro lado de la sala. Una pareja acababa de llegar. Ella era rubia, bajita. Con buenos pechos. Él era negro, alto y de complexión fuerte. Él estaba calvo. La pareja rondaría los cincuenta. Ella llevaba un vestido verde. Muy corto. El observó a su mujer. Pudo notar como miraba a aquel ejemplar.
-Nos vamos cielo?
-Espera. Quizá podíamos quedarnos un poquito. No sé.
-Por? No querías que nos fuéramos?
-Si pero…
-Pero que? Que has visto algo que te gusta?
Su mujer se puso roja como un tomate. -Quizá. Su marido se rio con una mirada cómplice. La mujer le señaló con la cabeza quien era el que le gustaba. Entonces el marido se acercó a ellos y estuvo un rato hablando con la pareja. Ella miraba con nerviosismo. Su marido y la otra pareja reían y hablaban distendida mente. – Que estará hablando ese gilipollas!? Como si le hubiese escuchado su marido la miró. Estiró el brazo y le indico que viniese. La otra pareja entonces se levantó y se perdió tras unas cortinas que te llevaban a otra sala. Ella un poco nerviosa llegó hasta su marido.
-Que les has dicho? Para una cosa que te digo que hagas. La haces mal.
-Tranquila. Nos están esperando en una sala. Ven, vamos.
Los dos también entraron por el pasillo, apartando las cortinas. Los dos fueron caminando. A cada lado había unas pequeñas salas. Tapas todas por cortinas. Aunque no se veía, los ruidos de placer y sexo eran palpables en el aire. Casi al final del pasillo, una cortina estaba retirada. Al llegar esperaban la pareja cincuentona. Ella con una gran sonrisa.
-Hola! Que tal? Tu eres Ana la mujer de Raúl. Ya me ha dicho que es tu cumpleaños y que querías algo especial.
– Si. Dijo con voz temblorosa
-Tranquila. Mi marido es Sami. Yo soy Bea. Venimos mucho por aquí.
– Nosotros es la primera vez – dijo Raúl. Bea sonrió.
-Asi que te gusta mi marido. Es un buen semental. Sami se acercó a Ana. Y se quitó la camisa sin decir nada.
– Si quieres toca su pecho. Parece una tableta de chocolate.- dijo Bea.
Ana estaba muy nerviosa. Su corazón palpitaba con fuerza. Comenzó a tocar sus brazos y su pecho. Cuanto más tocaba más caliente estaba. Su clítoris pronto empezó a palpitar. Sami agarró suavemente su brazo y la obligó a bajarlo hasta llegar a su pantalón. Ella notó un gran bulto. Su corazón se fue acelerando. Ella comenzó a acariciar el pene por encima del pantalón. Notó como éste se ponía en erección. Entonces Sami se bajo los pantalones y los calzoncillos. Un pene enorme asomó por el pantalón.
-oh dios!! -Exclamó Sara. Nunca había visto nada tan grande.
Solo deseaba metérselo en la boca y lamerlo, como una perrita en celo. Se agachó y empezó a lamer. Casi no le entraba en la boca pero no podía dejar de mamar. Su clítoris estaba muy caliente. En ese momento pensó en su marido. – Raúl!!! Que vergüenza. Que pensará de mi?? – pensó mientras lamía aquel miembro.
Levantó la cabeza y vio a su marido lamiendo el conejo de Bea. Un latigazo de celos recorrió su cuerpo. Pero estaba disfrutando tanto que no dijo nada. Mientras miraba a su marido, no se percató que Sami había estirado sus brazos y con un rápido movimiento. La puso en la cama cerca de su marido y Bea. Suavemente retiro sus bragas, que estaban bien mojadas. Y empezó a introducir su pene. Al principio los movimientos eran espacios porque el pene se introducía y salía lentamente. Pero al cabo de los minutos el negro empezó a bombear fuerte. Cada vez más fuerte. Ah! ahhh!! -Gritaba Ana. Sami empezó a moverse más y más rápido. Ana no podía más sentía su clítoris explotar. Ahhh!!! Ahhhh!! Se corrió. Una mueca de felicidad dibujo su cara. Sin casi tiempo para recuperarse, Sami que no había terminado, la cogió y la puso a cuatro patas. Entonces intentó introducir su pene por el ano.
-No, no, por ahí no!!! -dijo Ana.
Pero cuando intento retirarse, el la agarró fuertemente, y de un golpe seco, la metió. – Aaahhh!!! -grito de dolor Ana. Sácala, sácala!! Pero Sami siguió sacando y metiendo. Su pene estaba más duro. Aquel miembro enorme entraba y salía del culo de Ana. El dolor que tenía Ana era enorme. Pero su clítoris no dejaba de estar mojado. Entre tanto dolor, sintió un gemido de placer. Aahh!! Y al momento después otro -Aahhh. Sus pezones se pusieron duros nunca había tenido esa sensación de placer. Pronto el dolor desapareció. Un inmenso placer inundó su cuerpo. Sami golpeaba cada vez más y más y más fuerte.
Su sudor se mezclaba con un gemido seco y duro. – Uuuaa!!! Uuuaaa!!! Cada vez más alto y más fuerte. Ana sintió como su cuerpo se iba. Un placer como no había sentido nunca la inundó. Sintió que su clítoris explotaba. Y explotó de placer. Aaaahhh! Se corrió por toda la cama. Sami se acercó rápidamente a su cara y ella como un instinto abrió la boca y tragó hasta la última gota de su esencia. Levantó la cabeza y miro a Sami con una gran sonrisa. Al mirar un poco más adelante vio como su marido también estaba follando. Espero hasta que terminara. Todos se vistieron y acordaron verse otro día. Ana salió del local y pensó que había sido el mejor regalo de su vida.