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Cogí con mi suegro por el día del Padre

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Mi suegro ha sido uno de los mejores hombres con los que he cogido. No sólo por el tamaño de su verga, sino por la forma tan viril como que me trataba. Siempre en el punto justo de dominación, incluso hasta humillación, pero con la protección que una espera de un hombre.

Desde que me cogió por primera vez en la playa, fui suya cada vez que él quiso, o cuando las ganas me vencían y casi le rogaba para que me cogiera. Igual no era una relación de ninguna forma y no teníamos ningún compromiso. Era la esposa de su hijo y además su amante. Yo no pensaba mucho en eso, sólo en el placer que sentía cuando era su mujer y no su nuera. No era algo de todas las semanas, ni siquiera de todos los meses, quizás unas 6 a 8 veces al año, pero sí que eran momentos de plena entrega y placer.

Teníamos unos tres años ya cogiendo cuando tras varios idas y vueltas, se decidió que mi suegro y mi suegra vinieran a pasar el Día del Padre con mi esposo y conmigo. No recuerdo los detalles de las coordinaciones, pero finalmente se decidió reunirnos los cuatro en nuestro departamento. Coordiné con mi suegra el almuerzo (pedimos un catering), sobre las bebidas y todo quedó resuelto en forma simple y rápida.

Cuando llegó el domingo, yo estaba muy excitada. Tenía en mente darle un íntimo regalo a mi suegro, pero no tenía idea de cómo podría hacerlo. Pensé en quizás salir a comprar algo de improviso con él o que salieran mi esposo y su mamá. Pero pensándolo bien, era como muy tirado de los pelos, o salían mi suegro y mi suegra o mi esposo y yo, o los cuatro en último caso. Igual decidí estar lista. Me puse una tanga muy pequeña, casi un hilo dental que compré para la ocasión y un vestido ligero y medio translucido que tenía y nunca había usado. Era un vestido suelto, que sabía podía servir para un sexo al paso sin desvestirme. Hasta lo había imaginado, más de una vez que me había masturbado pensando en mi suegro.

Mi suegro y mi suegra llegaron hacia las 11.30am. Mi esposo y yo ya los esperábamos listos. Me di cuenta como se calentó mi suegro al verme en el vestidito y más aún al darse cuenta de la tanga que tenía puesta. Conversamos buen rato. Mi suegro me miraba y me desvestía con la mirada. Me iba calentando y también desesperando, pues no encontraba la forma de quedarnos un momento a solas.

Hacia las 1pm llegó el catering, una recomendación de mi suegra y, por cierto, estuvo todo delicioso y con una presentación buenísima. Asentamos el almuerzo con dos botellas de vino y ya todos estábamos alegres. Yo más que alegre, con mi coñito chorreando de deseo por sentir la verga de mi suegro dentro.

Poco después de las 3 pm mi suegra propuso ver una película. Sentí que luego de ella se irían y estaba ya desesperada. No sabía cómo hacer para gozar a mi suegro esa tarde. Me di cuenta que él también estaba pasando por lo mismo. Mi suegra propuso que hagamos palomitas de maíz y bebamos coca cola mientras veíamos la película. No teníamos maíz para palomitas en casa ni tampoco gaseosa. Sentí que se abría una ventana de oportunidad, pero igual, tendrían que armarse las parejas como yo quería y no había forma de condicionarlo.

Como esperaba, mi esposo dijo que iría al supermercado a comprar el maíz y las gaseosas. Ni mi suegro ni mi suegra dijeron nada. Yo le dije “anda amor, yo me quedo con tus papas”. Mi frustración era grande pues pensaba que ya no habría posibilidad de disfrutar esa tarde la verga de mi suegro.

De pronto, la oportunidad se presentó. Mi suegra le dijo a mi suegro “amor aprovecho y compro algo para nuestra cena en casa”. A mi suegro le cambió la cara. Le respondió que le parecía una excelente idea. Finalmente, en un golpe de suerte, mi esposo se fue con su mamá al supermercado y me quedé a solas con mi suegro en el departamento.

Tendíamos no más de 20 minutos o incluso menos. El supermercado estaba a poco más de dos cuadras del departamento y los domingos por la tarde solía estar vacío. Mi suegro y yo lo sabíamos.

Ni bien salieron, me paré junto a la ventana y pude ver como se alejaban. Mi suegro se puso detrás de mí y comenzó a acariciar mis nalgas, por debajo del vestido. Mientras lo hacía se había desabrochado el pantalón y sacado la verga.

Cuando confirmé que mi esposo y mi suegra caminaban rumbo al supermercado, le dije a mi suegro que se siente en el sofá. Ni bien lo hizo, me puse a su lado y comencé a chuparle su verga. La sentía toda dentro de mi boca, estaba loca por sentirla ya dentro.

Sin sacarme ni el vestido ni la tanga, me senté sobre mi suegro. Mirándolo. Puso con sus dedos la tanga de costado y me la metió toda, en una sola empujada. Tenía ganas infinitas de besarlo, pero no podía, tenía un labial rojo que le dejaría marcas y no deseaba arriesgarme. Sentí su verga entera disfrutando mi coño completamente húmedo.

Estuvimos un par de minutos así. Me pidió que me levanté y que me ponga como perra. Lo obedecí, se puso detrás de mí, y sentí como entraba nuevamente toda su verga gruesa en mi coñito. Ambos sabíamos que no teníamos tiempo. Nos aceleramos adrede, no queríamos quedar a medias. En un par de minutos sentí que me venía y se lo comencé a decir, “me vengo, me vengo, suegro me vengo”. Se puso a mil también y llegamos juntos.

En un instante nos separamos. Fuimos juntos al baño. Con un papel higiénico le limpié su verga. Lo boté en el inodoro. Ni bien terminé regresó a la sala. Con la tanga de lado, me limpié. También tiré el papel al inodoro. Jalé la palanca. Me acomodé la tanga. Volví a la sala.

Ni bien me senté, mi esposo abría la puerta. Habían vuelto.

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