Nuevos relatos publicados: 13

Crónicas de una mojigata

  • 4
  • 27.489
  • 9,13 (8 Val.)
  • 0

Desde que empecé a experimentar en este mundo de las caricias desconocidas y sexo fortuito me he encontrado de todo, pero si hay algo que no logro entender y que, incluso me incomoda es la mojigatería.

Cuando algo te gusta, nada debería detenerte para disfrutarlo en la presentación que sea que te guste y a la hora que sea.

Siempre he sido fiel admirador del cuerpo humano y más aún del cuerpo femenino. Pero más allá de los géneros, las funciones de nuestro cuerpo son mas que increíbles. Y en este caso hago alusión a la piel. Tenemos cientos de millones de receptores que nos hacen sentir cualquier cosa, hasta el roce de la más mínima corriente de aire puede hacer que nuestra piel se erice.

Todo esto va en función de que, cuando alguien nos roza por accidente es notorio pero de igual manera se siente cuando ese roce es mas intencional que accidental. Luego entonces, no puedo creer esa consigna de “no me di cuenta, ni sentí que estaba pasando” obviamente sentimos y ya sea por miedo, vergüenza o gusto es que a veces no decimos ni hacemos nada solo dejamos que las cosas pasen viendo hasta donde pueden llegar.

Todo este preámbulo es para contarles mi última experiencia en el camión rumbo a mi trabajo. Como de costumbre era muy temprano. 5.30 am y ya había gente esperando así que me dispuse a esperar mi camión. Llegó después de unos minutos y me subí. Sentía ese impulso y deseo que se subiera alguna chica o señora de buen ver y checar hasta dónde podría llegar. (Mi meta y mayor fantasía es lograr empezar con caricias furtivas y lograr llegar a la cama con una desconocida).

Después de dos paradas se subió una chica como de 20 años, vestía una chamarra ajustada, una blusa escotada que dejaba asomar unas tetas juveniles, pequeñas, pero bien formaditas. Traía unos shorts azules, como de tela de mallones, pero un poco holgados (Me llamó la atención y me dio curiosidad quien se pondría unos shorts así de cortos para salir con tanto frio y tan temprano de casa) El simple look que portaba me incitaba a pensar que no tendría problema ya que subirse al transporte lleno de gente vestida así es casi casi una invitación, la cual no desaproveche. Ella se paro a un costado mío y de inmediato me giré al lado contrario para poder quedar espalda con espalda, ella se recorrió un poco mas y sentí de inmediato sus nalguitas recargadas sobre las mías. Aprovechando el dispositivo de mi cinturón, anclé de inmediato mi mochila justo del lado que quedaba mas cerca de su trasero y aprovechando la obscuridad y el movimiento puse ligeramente mi mano y sentí el borde superior de ambas nalguitas y me excitó demasiado el ver que no hizo ninguna reacción.

Ya sin miramientos deje que el movimiento me deja fluir en caricias suaves sobre ambas nalgas. Podía sentir esa firmeza, imaginando lo suaves que estarían y el olor de su sexo. No puede evitar recordar a la señorita V, esa sensación de tener un cuerpo joven, terso y suave tan cerca. Seguía viendo de reojo para ver si había alguna respuesta, pero nada.

Fue entonces que decidí avanzar al siguiente nivel. Puse mi mano ya con toda confianza sobre su nalga derecha y la empecé a masajear suavemente y dejaba que el vaivén del camión me permitiera pasar entra ambas nalgas hasta que quede justo a la mitad y mi dedo medio comenzó a pasar sobre esa línea mágica que lleva directo hasta la gloria.

Aún seguía sin ver ninguna respuesta de ella y por el contrario, en un movimiento del camión sentí como abrió sus piernas ligeramente y mi dedo quedo atrapado entre sus nalgas. Mi corazón latía al mil por ciento, sentí que se saldría del pecho al ver que ella no se inmutaba y tuve la idea que también lo venia disfrutando tanto como yo.

Entonces decidí ir un poco mas lejos. Baje mi mano y alcance el borde entre el short y su pierna, logre sentir su piel y me puse como loco. Estaba demasiado excitado y deseaba que esa experiencia terminara en algún hotel cercano teniendo sexo con ella. Pero no fue así.

Lamentablemente algo paso que de repente volteo como si no se hubiera dado cuenta y se despegó poniendo su mochila protegiendo una de sus nalgas y con su otra mano cubrió la otra y así se fue lo que restó del camino.

No puede dejar de reflexionar en que la hizo cambiar de opinión. Quizá fue su moral, sus principios, su tabúes, que se yo. Pero de algo estoy seguro: Sé que se dio cuenta, sé que lo disfrutó y sé que tuve que llegar con ese dolor que desde la adolescencia no sentía. Jejeje

Hasta aquí esta pequeña experiencia y como siempre les dejo mi mail para poder estar en contacto. [email protected].

(9,13)