Ya con treinta y cinco primaveras, un matrimonio trunco, sin descendencia, un trabajo que no es el mejor del mundo pero me permite vivir bien y darme mis gustos, me doy el permiso de hacer una evaluación de mi vida; cerveza en mano un Marlboro a medio consumir, una silla en el balcón de un séptimo piso, una mesa pequeña con un bocadillo, luz difusa, música suave y el silencio de la madrugada, fue el entorno elegido para pensar.
· Profesionalmente: supere mis expectativas. Sumo mis capacitaciones.
· Financieramente: sin quejas, buen pasar.
· Estado físico: bueno, saludable.
· Familiarmente: mejor imposible, después de mi divorcio mucho mejor.
Que más le puedo pedir la vida.
Suena el timbre, miro la hora, las tres de la madrugada, levanto el auricular del portero eléctrico.
-Si, quien es.
-Hola José, soy Carla, por favor ¿me abrís?
-Si pichona, subí.
Me apresuro a poner el agua para unos mates, dejando la puerta abierta para que entre.
-Hola hermanito querido.
-Hola pichoncita, ¿Qué te ocurrió? Es raro que a estas horas estés por aquí. Sentate y contame, querés mate u otra cosa.
-Matecito está bien.
Ya sabía que las cosas en su matrimonio no andaban bien hacía rato, Ernesto su esposo, que de hecho no es un mal tipo, tiene un defecto, no le gusta mucho el trabajo, fiaca para salir a buscarlo y cuando lo encuentra no lo cuida.
-Hasta que me canse, tengo un buen sueldo, buen trabajo, soy profesional, todo lo que se necesita para estar medianamente sin privaciones, pero me agote de mantener un vago, que no hace nada.
-Bueno pibita, me tenés de ejemplo, algo similar a lo mío. Pero sabes que al ser tu hermano mayor, voy a respetar tus decisiones y te voy a dar todo mi apoyo.
-Hasta en la cama es vago, pito corto y precoz.
Nos miramos los dos y nos echamos a reír a carcajadas.
-Hermanita, puta que está enojada la señorita.
-Si y encima viene de acumulación.
Charlamos un rato más, me pidió “asilo” por unos días hasta resolver la situación habitacional, le comente que dentro de quince días me tomaba las vacaciones por un mes, así que tenía todo el tiempo que quisiera, fuimos acondicionando el cuarto que tengo destinado para recibir visitas, mientras lo hacíamos me tiro si de la nada, yo aún no me tome mis vacaciones, si te parece las puedo pedir y organizamos algo juntos, como cuando éramos pequeños.
-Dale me parece fantástico, vamos a dormir y mañana organizamos bien.
-Entonces, besito y a la camucha.
Me quede sorprendido, como había crecido Carlita, un metro sesenta y siete centímetros, buen lomo, linda cola que se apreciaba firme, unas tetas impresionantes (implantes de silicona) cabello teñido de un negro azabache que le hace resaltar su blancura y sus ojos haciendo juego, no alcanzaba a distinguir el iris de la pupila. No sé en qué momento quede dormido pensando en mi hermana.
-Buen día perejil, arriba que es sábado y soleado, toma un mate.
-Lo de soleado lo sé, corre la cortina, me vas a dejar ciego, o querés acaso un hermano no vidente.
Hace rato que no reímos juntos de la manera que lo estábamos haciendo.
-Me parece que alguien te está ganando y se levantó antes que vos.
Broma que me hacía de más chicos cundo se despertaba y veía mi erección matutina.
-No perdés la costumbre de hostigarme con lo mismo.
-Nunca la voy a perder, aunque por lo que veo no solo nosotros crecimos.
Reímos nuevamente. La mañana y la tarde transcurrió entre charlas de nuestra niñez y el fracaso marital de ambos.
Llegada la noche, después de cenar y con un café de por medio más un licor de coñac, le digo…
-Señorita le tengo una sorpresa, encontré en internet una página donde ofrecían un crucero de cinco días, saliendo de Buenos Aires hasta las costas de Brasil.
-Buenísimo me encanto, ya quiero salir.
-Vas a tener que esperar hasta la semana entrante.
-La vamos a pasar hermoso hermano, te amo.
-Y te vas a tener que esforzar en amarme más, porque yo te invito, sos la dama de honor.
-Gracias.
Se levantó de la silla, me abrazo y me estampo un beso en los labios.
Hasta el día del viaje todo transcurrió entre preparativos charlas de hermanos y mate.
Llegado el día, estuvimos en el puerto tres horas antes, con tiempo y tranquilidad hicimos el check in para embarcar sin problemas en el lujoso crucero.
Ya a bordo, luego de ser recibidos por el capitán, nos dispusimos recorrer la embarcación, pileta de natación, tres pistas de baile, teatro, cine, varias barras para expendio de bebidas, sala de juegos para niños y adultos, los camarotes impresionantes; nos dispusimos a realizar el acomode del nuestro, camarote número sesenta y nueve, como buenos argentos al ver el numero nos echamos a reír.
Cosa extraña, el lugar asignado solo tenía una cama matrimonial.
-Qué raro, no tienen camas individuales.
-Querés ir a averiguar.
-Vamos.
Encontramos un tripulante muy bien vestido, con un traje azul impoluto. Al hacerle la pregunta si había un error, se sonrió mostrando unos dientes blancos y perfectos, miro la lista y lanzo.
-No señor XXX aquí figura que el camarote asignado pertenece al señor José XXX y señora. No hubo confusión.
-Gracias caballero.
Cuando se fue nos echamos a reír nuevamente, nos habían confundido con un matrimonio. Tomados de la mano seguimos paseando por el navío hasta que zarpo ya entrada la noche.
Una cena espectacular, con espectáculo de música incluido, lamentablemente abandonamos temprano para ir a dormir, el cansancio que teníamos era muy grande, decidimos disfrutar a pleno el día de mañana.
Levantados, fuimos a desayunar al salón comedor, comentando sobre la cama, que a pesar de ser dos durmiendo en ella no se sintió la incomodidad, la calidez del camarote, bien ambientado, sobre todo para nada frio. Mi querida hermana se mandó una de las suyas.
-Si no estuviéramos en esta cabaña acuática te diría que es lo más parecido a un motel que he visto en mi vida, solo le faltan algunos “complementos”.
Nos reíamos como dos adolescentes, cuando se acercó un camarero que, a pesar de ser brasilero, hablaba un muy buen castellano.
-¿La está pasando bien la feliz pareja? No pude dejar de oír el comentario de la señora, si me disculpan, en este crucero siempre atendemos como reinas y reyes a los pasajeros, le prometo que este humilde camarero les proporcionara una sorpresa para disfrutar el resto de la estadía, tengan ustedes un buen día, buen viaje y hagan lo que están buscando. Disfruten.
Le agradecimos su amabilidad, como dijo Wilson nuestro camarero, a disfrutar, hicimos de todo lo imaginable, pileta, gimnasio, juegos de mesa, más pileta y sobre todo mucho ocio.
Promediando la hora de la cena fuimos al camarote para bañarnos preparándonos para la noche anunciada, música, un mago y luego un profesor que nos enseñaría samba y lambada, para, al llegar a Brasil, podamos bailar a su ritmo.
El camarote si bien era espacioso, su baño era para hacer las necesidades y ducharse, pequeño pero lujoso, mi hermanita sin tapujos comenzó a desvestirse frente a mí, previo de haber acomodado la ropa interior sobre la cama.
Quedo en bikini luego de sacarse la remera y el pareo que portaba, tiro sus brazos hacia atrás desabrochando el corpiño de la malla, dio espaldas a mí sacándose el corpiño, sin poder ver sus tetas que lucían hermosas aun con ropa, procedió a ducharse. Mientras ella estaba en el baño, observaba las prendas, una tanga con hilo dental por detrás y un escaso triangulo de tela por delante, un corpiño de tela solamente, mi mente imagino sus pezones duros.
Al salir, y estaba en calzoncillos tratando de que ella no vea mi erección, para mi más maravillosa sorpresa salió de la ducha totalmente desnuda, pudiendo observar la belleza de ese cuerpo esculpido por el gimnasio, que idiota fue mi cuñado perder semejante escultura.
-Que pasa hermanito, nunca viste una mujer desnuda.
-Si la he visto pero no a mi hermana, la que creció, y se puso bellísima.
-Vos no te quedaste atrás por lo que veo (dijo tocando mi pecho a medio inflar por causa del gym)
Me apuro a meterme bajo el agua. Al salir la veo hermosamente vestida, con unos jeans apretadísimos que le marcaba su culo respingón y una blusa suelta que le daba movimiento a sus tetas, trato de vestirme rápido y a tono con ella.
Cena apacible y agradable, que decir de las miradas que le echaban a Carla, reconozco que me enojaba invadiéndome los celos.
Una banda en vivo tocaba temas movidos, los cuales bailamos hasta transpirar. Llego el momento del mago. Luego de fascinarnos con sus espectaculares juegos, finalizando su acto, llamo a una persona del público, al no ir nadie, eligió el, y justo tenía que ser Carla. Desapareció un pañuelo dentro de una servilleta para hacerlo aparecer dentro del zapato de Carla. Mientras duro ese acto, no deje de observar la belleza que portaba mi hermana, se me mezclaban fotos de su ropa interior, casi inexistente acomodada en la cama, con la redondez de sus tetas y culo, que tuve la suerte de ver cuando salía del baño, desde aquí la veía perfecta.
Al momento de aprender a bailar, salsa, no lo hicimos, pues mi sexo estaba que explotaba en mi pantalón.
Llego el momento de aprender lambada.
Siguiendo las instrucciones del profe, tome el torso de mi hermana con mi brazo izquierdo mientras ella hizo lo mismo con mi hombro derecho, entrelazando los dedos de las manos libres, hacíamos los pasos básicos aprendidos, la música invitaba a mi pareja para que tire su cabeza hacia atrás junto con el torso, mientras yo la atraía hacia mí, básicamente no hay reglas para la lambada, es seguir el ritmo y nada más.
Tomando nota mental, al ser un baile en pareja bailándose muy pegados los cuerpos, era impresionante la intimidad que nos daba esa cercanía y el roce de nuestras pelvis.
En este punto del baile ya estaba totalmente encendido y mi verga quería escapar de su encierro.
Mi hermana se dio cuenta, y así bailando nos acercamos a la mesa, tomo la botella de vino recién abierta, aun sin despegarse de mí, nos fuimos hacia las escaleras bajando camino a los cuartos, tomados de las manos.
Un apasionado beso en mi boca me sorprendió en la entrada del camarote, entramos besándonos y al cerrar la puerta todo se volvió sexual, nos fuimos sacando la ropa a medida que nos acercábamos a la cama, desnudos nos sentamos en el borde continuando con caricias y besos, alcance a tocar esos pechos magníficos pudiendo, llegar al fin, chupar esos pezones; su risa me desconcertó, le pregunto qué ocurrió, si se arrepintió.
-No bobo mira lo que hay en ese rincón.
Un sillón tantra, solo lo había visto una vez en un motel, no sabía cómo usarlo.
Una nota lo acompañaba. “que lo disfruten” atentamente su camarero amigo, Wilson.
Había cumplido con la sorpresa prometida.
Es un hermoso sillón, tiene la forma de una M pero con una de sus puntas más baja, pero… no sabía darle uso.
Carla me tomo de la mano y me llevo hacia el regalo, se recostó en la parte más baja, haciéndome arrodillar frente a esa parte del sillón, acostada boca arriba flexiono sus rodillas hasta tocar su pecho con ellas, con su vagina ofreciéndose no me hice de rogar y me perdí entre sus muslos, llegando a la cueva del amor con mi lengua, su monte de venus totalmente depilado, suave, sedoso era una caricia para mi rostro.
Pude besar sus muslos, pasar mi lengua por toda la extensión de sus lisos labios vaginales, arrancando un gutural gemido de placer, especialmente cuando me detenía en la parte superior de la entrada a la vagina tomando el clítoris con mis boca, clítoris, un poco más grande que los vistos anteriormente, que se tensaba en cada lamida, absorbí todos los fluidos emanados, un delicioso olor a sexo me invadía las fosas nasales, su agitación iba en aumento y se entrecortaba la respiración, su cuerpo se mueve al compás de mi lengua al tiempo que me exigía no detenerme, anunciando un inminente orgasmo, introduzco dos dedos dentro, no fue necesario más para que su orgasmo estalle derramando todo ese líquido en mi boca, el cual no desperdicié ni una sola gota.
Estaba en un grado de excitación tal que necesitaba urgente mi turno para inundar su vagina con mi líquido seminal.
Hubo una cosa que me hizo excitar aún más, el saber que Carla estaba disfrutando del sexo conmigo.
Me senté a horcajadas en el hueco medio del sillón, tome a Carla sentándola sobre mí, con su mano ubico mi verga en la entrada de su vagina, que no se resistió, permitiendo una suave entrada a mi sexo duro por demás.
Un pequeño grito de dolor salió de sus labios.
-¿te hago daño?
-No, por favor seguí, es que es muy grande, a lo que no estoy acostumbrada, no es tanto el dolor, es el placer de sentir que por fin tengo llena la concha.
Me sigo moviendo con las limitaciones que me da la postura. Al sentir que voy a descargar el semen me detengo, la hago parar haciendo yo lo mismo, nos situamos en la parte más alta del sillón, acostándola boca abajo para poder penetrarla nuevamente, ahora con más vehemencia, mis movimientos se hicieron más rápidos, los golpes que daban mis testículos contra su cuerpo sonaban en toda la habitación.
-Por favor José acaba ya, (era una orden) estoy por hacerlo y quiero que sea al mismo tiempo.
Apure el ritmo y endurecí las embestidas, no sé por qué se me ocurrió, pero le pegue dos o tres chirlos en sus blancos glúteos. El placer de sentir el golpecito y el placer de aplicarlos nos hizo estallar en un orgasmo espectacular, los gemidos invadieron nuestros oídos.
Quedamos un rato en esa posición, hasta recuperar el aliento, nos acomodamos en el sillón como pudimos y de la forma más cómoda que encontramos, para beber el vino que habíamos traído.
Quise hablar de lo sucedido, no me lo permitió.
-No, por favor no arruinemos el momento, quiero que sigamos siendo marido y mujer lo que reste del viaje, cuando lleguemos a casa hablamos.
-Bueno Carlita, solo quiero tu felicidad, si eso lo hace, misión cumplida.
Me besó, apuro el vaso que estaba por la mitad, sus manos jugaron nuevamente con mi verga, posicionándose para introducirla en su boca, luego de chuparla por unos minutos, dejo de hacerlo para recostarse sobre el sillón como lo había hecho antes, boca abajo.
Me puse sobre cuerpo intentando nuevamente penetrar esa entrada que me invitaba a disfrutarla. Con su mano tapo su vagina no permitiendo la entrada, solo quedaba al descubierto ese agujero que no todas las mujeres quieren que sea vulnerado. Con mi saliva lo fui lubricando a medida que ingresaba un dedo y otro para dilatarlo. Cuando sentí que no oponía resistencia al ingreso, apoye la punta del pene ejerciendo presión, hasta que el glande se introdujo, solo hubo un “hay” muy leve, me detuve hasta que se amoldara. La introducción la hice lenta, hasta que mis testículos chocaron contra su vagina; había entrado toda. Con un lento mete y saca comencé mi tarea de trepanación.
Su mano jugaba en los labios y clítoris, en cada embestida gemía del placer. Sin poder precisar el tiempo que estuve cogiendo ese culo hermoso, observe que Carla tuvo dos o tres orgasmos, su recto palpitaba alrededor de mi miembro, hasta que mi semen exploto dentro de su apretada cavidad cálida y deliciosa.
Hasta ahora una noche espectacular e impensada, nunca creí que este viaje sería tan placentero.
Un poco incomodos por lo pequeño del baño, logramos ducharnos juntos entre besos y caricias.
Luego de vestirnos, viendo que no era muy de madrugada, salimos a pasear por la cubierta del crucero que se mecía suavemente en su andar.
Caminamos largo rato por toda la extensión del barco, abrazados como el mejor matrimonio que pudiera existir.
Emprendiendo el regreso para ir a descansar, nos encontramos frente a frente con alguien impensado, nuestra sorpresa fue mayúscula…
Continuará.