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Cuatro zorras para cuatro hermanos

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Jaqueline, una veinteañera morena, con media melena de cabello negro, ojos oscuros y con todo muy bien puesto, o sea un bomboncito, había empezado a trabajar la semana anterior en el club Arco Iris sirviendo copas.  La acompañaban tres bomboncitos más, Lorena, Begoña y Andrea. Lorena tenía la piel del color del ébano y el cabello corto y rizado, Begoña tenía el cabello rubio y los ojos azules y Andrea tenía el cabello marrón y los ojos color avellana.

Las cuatro tenían cuerpos de modelos y las cuatro vestían escandalosamente sexy, con escotes de infarto y minifaldas muy cortitas. Las clientes del club, las lesbianas, los trans, los bisexuales, los hetero y los raritos se volvían locos por ellas. Begoña, Lorena y Andrea, al acabar de trabajar en el club vendían sus cuerpos, Jaqueline aún no se había estrenado. Aquella noche se iba a estrenar.

Los cuatro bombones vestían trajes de noche negros y zapatos de tacón alto de aguja del mismo color y llevaban gargantillas, pulseras y relojes de oro. Estaban en el comedor de la suite de un lujoso hotel tomando unos canapés y bebiendo champán. Al ver Lorena el nerviosismo de Jaqueline, le dijo:

-Si no te tranquilizas te vas a correr y vas a dar la Nota.

-¿Por qué?

-Porque las putas no nos corremos con los clientes. Hacemos que se corran... Eso es de primero de puta. ¿Te quedó claro?

-Sí, muy claro.

La suite tenía un comedor, dos camas grandes con una mesita y una lámpara en medio de ellas, enfrente un escritorio, unos aseos, alfombra en el piso, un espejo en el techo... Y una sala con una mesa camilla y un sillón de cuatro plazas.

Si Jaqueline estaba nerviosa aún se puso más al ver a los clientes, eran cuatro hermanos cincuentones, Simón, Carlos, Santiago y Juan. Los tres eran altos, morenos, tenían el pelo cano, venían trajeados y eran bien parecidos. Al entrar en la suite se sentaron en el sofá de cuatro plazas. Las muchachas fueron junto a ellos. Simón, con un maletín en el regazo fue al grano y les dijo a las muchachas:

-Daros el lote.

Lorena, la diosa de ébano, a espaldas de Jaqueline, la cogió por la cintura, Begoña la besó en el cuello y Andrea la besó en la boca. Lorena le bajó la cremallera del vestido y este cayó sobre la alfombra. Jaqueline quedó cubierta con una lencería fina de color negro y con sus joyas. El sujetador fue lo siguiente que cayó sobre la alfombra. Unas grandes tetas con areolas marrones y gordos pezones quedaron al descubierto. Begoña, a su izquierda, y Andrea, a su derecha, le cogieron las tetas con una mano, y magreándolas se las mamaron. Lorena le bajó las bragas y su coño quedó al aire.

Los cuatro hermanos tenían bultos en los pantalones que antes no estaban. Jaqueline vio los cuatro bultos y se puso mala. Su coño comenzó a latir. Lorena se puso en cuclillas, le abrió las nalgas con las manos y le lamió el ojete. Begoña se agachó le abrió el coño mojado con dos dedos y se lo lamió. Después le metió la lengua dentro. Sintió cómo se le abría y se le cerraba. Jaqueline vio que los bultos de los cuatro hermanos tenía vida propia y comenzó a gemir. A ninguna de las tres que miraban para ellos en ese momento le pasó desapercibido lo de la vida propia de los bultos. Dejaron de comerle las teas, el culo y el coño a Jaqueline y se besaron entre ellas, luego, mirando para los bultos, se quitaron los vestidos y quedaron en lencería fina con encajes del mismo color que la de Jaqueline. Tenían las tetas medianas, tirando a grandes, las cinturas finas y los culos redondos. Los hermanos sacaron las vergas, gordas y largas y con ellas fuera, les dijo Juan:

-Venid y mamar.

Fueron y se pusieron en cuclillas delante de ellos., Begoña le cogió la verga a Santiago, Andrea a Juan, Lorena a Carlos y Jaqueline a Simón, el que la tenía más gorda y más larga. Los masturbaron y se las mamaron. Cada una tenía estilo propio. Lorena mamaba el glande y masturbaba lentamente, Begoña era más de lamer y chupar los huevos, lamer de abajo arriba y luego mamarla metiéndola casi toda en la boca, Jaqueline masturbaba y lamía el glande antes de mamar con ganas... Lo dicho, cada una tenía su propio estilo haciendo una felación. Al rato, le dijo Simón a Jaqueline:

-Siéntate encima de mi polla.

Jaqueline se sentó sobre la verga y la clavó hasta el fondo. Aquella verga la llenaba cómo no la habían llenado antes. Jaqueline con aquella cosa dentro de su coño ya no estaba perra, estaba loba, una loba que comería a bocados a Simón, pero no se atrevió ni a besarlo. Simón tenía unos ojos claros que enamoraban y Jaqueline una belleza y un cuerpo que lo cautivaba. Jaqueline no dejaba de mirarle para los ojos mientras la polla entraba y salía empapada de su coño. Simón no dejaba de comerle las tetas, unas tetas grandes con areolas oscuras y pezones gorditos. Al rato, Jaqueline, le dijo:

-Me empiezo a sentir mal.

-¡Ni se te ocurra correrte!

Jaqueline, entre gemidos, le dijo:

-Si yo no quiero, pero...

Simón era tan atractivo cómo cabrón. Quitó la polla del coño, la puso en la entrada del ojete, y le dijo:

-Mete.

Jaqueline no le llamó hijo de puta porque se quedaba sin cobrar por sus servicios. Fue bajando el culo lentamente y lentamente la verga le fue abriendo el culo.

Lorena, Begoña y Andrea seguían mamando y masturbando.

Simón debía ser algo marica, ya que mirando cómo las muchachas mamaban las pollas de sus hermanos besó a Jaqueline con lujuria. Parecía que le quería comer la lengua y llenarle el culo de leche. A Jaqueline empezó a gustarle más, y más... Nunca se corriera con sexo anal, pero si Simón seguía follando su culo se iba a correr cómo una cerda. Se lo dijo:

-Si sigues no podré contenerme.

Simón le quitó la verga del culo. Miró para su hermano Juan. No hizo falta que dijera nada, Juan, que también tenía una polla importante, se levantó, la cogió en alto en peso y se la clavó en el coño de un estocada. Jaqueline, rodeando el cuello de Juan con sus brazos, y pegada a él cómo una lapa, exclamó:

-¡Dios, qué bueno!

Carlos, que era un poco más bajo, se la clavó en el culo. Jaqueline estaba en la gloria. Poco después, corriéndose, exclamaba:

-¡¡Me encanta ser una putaaa!!

Jaqueline se corrió cómo una burra.

Al acabar, Simón, le dijo a Lorena:

-Siéntate en mi polla, morenita.

Lorena ya tenía mucha escuela, le preguntó:

-¿Con qué, jefe, con el culo o con el coño?

-Con el coño.

-Yo no me voy a correr.

-Ya lo veremos.

Lorena, se sentó sobre la verga.

Cuando la tenía toda dentro, Simón, se levantó, Santiago se la metió en el culo y entre los dos le dieron candela en el culo y en el coño. Lorena tenía tablas pero después de unos quince minutos aquello era demasiado. Iba a romper todas las reglas, se iba a correr cómo una perra. Quiso disimular, pero fue imposible. Mirando para Jaqueline, dijo:

-Me voy. No puedo evitarlo. ¡Me corro!

Su cuerpo se sacudió, sus piernas temblaron una cosa mala, y los gemidos de placer que aguantara los dejó salir con fuerza de su garganta. Se corrió como pocas veces se había corrido.

A Begoña y a Andrea ya les andaba el culo para dentro y para fuera, pero Simón tenía otros planes para ellas. Después de dejar a Lorena sobre la alfombra, les dijo a Begoña y a Andrea:

-¿Queréis probar un prototipo de consolador?

Le respondió Begoña.

-¿Qué quiere decir con un prototipo?

-Que es el primer ejemplar de una nueva gama de consoladores. Bueno, en este caso son dos. Somos inventores de artilugios sexuales y queremos probar nuestro nuevo prototipo de consolador.

-A ver cómo es -dijo Jaqueline.

Simón abrió su maletín y sacó dos consoladores, ni gordos, ni delgados, ni largos, ni cortos... Dos consoladores normales y corrientes y además de goma.

-No parecen gran cosa -le dijo Lorena al verlos.

Quitó del maletín dos cuerdas, dos vibradores y lubricante, se los dio a Jaqueline y a Lorena, y les dijo:

-Ir para las camas, atarlas y masturbarlas con los consoladores.

Poco después Jaqueline besaba, le comía las tetas y follaba con el consolador a Begoña y Lorena hacía lo mismo con Andrea. Lorena y Begoña veían en el espejo del techo a sus amigas comiéndolas vivas y masturbándolas y se iban mojando más, y más y más... Los cuatro hermanos estaban de pie pelando las pollas y mirando. Pasado un tiempo, le dijo Simón.

-Meter el consolador hasta la mitad, apretar la parte de atrás y no los quitéis hasta que os lo diga.

Hicieron lo que les había dicho. El consolador se convirtió en un potente vibrador que giraba dentro del coño a mil por hora, después golpeaba 20 veces la pared superior de la vagina donde estaba el punto G. Volvía a girar, volvía a golpear...

Andrea y Begoña, con las manos atadas a la espalda y con los ojos casi fuera de las órbitas, se corrieron retorciéndose y gimiendo cómo condenadas... Al correrse, de los coños comenzaron a salir jugos en cantidad. En menos de un minuto se volvían a correr y así hasta siete veces. Cuando Simón les mandó sacar los consoladores de los coños se podía nadar en la cama con tantos flujos vaginales.

Los cuatro hermanos sonreían satisfechos. El producto era bueno, tan bueno que Begoña y Andrea estaban medio muertas, pero eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja.

El tiempo apremiaba. Simón, le dijo a Jaqueline y a Lorena:

-Venid aquí y dadme los consoladores.

Al llegar a su lado y darle los consoladores, Simón y Juan las empotraron contra la pared... Con las tetas y la cara pegadas a la pared, les metieron los consoladores hasta la mitad, apretaron y las dos mujeres comenzaron lanzar gemidos de gozo... En nada se habían corrido cinco veces. Cesaron los gemidos cuando Simón y Juan les clavaron las pollas... En muy poco tiempo les llenaron los coños de leche. Con la leche saliendo de sus coños, Santiago y Carlos se las metieron en los culos.

Con ellas dentro les metieron los consoladores hasta la mitad, apretaron y poco después comenzaron a bajarles ríos de jugos por las piernas. Cuatro veces más se corrieron antes de que los hermanos les llenaran los culos de leche y les quitaran los consoladores de sus coños.

De banda a banda, aprovecharan bien el tiempo.

Quique.

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