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De hombre simplón a hembrón de fantasía (Tercera parte)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

En el capítulo anterior José, ahora convertido en Josefina gracias a un brazalete mágico, comenzó a rehacer su vida, pero no contaba con que sus nuevos instintos le hicieran caer rendida a sus más profundos deseos.

De verdad parecía una pesadilla, no podía controlar mis instintos. Yo solita me fui a meter al departamento del negro Jean. Ahora estaba bailando al ritmo de sus canciones que tanto odiaba en el pasado.

– Perrea mami, baila esas nalgas blancas. – me decía Jean mientras movía mi culo contra su bulto. Sus manos me tenían las tetas todas manoseadas.

– Hmm, así perrita. – soltó mis tetas para poner sus manos en mi cintura. Me hacía dar movimientos más bruscos de arriba a abajo. Sentía su bóxer húmedo contra mis nalgas.

Comenzó a sonar otra canción, al parecer él no pretendía apagar su música.

– "Cuando se desplaza es una locura, provoca calentura y

Cuando su cintura hace una ruptura su cuerpo se estimula"-

– Jaja, te hacías la interesante y mírate ahora. Bailando como una cualquiera.- me hacía sentir tan humillada, ese tipo tan violento y que tanto despreciaba me estaba excitando.

Yo ya me estaba empinando para él, sacaba mis nalgas totalmente para que pudiera rozarme la verga a placer.

– "Quiébralo, rómpelo y aplástalo, bátelo

Qui… quiébralo, rómpelo y aplástalo, bátelo (rómpelo)" –

Entonces me agarró más fuerte. Comenzamos a bajar juntos, flectando las rodillas hasta casi tocar el suelo. Como hombre nunca lo hice y ahora como mujer estaba perreando en menos de una semana.

– Menos mal se fue el llorón de al lado y llegó un hembrón tan rico.- decía Jean sin darse cuenta que éramos la misma persona. Me hacía sentir furia que me tratara como llorón sólo por pedirle que bajara un poco la música.

Sin embargo no podía dejar de bailar, mi cuerpo se rendía ante él.

La canción era repetitiva. No tenía gran contenido, pero nos servía para darnos el ritmo y seguir bailando. Sentía mi tanguita ya muy empapada. Sus constantes manoseos y el roce con su bulto me tenían en llamas.

Cuando acabó la canción me hizo voltear, me agarró del culo y me apegó a él. Pude sentir mis tetas aplastándose contra sus poderosos músculos.

Intentó acercar su boca a la mía y me negué. Se comenzó a reír de mí ya que estaba dispuesta a coger, pero no a darle un beso.

– Jaja ya me vas a entregar esos labios después de que te deje esa conchita aplaudiendo de placer.- nuevamente me hizo ruborizar, no entendía como podía estar excitándome con ese animal.

Me levantó desde las nalgas. Tuve que abrir mis piernas, ya que me elevo en el aire. Con algo de miedo me colgué de su cuello cruzando mis manos detrás de su nuca.

Me hacía sentir débil, inferior. Pero inferior en el aspecto de que yo como hombre nunca fui capaz de tener tanta fuerza. Me tenía sujeta como si me tratase de una pluma.

– "Arrebatao' dando vuelta' en la jeepeta (dando vuelta' en la jeepeta)

Al lao' mío tengo una rubia

Que tiene grande las teta' (grande las teta')

Quiere que yo se lo meta (yeah, yeah)"

Pareciese que hubiese escogido esas canciones especialmente para mí. No podía creer que sólo oír eso me mantuviera caliente.

– Me vas a entregar todo esto. Será mío una y otra vez. – decía sin dejar de manosear mi culo.

Me mantuvo en el aire algunos minutos, dejando mis nalgas bien usadas por sus manos. Yo suspiraba excitada. Él me hacía mover al ritmo de la música, mis pezones estaba duros contra su pecho.

Finalmente, cuando la canción acabó, me bajó y mis tacones volvieron a tocar el piso. Soltó mis nalgas y me dejo ahí, para sentarse sobre su cama y buscar un nuevo tema en su teléfono.

Me quedé quieta, al fin tuve un momento de lucidez. Todo eso era horrible, si me quedaba ahí perdería por completo mi masculinidad. Debía irme cuanto antes.

– ¡Eh, rubia! – me interrumpió y me quedé asombrada. Mis ojos se abrieron como platos.

El negro estaba completamente desnudo, su verga parecía un monumento, la tenía muy dura y larga. Eran como 23 centímetros. Tenía una densa capa de vello rizada en las bolas y pelvis.

-"Ella es una bebé eh

Una bebe leche

Se menea como loca

Pa' que yo se la eche"-

Sonaba la canción de fondo. Jean la puso exclusivamente para avergonzarme. A su vez me llamaba haciendo gestos con un dedo. Iba a caminar hacia él, pero me detuvo con la mano y me indicó el piso. Lo entendí todo.

Mis pensamientos de abandonar el lugar desaparecieron. Mi vista y todos mis sentidos se centraron en su verga. Caí de rodillas al suelo, luego apoye mis manos y comencé a gatear hacia él.

Estaba gateando, arrastrándome como una perra para mi vecino más odiado. Cada vez me quedaba menos orgullo.

Jean meneaba su verga y me invitaba a ir a chupársela. Como decía la canción, me quería hacer beber leche.

– Ven putita, ven a comer. Se nota que te hace falta un hombre que te ponga en tu lugar.

Llegue hasta él y levante la mirada. Su pene era mucho más grande que mi cabeza. Era un coloso que inspiraba mucho respeto.

Hipnotizada lleve mis manos a él y la agarré.

– Esto es lo que querías desde ayer, se te hacía agua a la boca. – dijo orgulloso de su enorme herramienta.

Con algo de timidez acerque mi lengua. La comencé a pasar desde la base, pasando por el tronco hasta llegar al glande. Era la tercera vez que estaba arrodillada ante un hombre.

– "Me encanta, ah

Le echo más de cinco

Y me aguanta

Ella es mi planta, ah" –

Era enorme, mi lengua tenía mucho por recorrer. Él llevó su mano a mi cabeza y me acariciaba suavemente mientras yo movía mi lengua por cada rincón de su verga

-"Me pide leche

Y en la boca se la doy

Pero no te apeches

Que tú no sabes quién yo soy"-

Mantuve mis manitos en la base de su pene y concentré mis esfuerzos en pasar la lengua alrededor de su glande. Le dejé la cabeza bien limpia.

– Hmm desde que te conocí sabía que acabaría así, rubia. – me dijo y me hizo excitar más. Le di un beso en el glande.

– Así… llénalo de besos, agradécele la culeada que te va a dar.- me calentaba cada una de sus palabras, sabía que ese negro me cogería sí o sí esa noche.

Le di más besos, imaginando como me haría estallar de placer más adelante. Mis labios se llenaban de preseminal y ese intenso sabor.

Con mis manos lo masturbe de manera suave, mientras abrí mi boca para meter ese enorme glande dentro de mí.

– "Me encanta, ah

Le echo más de cinco

Y me aguanta

Ella es mi planta, ah"

La canción me animaba y seguía su ritmo para succionar ese glande tan gordo. Podía ver la expresión de placer del negro. Lo pajeaba mientras se la chupaba.

La saqué un rato, con la lengua afuera comencé a azotarla yo misma contra mi rostro. Me daba golpecitos en la lengua. Él moría de placer.

– Estas enamorada de la verga, rubia. Te estás ganando una buena metida más rato. – él estaba encantado por la excelente atención que le proporcionaba a su pene.

Con su mano jaló de mi cabello y me alejó de su pene.

– Anda rubia, has estado muy calladita. Dime lo que quieres.- me dijo riendo, yo estaba aún con la lengua afuera. La metí para hablar.

– Quiero tu pene, es muy grande… me gusta mucho. – confesé tartamudeando, con el rostro muy rojo por la vergüenza que me provocaba decir esas palabras.

Se comenzó a reír y soltó mi cabello. Pude volver a acercar mi rostro a su verga para chuparle la cabezota.

Me costaba meterla, era muy grande. Mis labios se ajustaban al tronco de su pene, nunca creí que existieran miembros así fuera del mundo del porno.

– Así rubia, se nota que tienes experiencia chupando vergas. – decía encantado. La realidad es que yo sabía los puntos débiles de un pene porque en el pasado tuve uno.

Deje de masturbarlo para llevar mis manos a sus grandes, colgantes y peludos huevos. Se los comencé a acariciar mientras seguía succionando su miembro.

Estaba dando todo de mi, por alguna razón deseaba satisfacer a ese hombre. Él me miraba encantado, me acariciaba la cabeza, como cuando recompensas a una mascota por hacer bien su trabajo.

– Hmm rubia mamona, me quieres sacar toda la leche de los huevos.- me decía mientras yo continuaba mi faena.

La lamía, besaba, chupaba. Usaba todo mi repertorio en contra de esa poderosa verga. Pero me faltaba usar mi arma más poderosa.

Agarré mis pechos y comprimí su pene con ellos. Me sorprendió ver que su pene se asomaba de igual forma. No desaparecía como con Julián y Ernesto.

– Hmm que rico hot dog estás haciendo. – dijo riendo, viendo su pene asomado entre mis tetas.

Comencé a mover las tetas rítmicamente de arriba a abajo. Ya no me concentraba en la letra de las canciones, sólo en el ritmo para continuar satisfaciendo a mi negro.

Tenía una resistencia increíble, me quedé moviendo las tetas de arriba a abajo durante 10 minutos y él no aparentaba signos de tener su orgasmo. Me agarro de la cabeza y acerco mi boca a su miembro. Entonces le lamia el glande mientras le hacía la turca.

– Así rubia, sí lo haces así te daré la leche. – me dijo riendo, yo abrí mi boca y comencé a chuparla cada vez que se asomaba.

Moví mis pechos con rapidez, luego de minutos la sentí palpitar.

Me detuvo tirándome del pelo, lo quedé mirando con sumisión.

– ¡Abre grande! – no me dio tiempo a reaccionar. Empujo su verga contra mis labios y me metió casi la mitad. Su pene comenzó a disparar semen dentro de mi boca.

La sentí salada y agria, me estaba bebiendo el semen de mi abusador vecino.

– ¡Rubia traga leche! – dijo vaciando todo su fluido. Me la sacó y su semen quedó haciendo un hilo desde su verga a mi boca.

– Golosita… mira como me tienes. – su pene seguía duro, como si no hubiese pasado nada.

– Te lo voy a meter.- finalmente dijo esas palabras y mi mente se volvió un revoltijo de emociones. De puros nervios me tragué su espesa esperma.

Sentía culpa y excitación, no sabía que sería de mi después de tener sexo con un hombre ¿y si me gustaba más que tener sexo con una mujer? ¿Me volveré gay?

Esas dudas inundaban mis pensamientos, pero la calentura de mi vagina era superior, se fue imponiendo y el deseo gano terreno.

– Debes usar condón… – susurré mientras le veía con mucha vergüenza. El asintió. Ya eliminando el riesgo de embarazo, no habría nada malo en tener sexo. O al menos me convencía a mi misma de eso.

– Anda poniéndote en 4 mientras me arreglo la verga.- me ordenó mientras se alejaba para ir a escarbar en un cajón, en busca de preservativos.

Me puse de pie y luego me acerqué a la cama. Me apoyé de rodillas y manos sobre ella. Nunca en mi vida sentí tantos nervios, me temblaba todo el cuerpo. Al estar empinada mi tanguita se me incrustada aún más entre las nalgas.

Respiraba agitada, no podía creer lo que estaba haciendo. Estaba a 4 patas en el borde de la cama, esperando por mi negro y bruto vecino para que me hiciera suya.

Escuche como abría el condón y se lo colocaba, por otra parte mi vagina ya ardía de tanto deseo.

Escuche las pesadas pisadas del negro, caminaba hacia mí. Dentro de poco llegaría hasta mi, me haría suya. Me la iba a meter, me iba a poseer, me iba a volver su hembrita.

Todas esas ideas pasaban por mi mente en cada paso que daba en mi dirección. No pude evitar voltear la cabeza y mirar sobre mi hombro.

Ahí venía mi vecino, sus músculos brillaban y su pene lucía más imponente que nunca. Venia toda gorda, con una leve curvatura hacia arriba. Ya con condón puesto, Jean estaba preparado para ensartar me en su verga.

Instintivamente agache mi cabeza y la pegue a la cama, arqueando mi espalda, pegando mis codos al colchón y levantando aún más el culo.

Jean al fin llegó. Pude sentir como con sus manos me agarro de las caderas y su cálido y duro pene se depositó sobre mis nalgas.

– Putita blanca, estás nalgas son tal como me gustan.- dijo llevando sus manos a ellas, me las acariciaba enteras. Yo suspiraba de excitación, con el rostro bien pegado al viejo colchón.

Con sus dedos me agarro la tanguita y la hizo a un lado. Acomodó su verga y comenzó a pasar su cabezón por sobre mi mojada y caliente vagina.

Ahí estaba yo, toda entregada a 4 patas para ese tipo tan violento que me arruinó muchas jornadas de estudio con su estruendosa música y que cuando le intentaba pedir amablemente que bajara el volumen, amenazaba con golpearme.

No podía creer que me estuviese sometiendo a esa bestia. Estaba dejándole restregar su verga contra mi vagina y muy pronto me la iba a meter.

– ¡Aquí te voy, rubia! – soltó mis nalgas y me agarró de mi cinturita.

– ¡Prepárate, te la voy a meter toda de un sólo vergazo!- empezó a mover sus caderas hacia atrás.

El momento ya había llegado, me la iba a meter. Cerré mis ojos con excitación y humillación. Sentí como mi masculinidad se me escapaba por los poros.

¡Plaf!

Fue el poderoso ruido que se generó cuando su pelvis chocó contra mis nalgas, a continuación siguió mi chillido de placer y dolor.

– ¡Aah! – me la había metido todo de golpe, sentí como mi vagina se abrió para darle pasó a su enorme pene.

No me dio tiempo a pensar. Volvió a echar hacia atrás sus caderas, sacando su pene de mi interior.

¡Plaf!

Me la volvió a meter toda, mi vagina palpitaba, moría de vergüenza.

– ¡Aah, dios mío! – gemí sufriendo un precoz orgasmo, no podía ser cierto.

– Jajaja, te gusta mi verga negra. Rubia golosa. A gozar.- muy excitado comenzó a mover sus caderas repetidamente de atrás hacia adelante.

Yo estaba perdida en el placer, aún estaba teniendo mi orgasmo mientras el negro me embestía con una fuerza feroz.

– ¡Aah! ¡aah! ¡yaaa! – gemía llena de placer, mis nalgas aplaudían fuerte por cada una de sus metidas. Me moría de placer.

Era una sensación única, como hombre nunca sentí tal placer. El sexo como mujer era de ensueño, jamás pensé que se podría sentir tanto placer.

– Hmm tan rica y apretadita.- decía gruñendo de placer.

– ¡Que rico!- decía extasiada, la cama rechinaba y el respaldo de la misma chocaba fuerte contra la pared.

– Eres mía ahora, menos mal me llegó una vecina rica para coger a diario. Las otras viejas están bien feas. – me decía convencido de que yo me dejaría follar más veces.

No le respondí, seguí disfrutando de la deliciosa sensación de su cabezota al entrar bien profundo dentro de mi vagina.

Ya no pensaba en mi pasado como hombre, la vergüenza ya no existía. Ahora era una hembra siendo embestida por un poderoso macho negro.

– ¡Sí! ¡Sí! ¡Así por favor! – ahora exclamaba de placer, ya no ocultaba lo mucho que me gustaba ser penetrada por él.

– Hmm ¡sabía que te encanta la verga! ¡Toma esto! – llevo sus manos a mi cabello y comenzó a jalar de él como si fuesen riendas de un caballo.

Me la metía cada vez más rápido, tuve un nuevo orgasmo. No entendía si era normal tener un orgasmo tan seguido del otro.

– ¡Sí! ¡Delicia, tu verga es una delicia! – le decía ya vuelta loca de tanto placer.

Él me tiraba más fuerte el cabello, mi pecho se despegó del colchón y mis tetas comenzaron a bailar al ritmo de sus embestidas.

Jean gruñía con orgullo, mi sumisión lo alimentaba y se volvía cada vez más dominante.

Comencé a mover mis caderas hacia atrás como cuando estábamos bailando, éramos demasiado compatibles en la cama. Nuestro ritmo era perfecto, el negro gruñía encantado.

– ¡Sigue Jean, no pares!- nuestros cuerpos ya dudaban, mis tetas no paraban de bailar.

– ¡Eres mucho más puta de lo que pensé! – gemía feliz, dejó de jalar mi cabello para agarrarse de mis pechos.

Seguimos así unos minutos, mi cuerpo respondía a todos sus estímulos. Finalmente sacó su pene de mi interior y se sacó el condón para llenarme la espalda y nalga con su denso y tibio esperma.

– ¡UF! ¡Aquí tienes la leche! – exclamo el negro tirándome su semen.

Caí rendida sobre la cama, toda roja y sudada. Pensaba que todo había acabado.

– No te relajes blanquita, aún tengo más verga para ti. – me quedé sorprendida al voltear la cabeza y ver su pene igual de duro que al comienzo.

Me despojó de mi tanga y me hizo abrir de piernas, luego de ponerse un nuevo condón se abalanzó sobre mi. Con todo su poderoso cuerpo comenzó a montarme. Aplastaba mis tetas con su pecho.

– ¡Dios Jean! ¡Delicia!- con mis piernas bien abiertas y levantadas en el aire comencé a gemir. Puse mis manos en su espalda y lo acaricie mientras me follaba. Aún llevaba mis hermosos tacones puestos.

Ese era un verdadero toro, como hombre nunca fui igual de intenso en la cama.

Volvió a intentar acercar su rostro al mío y besarme. Al principio no quise, pero luego me dejé llevar por el placer. Abrí mi boca y le deje pegar sus labios a los míos. Sentí su lengua ingresando a mi boca y envolviéndose con la mía.

Mis pies se mecían al ritmo de la cogida, ese beso fue demasiado intenso, nunca me excite tanto dando uno. Hasta la lengua la tenía grande.

Jean me sacó un nuevo orgasmo, era mi macho, mi dios. Yo no era una mujer, era una hembra hambrienta de sexo.

Puso sus manos en mi culo, me levanto desde ahí. Me colgué de su cuello y en una gran demostración de poder me comenzó a follar en el aire.

Me levantaba desde las nalgas y me hacía caer directamente en su verga. Mi culo rebosaba una y otra vez, apoyé mi mentón en su hombro derecho.

Ya no hablábamos, sólo gemíamos mientras nos apareábamos como animales.

Me mantuve aferrada a él, que me mantenía sujeta con sus poderosas manos. Era una cosa bestial, no mostraba ningún signo de cansancio. Eso sí sudaba mucho, mis pechos aplastados contra él podían sentir aquella humedad.

No me soltó en ningún momento, continuó follándome sin descanso, hasta que estalle en un nuevo orgasmo.

– Hmm putita, la vamos a pasar muy bien juntos. – me volvió a robar un beso luego de eso, me tenía bien atendida así que no proteste nada.

Se sentó encima de la cama, luego echó su espalda hacia atrás hasta quedar acostado.

Pude entender que era mi turno de satisfacer a mi macho. Apoyé mis manos en su poderoso pecho y mis rodillas sobre el colchón de la cama, entonces comencé a rebotar de arriba a abajo, ensartándome en su enorme verga.

– ¡UF! ¡Monta mi verga! – llevó sus grandes y poderosas manos a mis tetas. Solté mis manos de su pecho y comencé a acariciar sus brazos mientras me movía sobre su pene.

Mi pelo me molestaba así que llevé mis manos a mi cabeza y lo eché hacia atrás.

Con las manos en la frente seguí moviéndome con pasión, su verga era la motivación suficiente para rebotar sin parar. Soltó mis tetas y las puso en mi cinturita.

Me mantenía sentada y movía mis caderas de atrás hacia adelante, se sentía exquisito.

Llevé mis manos hacia atrás, apoyándolas en sus cuádriceps. Me seguí moviendo de arriba a abajo, atrás adelante. Mis tetas eran un festival de rebotes.

Él movía sus caderas, acompañando y potenciando los míos. Estábamos en el borde del clímax.

– ¡Ya! ¡Exprímeme la leche! – gritó el negro y continué mi trabajo. Mi orgasmo igual estaba cerca.

Saltaba más fuerte, su pene era por escándalo lo mejor que había probado en toda mi vida

– ¡Que rico! – dije sin dejar de saltar, pronto sentí mi orgasmo otra vez. Al mismo tiempo pude sentir su verga palpitar, estaba eyaculando en el condón.

Tiré mi cuerpo hacia adelante, aplaste mis tetas contra él y nos quedamos besando. Disfrutábamos nuestros orgasmos mientras jugábamos enrollando nuestras lenguas.

Nuestros sudados cuerpos respiraban con agitación, me levanté de su pene y él se sacó el condón. Le hizo un nudo y lo tiró lejos.

Con fuerza me tomó de las caderas y me hizo acostar a su lado. Quedé con mi cabeza en su pecho, mientras el acariciaba mis nalgas, yo con mis finas manos hacía lo propio con su poderoso pecho. Estuvimos teniendo sexo por una hora, yo estaba cansada, me terminé durmiendo sobre él.

Desperté a las 4 a.m. sentía un fuerte olor y mi cabeza acostada sobre algo cálido. Casi me da un infarto al ver que estaba durmiendo con Jean. No había sido un sueño, todo fue real. Me había entregado a mi violento vecino negro.

Casi grito de la impresión, pero aguante para escapar de ahí. Aún me tenía bien sujeta del culo.

Con extremo cuidado me saque su mano de encima y me levanté. Pude notar que aún tenía mis tacones puestos, me puse mi bata y encontré mi tanguita tirada en el piso. De esa manera me fui, haciendo el menor ruido posible. Finalmente llegué a mi casa y me fui a la ducha.

Sentía ganas de llorar, tuve sexo con un hombre. Encima con uno que me trató muy mal el pasado.

Limpié todo mi cuerpo, quería eliminar todo rastro del encuentro con Jean, pero ese recuerdo me acompañaría por el resto de mi vida.

Me sentía tan culpable, no pude volver a dormir. Lo peor de todo es que había disfrutado que mi vecino me cogiera.

Ya era suficiente, debía volver a la normalidad cuanto antes o terminaría convirtiéndome en una adicta al sexo.

Al menos aún me atraían las mujeres, eso me daba cierto grado de tranquilidad.

Busqué nuevamente en internet, vi sobre algunas médiums y cosas así. Antes había descartado eso, no creía en esas cosas. Pero ahora que me había transformado en mujer todo era posible.

Registré uno de los números y lo guarde para llamar más tarde, debido a que eran las 5 de la mañana. Me recosté sobre la cama para descansar

Luego de 3 horas me levanté. Puse a lavar mi ropa y la dejé colgando. Me vestí con una blusa blanca y pantalones negros. Tuve que usar mi traje de baño como ropa interior. Sin duda necesitaría más prendas íntimas.

De esa manera ya quede lista para ir al trabajo, lo que más quería era trabajar para despejar mi mente de lo que había pasado la noche anterior en el departamento de mi vecino.

Sé que es un capítulo corto pero estoy muy ocupado y no quería dejar tanto tiempo sin publicar. Sin embargo el próximo capítulo estoy seguro que tardará más de dos semanas en salir, espero su comprensión.

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