Una vez que me metí a duchar, mi tía decidió acompañarme. Según me dijo, quería saber que tanto debería hacer por mí para convertirme en una muñequita. Y cuando me vio desnuda, su cara no pudo ocultar su gran sorpresa.
-Pero sobrina, si tienes un cuerpo espectacular.- dijo, mientras me hacía dar una vuelta- Eres delgada, pero con nalgas. Y tienes algo de caderas. Si no fuera porque no tienes pechos, podrías concursar para certámenes de belleza.
-Gracias tía- le contesté, a la vez que sentía como se me ruborizaban las mejillas.
-Aunque si hay algunas cosas que hacer contigo- dijo mirando mi entrepierna. Salió por unos instantes, y regresó con un rastrillo color rosita y una crema de afeitar- siéntate aquí- agregó al tiempo que me señalaba la orilla de la tina. Entonces procedió a quitar el incipiente vello que crecía en mi ingle, y luego me pidió que me volteara, para que hiciera lo mismo con mi ano. Apenas me quitó algo de vellosidades de ese sitio y comentó:
-Te voy a decir algo con respeto, aunque en tu caso creo que será un halago: tienes un pene pequeñito nena. No te será difícil ocultarlo.
-¿Tu crees tía?
-Si nena. Aunque de eso también me encargo. Ahora báñate. Cuando termines, ponte está crema humectante, te va a dejar muy sedosa la piel. Te veo afuera.
-Está bien.
Cuando salí de la regadera y entre al cuarto, pude notar dos cosas: que mi tía había elegido la ropa que me pondría ese día, y que las prendas que yo llevaba en la maleta -excepto dos calzoncillos de tipo culotte que había escondido ahí- habían desaparecido de esta. Eso me entusiasmo, pues entendí que ella iba en serio.
Sobre la cama había una tanga de color esmeralda que no me sentí lista para usar, así que tome mis cacheteros rosas de mi valija. Luego me puse una falda corta entablillada, unos huarachitos de poco tacón y un sujetador que hallé que tenía un color similar al de mis bragas. Lo rellené con un par de pantimedias y me coloque una blusa floreada encima. Bertha regresó cuando me cepillaba el cabello, con un par de cajas de madera que colocó encima del taburete. Una de ellas contenía cosméticos -con los que pasó buena parte de la mañana para maquillarme y explicar cómo se hacía- y la otra un pedazo de hielo y una aguja.
-¿Para que es eso tía?- le pregunté con sincera candidez, mientras ella me ordenaba ponerme un pedazo de hielo en cada oreja y me pedía cerrar los ojos. Luego me quitó el gélido material y me pinchó ambos lóbulos auriculares. Casi no me dolió para ser honesta, pero si me hizo saltar con el piquete.
-Para esto mi niña hermosa- me dijo al mostrarme los dos hoyuelos para aretes que me acababa de hacer.
-Que bien tía. Yo no hubiera tenido valor para hacerlo – respondí con alegría, al ver puestos en mis orejas un par de lindos aretitos de estrellas.
Una vez que terminamos de arreglarme, fue ella quien me llevó hasta el espejo de cuerpo entero que había en la sala y me dijo: mírate ahora en el espejo Daniela.
Y yo me vi, y puedo asegurar que no podía dar crédito a lo que esa imagen reflejaba: era toda una señorita.
-Apenas puedo creer que sea yo- proferí, mientras se me salían unas cuantas lágrimas.
-No llores, que vas a correr el maquillaje Daniela. Y si, ésta eres tú. Al menos lo que duren tus vacaciones, o tal vez más tiempo. Depende de ti.
Entonces de tan contenta, sentí que tenía una erección. Ella lo notó y dijo: hay que hacer algo con eso también.
-Gracias por tanto tía- insistí mientras intentaba abrazarla.
-No me lo agradezcas ahora Dany.-pidió al tiempo que se agravaba su tez- Porque esto apenas inicia. ¿Confías en mí?
-Si tía. Claro que confío en ti.
-¿Hasta entender que, cualquier cosa que haga de aquí en más, es para ayudarte en tu transformación?
-Si tía. Tú eres la persona en quien más puedo confiar. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque ser una chica también lleva muchos esfuerzos y algo de dolor. Pero si lo hacemos bien, y juntas, podremos con eso. Solo quiero que recuerdes lo que te acabo de decir: debes estar segura de que cada paso que dé, aunque tal vez no te guste, va en camino de ayudarte. ¿De acuerdo?
Yo solo asentí con la cabeza. Aún no lo entendía, pero hacerlo me llevó a una vorágine de sensaciones de las que les platicaré en la próxima entrega.