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Deseo de dos

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... Y a escondidas subimos la escalera, riéndonos, besándonos, voy delante con mi vestido corto, sus manos atrevidas se cuelan por debajo tocándome, apretándome, queriendo poseerme, mis ganas se notan a kilómetros, las suyas se pueden hasta oler.

Una vez arriba, en cada pared apoya mi cuerpo, caliente de deseos, me besa el cuello, me roza la cintura, me aprieta con fuerzas contra él, con sus labios baja hasta mis pechos, con su lengua me recorre y erizas por completo, me toma del pelo y en un solo movimiento me pone contra la pared, pero esta vez de espaldas a él, su erección la siento apretada contra mi, su lengua hoy no quiere estarse quieta, y esto ni siquiera empieza, me muerde sutilmente, para recordarme que está ahí y que soy suya.

Me toma por la cintura, me aprieta las nalgas y con la otra mano se las ingenia para tocarme el clítoris, lo moja, lo masajea suavemente, empiezo a sudar y gemir en voz baja, mi temperatura se empieza a descontrolar, quiere más, llegamos a la cama, pero todavía tiene ganas de jugar, me quita el vestido, me tira y me abre las piernas, me dejo guiar, total, ya no puedo ni pensar...

Se arrodilla en el suelo, y me baja la ropa interior, me lleva hasta el borde para hacer de las suyas, me moja con su saliva, acerca su lengua a mi clítoris y con suaves movimientos me recorre, siento un escalofrío por todo mi cuerpo, no le basta, y lo succiona, mientras me penetra con sus dedos lubricados, mis caderas no las puedo controlar, me toco los pechos excitados y gimo, le tomo del pelo guiándolo a aumentar el ritmo, me tiemblan las piernas, no quiero que pare, su lengua sabe exactamente donde tocarme, me tiene empapada, lo siento en las sabanas, tengo un cosquilleo allá abajo que no puedo controlar, la temperatura aumenta cada vez más, él lo nota y me mira a los ojos, me muerdo los labios, lo aprieto fuerte y me corro, el orgasmo era inevitable, él se saborea con la satisfacción del trabajo cumplido, me mira y sonríe.

Se levanta y viene sobre mí, yo apenas recupero el aliento. Me acaricia, me besa, me muerde, su miembro está en su mejor momento, lo mojo y acaricio invitándolo a entrar, lo roza contra el mío que esta húmedo aun, y me penetra despacio, sin pausas, hasta el fondo. Allá adentro se siente exquisito, caliente, mojado. Entra y sale a su antojo aunque lento, me besa los pechos, me aprieta las caderas, me besa la boca, no puedo estarme quieta, le tengo ganas, con mis manos lo agarro fuerte de la espalda, lo pego contra mí, el ritmo aumenta, los deseos se disparan.

Me habla al oído, me encanta que me susurre, “te voy a hacer mía” me dice bajito, la adrenalina está a tope, me agarra por el pelo, me cabalga, mis gritos de placer no se hacen esperar, tiemblo de nuevo, le digo que me vengo, le aviso que no puedo más y llegamos juntos a un orgasmo de los mejores, de los que te quitan el aliento... Estamos exhaustos, sudados, hirviendo.

Me recuesto en su pecho y ocurre lo mejor de la historia, me besa en la frente y me dice “Te amo...”.

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