Nuevos relatos publicados: 7

Disfrutando a Rafa

  • 11
  • 9.333
  • 9,60 (5 Val.)
  • 0

Hablando con Laura, mi esposa, un día cualquiera, surgió la fantasía de contactar a alguien que no conociéramos, para que tuviera una aventura diferente. Su pareja sexual habitual, Wilson, siempre estaba disponible, pero simplemente se nos ocurrió la idea de intentar hacer algo distinto y probar con alguien diferente.

La cuestión era, como siempre, dónde buscar, a quién contactar. Le dije a ella que dejara eso por mi cuenta y le iría contando. Así que empecé a consultar en los avisos de varias páginas porno sobre las opciones disponibles. Teníamos un perfil en una página, con varias fotos de ella y sus aventuras. Muchos hombres dejaban mensajes insinuantes, pero nunca se había concretado nada. Ella no reacciona a eso, la calentura le viene cuando tiene al frente a la persona y su lívido se alborota, en vivo y en directo.

Le contesté a uno de aquellos hombres, quien casi de inmediato me contestó. Le dije quién era y le pregunté qué le llamaba la atención de esta señora y cuál su interés, porque muchas veces las cosas no pasan de continuas y eternas insinuaciones que jamás se hacen realidad. Enseguida me dijo que le gustaría tomar el puesto de alguna de las personas que veía con ella en las fotografías, una manera discreta, pero directa de manifestar su deseo de estar con ella.

Sin embargo, yo quise ser más incisivo y le dije que si estaba interesado, debíamos hacer algo sorpresivo y novedoso. Me dijo que contara con él para lo que fuera. Le dije que a ella le gustaban los preliminares extensos, porque llegar y penetrarla recién conocerla no era su idea de un encuentro sensual con un hombre, así supiera que al final el propósito de todo fuera tan solo el contacto sexual. Me confesó que le gustaría excitarla chupando su sexo hasta que llegara al clímax, para luego si cabalgarla como nunca. Bueno, eso hay que verlo, le dije... Ya verá, me contestó, no se van a arrepentir.

Pasada una semana le escribí de nuevo y le pregunté si seguía firme en su intención de compartir con nosotros una noche de sexo. Me dijo que sí. Bueno, concretemos la fecha, le dije, y quedamos de realizar la faena un viernes en la noche. La idea es que el encuentro fuera una sorpresa, una cita a ciegas, y que ella no supiera para nada de quien se trataba, de dónde había aparecido, etc., etc.; un completo desconocido. Estuvo de acuerdo y quedamos de conversar de nuevo antes del evento.

El jueves en la noche fue el quien me contactó para preguntarme qué le gustaba a ella o cómo le gustaba que la montaran. Bueno, le dije, recuerde que a ella le gustan los preliminares largos para irse calentando y ponerse a punto. Le conté que ella es una mujer muy física, de modo que reacciona bien a las caricias, los besos y los toqueteos en todas las partes de su cuerpo, los besos en la boca, en la parte trasera de sus orejas, el cuello, las caricias en sus senos, la parte baja de la espalda, la parte interior de sus muslos y, por supuesto, su vagina.

Le indique que, pasado eso, a ella le excitaba mucho que el hombre se mostrara dominante, que le exhibiera su pene y la invitara a acariciárselo, a que le acariciara su pecho, sus brazos y sus muslos, ya que parecía sentir placer al hacerlo y sobre todo una sensación de dominio y control al sentir cómo el pene crecía y se endurecía en sus manos. Me dijo que estaba tomando atenta nota y que, al parecer, ella era exigente a la hora de estar con un hombre. Le recordé, entonces, que no era un hombre conocido y que esas golosinas tenían que disfrutarse a plenitud.

Llegado el día, le propuse a mi esposa que nos fuéramos de correría, por allí, a visitar moteles y que fuera preparada por si acaso. Le dije que me habían hablado de un lugar nuevo, donde las habitaciones tenían una especie de tarima rodeada de espejos, con un tubo en el centro, para que las mujeres se exhibieran e hicieran su show, y que también había unas sillas especiales para que ellas recibieran a su macho sentadas, con las piernas abiertas, como si estuvieran en cita con el ginecólogo.

Ella no puso reparos a la idea y se vistió de fiesta, una falda corta roja y una chaqueta tipo sastre de color blanco. Sus interiores estaban compuestos por un sujetador en licra transparente, una tanga, medias con ligeros y zapatos de tacón alto, todo en color rojo; la verdad toda una dama. Al verla en la calle, nadie imaginaría que esa inocente dama terminaría revolcándose con un muchacho en la cama pocos minutos después, cuando aquella vestimenta insinuaba que fuera a asistir a un coctel o una reunión de ejecutivos.

Llegamos al sitio y nos asignaron una habitación, tal cual como se la había descrito el día anterior, así que le propuse tomarle unas fotografías utilizando el mobiliario que habíamos encontrado allí. En esa actividad y para hacer más atractivas las fotografías, ella, poco a poco, se fue desnudando y exhibiéndose para mí en diferentes poses y encuadres. Pasados unos minutos, recibí en mi celular un mensaje del invitado, quien ya se estaba anunciando en la recepción, así que le indiqué a ella que se vistiera porque alguien venía a visitarnos. Me miró un tanto sorprendida, pero empezó a vestirse sin decir palabra.

Al minuto tocaron a la puerta de la habitación. Ella permaneció sentada en un gran sofá blanco mientras yo le abría al invitado. El me saludó muy amablemente y se presentó como Rafael José. Le invité a pasar y de inmediato se fijó en mi mujer. Nos dirigimos hacia ella y se la presenté. Se saludaron de manera muy formal y se acomodó a su lado. Le pregunté si quería tomar algo para entrar en calor y me respondió que le gustaría un ron, así que me levanté a hacer los requerimientos y esperar a que el pedido llegara.

Mientras tanto empezamos a charlar y, en medio de la conversación le pregunté, bueno Rafa, y a qué vino usted hoy aquí. Pues, si usted me lo permite, a complacer a su esposa, respondió. Bueno, dije, ¿ya le preguntó a ella si quiere? Ahora le pregunto, me contestó riéndose y mirándola a ella con picardía y tomándole su mano. Y ella pareció corresponderle, así que la cosa me parecía que había empezado bien. Los dejé un rato mientras iba a recoger las bebidas y, cuando regresé, ya tenía sus manos acariciando los muslos de mi esposa, por debajo de su falda.

Serví unos tragos y procedimos a brindar por la ocasión y la oportunidad que se le presentaba. La conversación siguió y al poco rato, Rafa se acercó a ella y la besó. Ella no lo rechazó y, dada la cercanía, sus manos empezaron a desabotonar su chaqueta y ella, le facilitó la labor, ayudándole a hacerlo. El beso siguió y sus manos empezaron a acariciar su s senos por encima de su transparente body y ella, no sé, por qué, aligeró esos preliminares colocando su mano sobre el pené de aquel por encima de su ropa. La reacción fue instantánea. Se notó de inmediato cómo creció aquel bulto en su pantalón.

Y la caricia que ella le procuraba, por encima del pantalón, le sugirió a aquel que era hora de aligerarse la vestimenta, así que desabrochó su pantalón y expuso su miembro, grande, gordo y con su glande palpitante, a la vista de mi mujer que, sin dudarlo un instante, bajó su cabeza para llevárselo a la boca y empezar a chupar tan delicioso bocado. Él no se lo esperaba. Se echó de espaldas sobre el sofá y blanqueó los ojos como si estuviera recibiendo corriente en medio de sus piernas.

Ella continuó chupando aquel miembro de arriba abajo mientras sus manos jugaban con sus testículos. El hombre estaba feliz y permitía que ella hiciera cuanto se le antojara. Ahora ella, de rodillas frente a él, seguía succionando aquel pene y acariciaba sus muslos desnudos. El apartó su cabeza, la invitó a sentarse a su lado y se dispuso a devolverle los favores. La recostó sobre el sofá, subió su falda, y abrió sus piernas para tener acceso a su húmeda vagina, pero no pudo hacer mucho porque el ligero obstaculizaba el acceso y dificultaba retirar su tanga, así que ella tuvo que levantarse, retirarse la falda, quitarse la tanga y dejar su sexo expuesto para que este hombre pudiera satisfacer sus impulsos.

Ella se sentó, se recostó en el espaldar del sofá y abrió sus piernas lo más que pudo, dejando que aquel accediera a su sexo y empezara a excitarle con su lengua. El hombre clavó su cabeza en medio de las piernas de mi esposa y empezó a chupar y chupar, estimulando con sus dedos su clítoris. Poco a poco ella se fue relajando, permitiendo que fluyeran a plenitud las sensaciones que aquel macho en calor le procuraba.

Rafa se incorporó, la tomo de las manos y la invitó a trasladarse de sitio e ir hacia la cama. Al llegar allí hizo que se acostara de espaldas y que abriera sus piernas para el continuar con su labor, chupando y chupando su sexo. Al rato, después de disfrutar de los jugos vaginales, el hombre se incorporó, tomo su miembro entre las manos y se dispuso a penetrar a mi mujer, quien ya estaba más que dispuesta a recibirlo.

No hubo pausa, Rafa insertó su miembro en la vagina de mi mujer y empezó a empujar rítmicamente dentro y fuera de ella, quien rodeo su torso con sus piernas atrayéndole para que siguiera su labor con más y más intensidad. Aquel empujaba y ella se retorcía bajo su cuerpo, mostrando en su rostro gestos de gusto y placer, por lo que estaba sucediendo. Y Rafa seguía y seguía moviéndose con intensidad, como a ella le gusta… Y en ese bombear, una y otra vez, Rafa decidió cambiar de posición y penetrarla ahora desde atrás, dejando su cuerpo recostado lateralmente sobre la cama. Y así siguió y siguió hasta que ella empezó a gemir y a gemir en un estallido de placer…

Él se retiró y se recostó a su lado para reposar un rato después de aquella faena. Su pene seguía erecto y palpitaba, así que mi esposa no desaprovechó y volvió a chuparlo, tal vez para sentir el sabor de su propia vagina, pues aquel pene había estado instalado allí por bastante tiempo y estaba húmedo y reluciente. No paso mucho tiempo para que ella decidiera montarlo y volver a sentir aquel miembro dentro de sí.

Ella instalada sobre él, cerró sus ojos y empezó a moverse rítmicamente, de arriba abajo, de un lado a otro, haciendo que aquel muchacho blanqueara sus ojos y arqueara su cuerpo sobre la cama, como poseído. Y ella, sin abrir los ojos, seguía concentrada en lo suyo hasta que fue aquel, quien sorpresivamente empezó a gritar y la lanzó a ella a su costado mientras su pene disparaba chorros de semen a granel. Y ella, extasiada, volvió sobre aquel miembro para saborear los restos de su derrame.

Los dos quedaron tirados sobre la cama bastante rato, exhaustos, sudorosos y cansados, pero satisfechos con su encuentro. El miembro de Rafa estaba flácido y ella pareció estar satisfecha con la faena, de manera que parecía que todo había acabado allí. Se preguntaron el uno al otro si aquello había gustado y, lógico, ninguno dijo que no. Estuvo super dijo ella, apretando su mano. Y él, buscando fuerzas, quiso empezar de nuevo.

Deambularon desnudos un rato por la habitación, contemplándose en los espejos puestos en la pared y hasta intentaron bailar, pero la pasión estaba instalada en ellos dos y más que bailar, querían unir sus sexos una vez más. Aquel hizo que ella se sentara en una de las sillas especiales de aquel lugar y empezó a chupar su clítoris, de nuevo, mientras se masturbaba con intensidad, para logar una erección. Al rato lo consiguió, se incorporó, se puso a sus espaldas, la hizo inclinar su torso hacia adelante y la penetró desde atrás, con fuerza, con intensidad y mucho vigor hasta que se vino de nuevo, gritando una vez más. Y ahí si acabo todo, ya no había energía para más.

Bueno, Rafa, creo que ya fue todo, dije. Espero que la haya pasado bien. Seguro, dijo él, podremos volvernos a ver. De seguro que sí, dijo ella. Y diciendo y haciendo aquel se fue vistiendo y, al ver que la noche no daba para más, respetuosamente se despidió de nosotros y se fue.

Mi esposa y yo seguimos allí un rato más, porque quise tomarle un par de fotos adicionales, ya que su rostro mostraba rasgos del disfrute que había experimentado y quedaba registrado así en las fotografías. Después de varias poses y retratos, ella me dijo, gracias amor, fue una gran noche. Y así, sin más, se vistió y salimos de aquel lugar. Fue otra aventura exitosa.

(9,60)