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Dulce perla blanca mexicana

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Roberta es muy hermosa, honestamente, siempre usaba ropa holgada y su apariencia es un tanto descuidada, pero cuando bajaba del baño a la alberca fue algo espectacular, su piel es blanca, es pequeña y delgada, debe pesar unos 50 kilogramos, 24 años, usaba un bikini color naranja, se podía ver una cintura sumamente esbelta y unas piernas muy bien proporcionadas que el gimnasio había ayudado a tornear demasiado bien.

Una vez se fue acercando se podían ver unos pechos algo pequeños pero lo suficientemente apetecibles y debajo había una tanga que además de los hilos de la cintura y el culo sólo cubría una parte por delante muy pequeña de su monte, se alcanzaban a ver los bordes de su pubis muy bien depilado. Y unos rizos castaños preciosos que se sujetó con un chongo cuando entró al agua.

Fue la primera en salir de la alberca, la escena de Roberta de espalda incorporándose para salir, derramando gotas de agua de su cabello ondulado ya suelto a través de su columna cayendo con velocidad hasta sus preciosas nalgas blancas que sofocaban y hundían ese hilo naranja entre ellas me dejó con mi bañador a punto de explotar bajo el agua.

Horas después al caer la noche y con algunos tragos encima nos besamos y ambos sabíamos lo mucho que deseábamos que ese momento llegara, el conocerla de hace años y su matrimonio eran un aliciente para hacerla mía, ya no importaban las consecuencias ni nada para ese momento.

Le pedí que se pusiera ese bikini para mí y así lo hizo, me sentó en una silla y en parte por lo ebria que estaba comenzó a bailarme, se puso de espalda a mí y restregaba su culo en mi verga, tan rápido ya tenía una erección, desaté el sujetador y me puse a sobar sus tetitas con enjundia, quité mis manos de ellas sólo para desnudarme por completo, le di la vuelta, la senté en mi regazo y me comí ese manjar que aunque era algo pequeño para mí era un deseo, un capricho, areolas y pezones rosados y algo medianos, muy paraditos y duros, me gustaba tanto el contraste de ellos con el blanco de su piel. Me sostenía mi cabeza y la presionaba contra su pecho, yo me hundía en sus chichis y chupaba sus pezones, les daba ligeros mordiscos a los pezones y con mi lengua hacía círculos en sus areolas, sentía un calor inmenso e intenso, y ese sudor que provoca un buen polvo en mi frente y mi pecho.

Roberta suspiraba y empujaba su cabeza hacia atrás pero sin liberar presión de mi cabeza en sus tetas, tuve que hacer fuerza para sostenerla o nos caeríamos de la maldita silla.

-Roberta: Ahhmm, ahhmm, chúpalos bebé, chúpalos, qué rico siento. Sigue, sigue…

Sin retirar su tanga solo haciéndola a un lado le pasé dos dedos en la raja y gimió con sutileza, al asegurarme que estaba mojada chupé mis dos dedos y le di un beso en la boca para que también pudiera saborear su propio sexo. Saqué un condón de mi short, Roberta me lo puso, tomó mi verga y se la ensartó con facilidad en su pucha, por fin me liberó de esa llave que tenía presa a mi cabeza, sus manos se agarraron de mis hombros y empezó a moverse de adelante hacia atrás, me estaba cabalgando y gemía de placer, su mirada estaba pérdida, la boca abierta y la agitación a tope, era un ritmo brutal, después se detuvo un poco, de nuevo se acercó y nos besamos, bajo sus pies de la silla y así volvió a mover su culo enterrado en mi pene pero esta vez en círculos, la nalgueaba de vez en cuando y se quejaba un poco pero sin decir que parara.

Nos levantamos de la silla, y de la mesa quitamos unos cuantos platos y cubiertos para subirnos a coger ahí, ella me acostó en la mesa y me iba a empezar a chupar el pene, ella se quedó abajo pero rápido le dije que se subiera para hacer un 69, le dije que quitara el condón para sentir su lengua como se debe, además tenía otro en la bolsa del short, lo hizo y nos chupamos nuestros aparatos sobre la mesa con nada más en mente que complacer uno al otro, tomaba con la lengua y los labios su clítoris, lo chupaba en momentos, luego lo besaba y también lo sobaba con mis dedos, trataba de ir con la misma intensidad que Roberta lamía mi glande y me hacia la chaqueta para estar en armonía, sus fluidos eran abundantes y los míos también, en particular Roberta tiene un olor y sabor que me gusta demasiado, sabe riquísimo esta puta, tragaba y tragaba sus fluidos y ella hacia lo mismo conmigo, sentí que pronto me vendría, ella ya lo había hecho entonces le dije que al estar cerca la quería penetrar otra vez.

Me puse el preservativo, puse en cuatro a Roberta sobre la mesa y empecé a follarla con la intención de acabar, sus gritos me excitaban mucho, tomé su cabello empujando su cabeza hacia atrás y con mi mano derecha le acariciaba sus tetas, sentir de nuevo sus pezones duros me calentó mucho. Sin soltar sus hermosos rizos jalé su cara junto a la mía en la misma posición de perrito, le besaba el rostro, el cuello y sus orejas y le decía al oído:

Luis: ¡Qué bien follas perra! Tu marido sabe que eres una pinche puta. Qué bien come el pendejo.

Roberta: Claro que no –gemía- ahh, ahhh, y espero que no entre por la puerta, todavía necesito de él, pero un día lo voy a mandar a la verga y a ti también.

Luis: Pero ese día no es hoy zorra. –La verdad me prendió como me había hablado y le di unas nalgadas de nuevo, algo más fuerte.

Ya en ese punto estábamos totalmente desenfrenados, embestía más rápido para acabar y ella también seguía moviéndose como una diosa, en verdad lo era en ese momento, ese sonido de mi pubis y sus nalgas chocando era más rápido y sentía lo apretado y caliente de su vagina también, estaba por venirme y al traer el condón le dije si quería que me viniera adentro, me quitó mis manos de sus tetas y se quitó rápido de mí, y me dijo que no. Me sorprendí un poco porque nunca me había pasado pero me dijo que quería el semen en sus pies.

Bajé de la mesa, retiré el condón, me hacía esa última chaqueta mientras ella con sus pies tocaba mi pecho y mi boca, le dije que me venía, bajo sus pies y eyaculé en sus diminutos pies blancos, tenía sus uñas perfectamente esmaltadas en color blanco y aunque me hubiera gustado acabar en otra parte a ella le gustó mucho, parecía, se unto con sus mismos pies el semen por todos ellos y nos vestimos rápido por si pudiera llegar alguien. Me excita el hecho de saber que me comí a Roberta donde ella y su esposo comen todos los días.

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