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El bautizo campestre (Día 4): El desayuno
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Tiempo de lectura: 6 minutos

El día anterior había sido de antología y éste que iniciaba prometía aún más… Andrea descubrió que no solo le gusta que la miren, sino que también ser el objeto de deseo de todos los que ella deseara así lo fuera.

I

Al despertar, Andrea, en cucharita y dándome la espalda, aún dormía. Enrique y Mario, sentados en la cama de éste último, la miraban embelesados. Sus hermosas tetas podían verse sin problemas a través de la delgada y transparente tela del minúsculo y sexy baby doll que tenía puesto. Al estirarme la destapé completamente. Me senté.

Enrique: que mujer más rica tienes, hermano.

Yo: no tengo nada, ella no es mía, compa.

Mario: Oh, vamos, mono, sabes a qué se refiere.

Yo: -susurrándole al oído- reina… reina… voy a tomar desayuno. Quiere algo?

Andrea: -desperezándose- siii… quiero que me folles.

Yo: jajaja… ok. Cierra los ojos. Eso.

Una vez fuera de la cama, con señas invité a los chicos a que se ubicaran uno a cada lado de mi polola. Me puse un buzo holgado sin ropa interior, una polera y chalas. Cuando salía de la pieza, cada uno de mis amigos estaba chupándole una teta a mi noviecita. Le recorrían el cuerpo ávidamente con sus ansiosas manos. Andrea gemía excitada.

II

En la mesa que usaban de comedor siempre había alguien comiendo o tomando algo. En esa oportunidad estaba Pedro conversando con la actual esposa del abuelo patriarca.

Elsa era una extrovertida mujer. Bastante menor que su marido, contaba con 30 años. La bebé era su primera hija. De 1.68 mts, delgada, de recatadas curvas, pero con unas tetas asombrosas, no solo por lo grandes, sino que también por lo firmes y bien formadas que eran.

De culo pequeño, era más bien estrecha de caderas y de largas y bien contoneadas piernas. Aparte de las tetas como rasgo distintivo, estaban su linda cara de chica mala inocente y hermosos y finos pies.

Vestía chalas y un pijama de polar de dos piezas que, a pesar de lo holgado, pude notar que no llevaba puesta ropa interior. Solo al llegar casi a su lado, advirtieron mi presencia, pues estaban de espaldas a mí.

Yo: hola, buenos días.

Pedro: Hola primo… qué tal amaneciste?

Yo: impeque.

Elsa: hola primo, siéntate acá, a mi ladito que quiero conocerlo.

Tras servirme un café y unas tostadas tomé asiento a su lado. Elsa, de ese modo, quedó entre Pedro y yo. El primo contaba que el día anterior había aprendido a tirarse piqueros y que ni él ni Segundo ya no le tenían miedo a nadar.

Nos reíamos de buenas ganas, pues Pedro era un gracioso relator de historias. De pronto y a pito de nada, la esposa del patriarca sale con una verdadera joya.

Elsa: oiga primo, la Rosita me comentó que folla como un campeón. Follarías conmigo?

Yo: -justo tomaba un sorbo de café, el cual salió expelido tras sufrir un repentino acceso de tos. Cuando me recuperé. Le dije,- Ahora? -asintió con su cabeza- Aquí?

Elsa: -tomándome la mano- podría ser, pero mejor venga, sígame. Tú también, Pedro, si quieres.

III

Entramos en una de las muchas puertas que había en el comedor. Era una especie de bodega, iluminada (y bien, por cierto) solo gracias a los muchos agujeros que las paredes ostentaban como honorables medallas.

El interior se encontraban muchas pilas cuadradas de 3×3 de sacos de harina de 1.20 m de altura. Caminamos hasta una que estaba ubicada separada de las demás y casi al centro del cuarto. Elsa subió a ella. Desde arriba nos miraba en una postura similar a la de la mujer maravilla con las manos en las caderas.

Elsa: qué hago ahora?

Yo: mmmm… Desnúdate y estírate sobre los sacos. Eso. Estás cómoda?. Bien. –Dirigiéndome a Pedro- Primo, pásame la parte de arriba del pijama, por favor. Gracias. –Nuevamente centrando mi atención en Elsa- Quédate al medio, mirando al techo… Eso, así mismito. Ahora te voy a poner esto. –le dije al mismo tiempo que cubría sus ojos.

Elsa: por qué me vas a dejar ciega?

Yo: porque quiero que solo sientas. Ahora, tranquilita y confíe en mí.

A Pedro le señalé que se ubicara al otro lado de Elsa. Entonces, ambos con una mano comenzamos a recorrerle el cuerpo, suave, sutilmente con apenas la yema de los dedos. Poco a poco las caricias fueron menos sutiles. En ese momento, bajé hacia sus piernas y bajo vientre, dejando al primo desde la cintura hasta la cabeza.

El primo le besaba el cuello y detrás de las orejas, mientras yo hacía lo propio desde sus pies hasta la parte interior de sus muslos, cerca de su coño, pero sin siquiera rozarlo… aún. Cerca de un minuto estuvimos así. Al cabo, poco a poco, beso tras beso, Pedro llegaba a su boca. Ambas lenguas se juntaron en un apasionado beso sazonado por una dedicada amasada de tetas.

Los gemidos de Elsa se hicieron más audibles cuando comencé a pasarle la lengua por su coño. Jugaba con sus labios vaginales y clítoris. Sus fluidos no cesaban de lubricar su gloriosa entrada. A diferencia de Rosa, Elsa estaba depilada entera.

El primer orgasmo le llegó en el momento justo cuando frotaba mi lengua en su clítoris y comenzaba a penetrarla por el coño, con el dedo corazón de la mano derecha. Entonces, dejándole el dedo inmóvil y la palma sobre su hinchado clítoris, dejé que se calmara…

Unos segundos después le introduje el anular y con ambos dentro comencé un mete y saca ascendente. Primero lento, mas fui aumentando el ritmo rápidamente. Elsa aullaba de placer, levantando sus caderas todo lo que le daban sus largas piernas.

Elsa: ah… me estoy meando… ay… qué rico. Ah.

La prima eyaculaba profusamente. Levantaba y bajaba sus caderas con las piernas abiertas, apoyando su peso en la cabeza y la punta de sus pies. Exclamaba casi gritando por lo que Pedro reinició con los besos en la boca.

Aún con los ojos vendados y tras el intenso orgasmo, Elsa yacía desparramada; con las piernas completamente abiertas, despeinada y una hermosa sonrisa de satisfacción. Suspiró.

IV

Elsa: la Rosa tenía to’a la razón…

Yo: de qué hablas? Esto recién comienza, cachorrita… Ahora nos toca a nosotros gozar. Venga para acá… Eso, póngase así.

Dicho eso, ambos nos despojamos de las pocas prendas que teníamos puestas. Pedro se ubicó detrás y la penetró de una sola vez hasta el fondo. Elsa se quejó, pero el primo lejos de detenerse aumentó el ritmo drásticamente.

Por mi lado, yo me follaba su boca gentilmente, pero hasta donde más le alcanzaba mi polla. En menos de tres minutos, el primo acabó en la espalda de su… ¿tía? Unos segundos después de que la limpiara, ocupé su lugar.

Jugué con la corneta, frotándola desde el clítoris hasta el ano por casi un minuto. Entonces, poco a poco, comencé a penetrarla por su mojado coño. Cuando tuvo la cabeza dentro, la saqué y volví a meter por varias veces.

Estaba en eso, cuando al mismo tiempo que le incrustaba la polla cada vez más profundo, introduje, lentamente, el índice en el culo. El mete y saca iba a dos bandas. Tras unas cuantas gentiles embestidas, metí el segundo dedo en su ya dilatado esfínter. Continué aumentando, paulatinamente la velocidad.

Yo: te gusta, pequeña?

Elsa: ay, ay… siii… qué rico me estás follando.

Yo: quieres más?

Elsa: sii… todo, lo quiero todo. Ay! Ay! No, no pares. Ay! Ah!!!

Mientras hablábamos, saqué mi corneta de su coño, solo para comenzar a penetrarla por su rosado culo. Cuando ya tenía toda la cabeza dentro, tomé su mano, llevándola hasta el clítoris. –mastúrbate, le dije-

Entonces, comencé con un gentil mete y saca donde en cada embestida llegaba más profundamente. Al cabo, toqué fondo. Desde ese momento, fui aumentando el ritmo progresivamente…

Llevábamos unos 5 minutos y ya no aguantaba más. Estaba a punto de correrme cuando Elsa me grita que ella estaba igual. La sujeté por las caderas con ambas manos, cerré los ojos y me abandoné al placer, follándomela con todo lo que tenía. Nos corrimos juntos entre jadeos y poco femeninas exclamaciones por lo groseras que Elsa emitía a voz en cuello.

Quedamos abrazados por varios minutos. Elsa aún mantenía la venda en los ojos. Me levanté solo para que Pedro tomara mi lugar. Su tía se dejó hacer cuando éste la tomó y dejó de espalda a la “cama”, abriéndole las piernas solo para montarse sobre ella.

Los gemidos de Elsa quedaban atrás de la cerrada puerta del almacén. Miré mi reloj. Habían pasado casi 2 horas desde que había ido por el desayuno. Pensaba absorto en mi novia cuando el saludo de varias personas sentadas a la mesa, desayunando aún, me trajo al mundo de los vivos. Respondí el saludo a todos, hasta que Juan hizo señas para acercarme.

Juan: -hablaba con un señor mayor- entonces te llevas al Jorge y al Ramiro… Con eso tamos, pué… Ah mire, él es el hombre que está con la mujer de la que le hablé. -dirigiéndose a mí- qué tal primo… te presento a Aurelio. Es el hermano menor de don Arturo. ¿cómo está la Andreita?

Yo: mucho gusto. Rica, como siempre…

Los tres: jajaja

Aurelio: -estirándome la mano para estrecharla- igualmente, pue…

Juan: Vay pa’ la pieza, primo?

Yo: si, por…

Aurelio: Oiga, le puede decir al Enrique que vamos saliendo ya lueguito…

Yo: ok… yo le digo. Nos vemos de ahí.

V

Me encaminé tranquilamente hacia nuestra pieza. Lo del viaje me intrigaba, pero Andrea volvió a llenar mis pensamientos, por lo que no pensé más en el asunto. A pocos pasos de la puerta, se escuchaban risas. Toqué. Estaban los tres desnudos conversando sentados en la cama de Enrique apoyadas sus espaldas en la pared con las piernas hacia la entrada. Andrea en medio, de piernas cruzadas.

Enrique: pase

Yo: hola chicos y chica…

Los tres: hola Dani.

Andrea: que tal tu desayuno, amor.

Yo: genial. Oye huaso te mandó a decir un señor Aurelio que se iban luego… Irse para dónde, compa?

Mario: a ver… las cosas por orden… primero lo del desayuno… te contaré que el de nosotros también estuvo genial, pero parece que alguien quedó con hambre.

Andrea: jajaja… si por ese alguien te refieres a mí, pues sí. Es verdad.

Todos: jajaja

Yo: y lo del viaje?

Enrique: Lo del viaje es por el bautizo… Se va a realizar en la playa.

Yo: Playa? Pensé que el mar estaba más o menos lejos.

Mario: a una hora, para ser exactos.

Enrique: si. Y allá mi abuelo quiere hacer la ceremonia religiosa y después un cóctel en la casa de la playa. Luego, mañana en esta casa celebraremos desde el amanecer hasta el siguiente nacimiento del sol. Dicho de otro modo, una fiesta de 24 horas.

Andrea: yo me apunto.

Yo: obvio que sí po, amigo.

Enrique: genial, nos vamos en media hora.

La historia continua en el siguiente escrito donde les contaré, si es que ustedes quieren, por supuesto, el viaje a la playa, pero no con Enrique y Mario, sino con don Aurelio y dos vejetes más…

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