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El calor en la oficina

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El hecho ocurrió un día muy caluroso de noviembre mientras trabajaba en la oficina junto a mi secretaria Melisa. Inmersos en un silencio sepulcral estuvimos la jornada de ese día solos. El calor sofocante genero un disgusto tal en mí que me contuve de producir cualquier tipo de charla con ella. Sinceramente la postura manifiesta que suelo adoptar en este tipo de momentos es la del silencio total. Sin ir más lejos, no me pareció mala idea saber que el único sonido de la sala fuera el que provenía del ventilador.

No obstante, aquel día me sentí en un estado de desasosiego poco común, el cual no tenía su origen en el sofocante calor. Aquella mañana ella estaba muy activa, mientras que yo permanecí ocupado con unos papeles en estado de pesadumbre. Intente evitar de cualquier forma que mi mirada no persiguiera el andar de ella por la oficina. Su andar tan candente que acentuaba con movimientos de cintura, con ligeros movimientos de sus brazos, con la leve agitación de su minifalda negra con vuelo, me lo impidió. Evitarlo fue complicado, ese día Melisa se convirtió en una distracción total. Fue absolutamente difícil despegar mi mirada de su cuerpo tan sensual, el cual adquiría un porte tan elegante y a la vez osado con esa vestimenta. Su remera blanca con escote en corazón, de mangas cortas, pronunciaba a un más sus pechos que tanto me encanta mirar de reojo en momentos en los cuales se debe acercar para recibir papeles en mi escritorio.

Como si se tratase de un designio, supe ese día, en aquel momento estando con ella en la oficina, que algo distinto iba a ocurrir. Tuve la certeza de que iba a formar parte de una privilegiada situación. Durante la mañana, cerca del mediodía, ella se detuvo junto a un estante ubicado a distancia de unos pocos metros de la puerta. Se quedó un instante balanceando su cuerpo de lado a lado mientras miraba pensativamente hacia la parte superior del estante. Contemplarla de esa manera confirió en mi ser un enorme deseo de manifestar conductas plenas de morbosidad sobre ella. Su falda, que era tan corta, se agitaba de lado a lado mientras la observaba tan a gusto ubicado detrás del escritorio en mi asiento. Al contemplarla tan detenidamente de esta manera, me di cuenta que su falda era más corta de lo habitual. No pude dejar de mirar lo bien que le cubría la parte trasera de su cuerpo. Me quede absorto mirando con tanta lascivia de arriba abajo su bello cuerpo. Intente en ese momento de observación detener el impulso de acercar mi mano hacia el miembro erecto que se abultaba debajo de mi jean.

Le pedí que se acercara a buscar unos papeles a mi escritorio. La miraba de arriba abajo mientras se acercaba. Estaba completamente hipnotizado. Al inclinarse a recoger los papeles definitivamente me fue imposible no llevar la vista hacia sus turgentes pechos

Le dije en un tono autoritario “quiero que los ordenes y coloques en el estante de abajo” señalando con mi mano en dirección al costado derecho de donde estaba. Ella contesto “está bien, lo haré” con una sonrisa muy tierna.

Mientras se iba en dirección a los estantes no deje de mirarle sus piernas, mi mirada se clavó directamente sobre su falda mientras caminaba. Dispuesta a realizar la tarea se inclinó hacia abajo colocándose de rodillas delante del estante. Cada tanto observaba de reojo lo que hacía, movía mi cabeza al costado derecho y me topaba con su sensual cuerpo.

Con una disposición total se entregaba a la realización de la tarea. Por mi lado, intentaba centrarme en lo que estaba realizando a pesar de la dificultad que atravesaba. Hasta que, en un instante, como si se tratase de un augurio, una avalancha de papeles del estante se dispersó por el suelo generando una irrupción notable al silencio de la oficina. Me levanté de mi asiento con la intención de ayudarla a recoger los papeles caídos en el suelo. Cuando me acerque, ella murmuro que podía hacerlo sola. Inicio la recolección de los papeles que se amontonaron en el suelo y no me quedo otra alternativa que aceptarlo.

Sin embargo, mis piernas quedaron inmóviles, me quede paralizado observándola desde atrás como lo hacía. Más bien, observando como su cuerpo se inclinaba hacia abajo dejando a merced de mi visión su espalda arqueada, la parte trasera de sus piernas cubiertas tan solo por un leve tramo de falda. De forma fugaz, surgió en mi la intención manifiesta de acceder con vigor al interior de su cuerpo. El deseo de poseerla fue total, la erección originada por observarla así de esta manera fue instantánea. Cedi finalmente al impulso de perpetrar con ansias lo que ya no podía impedir.

Con cuidado me puse detrás de ella. Le ordene que se volteara y me mirara de frente. Mi verga completamente se abultaba debajo del jean. Ella sin mencionar nada se dio vuelta y quedo arrodillada frente a mí. En su rostro se dibujó un gesto de sorpresa, pero su mirada se detuvo en el bulto que asomaba al frente de ella. Sin pudor y con total depravación comencé a desabrochar el cierre del jean. Saque hacia afuera mi miembro erecto que se humedecía en la punta con líquido preseminal.

La miré directo a su preciosa boca y en un tono casi amenazante le dije “Vas a ponerlo en tu boquita Melisa, a partir de hoy vas a tener nuevas tareas”. Ella dudo un instante, no pudo decir palabra, así que sujeté su cabello por la nuca y con fuerza agresiva le introduje mi verga totalmente dura y caliente en la boca. Una y otra vez la penetre con enorme entusiasmo, jamás me había sentido tan caliente en mi vida. El palpitar constante de mi verga me provocaba el deseo de largar toda la leche. Muy fuerte estrujaba su cabellera con los dedos a medida que balanceaba su cabeza. Con enorme potencia acompañado de un fuerte alarido pude derramar todo el semen en su boquita, expulsaba en grandes chorros toda la leche dentro de su boquita y ella con la lengua se disponía a tragarla.

Sin dudas, sentí un enorme placer y satisfacción. Ella me miro como nunca antes lo había hecho, pude notar en lo profundo de su ser que lo disfruto completamente. Me convenció de esta manera que ella era la indicada para exponer toda mi depravación cada vez que lo necesitara.

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