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El día que la gata Sonia me desvirgó (Final)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Desde ese día esperaba que llegara el siguiente martes con ansiedad. Tenía el perfume de su cuerpo y el olor de su sexo en mi nariz. No me concentraba en mis estudios recordando haber tocado la conchita y mamado los ricos pechos de la chica más bella y popular de la vecindad. La miraba pasar para la universidad y siempre me sonreía con esa mirada sensual y coqueta muy de ella. Quería compartir aquella experiencia con la gata Sonia con alguien, pues quería que supieran que aquella bella chica me había besado y permitido que tocara su sexo… era el más grato suceso de mi vida hasta el momento y deseaba compartirlo. Me abstuve pensando en la promesa a la gata Sonia y también pensaba que si aquello se daba a conocer no me cumpliría con lo que ella me había prometido.

El domingo después del juego de fútbol ella me pidió que se quería venir conmigo en la moto. Lo había hecho en varias ocasiones y dado que sus tíos sabían del noviazgo de Sonia y Mauricio, ellos no creo que sospecharan de lo que pasaba conmigo y su sobrina; además, ella en manera de broma les decía a todos que yo era su verdadero novio. Y creo que hasta su novio lo percibía como broma, pues cómo una chica como Sonia se podría fijar en un chico como yo. En aquella ocasión en esos seis minutos que nos tomó llegar a casa desde el parque ella me confirmaba ese encuentro para el martes diciendo: – ¡Quiero sentirte adentro de mi… ven preparado!

Ya para esta tercera semana el tío de Sonia ya sabía que no iría al entrenamiento pues le daba la excusa que tenía mucho que estudiar. Nuevamente vi como salieron todos al parque, con excepción de Sonia, quien también se excusaba de no ir por cuestiones de estudio. Con los minutos escuché su voz llamándome. Debo confesar que estaba sumamente nervioso y aunque hacía un calor de los mil demonios, mis manos estaban frías. Sonia llevaba en esta ocasión una falda de tela más delgada con estampados a cuadros de matices azules, una blusa blanca la cual tenía un cierre al frente que al bajarlo dejaba ver sus dos preciosos melones y por primera vez lleva un brillo en sus labios, lo cual nunca la había visto usar antes, pues Sonia no usaba mucho maquillaje. Esta vez entré por el mismo portón, pero no nos quedamos en la misma pared de días antes, ella me llevó a una pequeña bodega donde había algunas herramientas y guardaban algunas pequeñas máquinas de jardinería. Yo había entrado ahí antes cuando jugábamos con sus primos, pero en esta ocasión había un sillón viejo que por no saber a dónde tirarlo, estaba relegado en la pequeña bodega.

Tan pronto entramos nos comenzamos a besar como los días anteriores. En esta ocasión sentía que Sonia iba más aprisa y ella no solo me subía la camisa para tener acceso a mis pectorales, sino que me la quitaba completamente. Me pidió que le desabrochara el brasier y me insinuó que le asistiera a removerle la blusa. Nos quedamos así besándonos y en esta ocasión fue por mi propia iniciativa y comencé a besarle los pezones. Ella intentaba contener los gemidos que ahora en esta bodega encerrada parecían tenía decibeles más altos. Alternaba con los dos pezones y como la vez anterior comencé a meterle la mano por debajo de la falda, ahora hacía lo mismo, pero a diferencia de la vez anterior, hoy solo llevaba una especie de sujetador o enagua… algo como forma de falda de la misma tela de ropa interior, pero no vestía prenda íntima. Ella me lo dijo al oído besándome el lóbulo: ¡No llevo ropa interior! – Y pude sentir su sexo húmedo y caliente que se derretía de excitación y gimió de placer cuando dos de mis dedos recorrieron su canal vaginal. Pasé unos tres o cuatro minutos masturbándola mientras le mamaba los pezones y luego ella interrumpió diciéndome:

– ¡Hoy vamos a hacer algo diferente!

– Dime.

– ¡Espero te vaya a gustar! Pero quítate los pantalones… quiero ver esa cosita que nunca he visto.

Haciendo el recuerdo, sentía pena desnudarme en frente de ella. Nunca me había desnudado ante nadie del sexo opuesto y esta era la primera vez que una chica me vería el sexo. Sonia me asistió a bajarme los pantalones y vio cómo me quedaba ceñida la verga en esos calzoncillos estilo bikini, que eran los populares de la época y los cuales estaban húmedos de mi líquidos seminales. Eran de un color azul pálido y algo transluciente y con ese líquido mi verga comprimida por la tela de la prenda prácticamente parecía que estaba desnuda. Sonia me la tocó con cierta sorpresa y no dijo nada más creo que dibujó un rostro de excitación mientras se quitaba la falda junto con la otra prenda. Ella volvió a sus indicaciones, pues era ella quien me dirigía:

– Vamos a hacer algo rico que, espero te guste. Tú vas a aprender a besar mi cosita y yo luego haré lo mismo con la tuya.

El concepto del sexo oral nunca había pasado por mi mente. La idea mía era ese sexo básico; una penetración vaginal dónde había aprendido era la causa esencial para prolongar la existencia humana. Por instinto sentía el morbo de experimentarlo y al igual por ese instinto me atraían los rostros, piernas, traseros de muchas chicas, pero no sabía que había más allá o lo que implicaba una relación sexual. Aquí tenía a la bella gata Sonia completamente desnuda ante mí, cosa que siempre había fantaseado gracias a lo que su primo me contaba al decirme que algunas veces la espiaba mientras se vestía. Hasta ese punto en mi vida no había visto una conchita desnuda ante mí, ni tan siquiera en fotografía, pues como dije, estos eran los años donde no había internet y la pornografía era todo un tabú. Así es que en mi mente no existían esas insinuaciones de gestos o actuaciones exageradas de orgasmos fingidos que la pornografía ahora nos proyecta y nos inyecta. Lo mío era natural, era una experiencia que estaba descubriendo paso a paso con esta chica que me atraía y con quien nunca pensé vivir esta experiencia.

La gata Sonia después de decir aquello se acomodó en el sillón y me dirigió a que besara su sexo. Me pareció un tanto raro ver una conchita completamente desnuda. Ella se quitaba la mayor parte de los vellos, pero se dejaba un pequeño arbusto en la parte superior donde comenzaba su pequeña raya. Podía ver esos labios superiores que brillaban por su humedad y ahora podía ver esa pepita que una semana antes tan solo había sentido con mis dedos y que le había provocado un momento tan rico y excitante que luego después conocí todos los sinónimos de tal momento: Orgasmo, corrida, venirse, acabada y algunas más.

Me hinqué ante el sofá mientras Sonia me abría sus piernas y quedé hipnotizado con tal vista. Podía sentir su olor de esas feromonas sueltas, frescas y juveniles y las volví a asociar con el sabor de una semana antes cuando me llevé los dedos empapados de los jugos vaginales de Sonia a la boca. Una especie de atol saladito, con un olor raro que instintivamente mi nariz debía buscar y aquí lo había encontrado. Le di el primer beso a su vulva y pude sentir que con aquel toque ella contraía los músculos de su vagina y dejaba escapar un gemido. La besaba con besos intermitentes que creo le hacían correr muchas ansias a Sonia pero que aún disfrutaba. Ella me pidió que mantuviera mi lengua en su rajadura y posteriormente me pidió que con la punta le masajeara esa pepita que luego supe se llamaba clítoris. En unos cuantos minutos sentía como fluían sus jugos vaginales y ella hacia movimientos pélvicos buscando el calor de mi boca y el musculo de mi lengua. No se pudo contener más y creo que en cinco o seis minutos se le despejaron los cielos y miraba el paraíso y jadeó tan fuerte y me pidió que le metiera los dedos en su vagina. Mis dedos entraban y salían y Sonia fruncía sus labios, dibujaba en su rostro algo confuso a dolor, desesperación, pero luego iba reconociendo que se trataba del máximo placer de nosotros los seres humanos. Con mi camisa me limpié sus jugos vaginales de mi rostro y ella con la misma camisa hizo lo mismo con su conchita. Ella me preguntó:

– ¿Conseguiste un condón?

– No. -le contesté.

– Bueno… está bien. Eso será para otra ocasión. Ahora bien, déjame ver ese pajarito que veo está llorando.

Sonia me sacó la verga del calzoncillo y con la misma camisa intentó secarla de mi líquido pre seminal y se la llevó a su boca para mi sorpresa. Fue un placer tan exquisito que hasta este punto de mi vida es muy difícil en describirlo y es por eso por lo que de una forma simplista lo comparamos como estar en el paraíso, pero para mí era más que eso. Ver esos labios brillantes atrapar mi verga con tanta excitación, sentir como se sentían las paredes de su boca esa primera vez, de veras no hay manera de describir tan deliciosa primera experiencia. Ella hizo una pausa y me preguntaba y decía lo siguiente:

– ¿Te gusta?

– Si. -le dije.

– No te vayas a ir adentro de mí. Cuando sientas que te vas a correr me la sacas.

Era un ingenuo que no sabía de lo que me hablaba. Nunca había tenido una eyaculación en mi vida… quizá solamente alguna o algunas en algún sueño húmedo, pero que no asociaba a esos términos que la gata Sonia hablaba. No le cabía más que la mitad en su boca y podía ver a Sonia produciendo mucha saliva y como caía en el piso de cemento de la pequeña bodega que debía estar a unos 100 grados Fahrenheit, pero debido a nuestras emociones no sentíamos. Creo que ella intuía que me venía por lo tenso que se ponía mi cuerpo y me sacaba de aquella avenida deliciosa cuando paraba por segundos y me lo preguntaba. Ya segura que me venía, ella hizo una pausa y fue cuando me lo propuso cuando yo me moría de la desesperación de liberar todo eso que sentía en mí. Pero creo que valió la pena y Sonia me daba otra sorpresa sexual de la cual tampoco había nunca conceptualizado. Ella se levantó del sillón y se puso en cuatro apoyándose contra el espaldar de este y me dijo:

– Tony, ven… lo vamos hacer, pero me la vas a meter por detrás pues yo no quiero salir embarazada. ¿Sabes dónde verdad?

– Dime… ¡No te entiendo!

– Ven… acércate a mi y no me la vayas a meter abajo por descuido.

Sonia con una mano me había tomado el pene y apuntaba mi glande a su ano. Podía ver algunos pequeños finos vellos en su ojete y como este se contraía. Mi verga producía tanto liquido pre seminal que no necesitábamos más lubricante. Ella se lo embarró deslizando mi verga por sus nalgas y empujaba la cabeza de mi verga hacia su ano. No sé cuánto tiempo estuvimos intentándolo y todo aquello me tenía tan excitado pues me apretaba la cabeza de la verga con sus pequeñas manos y me la restregaba con su rico culo. Con los minutos me atrapó la verga con el anillo de su ojete y no tuve que hacer mucho más esfuerzos cuando mis piernas se debilitaron y un torrente eléctrico subió y bajo y volvió a subir por todo mi cuerpo. No entendía lo que sentía ni lo que estaba sucediendo en mi cuerpo, pero por instinto de reproducción, me amarré de sus caderas elevadas y la embestí enterrando el resto de mi verga en su culo y Sonia solamente gritó. Ya era muy tarde, ella ya no podía hacer nada por más que quisiese pues mis fuerzas no se comparan a esta pequeña mujer y se aguantó las continuas embestidas hasta que descargué un manantial de semen que me sorprendió al ver como emana de su rico culo cuando mi verga llegaba a su estado pasivo de nuevo. Era tan ingenuo que no sabía que era yo quien se lo había inyectado y por primera vez veo mi propio esperma con ese olor extraño, algo parecido al cloro.

– ¡Me duele! -me dijo.

– ¡Lo siento! No pensé que te dolería. -le he dicho.

Nos vestimos lo más rápido como pudimos como si alguien nos apresurara. Dimos un vistazo al salir y constatar que no había nadie alrededor y Sonia entró a su casa y yo me fui a la mía. Mi hermana me vio entrar y no sé sí olio el aroma que llevaba pues me la encontré en el pasillo que daba a la puerta. Me fui a bañar pensando en todo eso que acaba de ocurrir y todavía mi verga producía más líquido seminal. A los minutos mi hermana me toca a la puerta y me dice: -Tony, te llama Sonia. -Y salí a contestar el teléfono.

– ¿Qué pasó Sonia?

– ¿Puedes hablar?

– Si… dime.

– Por favor prométeme que nunca le contaras esto a nadie. Necesito que me lo prometas.

– ¡No te preocupes! Te lo prometo.

Mi hermana que escuchaba mi parte de la conversación me preguntaba curiosa:

– ¿Y qué le estás prometiendo a Sonia?

– ¡Ah… una tontería! He visto como su novio ha salido de la casa cuando sus tíos están en el parque.

– Pensé que ya no eran novios… ella me dijo la semana pasada que habían cortado.

La dejé terminando la última oración y yo me fui a revivir esos momentos en la soledad de mi habitación. Esa experiencia con Sonia creo que fue la que me hizo adicto al sexo anal. Una semana después me dio a probar su conchita, pues ella misma había conseguido condones y quizá por eso me gustaba más darle por el culo pues no debería usar condones y ahora ella me admite que le encantaba. Meses después tuve mi segunda experiencia con una chica de nombre Ana, quien por las mismas circunstancias de que no quería salir embarazada esa primera vez me dio su rico trasero y creo que se me desarrolló una especie de fetichismo que siempre busco cogerme el culo de las chicas con quien he estado y que la mayoría de las veces he logrado.

La gata Sonia fue esa chica que me desvirgó y estuvimos cogiendo por varios meses. En las últimas pláticas por teléfono y en su recuerdo, cuando esto ocurrió ella ya había terminado con su novio Mauricio. No sé si me lo dice en una forma de hacerme sentir especial, pero ella me dice confesar que esa experiencia de sexo oral y anal fue la primera vez en su vida y me admitía que su primer novio la había desvirgado un par de años atrás, en una experiencia no muy grata o satisfactoria. Ahora ya adultos y como les repito que tenemos meses de habernos contactado y hemos hablado de muchas cosas pero siempre omitíamos esto y, es que Sonia también me admite que siempre le había gustado y que fantaseaba conmigo a pesar que sabía que nunca podríamos ser novios oficiales y es por eso que jugaba conmigo diciéndoles a sus amigas que yo era su verdadero novio y en esa plática su última frase fue esta: Me gustaba todo… todo lo que hacíamos y quizá me gustaba porque sabía era algo prohibido.

Nota:

La gata podría sonar como un sobrenombre despectivo, pero la verdad que en el idioma de Shakespeare (Kitty) gatita, le decíamos de cariño a Sonia, quien era una chica muy linda como ser humano y realmente bella y sensual como mujer. Creo que la comenzaron a llamar así por sus ojos que no tenían un color definido; a veces se le miraban verdes, miel e inclusive gris. Sus ojos eran almendrados con terminación superior achinados y tenía unas pestañas grandes y onduladas. Lo clarifico porque sé que en ciertos lugares del mundo les llaman gatas a las chicas del servicio doméstico o una mujer de la calle (prostituta) o loca. La gata Sonia fue mi loca y la loca quizá de otros, pero solo con los que ella quiso.

Final

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