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El día que la gata Sonia me desvirgó (Primera parte)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Todo comenzó como un inocente juego, pero a cada semana se elevaba el volumen del morbo o la pasión y de repente pasó: La gata Sonia me hizo vivir ese momento donde pensé estar en el paraíso en la primera experiencia sexual donde esta linda chica me desvirgó.

Ella llegó a vivir con sus primos para ese comienzo de la universidad pues solo les quedaba a veinte minutos caminando y solo se tenía que subir a un autobús si es que no quería caminar. Y ahora que he vuelto a comunicarme con Sonia me aclara otros detalles que había olvidado y que a pesar de que nos hemos venido comunicando por ya varios meses, como que intentaba evitar hacer plática sobre esta experiencia, pues ahora Sonia es casada, tienes tres hijos y dos nietos. Pero creo que el morbo siempre estaba ahí y, tarde o temprano lo recordaríamos.

Según recuerda ella, estaba comenzando su tercer año en la universidad y ella ya tenía un novio, quien tenía permiso de ir a verla a su casa. Su nombre era Mauricio, un tipo popular entre las chicas de su edad, pero también algo engreído… era conocido mío, pero no era en realidad mi amigo, pues también estaba unos años mayor que yo. Algunas veces los sorprendí en esos encuentros que tenían donde se besaban apasionadamente y Mauricio intentaba manosearla a placer. No era que yo me propusiera espiarlos, pero mi casa era de dos pisos y ellos se ponían en contra de la pared que dividía los terrenos y mi ventana de mi habitación estaba ahí. Creo que Sonia sabía que los espiaba.

Recuerdo en cierta ocasión que se besaban apasionadamente y solo veía que las manos de Mauricio estaban por debajo de la falda de la gata Sonia, cosa que me encendía y creo que esa vez me miró que yo la espiaba. Y es de esta manera que la bella Sonia se acerca a mí. Teníamos algo de confianza, pues su primo Marcos era uno de mis amigos cercanos y vivíamos como vecinos inmediatos y de hecho mi amigo me contaba en ese afán de excitarme de cómo de vez en cuando la espiaba cuando se vestía. Le sentía envidia a mi amigo, pues la gata Sonia además de tener una carita bonita, tenía un cuerpo fenomenal donde le resaltaban unas buenas tetas y un lindo y redondo trasero. La había visto en bikini, pues algunas veces vino a mi casa para alguna reunión de cumpleaños y realmente lo hacía fantasear a cualquiera, con ese tremendo trasero que se le veía. Tenía una altura promedia, pero sus piernas alargadas y bien torneadas la hacían lucir alta y por ese tiempo yo ya le había pasado en altura y me llegaba por encima del hombro.

Como dije, teníamos algo de confianza pues algunas veces me pidió que la llevara en la moto y me gustaba sentir sus pechos contra mi espalda y podía sentir ese calor de sus entrepiernas cuando me apretaba por la tensión de la velocidad. Por ese tiempo, ella comenzó a llamarme de cariño “muñequito” y con sus amigas me presentaba como su novio, aunque todas sabían que su verdadero novio era Mauricio. Lo mío con la gata Sonia comenzó con este inocente juego y comenzó a elevarse el día que en son de broma me cuestionaba de la siguiente manera:

– ¿Cuál de todas las chicas es la que más te gusta? ¿Ya has besado a alguna de ellas?

No recuerdo a quien le mencioné, pero le admitía que todavía no había besado a chica alguna. Y fue ahí donde comenzó todo el juego:

– Escucha bien, mañana no vayas al entreno de fútbol, quédate en casa y te voy a enseñar a besar. -me dijo.

– ¡Esta bien! -le contesté.

Obviamente me había dejado intrigado pues anteriormente me había ofrecido besitos y me había dado un caramelo al que llamábamos con ese nombre en ese mismo son de broma de cómo ella era conmigo. Los martes y jueves eran tardes de entreno y sus tíos y primos íbamos todos al parque pues el padre de Marcos era quien nos entrenaba. Ese día no fui al entreno y vi cuando todos salieron hacia al parque y minutos después salía Sonia y me hacía señales intuyendo que yo estaba viendo a través de mi ventana. Moví la cortina y me grita: ¡Tony… ven!

Salgo un tanto nervioso pues, aunque admito que soy un promiscuo, tengo la característica de ser tímido al principio. Recuerdo vestía un pantalón vaquero con sus típicas blusas desmangadas y abrí el portón con cierta desconfianza y llego hasta la misma pared donde en varias ocasiones he visto como Mauricio la besa y le pone las manos por doquier. Sabe que estoy nervioso y me dice:

– Tony, acércate que solo nos daremos unos cuantos besos… si es que tú quieres. ¿Quieres?

Verdaderamente Sonia siempre me había gustado, creo que por esos entonces era la chica más popular de la vecindad y no es que era solamente bonita, pero también se distinguía en los servicios comunitarios, eventos de la iglesia, era una chica universitaria, con una reputación intachable de quien creo solo era yo el que sabía de esos encuentros furtivos con su novio en turno. Nunca me imaginé que tuviera esa oportunidad de besarla y recuerdo que se me acercó con la seguridad de una chica de su edad y me dijo que la besara. Fue un beso tímido de piquito y luego ella continuó con un segundo mordiscándome tiernamente los labios y cuya sensación era como una descarga eléctrica que me acariciaba los huevos.

Pasamos de ese mordisqueo pues Sonia me invadió la boca con su lengua y sentí un sensación rica que con desesperación quería que lo volviera hacer. Ella me sonrió con esa mirada picara y sensual y me preguntó:

– ¿Te gusta?

– Si. -le dije con una voz quebrantada.

– ¿Quieres más?

– Si. -le repetí.

Me dio unos dos o tres besos más que también fueron mas prolongados y aquello culminó con una erección que no pude evitar y que Sonia sintió inmediatamente diciendo.

– ¿Estás excitado?

– ¡Creo que sí! -le dije mientras se sonreía.

– No solo eres tú… también a mí me has excitado. Tony, tienes unos labios muy ricos, pero vete para tu casa. Otro día ensayamos con otros besos.

Realmente no sé cuanto tiempo fue, pero me fui excitado para mi casa con esa mínima experiencia que no pude dormir toda la noche pensando en ello y con la idea que habría otro día más así. La próxima semana un día antes la gata Sonia me había dado la señal y nuevamente cuando sus tíos y primos se fueron, ella volvía a llamarme por la ventana. Ese día llevaba una falda por sobre encima de la rodilla de tela denim y de color azul y una blusa blanca escotada donde le podía ver una buena porción de sus dos ricos melones. Para ese tiempo no imaginaba lo que se me venía, pues en mi mente solo pasaban esos besos que me excitaron una semana atrás.

Nos acercamos y esta vez ambos nos besamos y desde el principio había sido un beso prolongado. Esta vez la gata Sonia me besó en el cuello y me mordiscaba los lóbulos. Ella vio mi excitación pues ella misma me hacía saber que notaba cómo mi piel se erizaba y lo hacía más agresivamente hasta que me desabrochó algunos botones de mi camisa de uniforme y me comenzó a mamar los pectorales y obviamente fue una sensación única y muy placentera. Volvía con los besos y regresaba a besarme el cuello y los pectorales y me halaba las tetillas con sus labios. Con esa mirada linda y sensual me preguntaba:

– ¿Te gusta?

– Si. -le decía.

– ¿Estás excitado?

– ¡Creo que sí! -le volví a contestar.

– Mira. -me dijo haciendo una pausa y continuó. – Nunca vayas a decirle a mi primo nada de esto… si me lo prometes, te prometo que haremos cosas más ricas. – me dijo.

– ¡Te lo prometo! – le contesté.

La verdad que para esa época solamente sabía lo básico de lo que era una relación sexual. No tenía idea del preámbulo, de los juegos previos, ni nada de eso. La pornografía era un tabú y estoy hablando de una época donde la televisión era limitada a ciertas horas y obviamente no había internet y el conseguir un condón era una especie de odisea. Sonia sabía que era un chico tímido, ella me tenía ahí casi inmóvil, inerte… congelado a cómo reaccionar. Intuyendo esto, ella al besarme lo lóbulos me decía al oído:

– ¡Se te ha parado tu cosa! ¿La puedo tocar?

– Si. -le dije.

– Tony, también te doy permiso a que me toques lo que tú quieras. -Me dijo.

– ¡Está bien! ¿Todo lo que yo quiera? -Repetí.

– Si… pero recuerda; esto no tiene que saberlo nadie.

Ella me sobó el pene tomándolo sobre la tela del pantalón mientras nos besábamos y cuando pude, bajé mis manos debajo de la falda y recorrí su entrepierna hasta llegar a sus calzones color blanco que estaban calientes y húmedos. Primera vez que tocaba una conchita y por las orillas del calzón podía sentir algunos vellos. Quizá mi maniobrar por falta de tacto o experiencia fue algo tosco, por no decir bobo. Sonia seguía provocándome con sus palabras al oído:

– ¿Qué me quieres hacer?

– ¡Me gustaría estar adentro de ti! -se me ocurrió decir.

– ¡A mí también Tony, pero será otro día con más calma! ¿Quieres besarme los pechos?

No me había atrevido, aunque los tenía con una buena porción de ellos expuestos para mí. Hice lo mismos que ella había hecho al mamarme los pectorales, pero por sobre encima de sus pechos sin llegar al pezón que estaban protegido por su brasier. A sabiendas lo ignorante que era en estos trotes del preámbulo sexual, fue ella quien me lo propuso:

– ¡Desabróchame el brasier! ¿Quieres?

– Si. -le contesté.

Me develó sus dos redondos pezones los cuales estaban erectos por la excitación del momento y no me tuvo que decir que hacer y me abalancé a mamarlos como un bebé. Tanta era su excitación que mientras le besaba los pezones me pidió que le tocara su sexo. Ella me dirigió con sus manos y esta vez hizo de un lado su calzón y me pidió que le tocara su rajadura y me pidió que le masajeara el clítoris. Obviamente ella no uso esos nombres, solo me indicó dónde y cómo. En esa posición parados en contra de la pared, he sentido ese temblar de sus piernas, Sonia ha jadeado mordiéndose los labios y me ha pedido que le inserté mis dedos en su vulva. Suspiraba sobre mi hombro, su respiración era profusa, agitada y su rostro sudaba y estaba sonrojado. En ese momento no sabía lo que había vivido Sonia, pero luego me vuelve a decir al oído:

– ¡Que rico estaba! La próxima semana lo haremos como tú quieres… debes venir preparado. -me dijo.

Me he quedado con la excitación y me he tenido que aguantar una especie de dolor en el vientre, pero todas aquellas imágenes del momento que vivía con Sonia, eran más fuertes que ese dolor. Llegué a mi casa con el olor del sexo de la gata Sonia y realmente no me lo quería quitar de mí… me gustaba ese olor y de hecho fue la primera vez que saboreé los jugos vaginales. Mi calzoncillo estaba empapado de este líquido seminal y nunca había visto algo así, pues la primera vez que nos besábamos vi la humedad, pero en esta ocasión parecía que me había orinado. Me bañé pensando en ese momento y soñando que llegara ese día y ver sí Sonia verdaderamente cumplía su palabra. La semana pasó como si no hubiese pasado nada… creo que nadie en su familia nunca sospechó y yo cumplí siempre mi palabra, pues nunca le conté nada de esto a su primo quien era uno de mis amigos más cercanos.

Continuará…

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