No sé cómo llegué a esto.
No soy buena para el sexo, nunca fui así. Mi marido se queja ya de hace mucho tiempo.
Poco me excita cosas de este tema.
Mi marido me invita e inventa cosas suaves y nuevas para meterme y volver a ser como era cuando estábamos de novios.
No soy una pinturita ni modelo, pero tengo mis cosas bien puestas, gracias al deporte y al gym, y soy muy simpática. En mis tiempos modelé para un diseñador de vestuario de la zona y fui Miss Playa a los 17 años. De esos entonces me mantengo activa deportivamente. Pero para el sexo me convertí en una monja, cosa que a mi marido le revienta.
Vivimos en un condominio, y tenemos unos vecinos muy entretenidos y de la misma edad, promedio de 48 años.
Ellos tienen 2 hijos, ella de 27 y él de 22. Él no alcanzó a salir de 4° medio y tuvo que ser papá. Papá a los 17 años.
Yo lo conocí cuando tenía 3 años, un mocoso tranquilo, gordito y bien educado. Siempre fue muy cortés con todo el mundo. Y siempre fue bueno para comer y malo para salir. No tenía amigos, se lo pasaba en casa estudiando y tocando guitarra.
Le conozco casi todo, como hombre, en su recién adquirida juventud, nunca se preocupó de su forma de vestir y de arreglarse, hasta ahora. Es un padre presente, pero no viven juntos. Los abuelos se encargan de su hijo. Él se dedica sólo a sacar su carrera.
Con esto de ser papá a la fuerza, empezó a cuidarse más de su persona. Aprovechó de las redes sociales para estar en vitrina. Empezó a adelgazar, hacer ejercicios, dejarse el pelo largo, barba de Dalí y sus vestimentas mejor producidas.
Yo lo seguía mirando como el buen hijo de mis vecinos.
Ya hace 12 años que algunos veranos hemos salido todos juntos de vacaciones, alojando en el mismo techo. Siempre lo hemos pasado muy bien todos juntos.
A pesar que vivimos al lado, no nos vemos siempre, él está estudiando en la U, sino encerrado en su habitación.
El día que detonó en mí, esas ganan de volver a interesarme en el sexo, fue cuando estábamos en verano, todos en unas de las cabañas junto a la piscina, y Martín me muestra de su celular, unas fotos nuevas que había subido a Instagram, con un look que no le había visto. Entonces, empiezo a ojear sus fotos, y realmente se veía bien; lentes, pelo largo al viento, camisa, jeans y con vista al inmenso mar, con vista perdida. Realmente bellas las fotos y bien macho el modelo. Pero eso no era nada para detonar en mi lo tenía tan perdido.
La cosa fue cuando, por error, cerré la carpeta donde estaba viendo. Entonces, quise volver a buscarla, y me metí a otras, y me encuentro con unas muy eróticas. Quise soltar el celular pero iba a ser delatada. Entonces hice como que estaba viendo las que él me pasó.
Y al seguir investigando, vi varias otras fotos muy eróticas y una casi desnudo, dejaba ver un gran bulto bajo esa prenda. Al seguir intruseando, eran fotos de él, pero de otra cuenta de Instagram.
Me salí de todas esas carpetas y le devuelvo el celular, acompañando de muy buenos elogios de su nuevo look.
Ahí sentí el primer "clic" en mí. Pero no hice nada más. Al día siguiente, desperté con una sensación muy extraña, y mi entrepierna estaba bien húmeda.
Durante el día, en la oficina, analizaba el porqué de mi excitación. Y empecé a recordar algunos pasajes de un sueño con Martín. No fue tan claro, pero fue la razón. Y no quise seguir pensando en eso. Martín era el hijo de mi vecino, y yo le doblaba en edad.
Al llegar la hora de terminar mi jornada, esperé que se fueran todos y me quedé un poco más para averiguar ese Instagram que me hizo clic.
Al encontrarlo no pude ver las fotos porque era privado. Quise cerrar el tema hasta ahí. Pero la curiosidad me seguía incomodando.
Llegué a inventar una cuenta, busqué algunas fotos en internet y le puse "seguir" a Martín, y me fui a casa, entre ansiosa, caliente y arrepentida, por si esto me podía delatar.
Al otro día no hallaba la hora que fueran las 6 pm para estar sola y ver si había sido aceptada mi solicitud de amistad. Lo que no pasó ese día, pero sí al segundo.
Me hizo algunas preguntas y de ahí, iniciamos un chat. Y por supuesto me hice pasar por chica incógnita, todas mis fotos estaban sin rostro. Eso sí, me puse una edad superior a la de él y menor a la mía, un intermedio para saber si le gustaban más mayores. Y por suerte él quería adquirir experiencia en el sexo.
Los chats fueron más seguidos y muy fluidos y entretes, no había prohibición de temas, se notaba que quería a toda costa experimentar con mayores, decía que era muy interesante aprender de quienes ya saben entender el tema.
Él era más desinhibido con su cuerpo, y me pedía que yo fuera igual. Pero no podía sacar fotos de internet como las que él me pedía para enviárselas.
El tema me fue tomando por entero, llegué a sacarme fotos de partes mías, sin mostrar mis intimidades, a lo más, senos con ropa interior, piernas y entrepiernas con pantymedias. Y así nos fuimos soltando, hasta que me envía la foto que había visto en su celular, y me volvió a trastornar. Le comenté que era muy interesante y erótica. Pero no alcancé a terminar de alabar su foto, y me envía otra con toda su verga al viento, claro q no estaba erecta. Pero con eso bastó para imaginarme que aquello era prometedor y dotado, cosa que nunca me lo habría imaginado.
Aquí el "Clic" fue total!
Llegó el fin de semana, los chats se pausan.
El sábado nos cruzamos a la entrada de nuestras casas, y no supe cómo actuar frente a él, fui un montón de palabras sin sentido.
Al día siguiente, fuimos invitados al lado para una tarde entretenida de conversa. Martín con sus estudios, no participa mucho. Solo baja de su pieza a saludar y buscar algo de comida y bebida.
Y por supuesto que lo miro con otros ojos, más de incomodidad que de calentura, y que él no sabe que yo sé más.
Este chico me tenía ya bien loca y curiosa. Los chats se reanudaron al lunes siguiente. Él estaba más entusiasmado que yo. Así podía investigar con más facilidad. Hasta que llegó el día que me pidió una foto o video más sexual y erótica.
Nos fuimos los dos a la par con fotos. Yo me saqué el sostén y le mostré mis senos. Y él me los alabó. Luego él, me mostró sus pectorales, llegando a su pubis. hasta que él me muestra toda su verga más erecta.
Él, al igual que yo, estábamos calientes. Fue entonces, que puso su cámara y se filmó mientras se acariciaba su gran verga erecta. Fue cuando me tuve que tocarme suavemente mi conchita para bajar algo la adrenalina.
Esa noche fue la más terrible, porque llegué a soñar con esas imágenes, y anduve varios días pensando en todas las tonteras que estaba haciendo. Fueron sueños muy húmedos. Llegué a pedirle sexo a mi marido. Y eso sí que es extraño en mí.
Los chats los fui acortando hasta desaparecerme un tiempo.
En casa evitaba verlo.
Pasaron 2 meses y la situación en mi bajó a niveles casi normales.
Con esto de los retiros de dinero que dio mi gobierno, para ayuda por el COVID, el papá de Martín se compró un campo a 40 minutos, en pleno bosque nativo, y ha estado parando una cabaña. Martín lo ha estado ayudando algunos días.
Nosotros con mi marido, aprovechamos cualquier fin de semana largo para arrancarnos a unas cabañas cerca del campo, a 20 minutos, y lo hemos pasado a ver por el día, ya que no tiene aún habitaciones habilitadas, solo una carpa para 4 personas, bien equipada.
A dos semanas de navidad, nos arrancamos nuevamente con mi marido, a nuestras cabañas de arriendo, y pasamos a ver a mi vecino y su hijo Martín. Estuvimos un viernes los 4 hasta bien cerca de la madrugada. Después cada uno para su cabaña.
Al otro día, nos volvimos a juntar al medio día para un asado. Terminando de comer todos, suena el celular de mi vecino y le informa su señora que una de las casas que arrienda su suegro estaban entrando a robar. El suegro y su señora andaban en la capital visitando a sus parientes.
Mientras tanto, mi marido se ofreció para acompañarlo en su auto que es más rápido y además estaba sin materiales de construcción como el del vecino.
Y nos dejaron solos, Martín y yo.
El viaje iba a ser de ida y vuelta, siempre y cuando no se complicara.
A las 15 horas partieron los dos. Y nosotros quedamos ordenando. Luego fuimos a caminar al río, a unos 500 m de ahí, entre bajada y subidas, y entre bosques.
Yo traje toalla y traje de baño, pero todo quedó en el auto. Así es que fuimos solo a tomar algo de sol. Yo con mi vestido veraniego, mis tenis, pantimedias y mi ropa interior. A ratos salía fuerte el sol, a lo que Martín aprovechó de darse unos buenos chapuzones.
Y yo mientras miraba ese cuerpezote, se me venían las imágenes de aquel Instagram. No pensaba en nada más. Bueno, en verdad, se me pasaban miles de ideas de cómo agarrarme a este dulcecito. Pero el saber que nuestros hombres podían llegar en cualquier momento se me pasaba.
Como Martín se cuida su piel, llevó su bloqueador solar y por supuesto me ofrecí a echarle solo en su espalda. Después que él se echara en su cara, le dije que se acostara boca abajo en la toalla, y yo me encaramé encima donde termina su espalda. De a poco me fui corriendo hasta llegar a sus nalgas. Por primera vez siento partes semi íntimas ajenas en una de mis zonas erógenas. Cabalgué suavemente sobre esas nalgas, no sé si fue movimientos reales o fue una sensación mía. Cuando estaba a punto de decirle que ya estaba listo, Martín se da vueltas y siento su verga rosar mis nalgas. Y asustada me salí como un resorte. Pero eso me dejó hot, muy hot.
Estuvimos 1 hora más y emprendimos el retorno. Ya eran las 18 horas y aún teníamos algunos rayos de sol entre el bosque. Con la calentura que llevaba, camino arriba forcé un enredo de una rama entre mis piernas, a medio muslo, y le pedí ayuda a Martín que me salvara las pantimedias. Martín no dudó en arrodillarse y meter mano, sin antes pedir permiso. Sus instrucciones fueron muy delicadas y certeras. “Tía, debe separar más sus piernas, sino se van a romper, además no podré meter mi mano”.
Con esta frase me dejó más loca.
Al llegar a la cabaña, llegamos a sentarnos y a beber algo helado para refrescarnos. Nos quedamos en la mesa un buen rato. Ya estábamos con algo de alcohol en nuestros cuerpos, él con 3 cervezas y yo con 2 mojitos, esperando que llegaran los machos. Después del tercer mojito y su quinta cerveza, suena mi celular y mi marido me dice que deberán quedarse en la casa del suegro para cuidarla, y que al otro día compraban los materiales para reparar y reforzar las zonas dañadas.
El tema no me complicaba por quedarme sola con él, sino por todas mis cosas de aseo que no tenía en esos momentos, ni pijama.
Por lo tanto, quedábamos solo los 2, y tuve mayor motivo para hacer lo que tenía que hacer. Y di libertad a mi cuerpo. La calentura me llegó como un gran golpe.
Al cortar la llamada, le comenté los demás detalles a Martín, y teníamos que prepararnos la cena de hoy y el desayuno de mañana.
Nos pusimos a calentar carne que quedó del almuerzo, unas ensaladas y terminamos con más cervezas y mojitos.
Ya a las 10 de la noche, empecé a tocar el tema que a él le interesaba, según nuestros chats. Y a Martín le costó soltar el tema, pues él no sabía que yo era su nueva amiga del Instagram.
El tema no se dio como yo pensaba. Así es que pasaba al Plan B, hacérmela cansada y adolorida, para irme a acostar. Pero como la cabaña no tenía baño, había que ir al bosque, y a esa hora tenía que ir acompañada. Martín me acompañó algunos metros de ahí, y me separé solo un par de metros, pero a oscuras no se veía mucho. Al tratar de volver donde él, volví a fingir otro enredo. Martín entre risas se volvió a arrodillar, pero esta vez no preguntó nada, y metió sus manos más de lo que debía meter, rosándome varias veces mi caliente conchita.
Al zafarme otra vez, nos fuimos a la carpa muertos de la risa, tambaleándonos en cada árbol del camino.
Nos aseamos como pudimos antes de acostarnos, Martín me prestó una de sus poleras, que me quedó como camisón. Y abajo me quedé con mi ropa interior y las pantimedias.
Al tirarme a la colchoneta, me hice la adolorida de las piernas. Martín no dudó en ofrecerse para esos masajes que ya hemos probado años atrás. Pero esta vez estábamos solos, mareados, a media luz y lejos de cualquier parte.
Martín se posiciona a mis pies y me pone boca abajo, y sobre las pantys empieza a tocarme, suavemente desde las plantas. Yo de apoco me fui abriendo, a medida que los masajes iban subiendo.
Martín ya estaba solo con su short de baño. Y yo caliente al máximo. Cuando Martín llega a mis muslos, me sube la polera hasta la cintura y llega con sus masajes hasta mis caderas. No dije nada, pero me recorrió miles de corrientes en todo el cuerpo. Cuando llega a mi concha me abro de piernas y le doy todo. Me solté completamente. Antes que me moviera, Martín me empieza a amasar mis nalgas con ambas manos. Mi concha estaba a mil pálpitos por segundo, y totalmente mojada, traspasaba ya las pantysmedias.
Ahí no aguanté más y me di vueltas, quedamos mirándonos y me dice “Tía, perdone, no lo quería hacer”.
Y antes que terminara le digo:
– No te preocupes, que yo igual quiero. Y si tú no quieres está bien, me dejas a mi hacerlo todo. Pero de aquí no salgo sin probarte.
Y me voy en picada a su verga, que hace rato estaba que reventaba. Realmente estaba más grande que en las fotos.
Le saqué todo su short y lo dejé en pelotita, y para mi solita. Después de manosearlo bien y pasármelo por mis tetas, me lo eché a la boca. Ahí escuché la mejor pronunciación de mi apodo “Tía”, “tia”, “tía, que rico”.
Luego me pongo en 4 y le digo que me baje las pantimedias, y al verme con todo el culo parado, y toda mi concha brillante, me toca delicadamente y mete solo un dedo. Y me pide si puede besármela. Yo le digo que después será.
Lo tiré a la colchoneta boca arriba y empecé a cabalgarle bien marcada. Mientras le tomaba sus manos y me las llevaba a mis tetas. Cuando estábamos en esa, me dice “Tía, déjeme ponerme el preservativo, no quiero otro hijo”. Y a mí me salió lo de mami:
– “Martincito, no te preocupes, no me gustan esas cosas. Tú solo disfrútame”.
Y así fue toda la noche. A ratos dormitábamos, pero era siempre Martín quién despertaba primero y me movía como si fuese ya mi marido.
Varias veces fui despertada por él, tocándome mis partes o llevando mis manos a su verga.
Cuando ya empezaban a cantar los pajaritos, Martín me tenía clavada por atrás, o desde atrás, tipo cucharita. Y me dice:
– Tía, me dijo que me dejaría besarle su rica conchita. Me deja, si?
Yo le pregunté si sabía hacer el “69”. Y entonces nos pusimos en pose. Lo dejé que zaceara toda su curiosidad y su sed juvenil, lo hizo mejor que en esas películas triple X. Hasta que él me mueve, me da vueltas y me pone en 4, me vuelve a besar unos cuantos minutos más, con todas mis ranuras en su rostro. Él quería todo mi culo para él solo.
Después de acalambrarse su lengua, me agarra de las caderas y me clava otra vez, y vuelve acabar dentro.
Estuvimos hasta las 9 de la mañana en esos menesteres y nos levantamos. Aseamos y ventilamos la carpa. Mientras, Martín estaba haciendo el desayuno.
Nos sentamos y no nos dijimos nada de lo acontecido en la carpa, todo como si nada.
Ya a las 10:30 h, llama mi vecino y habla con Martín, y le cuenta que aún estaban allá, y que estarán de vuelta a las 16 h.
Cuando me cuenta Martín, no le creí, y le envío un mensaje a mi marido, y me responde lo mismo.
Enojada, le digo a Martín que me ayude hacer la carpa. Cuando llega ahí, lo estaba esperando en pelotas y con mi culo paradito.
Y estuvimos casi 2 horas más en nuevas posturas. Hasta que escuchamos unos “aló, aló”. Y Martín me dijo que era un vecino del campo, a quién le compraron su parte. Nosotros nos quedamos en silencio y clavados, pero el vecino no se iba. Vimos por una ventanilla y estaba escribiendo una nota. Dejamos que se fuera y seguimos con lo nuestro. Pero no pasaron 30 minutos y otra vez el “Aló, aló”. Nos volvimos a silenciar y esperar que se fueran.
Entonces, agarro de la mano a Martín y me lo llevo camino al río, ya había visto unos buenos lugares apartados y escondidos para estar tranquilos.
Llevamos toallas, bloqueador, y frazadas para tirarnos.
Y seguimos jugando al papá y la mamá.
Yo soy bien calladita en el sexo, pero estaba muy motivada con mi nueva carne tierna, y mis gemidos no tenían fronteras, al igual que Martín, no se quedó atrás.
Le prohibí que no me dejara de decir “Tía” en ningún momento, por 2 razones: 1 porque me gusta sentirme mayor infringiendo reglas tabúes. Y la otra, es para que no se acostumbre a decirme de otra manera y se le salga delante de sus papás o de mi marido.
Ya a las 15 h, jugando con el peligro, no parábamos de culear, estando cerca de la hora que habían dicho los machos que llegarían.
Y Martín me pide por última vez, que lo hiciéramos en el agua. No fue buena idea porque quedamos los dos adoloridos de nuestras partes comprometedoras, pero igual lo disfrutamos.
Subimos a la cabaña y mientras preparábamos el almuerzo, llegan los machos, dándonos todas las escusas del caso, como si a nosotros nos importara.
Por supuesto nos hicimos los tontos y les seguimos la corriente.
Las cosas que pasaron después no pararían.
Pero eso será tinta para otro papel.