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El padre desea a la hija y la hija desea al padre

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Rubén era un cincuentón, millonario, alto, moreno, con el cabello teñido de negro, y en buena forma para su edad. Su profesión conocida era la de abogado, pero durante más de veinte años fuera ladrón de guante blanco, cosa que solo sabía su madre y su hija Irma, una mulata preciosa, hija de una cubana, que fuera la segunda esposa se Rubén. Irma tenía ojos grandes y negros cómo la noche y sus medidas eran 92 - 65 - 90. Era abogada de profesión y cuando la ocasión se presentaba, ladrona de guante blanco, cosa que ni su padre sabía. Siempre dejaba una tarjeta de visita, en la que daba las gracias y que firmaba como: La Gata. La policía creía que era el Gato que había reaparecido y que se había cambiado el nombre para despistar.

Estaban Rubén tomando un café y unas pastas en el apartamento de su hija Irma, y esta le preguntó:

-¿Nunca estuvieron cerca de pillarte, papá?

-Cerca, no, me pillaron una vez. Quise robar a mi maestra para demostrarle que era mejor que ella y acabé pagando mi osadía.

-¿Qué pasó?

-Me violó.

-¡Ay va! Cuenta, cuenta. ¿Quién fue tu maestra?

-No te lo puedo decir.

La maestra de Irma fuera su abuela, la madre de Rubén. ¿Violaría su abuela a su padre? Si así fuera no le extrañaría. Ella estaba loca por su padre y si pudiera lo violaría. Le preguntó:

-¿Es de la familia?

-Puede, pero no insistas, no te voy a decir quien es.

-¿Hombre?

-No, mujer, y déjalo ya.

Había pasado una semana de la charla... Rubén vivía solo en su chalet de la sierra madrileña. El chalet tenía las mejores alarmas del momento, pero su hija sabía los códigos. Vestida con un traje negro de lycra de una sola pieza y con un gorro con antifaz a juego y unos zapatos de tacón alto y plataforma, del mismo color entró en el chalet y neutralizó las alarmas. Luego fue a la caja fuerte. Al abrirla salió un gas de ella que hizo que Irma se desvaneciera sobre la alfombra. Cuando despertó estaba amordazada y atada de pies y manos a una cama con barrotes de plata en los pies y en la cabecera. Era una cámara oculta. En las paredes había cuadros de Velázquez, de Goya y de otros pintores famosos, y copias seguro que no eran. Vio a su padre vestido solo con una bata roja. Tenía una cutter en la mano. Estaba sentado en el borde de la cama. Al presentir sus intenciones se revolvió cómo una gata rabiosa. Rubén, le dijo:

-Estate quieta que te puedo cortar a ti.

Rubén cortó la lycra con la cutter alrededor de su teta derecha. Estaba tan aprisionada, que al llevar cortada las tres cuartas partes ya la teta salió como una isla cuando nace de debajo del mar. Rubén, acariciando la areola negra y el gordo pezón con el dorso de su dedo medio, le dijo:

-Así que tú eres la famosa Gata.

Irma ladeaba la cabeza haciéndose la víctima.

-Y aún lo niegas.

Le lamió el pezón y le chupó la teta succionando sobre la areola. Irma levantaba la pelvis y la movía hacia los lados. Hacía que se revelaba. A Rubén aún lo calentaba más. Iba a violar a la ladrona por querer robarlo y nada ni nadie se lo iba a impedir. Cortó alrededor de la otra teta y salió de su prisión. Rubén las miró, acarició los dos pezones y las dos areolas con los dorsos de sus dedos medios, y le dijo:

-Tienes unas tetas preciosas. Mira que vi tetas en mi vida, pero estas son las mejores. Lamió el pezón de la otra teta cómo hiciera con anterioridad chupó succionando sobre su areola, después chupó y lamió alternativamente una y la otra. Irma seguía fingiendo que se revelaba. Pasados más de diez minutos, cuando se hartó de tetas, le dijo:

-No te muevas que si te mueves te puedo hacer daño.

Empezó a cortar con la cutter el hueco bajo el que estaba el coño. Cortó por arriba y dejó su monte de venus al aire con su vello negro y rizado, luego cortó por los lados, y al final dejó el coño y el ojete al descubierto. Le dijo:

-Preciosa visión. Deben estar deliciosos, tanto el coño cómo el culo.

Irma se retorció y volvió a hacerse la ultrajada, Rubén, le dijo:

-¡Te voy a comer viva Gata!

Irma no paraba de fingir. Se sacudía, movía la cabeza hacia los lados..., pero su coño la delató. Ya que los jugos comenzaron a fluir de él y mojaron el ojete. Rubén los vio, le lamió el coño y le salió la lengua pringada. Los saboreó, y le dijo:

-Estás más cachonda de lo que jamás pensé que te iba a poner, Gata -siguió lamiendo-. Delicioso, tienes un coño delicioso y precioso.

En verdad lo era. Tenía un clítoris con un glande cómo un guisante. Sus labios gordos y rosados estaban abiertos y se veía la vagina abriéndose y cerrándose. Cuando Rubén lamió y le dejó el coño limpio de jugos. Irma, levantó la pelvis, y esta vez no fue para revelarse, fue para sentir la lengua de su padre sobre su clítoris... Se la apretó sobre él. Irma movió la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo buscando el orgasmo y poco después lo encontró. Se corrió soltando un chorro de jugos al que siguió una pequeña cascada mucosa que Rubén se tragó. Después le dijo:

-Me muero por ver tu cuerpo desnudo.

Cogió unas tijeras que ya tenía sobre la cama y cortó la lycra de los brazos por un lado, la de las piernas por el interior de los muslos y al final desde el agujero que hiciera para el coño hasta arriba. Irma quedó totalmente desnuda, Rubén, exclamó:

-¡Tienes un cuerpo increíblemente bello, Gata!

Se quitó la bata. Tenía un empalme brutal. Le levantó las nalgas con las dos manos, le metió la polla hasta el fondo y la folló a lo bestia hasta que el coño de su hija le apretó la polla y se la bañó con una corrida espectacular... Rubén le llenó el coño de leche. Después le volvió a lamer el coño. Irma, al principio se quedó quieta, era cómo si no creyese lo que le estaba haciendo, por lo sucio que era, pero pasado un tiempo, gimiendo, movió la pelvis alrededor, de abajo a arriba y de arriba a abajo hasta que de su coño volvió a salir un chorro de jugos que le pringó la cara a su padre, después de su coño salió una cascada de jugos que Rubén se volvió a tragar...

Sin darle tiempo a recuperarse, la cogió de nuevo por debajo de las nalgas, la levantó y su lengua le hizo un trabajo en el ojete que acabó por volverla loca, tan loca, que cuando su lengua dejó de entrar y salir de su ano y le metió la polla en él, antes de llegar al fondo, se corrió cómo una fuente. Con los jugos de la corrida saliendo de su coño la folló con ímpetu, Irma, se retorcía con el placer que estaba sintiendo. Al rato, se la quitó del culo y se la volvió a meter en el coño, y del coño se la llevó a la boca. Con la mordaza no podía mamar. Le preguntó:

-¿Quieres mamar, Gata?

Irma asintió con la cabeza. Rubén le quitó aquella especie de bozal y le metió la polla en la boca. Irma ya no se cortó, se la mamó bien mamada... Le puso los huevos en la boca y se los lamió y chupó con ganas. Rubén, al ver lo perra que estaba, se arriesgó:

-¿Si te suelto no me arañarás, Gata?

Irma negó con la cabeza. Rubén le soltó los pies y las manos, Irma empujó a su padre, le puso el coño en la boca, Rubén se lo comió... Le puso las tetas y se las mamó, luego cogió su polla, la metió en el coño y lo cabalgó al paso al principio, al trote después y acabó al galope, lo que hizo que se acabaran corriendo los dos y las corridas se juntaran dentro de su coño...

Al acabar, Irma, hizo algo que si no fuera por el anonimato no haría, puso su coño sobre la boca de su padre, lo abrió con dos dedos y dejó que todo lo que tenía dentro cayese en su boca. Rubén, lamía y tragaba, Irma, se puso tan cachonda que cuando ya no quedaba nada dentro le quiso dar más. Lo volvió a cabalgar cómo antes, al paso, al trote y al galope, solo que esta vez su montura era la lengua de su padre. Acabó corriéndose cómo una loba. El primer chorro cayó sobre la frente de su padre, los otros, cogiéndola por la cintura, ya se encargó Rubén de que cayeran dentro de su boca, después, Irma, lamió los jugos de la frente de su padre, que le dijo:

-Eres increíble, hija.

Irma, besó a su padre, y después, sonriendo, le dijo:

-Sabía que sabías que era yo. ¡Lo sabía! -se quitó el gorro con el antifaz-. ¡Gamberro!

-Putita.

-Si, putita, putita, putita, -le dio un pico-, tu putita.

La noche fue larga, muy larga.

Quique.

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