Luego de enterarme de la infidelidad de quién creí sería el amor de mi vida, escapé de esa ciudad y terminé trabajando en un servicentro poniendo bencina en los autos.
Uno de esos días en los cuales el calor azotaba terriblemente, lo conocí, alto, moreno, de ojos oscuros. De inmediato llamó mi atención, sin embargo, el recuerdo de mi amor me atormentaba y me hacía sentir como si yo fuera la infiel por solo sentir atracción de un desconocido. Su voz me sacó de mis oscuros pensamientos.
-hola ¿eres nueva? – dijo gentilmente, y sonriendo.
-Sí – respondí lo más rápido posible. Su presencia hacia que mi cuerpo sintiera cosas que pensaba extinguidas.
Enredarme en pormenores es perder el tiempo, ambos sentíamos lo mismo y no tardamos en comenzar a salir, el mundo parecía más colorido y alegre, su compañía me hizo olvidar el dolor, las penas y la decepción, nunca acepté este hecho realmente, hasta esta noche que escribo para no olvidarlo.
La primera vez que nos besamos fue más bien un accidente premeditado y diseñado para causar estragos en mi interior, sus labios danzaban al ritmo que lo hacían los míos, sus brazos me sostenían firmes y seguros de que a dónde íbamos, seguramente nos perderíamos entre la pasión que sentíamos, pero no fue así, fue solo un beso.
Respeto mi desequilibrio emocional y me apoyo en mi proceso de sanación, así cuando lo bese por segunda vez estaba lista para que sus manos expertas, hicieran arder el fuego que se había extinguido, sus manos tocando mis senos y mis caderas, sus labios pegados a los míos. Podía sentir como la temperatura de nuestros cuerpos subía, no dude en bajar y practicarle sexo oral, comencé lamiendo desde el tronco hasta llegar al glande y poner todo su miembro en mi boca, sus gemidos me excitaban y cada vez que penetraba mi boca sentía como su miembro crecía. Era inevitable, cuando por fin creí que tendríamos sexo, él me detuvo y dijo:
-Ahora es tu turno, espero lo disfrutes.
Su modestia era simple ironía, su lengua se pegó a mi clítoris y cada vez que sentía venir el orgasmo se detenía y metía suavemente sus dedos retrasando mi orgasmo. Cuando ya sentía explotar mi cabeza y mis caderas, me penetró, no podría describir la sensación de plenitud. Sus caderas firmes y fuertes, me embistieron duro. No tardamos mucho en acabar en uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida.
Bryan fue mi chico salvavidas y aunque éramos compatibles en muchos sentidos, y nos disfrutamos mutuamente, nunca olvidé mi amor del pasado y eso terminó por hacer fracasar la que posiblemente hubiera sido una candente relación.