Debido a contratiempo con los niños y el estorbo de su esposo, no pudimos coordinar rápido un segundo encuentro con Silvia. Le pedí que no se depile su sexo, me gustaba peludita y que cuándo tuviera relaciones con su esposo me avise para pensar en ella. Estuvimos en constante contacto por WhatsApp durante dos semanas, le reclame por qué no me aviso cuando cabalgaba al marido. Silvia solo mando una carita triste y dijo que no lo hizo porque no han tenido relaciones… Y es “normal” pasar semanas o meses sin tener nada.
Los viernes eran los días en la que ella dejaba los niños con su ex-esposo y podía dejar al ahora su esposo en casa mientras ella se iba de “compras”, “al templo” o pasear por allí. No sé si estas salidas le iban a dar problemas, pero recién iban a ser dos veces que nos veíamos. Supongo que ella tenía bien claro cómo hacer sus cosas y que decir en casa. De mi parte, nunca me ha gustado meterme con alguien casada pero siempre he tenido el morbo de estar con una. Silvia siempre fue mi fantasía y ahora más que nunca era una delicia en la cama, dispuesta a todo.
Acordamos que viernes 7 pm era el mejor día y hora para vernos. Sus hijos se quedaban con su ex y el esposo en casa. Para mí también funcionaba genial porque podía ir a casa tomarme un baño e ir a verla. Hubo días pasados donde ella quería darme mamadas pero yo no estaba limpio, ella solo sonreía diabólicamente porque parecía no importarle pero nunca la deje hacerlo.
Llego el día para vernos y ya con sabiendas del código de la puerta, entré al edificio sin problemas. Silvia tenia indicado que hacer aparte de dejar sin llave la puerta de su apartamento. Al entrar, las luces estaban apagadas excepto por una luz tenue de una lámpara en la sala. En la cocina totalmente desnuda, Silvia tenía la barriga sobre la mesa mirando con dirección a la ventana, con los pies en el piso, pero con el culo levantado. No hizo ningún movimiento cuando entré, portándose como una niña buena.
Días antes había pasado por una tienda para adultos y compre unos juguetes para usarlos con la vieja culona. Jalé una silla para apreciar con más calma lo rico que se veía su sexo velludo, su ano virgen y las curvas de sus blancas caderas. Silvia no se movía ni se quejaba de estar en esa posición luego de más de 10 minutos. Solo se escuchaba agitada respiración por la ansiedad de si le era permitido hablar, voltear o cambiar de posición. Me pare para acariciar con una mano el interior de su muslo…
– “¿Quién eres?” –Le pregunté suavemente.
– “¿Tu puta.” –Respondió Silvia temblando a causa de mi delicada caricia.
Mi puta se notaba nerviosa a la idea de que alguien la viese por la ventana estando las cortinas abiertas. Su apartamento estaba localizado en un segundo piso el cual no estaba junto a otro edificio, pero la ventana de su cocina daba a un jardín que a su lado tenía el estacionamiento de otro complejo de apartamentos. Es posible que, en horas de la noche, alguien en la calle podía ver dentro de los apartamentos siempre y cuando las luces de adentro estuviesen prendidas. En este caso las luces estaban apagadas pero una luz blanca de la calle se filtraba por la ventana y la cara de Silvia podía ser vista si uno mirase con atención.
La mesa donde Silvia reposaba era cuadrada y pequeña dándome fácil acceso a todo su cuerpo. Pegué mi cuerpo por detrás y reposando todo mi peso comencé a besarle el oídio derecho, un acto que la llenaba de locura. Ya con una erección, mi pene presionaba sus nalgas con mucha presión e intensidad. Ella comenzó a gemir de placer y mover rápidamente sus piernas como si fuese a eyacular. Me separé y le di dos palmadas que la hicieron gritar y después reír levemente. Me gusto que se sintiera como una puta dominada, dejándome el control de la situación. Le indique que repose su mejilla izquierda sobre la mesa para luego me vea pasar con un brazalete con tirantes largos para atarle las manos las cuales agarraban el borde de la mesa.
Posicioné a esta tremenda mujer en medio de la mesa para luego ponerle un brazalete en cada muñeca y amarrarlas a las patas del mueble. Lo que Silvia no se esperaba es que también le amarrase sus dos piernas, dejando su pelvis al aire para un fácil acceso. No hubo quejas ni titubeos, las órdenes fueron seguidas sin reparos.
Mientras sacaba los juguetes sexuales, iba pensando que Silvia siempre se jactó de ser una mujer que no hacía mucho escándalo cuando tenía relaciones sexuales. Que alcanzaba el clímax con eyaculación serenamente para que los vecinos o sus hijos no la escuchasen. Eso me hizo en dejar a un lado el tapón de bocas que había comprado. Ya con todos los juguetes en el counter de la cocina, me senté otra vez para hacerla esperar y que su curiosidad crezca al escuchar los diferentes ruidos de las cosas metálicas y de plástico hacían al tocar el granito. Además del sonido de la vibración que el consolador de 8 pulgadas.
Con una pluma de látigo acaricie el ano y vagina de mi puta. Esta era una nueva sensación para ella que nunca su ex y menos su ahora esposo habían usado. Silvia me dijo una vez que su ex le pidió algo pero que ella se negó hacerlo. Nunca supe que fue lo que le pidió pero de lo que si se, es que ella nunca había usados juguetes a parte de un pequeño vibrador. Después de cosquillear su ano y sus zonas erógenas de la pierna y pelvis, le metí suavemente la lengua a su culo para hacerla saltar del placer.
-“¿Por qué no has tenido sexo con tu marido?” –Le pregunté usando esa palabra que la hacía sentir puta.
-“Porque Mark no me lo pide.” –Respondió resentida.
Le metí una palmada que le sacó un grito de “AYYY”, con dolor, pero gozando la quemazón.
-“Si no te pide, toma la iniciativa y cabalga su pinga”. – Respondí mientras preparaba el consolador.
-“Necesita pastillas para que se le pueda parar.”-Contestó apretando los glúteos esperando otra nalgada.
Agarré de sus cabellos y tirando su cabeza para atrás le susurré a oído:
-“Con solo ver tu boquita, a mí se me para putita…” –Le dije dándole una palmada a su vagina.
Silvia necesito más tiempo para recuperarse de ese nuevo y rico dolor, y aun más de la vergüenza que los vecinos hayan escuchado tremendo grito. Conociendo a Silvia, trataba con todas sus fuerzas suprimir gritos de dolor o de placer. Esa actitud quizás venia por alguna razón psicológica que debió a ver pasado o simplemente de lo estricto que creció con la Fe mormona. En todo caso, yo quería hacerla gozar y delirar de placer, quería que se descubra a ella misma y disfrute los placeres sin tapujos o el que dirán. Silvia era buena para dar consejos, pero ella misma no los cumplía, eso era la causa de mi fascinación y morbo de poseer su cuerpo.
Con vibrador en mano y mi lengua en su rosadito ano, Silvia gemía desesperadamente tratando de fugar su cuerpo de la intensidad del placer. Amarrada a las patas de la mesa, mi puta no podía escapar, detener o controlar sus orgasmos. Silvia no para de venirse, dejando su peludo sexo manchado de blanco por sus jugos. El juego de mi lengua y la vibración del consolador en su clítoris hacia que la vieja pierda el control total, soltando gritos y gemidos que todos sus vecinos escucharon.
– “Por favor… tápame la boca”. – Pidió Silvia durante los últimos orgasmos.
– “Tápamela… te lo suplico”. – Dijo la vieja sin aliento mientras le temblaba todo el cuerpo.
Después de 4 venidas y su musgo blanco chorreando en el piso de la cocina, decidí detenerme. Todavía sensible al tacto y totalmente agotada, unte 3 dedos en su sexo peludo para luego ofrecérselo que se los comiera. Silvia chupó y se comió todos los jugos de mi mano y con una sonrisa en mi rostro le dije:
– “¿No tan silenciosa ah?”.
Avergonzada de tal show, limpié su sexo y quité los brazaletes que la ataban a la mesa. Silvia estaba débil de piernas por estar en esa posición por mucho tiempo y más con los problemas de su pierna, le costó caminar. Ayudándola a caminar la lleve a la cama dónde se echó boca arriba con las piernas cerradas.
– “Ahora vuelvo”. – Le dije con una sonrisa pícara antes de salir de la habitación.
Me fui a limpiar rápidamente lo sucio que había dejado el piso, pero al mismo tiempo dándole un descanso y oportunidad de sacar otros brazaletes. Al regresar al cuarto, Silvia seguía con las piernas cerradas, pero las abrió con una media sonrisa cuando le enseñe lo que llevaba en la mano. Amarré cada mano y pierna de cada lado dejándola con las patas y brazos arriba en forma de ‘V”. Limpie otra vez su sexo peludo para luego ir a darme un baño.
Silvia esperó por 15 minutos mientras me duchaba, ella se merecía ser castigada por hacerse la pura y honesta. Sabía que le gustaba los castigos que le daba. También la excitaba ver mi lado erótico y oscuro, era nuestro secreto que ambos fuésemos un poco depravados.
Llegué desnudo a la habitación con una erección que fue aprobada con la mordida de labios de mi puta. Silvia no me había visto que le había tomado fotos durante la sesión de la cocina por estar de espaldas. Ahora estando de frente se dio cuenta de mis tomas con el iPhone. Antes que dijera algo, le dije que eran para verlas los dos juntos. No dijo nada solo suspiro con preocupación cuando lo puse con dirección a su rostro. Traje su cuerpo al borde de la cama para luego comerme su sexo. Puse mi pene duro y gordo en la boca de su vagina y mirándola me di la vuelta. Siempre soñé con hacer un 69 pero nunca con ella abajo.
– “¿Sabes que te toca hoy no?”. –Pregunté con voz firme y posicionando mi glande rozando sus labios.
– “Lechita”. –Dijo la muy puta pasando la lengua y esforzando por tomar mi pene con su boca.
– “Mírate como te gusta mi pinga, bella”. –Usé el sobrenombre que usaba antes.
Silvia se miraba en la pantalla del celular como buscaba comerse mi pene con ansias que solo la ponían más candela. Bajé un poco mi torso para que tenga mejor acceso a todo el pene y mis bolas. Su vagina peluda estaba riquísima pero cada vez que sentía algo rico, paraba de chuparme. Quería que se la coma toda y se trague las dos semanas de espera.
Me di la vuelta para mirarle la cara, darle un beso apasionado y comenzar a follar su cara. Al comienzo tenía su rostro entre mis piernas y dándole cachetadas apasionadas indicándole que me mire a los ojos mientras se la comía. Era imposible que se la comiera toda en esa posición, así que tire mi cuerpo hacia adelante para en posición de misionero, pero en vez de penetras su sexo, penetraba su boca.
Mi puta luchaba por no atragantarse y vomitar en el acto, con un ruido que hacia su garganta que excitaría a cualquiera, hasta el impotente de su esposo. Por momentos a Silvia le faltaba el aire y ponía su cabeza de costado para tomar aire, sacándose mi verga de su boca. No tenía ni pies ni mano para sacarme de su boca, no tenía escapatoria… Se la puse devuelta en su boca y dejé caer todo mi cuerpo en su cabeza, empujando más a fondo el pene en su garganta. Mi puta respiraba como podía mientras las envestidas venían cada vez más rápido, su baba mojaba todo mi pelvi cubriendo su rostro con saliva blanca y burbujeante. Con los ojos cerrados y sin salida, la vieja seguía tragándome como sea y los sonidos de garganta se convertían más profundos y por momentos alarmante. Agarrado del cabezal de la cama, tomaba fuerzas para empujársela más y más. No la dejaba respirar, mirarla en esta posición me excitó demasiado y no tardaría de venir dentro de su garganta reposando todo mi cuerpo y empujándosela hasta que sus labios besaran la base de mi pene.
– “Tómatela toda puta!”. – Le ordené. –“Sino no me muevo!”
– “Gup… Gup”. –Se escuchaba desde Silvia.
– “Ohhh… Silvia!!!”. – Dije en voz alta para que los vecinos me escuchen y que Silvia vea lo que me hace sentir (Siempre le gusto verme disfrutar de su cuerpo).
Me salí de su garganta y tumbé a su lado. Agarre el teléfono que seguía grabando el video y enfoque su cara. Ella no podía ver nada por toda la saliva que tenía en el rostro y no poder abrir los ojos. Puse el teléfono a un lado para después quitarle las cuerdas que la ataban. Silvia estaba agotada, con lágrimas y los ojos rojos después de despejar la neblina. La dejé descansar en la cama con el rostro limpio y preparé la batea con agua caliente. Regresé por ella y nos metimos para bañarnos sentados en el agua caliente. Le lavé su rostro, su sexo todavía un poco frágil y el resto de su cuerpo. Sus tetas estaban erectas y duras. Cuando estábamos juntos siempre tenía una mano en uno de sus senos. Eran pequeños, pero bien formados. Ahora con la subida de peso, estaba más redondos y nada caídos. Nos quedamos sentados riendo y besándonos sin movernos mucho para que pueda recuperarse. Estando su espalda en mi pecho, volteó a verme…
– “Eres terrible niño”. – Dijo sonriendo Silvia al notar otra vez mi erección.
– “No eres mi puta, sino mi perrita”. Le dije dándole un beso pausado y con lengua.
– “Guau, guau”. –Exclamó Silvia imitando el sonido de un perro.
Los dos no echamos a reír…