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El taller de mi suegro
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Tiempo de lectura: 4 minutos

El día de mi 18 cumpleaños tuve una doble celebración, por el mediodía con mis padres y hermanos y por la noche con mi novio y sus padres.  Cuando terminamos está última, el padre de mi novio se ofreció a llevarme a casa, ya que vivo a unos 10 kilómetros de distancia.

Una vez en el coche y ya alejados de la vivienda, mi suegro, que tiene 42 años me sorprendió diciendo "¿el soso de mi hijo no te ha follado hoy?". Yo no sabía que contestar y entonces él me miró y se puso a reírse y me dijo "vamos a parar en ese terreno oscuro y soplas una buena vela gorda". Yo no sabía todavía qué decir cuando él paró el coche en el lugar que había dicho y me preguntó si quería o no.

Yo, la verdad es que estaba como hipnotizada pero le pregunté si su hijo se enteraría y él dijo que lógicamente no. "Venga, vamos" le contesté y tras ello le advertí que iba a ser la primera mamada de mi vida. "Realmente mi hijo es soso" dijo riéndose mientras se bajaba el pantalón y los bóxer y dejaba al descubierto un enorme pene todavía flácido rodeado de una espesa mata de pelo.

"Venga zorra, chúpamela" me dijo y como si esa fuera la señal convenida yo agaché mi cabeza y me introduje la polla en la boca y ésta empezó a ponerse dura y a alcanzar un tamaño considerable. Yo chupaba tal y como había visto hacer en algunas películas porno y no debía hacerlo muy mal pues mi suegro gemía de placer y a los pocos minutos anunció que iba a correrse.

Yo fui a sacar la polla de mi boca y apartarme, pero él me dijo "qué haces guarra, eso se traga". Al tiempo me sujetaba la cabeza para que no pudiera apartarla, yo le hice un gesto de que no era necesario y me soltó en el momento que un gran chorro de espesa leche caliente entraba en mi boca y yo me la iba tragando.

Mi suegro me dijo que quería follarme, pero que si nos entreteníamos más alguien podía sospechar. "Así que mañana faltas a clase y te vienes al taller, que como sabes está cerrado unos días, y allí te follo. Sé que no vas a fallarme".

Yo no sabía que me empujaba a aceptar lo que me decía, pero una fuerza misteriosa hizo que al día siguiente estuviera a las 9 en el taller. Él se rio al verme y dijo "aquí está mi zorra jovencita en busca de buenos polvos". Vi que había preparado una especie de cama con mantas en un rincón del taller y allí me dirigí y me desnudé. Él hizo lo mismo y mirándome dijo "me voy a comer ese chochito rubio" porque el escaso pelo de mi pubis es de ese color. Metió su cabeza entre mis piernas y su lengua comenzó a arrancarme oleadas de placer y a hacerme gritar de gusto hasta que me sentí desfallecer y me corrí.

Entonces él se colocó un condón en la enorme polla erecta y se sorprendió cuando le dije que era virgen. "Mi hijo no es soso, es maricón" dijo. "Te puede doler un poco”, advirtió, mientras que, literalmente, me empalaba con su polla y empezaba rítmicos movimientos de cadera. "Mueve el coño nena" me pidió y yo comencé a seguir sus movimientos.

Es verdad que al principio dolió un poco, pero luego comencé a sentir un intenso placer que se acrecentaba con los bocados que me daba en los pezones. Yo no sabía que se podía gritar tanto de gusto antes de correrme, lo que hice al tiempo que mi suegro. Éste se quitó el condón y me enseñó la gran cantidad de leche que había en él. "Mira lo que te pierdes por ser virgen y no tomar anticonceptivos" me dijo, para continuar diciendo "pero mi leche dentro te la llevas hoy".

Me dijo que se la chupara para volver a empalmarse y mientras cogió un tarro de vaselina que había preparado y comenzó a echármela por el culo. "¿Me la va a meter por ahí? Me va a doler" le dije. Pero él no hizo caso y me ordenó ponerme a cuatro patas. Yo obedecí y él comenzó a entrar poco a poco sin condón hasta que la enorme verga estuvo dentro por completo. De nuevo sentí el éxtasis de su penetración y tuve la magnífica sensación de notar su leche entrando en mi cuando se corrió.

Me dijo que teníamos que aprovechar que estábamos en el taller y divertirnos. Así, me llevó hasta una especie de grúa que me dijo era para sacar los motores de los coches. Allí me izó los brazos sobre la cabeza, los ató juntos por las muñecas y puso el gancho de la grúa en la cuerda y poniendo esta ven marcha me levantó unos 20 centímetros del suelo, al que no llegaban mis pies. Luego ató a cada uno de estos unas pesas que tiraban de mí hacia abajo.

"¿Quieres que te azote y mezclas dolor y placer?". Yo estaba tan llena de placer que le dije que sí. Me advirtió que durante unos días tendría marcas, pero que al ser invierno nadie tenía por qué verlas bajo la ropa. Entonces cogió una cosa que me dijo que era una correa del motor y la cortó por uno de los lados ovales de sus extremos. "Elige" me dijo, mostrándome la parte lisa y otra con pequeños salientes como dientes. Ni que decir tiene que me di cuenta que la de los dientes dolería más y por eso mismo la escogí. Entonces empezó a azotarme. Fueron ocho o diez latigazos que, curiosamente, me hicieron correrme por el dolor, algo que yo no me explicaba.

Mi corrida lo puso a cien y manipuló la grúa de manera que mi vagina quedara a la altura de su gran polla, enfundada de nuevo en el condón que yo hubiera deseado no usar. Fue una follada salvaje que nos dejó a los dos exhaustos. Me descolgó de la grúa, nos duchamos en los vestuarios del taller y me marché a casa.

Y mi novio sigue sin follarme, pero su padre lo va a volver a hacer esta semana. Estoy deseando que llegue el momento.

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