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El vicio de espiar a mi hermana (Parte I)

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A medida que más experimentado me iba haciendo en lo sexual, me fijaba también en mi hermana mayor. Una chica menudita de 1,63 cm, piel morena, con tetas redonditas coronadas por pezones marrón oscuro, culo medio respingón y vientre plano. Yo me la pasaba cachondo y luego descubrí que ella también tenía necesidades sexuales.

Todo pasó durante unas vacaciones cuando comíamos en un café mientras nuestros padres compraban los regalos de diciembre, ella estaba más conversadora de lo habitual y me preguntó si había visto porno, le dije que sí; que la película favorita de mis amigos y yo era de lesbianas que se lamían todo, se ponían en cuatro y se pasaban los pezones por el culo, el clítoris, para terminar en un orgasmo mientras hacían unas tijeras.

Los ojos de mi hermana brillaban, me dijo que quería ver algo así. No le creí pero aparentemente andaba cachonda. Dos noches después, por primera vez pude detallarle las tetas. Sus amigos la fueron a buscar para ir a una disco, entró a la única habitación del aparto hotel y allí estaba yo, cuando de pronto vi como se quitaba la blusa para cambiarse y pude ver sus pechos a escasos centímetros: redondos, con sus pezones marrones bien parados y una piel tersa que provocaba tocar.

Después de ese episodio no paré de masturbarme. Lo hacía todos los días pensando en las tetas de mi hermana y recreando justo el momento en que se desnudaba, pero ella no tocó más el tema sexual. Al llegar a la ciudad, un día me invitó a salir con su novio y había sido solo una excusa: - Vamos a alquilar la película porno, ¿quieres verla? - Sin pensarlo dije que sí y esperé. Alquilaron una soft de esas que pasaban en la tv de medianoche: muchas tetas, piel, nalgas, gemidos, pero cero penetración.

No era gran cosa, pero igual ese material calentaba. Estábamos los tres en la cama, no perdiendo detalle de la película pero yo estaba embelesado en mi hermana: aparentemente no tenía corpiño, sus pezones casi reventaban su polera y su boca parecía estar más grande, probablemente su concha estaba húmeda. Al terminar la película, se fue con su novio al cuarto y cerraron la puerta. Pegué mi oreja a la cerradura, pero no escuchaba nada.

Ese momento lo cambió todo. Pensé en dar la vuelta hacia la parte de atrás de la casa, donde estaba el balcón donde una pequeña ventana comunicaba con el cuarto de mi hermana, no vi nada pero se me ocurrió espiarla al otro día cuando saliera de bañarse.

Cuando llegó el momento mi corazón latía a mil. Escuché que mi hermana salía del baño, así que rápidamente fui al balcón para ver a través de la ventana.

Su cuarto era más grande que el mío, con un gran espejo en la puerta del closet y una biblioteca roja donde tenía un radio y cosas de chica. Pude ver cómo entraba, se quitaba la toalla y se la enrollaba en el cabello. Era una imagen perfecta.

Tenía la piel aún mojada, sus pezones muy parados y una matica de pelos que le cubría la concha. Lo mejor vino luego, encendió la radio para iniciar el ritual, que me imagino todas las mujeres hacen al salir de la ducha: se colocó desodorante en las axilas, luego tomó crema en sus manos y acarició sus tetas, mientras la detallaba mi pija se iba poniendo dura.

Notaba como sus tetas bailaban entre sus manos, sus pezones se endurecían más y su cuerpo brillaba. Lo que vino después me calentó aún más. Se puso de espaldas al espejo, un poco doblada hacia adelante, acarició sus nalgas donde también colocó crema y se dio una nalgada. Después fue al extremo de la cama, donde subió una pierna también para hidratarla. Yo quería verle la concha, pero no podía.

Mientras ella se acariciaba el cuerpo mi mano ya estaba dentro de mi pantalón, tocando mi pija que estaba a punto de reventar. Ya no veía a mi hermana desde mi posición, pero en mi mente fantaseaba que se estaba masturbando o tocándose el clítoris, metiendo dedos o echando saliva en sus pezones con las piernas bien abiertas.

Casi soltaba leche por mi polla cuando escuché que estaba saliendo del cuarto, me apuré y me fui al baño a hacerme la mejor paja de mi vida, sabiendo que ahora espiar a mi hermana sería mi vicio.

Continuará.

(8,20)