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El vikingo
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Habían pasado varias primaveras desde que Margaret había llegado a ese pequeño pueblo inglés. Su marido, Lord Richard, un acaudalado noble era dueño de una gran porción de tierras en donde habían construido un grandioso y rural castillo de piedra.

Lord Richard era viejo, un anciano prácticamente, había vivido una vida larga y prospera, había enterrado a más de ocho hijos y ya contaba con cuatro matrimonios a su espalda. Su primera mujer murió tras dar a luz a un varón que murió poco después y la segunda murió por un brote de peste y la tercera fue con la que convivio casi 20 años, la cual le había dado varios hijos, estaba orgulloso de esta última esposa, Richard estaba convencido que había sido su gran amor, de esa unión solo quedaban sus dos hijas menores “no se cual es más inservible” mascullo para sus adentros.

Para Lord Richard las mujeres solo servían para traer niños al mundo, su última mujer Margaret, era la más inservible de todas ellas, no había conseguido que quedara encinta, ya llevaba cuatro años en su lecho y la joven de 23 años no había conseguido darle un heredero.

Sus sobrinos estaban pisándole los talones en cuanto a heredar aquella basta fortuna y ser el señor de los feudos próximos al pueblo.

Sir Richard llamo a su criado, el cual le dio un baño y le cambio el camisón, podía ver en el reflejo del cristal de la ventana la imagen de un hombre totalmente desconocido; un hombre desnudo, encorvado, arrugado y gris. El tiempo había pasado rápido y ya no quedaba nada de aquel joven noble que había conquistado varios territorios en época de guerra. Había estado varios años en la corte, y trabajando para los reyes, y hoy, quizás era el último día que podía estar bajo el mando de su rey.

Necesito que llames a Rodrigo- dijo con firmeza, era la tercera vez que lo decía, sentía una vez más que la vejez cada vez se convertía en otra razón de ser prescindible.

Pero señor, Rodrigo y los otros caballeros están intentando proteger el castillo.

¿Me crees tan estúpido y viejo, que no sé lo que sucede en mis tierras? – el joven retrocedió asustadizo y corrió a avisar al caballero.

Lord Richard volvió a mirar por la ventana de su alcoba, podía ver el humo a lo lejos de las casas del pueblo quemándose, los gritos se habían convertido en un aullido lejano mezclado con ceniza, vergüenza y dolor.

Los vikingos habían llegado, habían conquistado varios terrenos de la zona e iban expandiéndose poco a poco, las guerras habían dejado pocos hombres que pudiese defender, los campesinos apenas contaban con nada para defender a los suyos, era el caos, la muerte segura.

El anciano se calentó las manos un par de veces, se giró y vio su vieja espada, deslumbrante, como si apenas hubiese pasado tiempo por ella, la cogió con sus manos arrugadas y temblorosas y recordó la batalla de hace 40 años.

2

Margaret lloraba en silencio, como siempre, su vida consistía en callar y llorar, como la mayoría de mujeres en su situación. Estaba asustada, los enemigos se acercaban a la puerta y solo era cuestión de horas quizás minutos, que atravesasen el castillo y pudieran devastar todo a su alrededor.

Su criada le estaba arreglando con valiosas galas, había que morir como una noble, con orgullo, dignidad y recordando las leyendas que alababan su belleza.

La criada iba apresurada, con movimientos rápidos y bruscos, pero Margaret apenas podía notar los tirones de pelo, solo podía pensar en su corta vida, su destino, apenas podía verse al espejo, las lágrimas no le dejaban.

-Mi señora, deje de llorar, usted es la condesa, no deje que esos barbaros piensen que somos unos cobardes.

Margaret agacho la cabeza avergonzada. Cuando la vieja criada hubo terminado de cepillarle el pelo, Margaret se dirigió a los aposentos de su marido Lord Richard.

El anciano yacía sentado en el borde de la cama, mirando absorto su espada. La joven duquesa sintió por primera vez ternura viendo a su marido, quizás porque era la primera vez que sentía en él el miedo, lo veía tan sumamente insignificante, como un niño intentando sujetar un arma por primera vez.

Esposo mío- dijo al fin- ¿quieres que me quede aquí contigo?

Aquí solo molestas, en cuanto suban esos barbaros pienso luchar hasta morir. No me eres útil, como bien sabes eres incapaz de dar un hijo, me voy de este mundo sin un heredero y mis tierras caerán en manos de esas malditas bestias- el anciano se giró y la miro con desprecio, Margaret dejo de ver en él la poca inocencia que había creído ver segundos antes, volvía a ver a aquel viejo despreciable con el que se había casado.

Entiendo mi señor -dijo con suavidad, hacía años que tenía aprendido como debía responder y hablar.

Nunca entenderás nada, eres una mujer. Si eres lo suficientemente lista, te mataras antes de que lleguen a tus aposentos, esos barbaros te violaran y destriparan como a un insecto.

Margaret bajo la cabeza, y salió de la habitación silenciosa. Cerro la puerta, suspiro una vez aliviada pensando en qué sería la última vez que lo viese jamás.

Adiós marido.

3

La joven duquesa se sentó en su cama, no quería seguir mirando, ya lo oía todo cada vez mas cerca. Se tumbo y cerro los ojos, pensó en la muerte que la acechaba y se preguntaba si iba a sufrir mucho si se envenenaba. Sujeto aquel pequeño frasco con un líquido oscuro en su interior, la dosis perfecta para matar hasta al mas fuerte.

Lo miro a contraluz, lo sujeto en su mano, tenía miedo pero también tenía miedo a morir envenenada, su tío Lucio murió así y pudo contemplar siendo una niña como el veneno podía hacerte casi vomitar tus vísperas antes de una agónica muerte.

Estaba absorta pensando si debía tomarla, cuando la vieja criada entro rápidamente con el delantal cubierto de sangre.

-¡Están aquí, ya han entrado al castillo! -dijo casi gritando, la anciana comenzó a dar vueltas alrededor de ella- Han entrado a los aposentos de su marido. Han matado al señor Rodrigo, caballeros y soldados. Están matando a todos, han matado a varios sirvientes, mi señora dese prisa, esos barbaros nos van a violar y van a poner vuestra hermosa cabeza en una pica.

Margaret miro el veneno una vez mas, le temblaban las manos, la señora asintió con la mirada, quizás ese era el mejor destino, morir. Podía oír los gritos desde el aposento de su marido, los pasos, gritos, la carne desgarrada por el filo de una espada.

-Señora dese prisa, dese prisa, ya están aquí.- volvió a decir nerviosa la criada- Tómeselo, no hay tiempo, van a encontrarla viva.

Margaret sintió ese temblor una vez mas, y abrió el recipiente con cuidado, un olor amargo destapo el ambiente. Lo poso cerca de sus labios y lo apartó, quizás los barbaros la podían dejar vivir si les pedía clemencia. La criada no vacilo, e intento vaciar el contenido en sus labios, Margaret puso resistencia y la aparto de un empujón.

-¿Que hacéis? Dejarme, no tenéis ningún derecho a decidir mi destino.- Margaret mucho más joven y alta volvió a empujar a la señora que se tambaleo durante unos segundos, sin dudarlo se acercó rápida y alargo el brazo para arrebatarle el frasco.

-Puedo decidir el mío- dijo la anciana, miro a Margaret y se bebió el contenido.

4

Durante los siguientes minutos Margaret volvió a ver con sus ojos el efecto que produce un veneno en un ser humano. La criada yacía muerta y fría, con la mirada perdida y la boca llena de sangre. Se sentó en el tocador, ya solo quedaban ella y los gritos de muerte.

Se abrió la puerta y se le encogió el corazón durante unos segundos, hasta que reconoció al joven criado de su marido, Rupert, un joven delgado como un galgo, de ojos saltones y nariz aguileña.

-Mi señora, piedad, no os matéis, y quizás podamos salvar la vida.

-¿De qué habláis?- pregunto Margaret.

-Mi señora, es la segunda vez que los veo entrar en las tierras de mis señores, yo vengo del norte, mi señora, sé que dejan vivos a unos pocos, los suficientes para contar lo que ha sucedido aquí.

-Y ¿por qué crees que me dejarán vivir? Solo soy una mujer.

-Sois la esposa del duque, pedir clemencia, pedir clemencia a Torsten, es su líder, su rey. Ofrecerle este castillo, los pocos criados que sobrevivan, ofreceos usted si hace falta.

-Yo no tengo nada que ofrecer, van a quedarse el castillo igualmente y a mi, me mataran.

-Mi señora, por favor, escúcheme, la noble que dejo con vida ofreció su cuerpo, y ofreció todo lo que os he dicho, la dejaron vivir, y a los pocos criados que quedábamos. Cuando todos los criados se fueron yo decidí marchar también y venir aquí pensando que su marido podría defendernos pero aun ahí esperanza, aún podemos vivir.

-¿Cómo sabéis que no entraran y me mataran nada más llegar?

-He traído ayuda señora, esta mañana fui a buscarla al bosque, ella podrá ayudarte. Sabía que era cuestión de tiempo que viniesen aquí, he venido lo mas rápido que he podido.- Rupert movió una de las cortinas para que la duquesa pudiese ver a su acompañante.

Margaret entonces pudo ver a la bruja del bosque, era una mujer madura, pero se conservaba con gracia. Tenía enormes ojos negros, pelo largo azabache y canoso, con unas sutiles arrugas que destacaban su cara y sus labios finos. A pesar su edad, tenía un vestido escotado con hombros al aire, que remarcaban que fue una mujer hermosa hace mucho tiempo.

La bruja avanzo hacia ella, le toco la cara blanca y noto el olor a tierra y sangre en sus dedos, le toco los labios posando sangre de sus dedos y la beso suavemente. Margaret aparto la cara pero la bruja le sujeto la cara mas fuerte:

-sschhhss! Tranquila, esto te ayudara, para que duela menos y te guste mas.

¿EL QUE?- dijo ella, pero la bruja se acercó, hundiendo los dedos en la cara, Margaret intento no zafarse más por miedo, entonces noto la lengua húmeda de la bruja en su boca, noto su aliento amargo y dulce al mismo tiempo, y ese amargo dulzor crecía en su boca, noto el sabor de un líquido posado en su boca, la joven intento apartarse pero la bruja seguía besando y derramando el líquido, como si fuese un polluelo siendo alimentado. Notaba como el líquido entraba en sus entrañas y su cuerpo parecía florecer, notaba un cosquilleo en las extremidades, y en especial en su pecho.

Sintió sus pezones erizarse y aquel beso se volvía cada vez mas y mas cálido, la bruja siguió besándola, notaba su lengua girar contra la suya, la joven jamás había sido besada así, jamás. La bruja suspiro, volvió a mojarse los labios mientras seguía besándola, le toco con cuidado uno de sus pechos y sintió los pezones duros.

– Estas lista- dijo al fin- te acabo de dar algo que te hará disfrutar, te sentirás estimulada y lista para ese bárbaro. Te perdonara la vida.

La joven quedo anonadada de lo que sucedía, la bruja se giro y miro a un asustadizo Rupert, que salió de allí corriendo para esconderse. La bruja mando a Margaret a sentarse en la cama, mientras ella seria la que hablase.

-Necesito mi señora, que me sigáis el juego, hare que esta experiencia sea lo mas placentera para ambos. Ahora mismo soy vuestra salvación, dejarme hablar, sé como tratar con ellos.

-Pero, no hablan como nosotros, no son como nosotros…

-Como he dicho señora, dejármelo a mi, no vais a morir esta noche. Y ¿sabéis por qué ?- la joven la observo.- Porque os perdonara la vida, vais a hacer que ese hombre disfrute de vos como jamás lo hizo con otra mujer. Y vos, mi dulce niña, vais a pagarme mucho dinero en cuanto volváis a ser señora de esta casa.

5

La puerta se abrió de un golpe, cuando dos hombres entraron, su olor a sangre y sudor impregnaron la habitación. Los dos se apartaron para dar paso a su líder, y entro en la habitación el famoso vikingo que estaba convirtiendo su país en una ruina; Torsten.

Ambas mujeres miraron atentas a aquel hombre alto de cabello largo y rubio, con una barba poblada y ojos intensos como el hielo. Torsten era famoso por ser extremadamente fuerte y un guerrero letal. Margaret visualizo sus fuertes manos y nudillos ensangrentados de matar hombres con sus manos y la rudeza de su expresión, jamás había visto un hombre tan grande, alto y fuerte, no podía ni imaginar esa bestia entre sus muslos sin ser destrozada.

La bruja se adelantó sonriente, antes que nadie pudiese decir nada, la bruja comenzó a hablarle en su idioma, con una fluidez increíble, Margaret no entendía nada, solo podía observar como la bruja hablaba y la miraban ambos, siguieron así durante unos minutos que fueron eternos para la joven, puesto que no se sabía si se hablaban de matarla.

El guerrero, la mando a llamar y ella obediente se levantó, tal como le expreso la bruja, quería verla a la luz. La joven se acercó a la luz de la ventana, alzo la mirada con timidez, expresando sus hermosos ojos castaños. El bárbaro giro alrededor de ella, miro la perfecta línea de su cuello, sus formas redondeadas, el dulce olor que emanaba su cuerpo.

Pidió a sus hombres que se fuesen y quedaron solos los tres la habitación. La bruja se acercó a ella con sigilo, le puso un dedo en los labios para callarla, la joven no entendía por qué hasta que noto que la bruja le desabrochaba el vestido. Le fue quitando las prendas de ropa una a una, mientras el guerrero miraba la escena. Cuando quedo con el camisón solamente, la bruja le dijo que era una joven exquisita y hermosa, que disfrutase de ella. Con cuidado le levanto el camisón dejando la piel desnuda de Margaret, sus grandes pechos, las formas de sus caderas, las piernas largas y glúteos firmes. La bruja antes de salir de la habitación le dijo en el oído ”hazlo por tu vida, hazle disfrutar y deja que se enamore de ti”

Continuará…

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