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¿Es incesto?

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En "Mi hermano menor...", publicado por Florchu, escribí en los comentarios "Me acordé... Nunca he cogido con ninguno de mis hermanos, pero me acordé que una vez, yo tenía 18 años, y mi hermano como 25, ya no era yo virgen pues mi novio me cogía dos o tres veces por semana y me estaba volviendo una viciosa de su verga. Creo que fue en una Navidad o Año Nuevo, uno de mis hermanos se quedó durmiendo, borracho, en el sofá de la sala. En la madrugada, yo salí al baño y lo vi con la bragueta abierta. Le metí la mano para sacarle la tripa y aunque estaba flácido, se me antojo y me puse a mamar. Se le paró muy rico, salía la babita del presemen y yo me pajeé allí mismo. Terminé, fui al baño y luego a mi cuarto. Miré a mi hermano quien seguía con la verga colgando... Gracias por provocar el recuerdo."

Al repasar si había alguna reacción a mis comentarios, me encontré en este caso que Tita escribió hace dos meses: "¡Ay Mar! Eso no nos lo habías contado, luego tienes el descaro de decir que la puta que usa a los hombres soy yo."

Sí, usé a mi hermano como hombre, pero me voy a justificar relatando las precisiones. Yo estaba feliz con mi nuevo estatus de mujer de Ramón: descubrí lo hermoso que es coger, sentirse arrecha cuando te chupan las tetas y te dan a mamar verga para que solita te ensartes hasta el fondo, más cuando sientes en la vagina el calorcito de la leche tibia de tu hombre.

Esa noche de año nuevo, las bebidas circularon con profusión. Afortunadamente Ramón, entonces mi novio y poco después mi marido se abstuvo de tomar pues debía manejar para regresar a su casa, y cuando mis familiares se fueron retirando a dormir, nosotros nos dimos vuelo con los tocamientos y una que otra mamadita que yo le daba a escondidas. Sí, logré tomar lechita de Ramón, pero cuando él se fue yo me quedé ardiendo. Me fui a mi cama y me hice unas pajas, pero no me quitaba la calentura.

Así, caliente, me fui a dar un regaderazo para aminorar mis ganas, pero al pasar por la sala, vi que mi hermano se había quedado dormido de borracho y tenía la bragueta abierta y, por fortuna, tampoco traía trusa, así que se le veía un camaroncito por pene. Sin pensarlo mucho, le tomé la tripita y me la metí a la boca, donde le fue creciendo por las mamadas hasta quedar tiesa y soltar babita. Yo me olvidé que era la verga de mi hermano, pues sabía tan rica como la que en menos dos horas yo había chupado y me perdí pensando que era la de Ramón y mi mano derecha fue a mi panocha para sobarme hasta venirme a chorros. No le salió leche a mi hermano, pero yo quedé satisfecha por el momento. Continué mi viaje hacia el baño y ya. De regreso, volví a mirarlo y aún tenía el pene babeado y colgando fuera de la bragueta.

Por otra parte, me resulta difícil analizar el asunto de los incestos porque toca fibras extrañas en mí. Según yo, nunca se me había antojado tirarme a alguno de mis hermanos o a mi padre, aunque me pongo muy nerviosa porque recuerdo algunas caricias que ellos me hacían, que en su tiempo no me parecían malas ni me excitaban, pero ahora, al recordarlas, siento calor en mi tamalito. ¿Será entonces que ahora sí quiero algo con ellos? Ese es mi problema: la ambigüedad de mis pensamientos cuando pienso en eso, o cuando leo relatos donde ocurren incestos, sean reales o fantasiosos.

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