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Esclavitud en cuarentena: Día Nº 1

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La amenaza del nuevo coronavirus ya era alarmante, sin embargo, en mi país los casos eran pocos.  Por lo mismo el Presidente había pedido el aislamiento de todos en nuestras casas, aunque no era una cuarentena obligatoria... todavía.

Con el paso de las semanas en solitario, la falta de actividad sexual empezaba a pasar factura en todos. Ante la escasez, entré a una página de citas para buscar alguien con quien ponerme caliente por medio de conversaciones y fotografías. Coloqué mi descripción básica: Amo joven, dominante y atractivo en busca de perrita sumisa. Con el paso de los días tuve una que otra conversación, pero nada muy interesante, hasta que apareció una chica de 25 años. Ella respondió a mi perfil contándome que tenía muy poca experiencia en el BDSM, pero que siempre había deseado que un hombre la usara como esclava sexual. Ella me envió sus fotografías desnuda y me volvió loco: curvas pronunciadas, piel blanca, bustos pequeños pero redondos, pezones pronunciados y unas nalgas grandes y hermosas que combinaban con su cara perfilada, sonrisa blanca, ojos negros intensos y un pelo negro y lizo que llegaba hasta su mandíbula. Una femme fatale.

Yo le envié mis fotografías y fui completamente de su agrado, creando una química al instante. A partir de ahí las conversaciones empezaron a subir de nivel y ambos entramos en confianza. Conversamos sobre límites, prácticas comunes, cosas que nos gustaría hacer etc. La chica no había hecho más que sexo vainilla, pero parecía tener muchas ganas de ser sometida, de experimentar y lo más importante: obedecer a todas mis perversiones.

La excitación de las conversaciones había llegado a un nivel altísimo, acompañadas de muchas fotografías y videos calientes. Así que un día no pudimos más y quedamos de vernos, aunque rompiéramos con las recomendaciones del gobierno. Ella llegaría el viernes en la noche a mi casa y disfrutaríamos de una sesión Dominante/Sumisa por un par de horas. Habíamos quedado en avanzar lentamente pero que ella obedecería a todo.

Cuando llegó el viernes, sonó el timbre, abrí la puerta y quedé fascinado con la mujer que tenía al frente. Al verme le entró una ola de timidez y agachó la cabeza. Yo la saludé y con mi mano levanté su barbilla hasta verla directamente a los ojos.

-Hola. ¿Cómo estás?

-Bbb… (Su voz se cortaba) b… bien, un poco nerviosa.

-Tranquila, no tienes que entrar si no lo deseas.

-No, si quiero entrar. Solo tengo un poco de ansiedad.

La invité a pasar adelante mostrándole la casa hasta llegar a la sala, donde le ordené desnudarse. Ella lo fue haciendo lentamente hasta que dejó su bello cuerpo al descubierto. Me acerqué, acaricié cada parte de su piel. Me detuve en sus pezones, me chupé los dedos y empecé a acariciarlos. Ella cerró los ojos, se mordió los labios y dejó salir un gemido. Al sentirlos duros como piedra los pellizqué duro y jalé con fuerza. Su siguiente gemido se cortó y se transformó en un grito ahogado abriendo sus ojos y boca. Metí mi dedo en su boca, y mi otra mano ejerció presión en su cuello. Me acerqué más y la besé apasionadamente. Al soltarme vi que su cuerpo temblaba en una mezcla de excitación y miedo, mientras una pequeña gota caía por su entrepierna.

Me alejé unos pasos para contemplar esa obra maestra. Tomé una caja pequeña que estaba en la mesa de la sala.

-Acá está un pequeño regalo de bienvenida. Te pondrás esto para iniciar y te irás con esto puesto.

Se lo di en sus manos, ella lo abrió nerviosa y sacó de la caja un collar de cuero blanco, una correa para el collar, un pequeño buttplug plateado con un diamante en el final y unas pinzas de metal para los pezones con una cadena que se amarraba entre sí.

Su cara reflejaba temor.

-¿Qué opinas?

-No sé, me excita mucho, sé que lo he querido, pero esto es muy fuerte, mis pezones son muy sensibles y mi culito es virgen. No creo poder aguantarlo.

Eso era lo que más temía. Era una chica caliente con fantasías ocultas, pero no estaba segura de su verdadera sumisión.

-Entiendo, es una lástima.

Mis palabras se cortaron por mi celular que no paraba de sonar. Me preocupó tanta insistencia.

-Dame un momento, contesto está llamada y vemos qué hacemos.

Contesté, era un amigo cercano diciéndome que pusiera urgentemente el televisor con el noticiero nacional.

Llamé a la chica y le dije que me siguiera. Fuimos hasta la sala de televisión y encendí el aparato. Ella no entendía lo que pasaba. Al poner el noticiero apareció el presidente en un discurso claro y conciso. Ante el aumento de casos del coronavirus entrábamos en una cuarentena obligatoria. Por 40 días nadie podía salir de su casa por ninguna razón. Pedidos de supermercado, comida o farmacia debían de ser exprés y gestionados por el gobierno. Todos los ciudadanos tenían dos horas para estar en sus casas.

Apagué el televisor y hablé directo con la chica.

-¿Qué piensas, quieres irte?

-No sé, podría irme, o podríamos quedarnos juntos estos días.

Pero yo no estaba para andar con rodeos y mucho menos mantener por 40 días a una niña que no tenía claro lo que buscaba. Así que le hablé sin contemplaciones.

-Tienes dos opciones.

1. Te vistes inmediatamente y te vas.

2. Te quedas, pero no serás mi invitada, serás mi esclava. Cumplirás con todas mis exigencias, serás mi objeto sexual, te usare para mi placer. Te cuidaré y te consentiré, pero también te castigaré y será muy fuerte. Tu dolor será mi excitación, te voy a torturar y hacer sufrir de maneras que no esperarías jamás. Cada centímetro de tu cuerpo será mío, voy a usar todos tus agujeros, serás mi inodoro, mi juguete, mi objeto de placer. En estos 40 días tu único objetivo será servirme, no tendrás voz ni voto. Tus lágrimas y gritos no me harán parar, por el contrario, me motivarán a seguir. Me servirás solo a mí, pero yo también te daré placer.

Así que te repito, este es tu momento para irte, pero si te quedas serás mi propiedad, mi perra y yo seré tu amo y tu autoridad. Lo que te propongo no es fácil, así que te daré tiempo para pensarlo. Yo iré a mi oficina a arreglar unos detalles y saldré en dos horas, tiempo suficiente para pensar e irte. Si cuando salgo sigues acá, no tendrás opción de retirarte y a partir de ese momento serás mía.

Efectivamente cumplí con mi parte, dejé la puerta principal abierta y me retiré a arreglar temas de mi negocio. Pasadas las dos horas decidí salir. Cuando llegué a la sala ahí estaba ella, con su ropa interior puesta y sentada en un sillón. Al verla se me dibujó una sonrisa sádica en la cara con una ligera carcajada. Ella me vio con miedo y de su mejilla salió una lágrima, sabía que a partir de ahora estaba a mi merced, y aunque se arrepintiera no podría irse. Solo sería un objeto para ser usado, humillado y torturado múltiples veces.

-Me alegra que decidas quedarte. ¿Sabes que ahora me perteneces?

-Así es.

-¡Primer error! Está vez lo voy a perdonar, pero NO puede volver a pasar. Cada vez que te ordene algo o te pregunte cualquier cosa debes responder “si amo” o “no amo”, si no, serás fuertemente castigada. ¿Está claro?

-Si amo.

-Muy bien. A partir de ahora estarás siempre desnuda al menos que te pida lo contrario. Rápido, quítate la ropa interior y ponte de rodillas. ¿Fui claro?

-Sí, está bien

-¿PERDÓN? No aprendes por las buenas. Se dice “Si

Amo”. Viene el primer castigo y será duro.

Su carita se llenó de pánico y de su boca no salían las palabras.

-Perdón amo, por favor, no estoy acostumbrada, se lo pido por favor, perdónenme.

-Amor mío, obvio que no estás acostumbrada. Pero con un pequeño castigo será más fácil. Aquí el único perdón que vale es aceptar lo que viene.

Ella estaba tan nerviosa que se había olvidado mi última orden. Seguía ahí, de pie y con su ropa interior.

-Sigues sin entender. ¿Puedo saber por qué no estás de rodillas y desnuda? Vienen dos castigos.

-Perdón amo, en serio lo siento mucho.

Rápidamente se quitó su ropa y se arrodilló enseguida.

Me acerqué, tomé su carita, la levanté y le di un fuerte beso. El beso de judas.

-Vas a recibir una fuerte introducción, pero te prometo que vas a disfrutar.

Tomé la caja de su regalo y saqué el collar de cuero blanco. Se lo coloqué con un candado pequeño.

-Oficialmente eres mi perrita. Este collar solo te lo voy a quitar para bañarte. De él amarraré la correa y me seguirás de rodillas a donde sea que yo te lleve. ¿Está claro?

-Si amo.

Luego agarré el pequeño buttplug. Disfruté ver su cara de miedo. Jalé del llevando su cabeza hacia abajo hasta que estuviera pegada al suelo. De esta forma sus nalgas quedaron al aire, dejando al descubierto su tallado hueco. Me coloqué detrás y con mis dedos empecé a jugar con su vagina. Estaba increíblemente mojada. Bajé mi cara y empecé a chupar su húmeda vagina. Mi lengua recorría todo su sexo mientras escuchaba sus gemidos. Sentía el sabor de sus fluidos y eso me ponía a mil. Metí un par de dedos y empecé a masturbarla mientras mi lengua subía hasta su culito. Empecé a chupar y meter mi lengua lo más que se pudiera. De esta forma masturbaba su vagina mientras chupaba su ano. Ella se llenaba de placer, gemía cada vez más alto. Saqué mis dedos de su vaginita y metí mi dedo índice en su ano. Ella se quejó ligeramente. Con la otra mano tomé el buttplug, lo chupé y lo coloqué en la entrada de su culo. El metal frío la hizo levantar la cabeza y en ese momento lo metí de golpe. El juguete era realmente pequeño pero su entrada sorpresiva la hizo soltar un grito.

-Yo sé que si no han usado tu culo antes esto se siente incómodo. Pero para el final de esta cuarentena tendrás mi puño entero adentro. Así que mejor acostúmbrate.

-Si amo -dijo entre jadeos. Su cara estaba roja entre una mezcla de placer y dolor.

-Ves mi amor, vas a disfrutar. Pero no creas que me olvido de tus castigos. Así que vamos con el primero. Te quiero de pie con tus manos atrás.

Ella acató la posición rápidamente. Yo tomé las pinzas para los pezones y se las mostré en su cara.

-Estas pinzas de metal son para principiantes, su punta es plana y tampoco ejercen mucha presión. Pero vamos a hacer algo distinto. Vamos a convertirlas en una máquina de tortura que te harán sufrir un dolor completamente nuevo. Me habías dicho que tus pezones son sensibles. Así que esto lo vas a sufrir. No tendrás derecho a quejarte, solo vas a recibir el castigo. El dolor va a inundar tu cuerpo y cortar tu respiración. Debes de aguantar, porque en estos 40 días sufrirás mucho más.

Parte de describir el castigo por venir es jugar con su mente, quebrarla, hacerla sentir todo más intensamente. Y estaba funcionando. Su cara mostraba mucho temor.

Tomé una de las pinzas con una mano y con la otra saqué un encendedor de mi bolsillo. Encendí el mechero y con la pequeña llama empecé a calentar la boquilla de las pinzas. Estas empezaron a soltar humo y cambiaron ligeramente su color para demostrar que estaban hirviendo. Guardé el encendedor y con esa mano tome su pezón izquierdo. Su cara reflejaba pánico completo.

-¡No, no, no! Por favor se lo pido. Perdón no haga esto, no estoy lista, mis pez…

Sin dejarla hablar más abrí la pinza al rojo vivo y la dejé cerrar de golpe en su pezón.

-¡AHHH! ¡no, no, no! Quítamela, por favooor.

Las lágrimas salían de sus ojos, gritaba y pegaba alaridos con una voz ahogada mientras su cuerpo temblaba. Jamás esperaba un castigo así. El calor de las pinzas la hacía sentir que su pezón estaba siendo destruido, aunque en realidad no pasaría de una quemadura leve, la magia de esta tortura es que el dolor puede ser muy intenso.

-Vamos con el otro.

-¡POR FAVOR NO! Ya aprendí, no puedo más.

-¡Silencio! El castigo va a suceder sí o sí. Tú no tienes voz y si no guardas silencio voy a tener que sumarte más castigos. El siguiente será calentar el plug que tienes en tu culo y meterlo de golpe.

Ella se silenció de solo pensar en su culo ardiendo de esa forma. Así que tomé la otra pinza y repetí el proceso. Al soltar las boquillas hirviendo los gritos volvieron a inundar la sala.

Di unos minutos a que su cuerpo se acostumbrara al dolor. Me acerqué, la tranquilicé, limpié sus lágrimas y la besé.

-Listo el castigo #1 de hoy. Ahora vas a seguirme de rodillas al cuarto de juegos. Ahí recibirás tu segundo castigo y tu iniciación de bienvenida.

Le puse la correa y ella inmediatamente se tiró al piso y empezó a gatear detrás de mí. Caminamos hasta llegar a mi cuarto de juego, una zona llena de objetos de tortura, látigos, consoladores de todos los tamaños, máquinas, mesas de “trabajo” y muebles para posiciones sexuales. La cara de la esclava era una combinación entre una niña en una juguetería y la reacción a una película de terror.

-¿Qué opinas mi perrita?

-Opino que voy a sufrir mucho acá adentro.

-Así es. ¿Lo vas a disfrutar?

-Si mi amo.

La llevé hasta el centro de la habitación en donde está la mejor mesa de “trabajo”. Es una mesa hecha a la medida, blanca, fría, de fibra de vidrio. Esta mesa tiene 4 grilletes, uno en cada esquina y alrededor tiene diferentes anillas para poder realizar todo tipo de amarres con cuerdas. Además, se puede subir y bajar a diferentes alturas.

Bajé la mesa casi al piso y la hice subirse, quedando en ella en la posición de “perrito”. Amarré cada extremidad en los grilletes, de esta forma no tenía voluntad alguna sobre su cuerpo y por último levante la mesa hasta una altura a nivel de mi abdomen. Ella se veía asustada, pero la excitación y el placer eran algo mayor.

-Ahora estás lista para mi segundo castigo. Este no será tan intenso como el anterior, pero si más largo y muy doloroso. Por eso te necesito amarrada, para que no tengas a donde ir ni a donde moverte.

Me excité con solo ver su carita llena de miedo. Fui hasta la pared con los instrumentos de azote y tomé una varilla de bambú especial para azotar. Se la enseñe de frente y la agité para que escuchara el movimiento de la fusta.

-Vas a obedecerme por 40 días. Necesito que entiendas bien esto. Para que no se te olvide, serán 40 azotes en tus nalgas con todas mis fuerzas. ¿Está claro?

-Si amo

Ella respondió con firmeza, pero de sus ojos salían un par de lágrimas de miedo. Me coloque detrás de ella, viendo sus grandes nalgas a mi completa disposición. Su color blanco me encantaba, pues mostrarían las marcas y las llenaría de color rojo intenso. Levanté mi brazo y con todo el impulso agité la varilla de bambú hasta que esta impactó las dos nalgas de lado a lado, seguido de un sonido claro: Zaaa

-Ayyy!! Un momento, por favor.

En sus nalgas se marcó una línea horizontal en color rojo, que empezó a inflamarse. No la dejé continuar su discurso soltando otro fuerte azote.

-¡No, no, no! No sabía que dolía tanto. Por favor no.

El tercer azote cayó en ese momento, arrancándole otro alarido y desbordando las lágrimas de sus ojos.

-Se lo ruego, no voy a aguantar 40 azotes, por favor.

El cuarto azote cayó todavía con más fuerza, sacándole un grito ahogado. Me fui frente a ella y la vi llorando. Eso me encantaba.

-Vas a aprender a recibir tus castigos sin quejarte. Por el momento iremos trabajando en tu silencio.

Abrí uno de los cajones en el salón y saqué una mordaza con una bola roja de tamaño medio. Llegué a su cara, limpie sus lágrimas y le amarre el artilugio en su nuca. La bola la hizo soltar un par de arcadas e inmediatamente un hilo de saliva empezó a caer. Ella trató de hablar, pero era imposible. Así que regresé a mi antigua labor.

Volví a ver sus nalgas, ya con los 4 azotes bien marcados, lo que me dio todas las energías para continuar. Con fuerza solté uno nuevo, inmediatamente otra y luego otro. Yo empecé a contar en voz alta, mientras ella sollozaba y se retorcía del dolor. Al llegar a 20 decidí darle una pausa.

Le quité la mordaza y ella me vio a la cara con una mirada perdida en el temor. Como si fuera una bestia salvaje a punto de comerla viva. Así era. Le di un vaso con agua y empezó a tranquilizarse.

-Bien perrita, ya vamos por la mitad del castigo, pero voy a darte una pausa. Es el momento de que conozcas tu juguete favorito y lo empieces a disfrutar.

Bajé la mesa de tal forma que su cabeza quedara en posición directa a mi pene. Me abrí el pantalón, lo saqué y dejé al aire mi miembro. Estaba increíblemente excitado, los 20 cm se veían duros como piedra, pero lo que realmente llamaba la atención era el grosor del falo que terminaba en una cabeza realmente grande.

Toda la sesión me tenía tan excitado que mi pene goteaba líquido pre seminal. Así goteando, lo coloqué en la entrada de su boca y ella empezó a lucirse con una increíble mamada. Sus labios abrazaban mi pene mientras su lengua recorría mi glande. Su saliva bañaba mi miembro mientras su cabeza se movía con mucho esmero, se estaba luciendo.

-Que delicia mi perrita. Lo haces increíble. ¿Qué tal te va con la garganta profunda?

Ella me vio con orgullo y felicidad y eso la hizo hablar de más.

-Soy excelente con la garganta profunda, no hay nada que no pueda hacer.

Mientras me la seguía chupando solté una carcajada y a los pocos minutos la separé de su nuevo juguete.

-Vas a aprender a cuidar tus palabras. Vamos a ponerte un reto especial.

Ella abrió sus ojos y quedó asustada. Yo fui a uno de los estantes y tomé un anillo de goma para el pene. Lo coloqué en mi miembro y lo bajé hasta la base. Luego tomé un reloj de arena y fui de nuevo con mi zorrita.

-¿Ves este anillo?

-Si amo.

-Bien. Vamos a ver qué tan increíble es tu garganta profunda. Tu tarea será lograr llegar hasta la base de mi pene, cerrar tus labios y lograr retirar el anillo. Tendrás 5 minutos para lograrlo, los contaremos con este reloj de arena. Si lo logras, te ganarás mis respetos y daré por terminada la sesión de azotes. Es decir, no más castigos. Pero, sino lo logras, sumaré 10 azotes más y te daré un pequeño castigo adicional. Así que empieza ya.

Le di vuelta al reloj de arena y me acerqué lo suficiente para que ella pudiera iniciar con el juego. Inmediatamente ella empezó a chupar mi pene y a los pocos segundos empezó con sus intentos de llegar hasta el fondo.

El grosor de mi miembro dificultaba mucho el trabajo, por lo que a la mitad se ahogaba y tenía que retirarse. Cada intento trataba de esforzarse más, su mandíbula se abría, sus ojos se desorbitaban y una cantidad inmensa de saliva salía de su boca. Era literalmente una tortura oral y lo mejor era que yo no hacía ni un solo movimiento.

Le mostré el reloj, quedaba solo un minuto. Sus ojos se llenaron de desesperación y empezó a intentarlo más y más. Sin embargo, la presión la hizo más torpe.

-¡Tiempo! Creo que no eres tan buena como lo pensabas. Tranquila, esto lo iremos entrenando.

-Lo siento amo, puede darme 3 minutos más y lo lograré.

-No, ya tuviste tu oportunidad. Ahora a pagar.

Me acerqué y le volví a colocar la mordaza. Tomé la varilla de bambú y volví a la tarea de azotar. Ahora 30 nuevos castigos.

-Zaz

Sonó el primer azote del segundo round. Seguido de un alarido gigante que salía de su diafragma pero que la mordaza no le permitía proyectarse. Vi de reojo y volví a ver lágrimas salir de sus ojos.

-Zaz

Para el segundo azote su cuerpo ya empezó a temblar.

-Zaz

Cayó el tercero. Ignoré toda muestra de dolor y continué con mi tarea de manera más rápida. Fui azotando uno tras otro hasta llegar a los 30. Sus nalgas estaban en un color rojo vivo y unos pequeños hilos de sangre se asomaban en algunos azotes específicos. Me encantaba.

Fui por un trapo y un balde de agua fría y empecé a limpiar sus nalgas. Solo tenía un par de cortes superficiales, en un par de días estaría como nueva. Ella al sentir el líquido soltó una especie de gemido. Una combinación entre el dolor de sus heridas y el alivio. Luego le coloqué un gel de aloe y le hice un pequeño masaje. Lo refrescante alivianaba el dolor y el castigo. Ella estaba tranquila.

Me agaché en la parte de atrás de su cuerpo y metí mi cara entre sus piernas lamiendo su vagina. Empecé a practicarle sexo oral mientras mi cara se bañaba en sus fluidos. Empecé a masturbarla hasta llevarla al orgasmo, su cuerpo se agitaba y sus ojos se perdían en el placer. Al terminar fui a otro cajón u saqué una pequeña sorpresa.

-Ya casi terminamos por hoy, pero antes tenemos un pequeño castigo pendiente. ¿Ves esto? Es una pesa para agregar a tus pinzas en los pezones. El peso añadirá dolor y reactivará toda sensación a tus quemados pezoncitos. Luego de colocar la pesa, voy a follarte, cada embestida moverá la pesa y sumará un nuevo nivel de dolor.

Ella empezó a refutar con sus ojitos llenos de lágrimas, sin embargo, por la mordaza no salía ninguna palabra. Me acerqué y coloqué el peso. Al soltarlo sus pezones se estiraron de golpe sacándoles lágrimas mientras un grito se asomaba en medio de la bola roja.

Caminé hasta atrás, ajusté la altura de la mesa y empecé follármela. Ella estaba tan mojada que mi pene entraba y salía con toda facilidad, permitiendo generar fuertes embestidas que aumentaban su castigo. A los pocos minutos me detuve y me acerqué a su oído.

-Voy a quitarte la mordaza, quiero escucharte gemir, pero no voy a tolerar quejas.

Le quité la mordaza y ella respondió:

-Gracias amo

Tomé una botella de lubricante de un estante y me coloqué detrás de ella.

De golpe quité el Buttplug recibiendo como premio un gran grito de dolor. Llené su ano de lubricante y empecé a meter y sacar un par de dedos. Ella ya sabía lo que venía.

-Amo, por favor, soy virgen de culo. Se lo ruego, usted la tiene muy gruesa y me va a doler mucho.

Ignoré sus suplicas, coloqué la punta de mi glande en su lubricado culo y de golpe metí toda la cabeza.

-Aaauuu, duele duele. Mucho

-Tranquila, ya te vas a acostumbrar.

Di unos minutos a que su culito se acostumbrara a mi glande y poco a poco fui metiendo todo mi pene hasta llegar a la base.

-Dios, me estás partiendo en dos.

En ese momento empecé a penetrarla, a jugar con mi miembro. No eran embestidas salvajes, pero eran profundas a un ritmo intenso. Ella gemía, se encontraba ante la mayor dualidad de dolor intenso y placer. No aguantaba más su culo y al mismo tiempo estaba cerca de correrse.

Estuve jugando un rato en su huequito robándole un par de orgasmos, hasta que yo era el que estaba a punto de estallar. Saqué mi pene caminé hasta su cara y le ordené abrir la boca y sacar la lengua.

Una lluvia inmensa de semen cayó en toda su cara y escurría directo a su boca y lengua. Tuvo un par de arcadas, pues yo sabía que le tenía mucho asco el semen.

-Vas a tragarlo, a partir de ahora mi semen es tu comida favorita. Pero antes voy a tomarte una foto.

Agarré mi móvil y fotografíe ese momento. Ella amarrada de cuatro, desnuda, con un collar de perro, pinzas en sus pezones, peso tirando de sus tetas y toda la cara llena de semen. Un retrato perfecto.

Con mi propio pene guíe todo el semen de la cara a su boca.

-Ahora sí, trágalo y luego limpias mi pene con la lengua. Lo dejas como nuevo.

Ella tragó todo, aunque le costó bastante e inmediatamente empezó a chupar mi pene, a pasar su lengua y limpiarlo.

Levanté la mesa y la besé. Quité las pinzas dándole una nueva oleada de dolor y alivio. Bese sus tetas para aliviar. Solté las amarras y le quité el collar.

La llevé a mi baño, puse el jacuzzi y la dejé que se bañara y se cuidara. 1 hora después regresé a secarla, colocarle crema en sus pezones y nalgas y le coloqué el collar de regreso. Le puse una bata de seda y la llevé a mi cama.

-¿Te gustó?

-Estuvo muy intenso, pero lo amé. Muchas gracias.

-Gracias a ti por confiar. Vamos a pasarla muy bien.

Ella se acostó en mi pecho y a los pocos minutos cayó dormida. Había terminado el día Nº 1. Solo quedaban 39 días de torturas y juegos.

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