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Ese mundo habanero (cap. 6): Ramiro y Roger

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En una de mis paseos por la capital pasando por el Parque Central,  alguien me llamó, era Ramiro, aquel mulato grande del cumpleaños y donde yo fui el regalo que José le llevó.

- ¡Cuánto sin verte! Levantaste la pata y nadie te ha visto más.

Me dijo sonriente. Claro que era cierto, después de aquella noche me perdí como acostumbraba cuando alguien me trataba así como lo había hecho José, pero Ramiro no tenía la culpa de nada. Me preguntó que si estaba apurado, le dije que no y nos fuimos caminando hacia Prado. Me contó que José había preguntado por mí y yo, pues le contesté que él sabía cómo localizarme, que eso de preguntar era un cuento. Por supuesto que no ponía en duda lo que Ramiro me decía, sólo le quería aclarar cuál era la verdadera posición de cada uno. Ramiro comprendió y no volvió a mentarlo más, aunque sí ironizó.

- ¡Bueno, yo estoy contento de haber encontrado mi regalo! ¡Es que lo había perdido! – me dijo dándome un abrazo.

Nos fuimos a una casa donde había una fiesta, cuando entramos después de saludar y de presentarme a algunos, me aclaró que había muchos extranjeros allí, que todo con preservativo porque con esos no se sabía nada seguro. Bebimos y charlamos un rato, el dueño de la casa vino a nosotros.

- ¿Qué bolá? Está esto bueno hoy.

- Veo que tienes el garito lleno. - dijo Ramiro. - ¡Mira, te traigo algo bueno!

Me miró el dueño de la casa que ni me acuerdo cómo se llamaba.

- Lo importante es que sea buena maricón, ya ves, los bugarrones los tenemos, por ahora hay dos pasivos con este.

Se disculpó porque alguien lo llamaba, yo le pedí explicaciones a Ramiro.

- ¡Oye! ¿qué coño pasa?

- Mira, aquí se reúnen los turistas, pagan fulas y singan...yo estoy en la lista de los activos, me quiero ganar algunos fulas. Tú puedes ganar algo también, después nos vamos juntos.

- Pero..., pero....

- A ver, esto no es obligado, vienes y aceptas, si aceptas pues aquí tendrás un sitio pa que te den pinga y ganes algo. Eso sí, me lo dices porque no quiero quedar mal con Papito, el dueño de esto. A veces tienes suerte y singas y el turista se queda toda la noche contigo, hay días que me singo a tres o dos, depende porque esto tiene sus mañas. Te he visto cómo aguantas en la singueta y como lo gozas, eres una mina de oro, así que mejor dime que sí.

Me proponía que me prostituyera, estaba claro, había habitaciones para los que quisieran irse a singar. Me quedé porque de todas maneras ya había llegado hasta allí. Papito pasó por la sala hablando con los cubanos que había poniendo lacitos rosa a los pasivos y azul a los activos. A mí me llevó hasta el fondo para mostrarme un dormitorio, donde había una cama, una mesita de noche con preservativos, lidocaína y otras cremas, una lata con agua para si tenía que hacer algo a modo de baño, después me mostró la ducha, había varias pero era para todos.

- Mira, sé que eres nuevo en esto, ahora todos en la sala y sí alguien se decide por ti, pues ya sabes adonde tienes que ir. Yo estaré en la puerta y después hacemos cuentas. ¿Está claro?

Yo estaba como adormecido con aquello, en fin, que volví a la sala. Ramiro manoseaba a un turista más viejo que él, alguien me tocó por el hombro.

- Mi llamo Roger.

Vaya un yanqui, pero al menos estaba bien, mayor eso sí, tendría sus cincuenta y tanto, con su pelo blanco y el bigote igual. Hablamos algo y me dijo al oído que quería singar con ese acento americano que daba risa. Nos fuimos, al pasar Papito me deseo suerte y acentuó que era el primero en ligar.

Roger se abalanzó sobre mí besándome mientras nos desnudábamos, cuando caí de rodillas para mamar la pinga vi el tronco que tenía y la circuncisión hecha. Nunca había tenido a nadie así. A Roger le preocupó por qué me había quedado así mirando.

- ¿Te gustar?

Mi respuesta fue acercar mis labios y besar el glande descubierto, para después tragarme la pinga del yanqui. Roger gritaba cosas en inglés, muchas y decía "oh, yes, oh yes". Al rato me tiró sobre la cama y se puso un condón, yo me puse lidocaína para evitar dolor y abrí mis piernas. Qué manera de singar el muy cabrón, era como una máquina, la metía y sacaba a una velocidad increíble, parecía que lo gozaba aunque era distinto al singar de los cubanos que parecían disfrutar mejor. Después cambiamos de posición y me senté encima, no duró mucho porque se vino enseguida entre gritos y revolcones. Cayó a mi lado sudando, me besó.

- Mi ha gustado mucho.

Al rato nos vestimos, él salió primero y yo arreglé el cuarto. Al salir Papito me dijo.

- Eres un bestia, que a ese yanqui cuesta hacerlo venir.

Ramiro no estaba, por lo que me senté con Roger a beber algo. Al rato se me acercó un turista bajo y calvo que se dirigió a Roger en inglés y después a mí en español para invitarme. Como una puta me levanté y me fui con él, era español y no me costó trabajo porque lo único que quería era que se la chupara.

- Nada de sexo, solo que me chupes la polla. – me dijo.

Duró aquel martirio más de lo que esperaba pero por suerte se vino el muy cabrón, se levantó y se largó. No tuve que salir del cuarto porque ya Papito traía a otro.

- Mira, esté quiere fiesta contigo... - antes de largarse me dijo al oído, Roger está esperando.

A mí pregunta de dónde era recibí un Germany tajante, y con gestos para que me tirara en la cama con las nalgas abiertas. Rompió el primer condón que quiso ponerse, por lo que el segundo se lo puse y volvía la posición que él quería. Me singo duro, no como Roger rápido pero con dureza, me daba nalgadas y bufaba sobre mi espalda. Por suerte tenía buen rabo y lo usaba bien. Cuando se vino me hizo que le quitara el condón y que le mamará la pinga, me sorprendió que siguiera tan dura como si nada después de haber soltado tanta leche. Al rato me puso delante de las narices el condón, comprendí, se lo puse y volví a acostarme. Él sobre mí me estuvo singando no sé qué tiempo, habla en su lengua, me besuqueaba la nuca hasta que se vino. Respiré con alivio cuando vi que ya no tenía la pinga parada, eso significaba que se iría.

Roger entró casi cuando se abrió la puerta. Yo seguía en la cama tendido, desnudo, los condones por el suelo. Roger se desnudó y se acostó a mi lado, al rato me hizo volverme, abrir las piernas y empezó a hacer algo que no esperaba: a mamar mi culo recién singado, claro que al comprobar que tenía crema, se levantó y humedeciendo la toalla me lavó y regresó para dar lengua en mi culo. A Roger le gustaba, lo tenía claro porque los anteriores habían singado y ya, a lo macho, sin mucho miramiento.

- Roger...

- Sí, tell me.

- Fuck me, please.- le dije

Él me complació, esta vez no fue como la anterior, sino más pasional, más despacio. Parecía que quería demostrarme que la primera vez había sido un impulso, una rabia contenida. Al rato me hizo sentarme sobre él, nos abrazamos y me besó metiendo su lengua en mi boca. Singaba rico el yanqui. Se vino pero seguimos jugando los dos, no se vino por tercera vez pero seguimos singando. Cuando se fue me dio la dirección de su hotel para que fuera a verle, me regaló cien fulas diciendo que no le dijera a nadie, me besó y se fue. Cuando salí pues le dije a Papito que ya no podía más, que me iba, quiso convencerme pero le dije que no podía más, me dijo:

- Mira ya tienes cincuenta fulas, si te singas a uno más, te doy otros cincuenta y quedamos en paz.

Le dije que no, me dio el dinero de mala gana, cincuenta, pero que hideputa, seguro que se había metido tremenda cantidad y a mí me daba aquello. Le pregunté por Ramiro y me dijo que estaba adentro. Salí a la calle, el fresco de la madrugada me reanimó, me fui al malecón, pensaba que no estaba mal la cosa. Había singado, había salido con 150 fulas y había conocido a Roger, pero la idea de regresar a aquel sitio no me apetecía mucho.

En la calle me dirigí al malecón pues todavía era de madrugada, no habría ningún transporte hasta el amanecer. Como de costumbre en el malecón había gente, es el sitio de la capital más concurrido sobre todo por la noche, como si la ciudad no durmiera nunca. Al rato se pareció Ramiro, venía sonriente.

- ¡Oye, niño, qué dejaste aquello encendido!

- ¿Pero qué se pensaba ese que iba a estar allí toda la noche poniendo el culo? ¡Oye, que no es de goma!

Ramiro rio como él sabe hacer, me tiró el brazo por el hombro y me dijo, al oído.

- Lo sé, papo, lo sé... para mí es duro porque si me vengo pues ya, tengo que esperar para que se me pare de nuevo, por suerte mi tranca siempre está dura, LPV... bueno, y lo tuyo, pues nada, tú te abres y ya, puedes meterte todo lo que venga... pero sé que eso cansa.

- ¡Coño un alemán me singó como una bestia!

- Pero con el americano te pusiste las botas ¿no?

Ya Ramiro estaba al tanto del americano y de que repitió conmigo. Le conté y me dijo, que se lo habían dicho, que pocas veces el americano repite con alguien, que va y singa pero con diferentes, pero conmigo pues pidió que fueras de él, por eso se encabronó el dueño de la casa cuando yo me había ido. Era de risa aquello, pero Ramiro me dijo, de todas maneras si quieres singar y ganarte algo, puedes ir a su casa, que siempre serás bien recibido. Eso fue el recado que le mandó el dueño. Al rato de estar allí sentados, Ramiro me dijo que ya iba siendo hora de ir a dormir, que si quería me fuera con él a su casa. Nos fuimos, él cogió un carro que le cobró veinte pesos y en casi nada estábamos en su casa. Nos desnudamos y nos metimos en la cama. Ramiro tenía su pingón amorcillado, gordote, se lo acaricié y me dijo que cuando nos levantáramos singaríamos. Yo le dije que claro que yo tampoco podía más porque tenía el culo ardiendo, se levanto y trajo una crema y me untó con cariño.

- Nene, tienes que aprender a tener cremas para cuidarte... - me besó el culo. - cojones lo tienes como un chocho de abierto.

Nos despertamos como a las once de la mañana y por el ruido de un radio que tenía una música a todo volumen. Ramiro me dio un beso y me dijo:

- Quiero que te sientes en mi pinga, despacio, y la goces como tú sabes hacer...

El muy cabrón la tenía bien dura ya, yo lo obedecí, dejando deslizar su pinga en mi interior con facilidad pues antes de acostarnos me había untado mucha crema. Cuando estaba ya sentado y con su pinga bien adentro, me incliné para besarlo. Me gustaba aquel mulato claro y sobre todo aquel bigote que tenía.

- Papi, sé que te sientes bien así...

Fue lo que me dijo antes de empezar a moverse dándome placer y recibiendo él. Nos hundimos en un forcejeo tremendo, cambiando de posiciones pero siempre sin sacar su pinga de mi culo caliente como él no se cansaba de repetir. Me hizo levantarme y me llevó ante el espejo para que nos viéramos, después a una silla, de nuevo a la cama. Me sentí feliz cuando me dijo que nos viéramos juntos y así lo hicimos para fundirnos en un abrazo fuerte al final, agotados pero contentos.

- Me gustaría que fueras mi gente... - me propuso de pronto.

Yo guardé silencio, lo besé.

- Tú sabes que yo tengo mi compromiso en donde yo vivo..., no sé...

- Pues nada, vienes a vivir conmigo y ya...

Estuvimos hablando, quería de todas maneras que fuera su gente, sin mirar lo que había pasado hasta ese momento. Le dije que tenía que hablarlo porque mi gente no se merecía que lo dejará así como así, que él me gustaba, que me sentía bien con él, pero que así de pronto no podía decirle nada. En eso tocaron a la puerta, él se levantó y preguntó quién era, abrió la puerta y dejó entrar a Julián, el negro que había conocido cuando me había quedado con ellos a dormir en el cumpleaños de Ramiro.

- ¡Vaya, vaya, pero que bien acompañado estás!

Julián se sentó en una silla mientras nosotros seguimos en la cama, Ramiro abrazado a mí. Julián había venido porque tenía que vender carne y le preguntaba si él, Ramiro, quería y si no, pues tendría que venderla en otro sitio. Hablaron de negocio un rato, Ramiro le compró parte de la carne así que la otra se la propuso a no sé quien por teléfono.

- ¡Oye, negro que se te ha parado la pinga! ¿En qué piensas? - le dijo Ramiro en tono de broma al ver el paquete que se le marcaba a Julián.

- ¡Asere, que no soy de piedra y además ya sabes que recuerdo bien cuando nos singamos a ese blanquito!

- Pues no sé, habrá que preguntarle a él. - dijo Ramiro refiriéndose a mí.

- ¡Yo hago lo que tú quieras! - le dije.

Ramiro le hizo una seña a Julián para que se acercara y desnudara, a mí me puso bocabajo y le dijo.

- Negro, trátalo bien que está recién singado.

Julián se acomodó entre mis piernas, mientras Ramiro me miraba a los ojos, decía que quería verme la cara mientras me singaba en negro. Julián metió su pinga sin trabajo aunque me hizo sentirla, Ramiro me besaba y me decía "aguanta, papi, aguanta". Julián estuvo encima de mí dando pinga, hasta que se vino y cayó sudado sobre mi espalda. Ramiro me llevó mi mano a su pinga que estaba bien dura, me imaginé que pasaría, Julián dio paso a Ramiro que me volvió a singar, esta vez muy despacio, incluso Julián se vistió y se fue mientras nosotros seguíamos allí amándonos como dos locos. Ramiro no se vino, al rato caímos ambos agotados y nos volvimos a dormir.

Ya por la tarde nos despertamos, comimos algo y salimos a la calle había que pagarle a Julián lo de la carne que traería por la noche. Yo le conté lo de Roger y que me había dado la dirección.

- Pues no hay que perder tiempo, vas a ver al yanqui ese y si él quiere, yo me les uno.

Me dijo que fuera, que eso no se pensaba y que no le daba celos. Eso sí que lo llamara si no iba a venir por la noche. De la casa llamamos a Roger al hotel, quedé con él en la esquina del hotel Sevilla donde estaba. Cuando llegué allí estaba, limpio y oliente a perfume bueno, me abrazo y besó. Nos fuimos a comer algo a un restaurante, mientras me contaba mil cosas y sobre todo lo que le había gustado estar conmigo. Estaba deseoso de volver a tenerme, de poder hacer el amor conmigo pero en un sitio bueno. Resultó que ya había hablado con el guardia del hotel, éste me llevó a la habitación de Roger y me dijo que por la mañana me vendría a buscar. Roger le pagó y quedamos solos en la habitación del hotel, llamé a Ramiro para decirle que me quedaba y éste me recordó que le propusiera un trío, pero le dije que ya se lo había dicho, que para mañana.

Roger sirvió unos tragos y me abrazó con dulzura.

- I like you... yo querer a ti. - me dijo con ese acento inconfundible de americano.

Yo lo besé y le acaricié la pinga que se quería salir del pantalón.

- You like my cock? Dear...

No tuve que decirle que sí, que me gustaba él aunque me gustaba Ramiro y Gustavo y William..., era algo que no era un problema. Roger me besó por todas partes, por todo el cuerpo, nos metimos en la ducha, nos duchamos, yo empecé a comerle su pinga allí mismo, él decía cosas en inglés y salimos para la cama. Abrió la gaveta de la mesita de noche y sacó los preservativos y el lubricante.

-Sorry, my dear, but I want to fuck you..., querer singar ahora.

Era comprensible y yo lo deseaba, mientras le ponía yo el condón, él me untaba lubricante con sus dedos. Era la primera vez que singaba usando lubricante y de verdad que resultó bien, porque cuando me penetró no sentí ningún dolor sino placer y goce. No era el Roger que había conocido en aquella casa, era muy suave, muy amante, aunque su pinga seguía siendo tan viril y dura como la primera vez.

- Gustar my cock?

- Yes, yes... sí, Roger, sí...

Y sellaba mi boca con sus besos. Me hizo acostarme bocarriba, me penetró y me llevó las piernas al ras de la cama, como su pinga era gorda y grande pues seguía dentro y estábamos frente a frente, él sobre mí y yo debajo. Nunca había probado esa pose ni nadie me la había hecho, era mejor, porque nos mirábamos, nos besábamos y me singaba pasando por entre las piernas. Yo me vine pronto con el roce del torso velludo de Roger, él se apuró en terminar aunque si hubiera seguido, me habría dado lo mismo. Se levantó, tiró el condón y fue al escaparate y vino con una maleta, sacó un consolador de plástico de color negro, de forma rara, no muy grande y abultada en el centro y delgada al final. Me lo puso, me hizo sofocar cuando pasó la parte gruesa pero después quedó cómodo. Después supe que era un plug o tapón, que se usaba para mantener abierto el culo en los juegos. Me mostró la maleta que tenía llena de consoladores y cosas. Nos levantamos, me puse un short que él me dio y salimos al balcón.

Me sentía algo raro con aquel tapón en el culo, pero era cuestión de acostumbrarse. Roger me contó de sí, que estaba casado en San Francisco pero que venía a Cuba porque le gustaba como singaban los cubanos, que le gustaría tener a alguien así allá, que eso sería lo mejor.

- A ti gusta mucho el sexo, la pinga y dar culo... - Me dijo sonriente. - y a mí gustar mucho tu culo y singar a ti.

Al rato volvimos, me dijo que le mamara la pinga de nuevo para que se le parara. Él encendió un puro y se puso a fumar mientras yo jugueteaba con su pinga que no se dio a rogar mucho, en poco tiempo estaba tan dura como al principio. Fui a la mesita de noche y cogí un condón negro y se lo puse, le unté lubricante y Roger me sacó el tapón para meterme su pinga de nuevo. Singamos de pie, frente a la cómoda, yo apoyado a la cómoda viendo como Roger me singaba y fumaba. Terminamos en la cama y se vino. Después nos pusimos a hablar, yo le acariciaba su sexo que era bonito.

- Yo te singar más..., pero ya no poder...

Me dijo, pero se levantó y sacó un consolador grande, era más gordo y grande, me dijo que me relajara y empezó a meter ya sacar aquel trozo de goma, me hizo gemir, casi gritar y a él le gustaba verme así. Me vine al rato y entonces Roger trajo un espejo para que viera cómo estaba yo con aquel trozo dentro. De vedad que impresionaba y me gustaba. Al final nos acostamos a hablar, le dije lo de Ramiro y me dijo que lo llamara, que viniera.

Ramiro estaba allí en la puerta a la hora, Roger se acordó de él y fue entonces mejor la bienvenida. Le conté que ya habíamos singado pero que Roger quería seguir en la fiesta, le conté lo de los juguetes. Roger le enseñó los consoladores y Ramiro en un gesto de macho cubano se sacó su pinga poniéndola en las manos de Roger que se arrodilló y empezó a mamar como un ternero.

- ¡Tú empieza a trabajarle el culo! - me ordenó Ramiro.

Yo empecé a pasar mi lengua por el culo del americano que empezó a gemir y gritar que quería pinga. Le puse el condón a Ramiro con trabajo y lo dejé para que se singara a Roger que disfrutaba como el que más cuando sintió el trozo de pinga del mulato. Al rato Roger estaba con la pinga tiesa de nuevo, me dijo que le pusiera el condón y me metiera debajo de él para singarme, así lo hice y empezamos a singar los tres. Roger se llevaba lo mejor porque estando en el centro sentía por todos los lados. Cuando Roger se vino dijo que no podía más, Ramiro se quitó el preservativo y me metió la pinga. Roger quedó asombrado de que singáramos sin condón, pero pronto se nos unió lamiendo mi culo y la pinga de Ramiro. Cuando Ramiro se vino y la sacó, Roger se quedó mirando cómo salía la leche de mi culo, decía que era bello, que era lo mejor. Ramiro empezó a mamarme el culo y después me dio su leche en un beso. Roger estaba en el cielo con aquello y no hacía más que decir que desde hacía mucho tiempo no veía algo así.

La noche pasó entre juegos y sexo, por la mañana vino el guardia a buscarnos para sacarnos. Cuando bajábamos en el elevador le dijo a Ramiro.

- ¡Oye, porque no le dices que me dé una mamadita rápida! Es que estoy con tremendo queso...

Ramiro lo miró, le dijo que eso costaba, qué cuanto le daba, le dijo que cinco fulas y allí en el elevador me tuve que arrodillar y mamar la pinga al guardia, mientras Ramiro me miraba y acariciaba la cabeza. Por suerte el tipo no aguantó mucho y se vino en mi boca llenando mi boca de semen. Salimos a la calle, Ramiro me dio los cinco verdes diciendo que eran míos, durante todo el camino yo iba con el sabor a leche en la boca. Llegamos a su casa para acostarnos, Roger nos había dado doscientos verdes, mucho, cien para cada uno.

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