Siempre he estado enamorado de mi hermana Cristina. Ella ha sido como una segunda madre para mí, ya que al ser mayor y al estar mis padres trabajando se ha encargado de cuidarme desde temprana edad. No obstante, aquella tarde de otoño del 2007 despertó mi deseo sexual hacia Cristina. Yo entonces era un jovencillo de 18 años y ella, aunque sólo me sacaba cinco años, era una hermosa mujercita de 23.
Aquel otoño hacía sus estragos en el clima, por lo que un viernes decidí no salir a la calle, sino quedar con mis dos mejores amigos en casa. Les iba a poner una película de terror en mi cuarto mientras echábamos unas risas. Mi madre trabajaba aquel día hasta la noche, mientras que mi padre se quedaría en casa. Por su parte, mi hermana Cristina prefería salir de fiesta, no sin antes mostrar su hermoso cuerpo a mis amigos.
Llegó el momento en que mis amigos llegaron a casa. Bajé a la planta de abajo para abrirles la puerta: "¿No decías que hoy saldríamos?", me comentó Ricardo, el más pícaro de los dos. "Este es un cobarde", dijo en broma Eduardo, "caen cuatro gotas y ya no se atreve a salir". Les invité a pasar al recibidor, y antes de subir, se quedaron mirando a mi hermana Cristina, que estaba hablando por teléfono. Noté que Ricardo se estaba recreando la vista, ya que lo había visto en otras ocasiones así con otras chicas, mientras que Eduardo hacía lo mismo con mayor discreción.
Y no era para menos, ya que Cristina estaba realmente sexy para salir. Ella es más alta que nosotros, delgada, tiene cara bonita, con delicados rasgos, piel blanca, ojos marrones, melena larga, lisa y morena… Pero la ropa que llevaba resaltaba su exuberante cuerpo. Una blusa negra resaltaba sus grandes pechos, los cuales a veces había mirado mientras se bañaba en nuestra piscina casi de manera inconsciente, unos shorts del mismo color y unas botas altas de cuero por debajo de las rodillas nos mostraban unas largas y hermosas piernas. Que mi hermana mayor vistiera así de hot y mis mejores amigos se la estuvieran comiendo con los ojos me creó una sensación confusa: por un lado, me incomodaba que miraran así a mi hermana, pero por otro, aquella situación me excitaba. Conviene aclarar que por entonces, tanto mis amigos como yo éramos vírgenes, y nuestra máxima experiencia sexual era con videos eróticos o fantaseando con alguna profesora. Lo de excitarme viendo cómo otros miraban a mi hermana era algo nuevo para mí, de ahí que estuviera algo confundido.
Sin más preámbulos, subimos a nuestra habitación, allí nos sentamos y Ricardo, resoplando por lo excitado que estaba comenzó a decir "pufff, cómo está tu hermana". Sabiendo que ella y mi padre estaban por casa, le hice un gesto para que bajara la voz. "Córtate un poco, que es mi hermana". "Sí, pero está buenísima". Eduardo, más relajado, se reía de aquella situación y por lo descarado que era Ricardo. Luego este intentó suavizar los comentarios: "A ver, que si la muchacha es guapa habrá que decirlo". No quise darle más importancia, y continuamos hablando de otros temas, pero Ricardo insistía: "¿Y tu hermana tiene novio?"
Claro que mi hermana tenía novio, llevaba un par de años saliendo con él. "Pues qué suerte tiene, ya quisiera yo tener a alguien así a quien…", "Cállate", le espeté. De nuevo las risas entre nosotros y continuamos con otras cosas. Como diez o quince minutos después, mi hermana golpeó la puerta de mi habitación y me pidió que quería que le pasara algo que estaba allí. Ricardo se puso tenso y dijo "por favor, déjame que se lo dé yo". No queriendo que este hiciera nada obsceno o quizás por algo de celos, me levanté a dárselo yo. Abrí la puerta, allí la volví a ver tan terriblemente sexy y le di lo que me pidió, dándome las gracias. Al darse la vuelta pude ver lo bien que rellenaba aquellos shorts negros con su culo. "Joder, si es que es normal que Ricardo esté así, posiblemente yo también estaría igual si no fuera mi hermana". Finalmente mi hermana Cristina se fue, mis amigos y yo nos pusimos a ver la película sin más dilación y no se volvió a hablar de ella, pero en mi mente todo aquello seguía presente. No podía quitarme aquella imagen del cuerpo de mi hermana mayor. También me venían imágenes de mis amigos intentando tener sexo con ella, que era lo más extraño.
Cuando mis amigos se fueron de casa, sentía que tenía mucho calor en el cuerpo, como si fuera fiebre. Pero aquello no dejaba de ser deseo por mi hermana. Si le añadimos que nuestros padres nos han educado en la fe cristiana, aquello me generaba sensación de culpa. Era el morbo por algo prohibido, hacia una persona de mi familia, hacia aquella segunda madre a la que amaba. Nunca antes me había fijado en ella, al menos no conscientemente. Mientras más pensaba en esto, más me calentaba. Le dije a mi padre que me iría a duchar, pensando que así me calmaría un poco.
En la ducha pude ver mi erección, que llegaba a dolerme de recordar el cuerpo de mi hermana. El agua caía y caía, pero no se me bajaba la excitación. De pronto me la imaginé entrando en el cuarto de baño tal y como iba vestida. Se me quedó mirando y dijo: "¿Así estás por tu hermanita?" Y mientras me lanzaba una mirada sugerente se quitó lentamente la blusa, las botas, los shorts y su braguita color carne y me hizo un gesto para que me acercara a ella. Me pasó los brazos por detrás mientras acercaba mi cabeza contra sus pechos y yo con mis manos rodeaba su cintura y empezaba a sobar su cuerpo. "Quiero que me folles", me decía. Y sentándola en el lavabo, con sus preciosas y suaves piernas rodeándome y con sus pezones en mi boca comencé a penetrarla, imaginando su coñito caliente. "Oh, Dios", pensé mientras fantaseaba, "¿estaría tan caliente como un perro de no ser porque es mi hermana mayor? Nunca había estado así antes por nadie". En la misma fantasía, poco después, apareció mi amigo Ricardo, que comenzó acariciando los pechos de mi hermana por detrás.
"Cómo me pone esta zorra", dijo aquel Ricardo jadeando. No sé por qué vino esa palabra, pero me excité que llamara así a mi hermana. "¿Te excita tu hermana, verdad, cabrón?", me decía para acto seguido besarla, "pero esto no es suficiente", añadió, "prueba a follarte su boca". Acto seguido, me encontraba sentado en el váter y ella entre mis piernas de rodillas. Me agarró el pene y se lo llevó a su boca. Si bien recordaba haberle mirado las tetas en el pasado, nunca imaginé algo de ese tipo. Fantasear con tenerlo en su boca, pensando cómo movería su lengua y tratar de imaginar su carita mirándome mientras me lo chupaba acabó por hacerme eyacular, saltando el semen contra la pared de la ducha mientras gritaba "¡Cristina!"
Terminé de ducharme y me noté más relajado, con la temperatura más baja. Aquella primera fantasía con mi hermana había sido increíble. Pensé erróneamente (llevado por la culpabilidad cristiana), que ya no lo volvería a hacer más, que había sido un simple calentón. Pero aquella noche, cuando regresó de la fiesta, la espié para volver a contemplar su cuerpo mientras se cambiaba de ropa a la luz de la lamparita de su mesita de noche. Definitivamente, me había colado por mi hermana mayor y esto no había más que empezar. Quizás algún día hable de cómo avanzó esta historia con ella.