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Fermín y yo con Blas

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Mi mejor amigo ha sido siempre Fermín y sigue siéndolo «hasta morir mi madre», que es una expresión que me suelta siempre que le digo algo así como «no me traicionarás, ¿verdad, Fermín?, y responde:

— Hasta morir mi madre.

Esto significa «antes muera mi madre que yo te abandone, traicione, te dé la espalda». Viniendo de Fermín eso es tan cierto como que el cielo no se cae para aplastarnos. Yo no sé si yo le sería tan fiel, porque he tenido con él secretos, de verdad muy pocos, pero algunos mientras que él me cuenta absolutamente todas sus cosas. Él lo sabe y sigue siéndome fiel; es un tipo extraordinario.

Nadie piense que hablo bien e Fermín porque es mi maricón de turno; de ninguna manera. Fermín no es gay, no lo ha sido nunca y no deseo que lo sea por razones que se comprenderán a lo largo de esta historia, pero es guapo como nadie puede serlo, es guapo, sus ojos son de un verde intenso, siempre sonriendo, incluso cuando se enfada; es muy inteligente, el number one de todo el bachillerato; un deportista a tope: practica natación conmigo en el mismo gimnasio; con los chicos del barrio juega al fútbol en el campeonato comarcal; en la universidad se ha inscrito en atletismo: lanzamiento de jabalina, maratón y carrera de relevos; en el club donde su padre y el mío son socios practica tenis y frontón; además, conmigo y temprano, a las 5 am me recoge a la puerta de mi casa cada lunes, miércoles y sábado para ir a correr. Pretende que yo me inscriba en maratón y lo haré por amistad. Ahora, con todo esto, tiene un cuerpazo tremendo que llama la atención. El defecto, sí, solo tiene uno, no les hace caso a las compañeras. Si le dicen algo solo les sonríe porque siempre sonríe pero ni puto caso. Algunas de ellas me dicen:

— Preséntame a tu amigo.

Contestó que un día de estos, pero no lo haré, porque ya me ha avisado:

— Juan Pablo, a la universidad a estudiar y todo lo más algún deporte, niñas hay en el barrio para cuando nos sobre el tiempo.

— Fermín, sabes que yo con chicas nada que ver, qué a mí me van los chicos, pero es que tú..., ¡es que ni las buscas, coño!

— Lo que necesites de mí ya lo tienes, ¿no?, ¿cuántas veces te he follado esta semana?

— Solo dos...

— Pero si hoy es martes.

— Bueno, sí, claro, pero tú podrías buscar o quedar con alguna chica y...

— Déjate, ya tengo tu culo, si total follar es meterla en un agujero y darle "ñaca ñaca” hasta echar el semen que sobra, qué más da un culo que un coño, agujeros son los dos, ¿o no?

— Eres bruto, Fermín, si a mí me haces feliz, bien podrías hacer feliz a una chica, ¿o no?

— Todo llegará a su tiempo.

Ni modo. En el sexo no es frío, porque lo hace magistral para gustarme, pero es calculador en todo momento, muy racional.

— Ya hemos acabado el estudio, ahora merendamos en 10 minutos, luego follamos, hoy solo 15 minutos que tenemos que ir a inglés.

Cosas así cada día, es matemático. Me la ha metido y a veces suelta:

— Hoy no tenemos prisa, podemos seguir y cuando quieras eyaculo.

Pero es bueno follando, me pone a cien, y siempre me corro yo antes y le doy permiso para que se corra, de lo contrario aguanta y aguanta.

Yo soy gay, me gustaría mamar otras pollas, pero no hay modo, dice que él me hace todo lo que necesito para que no pierda el tiempo con otros. La verdad es que, desde que yo puedo recordar, nos pasamos la vida siempre juntos. Llegan las vacaciones y vamos al mismo lugar, un apartamento cada familia, pero juntos, uno al lado de otro, el mar al frente. Solo cuando sus padres viajan y se lo llevan a él y a su hermana, me encuentro entonces más solo y abandonado que la mierda cuando la cagan. Menos mal que todos los días hablamos por teléfono. Es entonces cuando mi hermano Augusto exclama de cara a mi madre:

— Mamá, además de una hermana, tengo un hermano? Porque esto que hay aquí —me parece un mueble.

Las risotadas de todos me apabullan y si me quejo, mi hermano protesta:

— Fermín y tú sois peores que los novios.

Mi hermano tiene una novia muy bonita, María Salomé se llama, que es más pegadiza que un chicle debajo del asiento de una silla.

En verano Fermín y yo solemos hacer excursiones que consisten en subirnos a la moto de Fermín y nos vamos desde el mar a diversos lugares que ya conocemos. Un sitio donde solemos ir los sábados es bonito, Fermín hace fotos, yo escribo en mi tableta y luego vemos sus fotos y leemos mis escritos. Cuando vamos a La Partida, así se llama el lugar, nos quedamos por la noche. Ese día nos llevamos más comida desde casa. Llegamos hasta un refugio semi destruido donde pasamos la noche bajo techo y en nuestras bolsas de dormir. Al frente del refugio, a menos de 10 metros, discurre agua como una acequia que nace cerca y han hecho una poza junto a la pequeña cascada rodeada de hierba verde. En el silencio de la noche se escucha el chapoteo del agua de la cascada y provoca el sueño. Lo solemos hacer cada quince días. Es un lugar muy solitario, dejamos la moto en el mismo lugar que dormimos y aprovechamos para hacernos mutuamente la higiene corporal que consiste en afeitarnos todo el cuerpo y lávanos bien el recto. Es lo mismo que durante el año hacemos en sábado cada dos semanas después de correr y antes de ducharnos.

En La Partida madrugamos como todos los días para correr campo a través, sin semáforos ni coches, nos cruzamos con liebres, lagartijas y algunos pájaros que se asustan de nuestro trote. Cuando llegamos de regreso a las 8 am, vemos los pájaros que levantan el vuelo al asustarse por nuestra ausencia, aquello es su abrevadero. Nos quitamos la ropa y nos metemos desnudos en la poza. La experiencia es que allí no llega nadie hasta el atardecer. Se nota por los condones y jeringuillas que encontramos siempre por el suelo dentro del refugio. A veces subiendo en moto encontramos bajando alguna pareja. Cuando eso ocurre solemos encontrar condones llenos de semen que aún no se ha secado del todo. Eso siempre me pone.

Después de bañarnos, preparamos el desayuno y comemos para aguantar hasta la hora de comer. Nos tumbamos desnudos sobre la hierba junto a la cascada con los arreos de depilar. El año pasado, al final de las vacaciones, Fermín me estaba afeitando los pelos de la raja del culo y yo tumbado boca abajo. Me dice Fermín:

— Viene un tío.

— Tú continua, si dice algo, ya veremos.

En efecto, llegó y saludó con un «buenos días» muy airoso y se metió en el refugio. Fermín estaba vigilando a ver qué pasaba. Se asomó y preguntó:

— ¿Esa moto es vuestra?

— Sí, ¿por qué?, —dijo Fermín.

— De puta madre, es chula, —dijo acabando de salir— ¿puedo acercarme?

— Si quieres, no problem, —dijo Fermín.

Se acercó me miró y me saludó. Le sonreí con un «hola» y se dio cuenta de lo que estábamos haciendo. Entonces dijo:

— Me vais a disculpar, pensaba que estabais tomando el sol, no quiero molestaros...; si no os importa, me voy a bañar en la poza. Ah, me llamo Blas.

Le tendí la mano y le dije:

— Me llamo Juan Pablo, si te molestamos...

— Qué va hombre, no, de ninguna manera...

— Mi nombre es Fermín, báñate, cuando acabemos te invitamos a una cerveza.

— Me gusta, yo traigo en mi cesta fruta de mi campo, os gustarán, son muy dulces mis melocotones.

Me dijo Fermín imitando la voz de Blas y en voz baja para que no escuchara:

—Son muy dulces mis melocotones, ¿lo dirá por las frutas o por sus huevos?

A mí me pareció muy discreto este Blas, estuvo en la poza todo el tiempo en el que nosotros nos arreglamos. Yo observaba cuando depilaba a Fermín y Blas entraba y salía. Creo que de vez en cuando miraba si habíamos acabado y se volvía a zambullir en el agua.

Cuando terminamos, los dos perfectamente depilados, pecho, cuello, pubis, ingle, brazos y piernas, nos dirigimos a la poza. Se siente muy bien el cuerpo totalmente limpio. Blas se nos quedó mirando. Intentó salir y nos metimos de zambullida.

— Si os molesto...

— Tú no molestas, quédate.

— Gracias, estáis muy guapos sin pelos, se ve todo.

Nadamos los tres y comenzamos a jugar Fermín y yo, Blas miraba y en un momento le señalé que bromeara a Fermín y lo hundió en el agua, luego hice lo mismo yo con Blas y ya continuamos con la lucha entre amigos dentro del agua. Tanto tocarnos que hubo rozamientos agudos de nuestras pollas y ya estábamos los tres empalmados. Besé a Fermín y mientras nos dábamos lengua indique con la mano a Blas que se acercara y nos pusimos Fermín y yo a besarle. ¡Qué lengua la de Blas! Toda su boca estaba con sabor a fruta, luego nos dijo que había desayunado melocotones. Mientras estábamos con nuestros besos la polla de Blas rozó con mi entrepierna y era grande, quizá más grande que la de Fermín y similar a la mía, pero más gruesa. Me calenté y me vi obligado a salir de la poza. Me siguieron, estábamos cansados y nos tendimos al sol con el culo hacia el cielo y comenzamos a hablar entre los tres. Blas nos dijo que a esas horas no solía venir nadie y preguntó:

— Sois gays los dos, ¿cierto?

— No —contestó Fermín—, Juan Pablo sí, pero yo no.

— Ah, sois hermanos...

— No; él, Fermín, es mi mejor amigo, —dije.

— Ah, y tienes novia, claro, —dijo Blas de cara a Fermín.

— Pues tampoco; ni yo tengo novia ni Juan Pablo tiene novio...

— Qué raro..., y ¿qué haces cuando lo...?

— ¿Cuando siento necesidad?

Yo comencé a reírme y me miraban los dos extrañados.

— Cuéntale, cuéntale cómo lo resuelves, —le dije a Fermín.

— Levanta la cabeza y mira hacia atrás... —Blas obedeció y Fermín prosiguió—. Juan Pablo y yo somos amigos desde niños, pero que muy amigos. Ahora mira el culo de Juan Pablo... ¿Crees que con un culo como ese tan perfecto y bonito puedo preocuparme?

— Pero tú no eres gay...

— No, pero un culo es un culo y tiene un bonito agujero. No veras ninguna chica con un culo como ese y además él siempre tiene ganas. Ah, pero tú ¿qué?, ¿cómo te desahogas?

— Pues ahí está el problema, yo soy de aquel pueblito que asoma al comienzo del valle, allí es muy complicado..., pero sí, llevas razón, como ese culo ninguno, ni en chica ni en chico, eso es la perfección, da gusto verlo… —dijo Blas.

— Y tocarlo —decía Fermín—, ¿quieres tocarlo?, te doy permiso, tócalo.

Miré a Fermín con media sonrisa y el ceño exageradamente fruncido para mostrar mi complacencia y Blas me dijo:

— ¿A ti qué te parece lo que dice Fermín?

— Fermín es mi mejor amigo y lo que dice me vale siempre.

Blas se levantó, se puso de rodillas detrás de mí, me acarició las nalgas, gimiendo:

— Mmm, mmm, duras, —se agachó y me dio un beso en cada nalga. Entonces Fermín le puso la mano sobre su cogote y lo llevó a meter su nariz en mi culo. Blas olió y luego comenzó a lamer, pasaba la lengua por mi agujero, me producía mucho gusto y se entusiasmó hasta meterme su lengua adentro y echarme mucha saliva. Fermín lo iba animando y ya sabía yo que iba a ser la puta de los dos.

Blas me cogió de las caderas me puso en cuatro, Fermín echó saliva en mi culo y Blas escupió en su polla y comenzó a presionar:

— Lento, lento, que entra solo, —le decía Fermín a Blas.

Y entró. Y se aquietó. Se me puso delante Fermín y metió su polla en mi boca. Yo estaba feliz, mi sueño cumplido, uno detrás y otro delante, ¿qué más podría desear?

Iban follándome y a poco tomaron el mismo ritmo, cuando uno entraba otro salía. Esto me resultaba cómodo, pero luego tomaron otro ritmo al cogerse de los bazos, salían y entraban al mismo tiempo y dentro los dos se daban un beso muy sonoro. Yo acariciaba los huevos de Fermín, tanto lo hice que obligué a Fermín a correrse y lo atrapé todo y lo iba tragando después de degustarlo. Fermín aún no entiende por qué me gusta tanto su leche. Seguí lamiendo su polla hasta dejarla limpia del todo. ¡Cómo gemía Fermín!

Quedaba Blas que se corrió algo más tarde y me invadió todo mi recto de su semen. Yo ya me estaba moviendo con ganas de correrme, Fermín avisó a Blas que yo me iba a correr y se tumbó debajo de mí para recibir mi leche, mientras Fermín recogía lo que yo iba soltando por mi culo. Estábamos los tres sudados y necesitábamos echarnos a la poza y luego, sentados con las piernas abiertas de frente al sol, íbamos tomando nuestra cerveza.

Ahora sí, Blas se había estado ganando nuestra amistad y lo invité a venir a mi casa. Blas muy agradecido me dijo:

— Mira, yo voy, pero necesito saber cómo follas, no sea que allí quieras follarme y me lleve una desagradable sorpresa.

— ¿Cómo dices eso? Juan Pablo folla muy bien, es un maestro, —dijo Fermín.

— Yo necesito saberlo para ir, —respondió Blas.

— Lo que tú quieres es que te folle, —le dije.

Nos reímos los tres a plena carcajada y Fermín se dedicó a mirar mientras se masturbaba. Blas ya estaba suficientemente preparado por la lengua de Fermín mientras Blas me hacía su magistral mamada. Dos veces se corrió Fermín mientras yo le estaba reventando a Blas su culo. Gemía Blas como un llorón entre el dolor y el placer. Se corrió y decidí que era el momento. Se lo eche todo dentro a Blas, gimió, suspiró y babeó abundante por el placer.

Esto no iba a acabar ahí. A partir de ese día, apenes hemos ido este año a la playa contactamos con Blas que nos espera. También lo hemos tenido en la ciudad. Le encanta mucho ir con libertad a la sauna gay. Allí viene solo conmigo, follamos los dos y follamos con otros pero siempre nos controlamos. Fermín no quiere sauna pero le gusta que me acompañe Blas, tampoco quiere que vaya solo. No sé si alguna vez entenderé una vida sin Fermín y sin Blas. Ya me parece casi imposible.

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