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Filomena a mi pesar

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Parece que fue ayer y ya llevamos un año juntos, a ella la veo algo aburrida con esa cotidianidad que da el día a día; ella que siempre ha sido tan alegre y vivaracha por eso y porque creo se lo merecía la invite a cenar y proponerle lo que es su ilusión, algo que le diese ese chute de vivacidad. A sus 43 años y sin hijos ha vivido siempre en ese aura de juventud y diversión constante.

Por mi parte soy divorciado, padre de tres hijos y tengo 58 años. La conocí en unas vacaciones, -siempre viajo solo, ya hace 10 años que estoy divorciado- gracias a uno de esos compañeros latosos que siempre conoces en esos hoteles, compartíamos la misma profesión, abogados. Rondaba la cuarentena y estaba casado con una pecosa y huraña mujer, tenían dos estridentes niños. Tomábamos alguna copa, era latoso, cargante y simplón. Una tarde me dijo de ir a tomar unas hamburguesas solos, no me apetecía mucho pero por deferencia acepte.

Allí estaba ella, la que ahora es mi pareja; entre olor de fritanga, humo y ruido de platos estaba tras la plancha tirando perritos y hamburguesas. Tenía esa apostura tosca y hablaba casi a gritos con sus compañeros. De estatura alta, tetona, culo contorneado y subido; era muy recia. Su cara era angulosa, sus ojos tenían profundidad de mirada, pómulos marcados, boca sensual; llevaba el pelo recogido y en su cabeza una gorra roja. Me cayó bien, ante mi asombró el latoso amigo la conocía, me la presentó. Se llamaba y se llama Filomena. Hubo risas estridentes y afectuosas por parte de ella. Nos hizo la especial con queso con patatas fritas y cola. Ya de regreso al hotel le dije que era una mujer curiosa, que pareciera que se conocieran, y él, como si le corriera prisa decirlo manifestó “me la he calzado unas cuantas veces, fue fácil, al llegar mi mujer estuvo con jaqueca, la conocí la misma noche que llegamos, ella tenía el día libre, estaba en la misma hamburguesería donde trabaja charlando con sus compañeros, la invité a unas cervezas, a la hora me la levanté y me la cepillé en la playa; a la mañana siguiente mi mujer aún no estaba recuperada, me llevé a los niños a la hamburguesería, ella fue muy atenta, me informó que ya terminaba su turno y tenía unas horas libres por la tarde. Dejé los niños con la animadora del hotel y esa vez me llevó a su apartamento; allí jodimos la maldita tarde, es cañera la hembra”. Por fin a la mañana siguiente se marchó con su plebe, no sin antes despedirse con un puño cerrado chocado contra el mío, era un gilipollas de premio.

No pude abstenerme y volví a la hamburguesería esa misma noche, fui recibido de forma simpática por Filomena, incluso tuve el valor de invitarla a beber algo, desde detrás de la humeante plancha se tomó una coca cola light de lata. Me tomé unas cervezas, el local iba a cerrar, ella ya barría el local en zig, zag a golpe de escoba. Otro hombre se acercó a mí, tendría unos 35 años y con voz de orgullo ofendido y como si las palabras le explotaran en la boca me dijo “no querrás pisarme la tía, viejo”.

Me fui, al caminar hacía el hotel, al cruzar el paso de cebra vi como Filomena estaba en el coche con el iracundo personaje que me había tratado de vejestorio. Esa misma noche solicité los servicios de una profesional -25 años, negra, su tarifa 80 euros- y saqué todo lo que llevaba dentro acumulado.

A la mañana siguiente si fue la vencida, mi Filomena se mostró simpática y muy deferente, le dije si al terminar su trabajo quería venir a cenar. Acepto, incluso me puso el doble de Kétchup en la hamburguesa especial. Y sí, esa misma noche ya tuve el honor de follar con ella, fue receptiva y diligente y no solo esa noche, todas las siguientes hasta el fin de mis vacaciones. Se me entregó con todo.

No lo dude y al final le propuse que se viniera conmigo a la ciudad. Quedó encantada, le gustaba mucho el cine, donde hay tiros, sangre, acción; se desvivía por las revistas del corazón, los realitys show de la televisión, conocía todos los personajes, sus vidas.

Volviendo donde hemos empezado esa noche la llevé a cenar –langosta- y cuando bebíamos una copa de vino desnudé mi alma:

—Muchas gracias por este año que llevamos juntos, no pensé que aguantaras, te doy las gracias de corazón.

—Yo te quiero mucho y sabes que hago lo que sea por ti —dijo ella.

Yo nunca le había reprochado esos escarceos en las vacaciones, ni siquiera las había nombrado, a veces ella rememoraba sus juergas y salidas, sin nombrar sus amantes ocasionales.

—En vista de ese aniversario quiero que te des un pequeño homenaje — dije yo.

—Ya veo que esas conversaciones que a vecesss tenemos te han puesto berraco —contesto ella, y no eran ni más ni menos que juegos sexuales con otros, jóvenes, juergueros… no sabía que quisieras eso.

—Filomena, ya no somos niños, y sí, quiero eso —contesté.

—¿Cómo qué?

—La verdad es que quiero verte tumbada y gozada por otro, ya sea un chulo, un macarra o el mecánico del vecindario, tenía pensado hacer una escapada al pueblo costero a unos kilómetros de aquí. Te lo mereces, darte ese pequeño homenaje, sé que tú también lo deseas.

—Si lo quieres así, así será… —contesto ella.

A la noche siguiente ya en un apartamento desnuda ante el espejo ella se estaba acicalando, sus pechos con sus aureolas oscuras aún con pequeño deterioro de caída se mantenían turgentes -quizá porque nunca había sido madre-, su culo ovalado conservaba también armonía siendo prieto, su coño depilado la complementaba muy bien. Se pintó los labios, se perfilo las cejas, había ido a la peluquería y lucía su media melena morena como una leona. Yo esperaba ansioso fumando en el cuarto con una cuando ella salió del baño y empezó a vestirse. Empezó por ponerse las medias negras en sus piernas desenrollándolas hasta llegar a sus enérgicos muslos. Buco ropa interior, dudaba.

—Eres una mujer muy aguerrida, he disfrutado mucho contigo este año, pensaba te cansarías de mi, nosotros solos, no te has aburrido, o eso creo, vamos.

—Para nada, ya sabes que te quiero, estamos mejor solos, nunca he tenido instinto maternal para poder formar una familia —dijo mientras rebuscaba en sus sostenes y bragas.

—Veo que has elegido un vestido negro muy acorde a la ocasión —dije.

—Sí, aunque es ceñido y hay que elegir bien lo que te pones debajo, ya que marca mucho.

—Yo no me complicaría la vida buscando, no me pondría nada debajo, vas de caza —dije en tono morboso.

—¿Te gustaría?

—¡Me encantaría! —exclamé.

Se puso el vestido, la verdad es que le marcaba cuerpo, el escote ponía de buen humor, esos dos puntos provocativos de los pezones lo complementaban muy bien, por la parte baja el vestido llegaba bastante más arriba que las rodillas insinuando los muslos; terminó calzándose unos zapatos de tacón que si ya de por si ella alta la elevaban casi a mi metro ochenta y cinco.

Llamé a un taxi, el chófer al abrirle la puerta no le pasó desapercibido su falta de ropa interior (hacer un aclaratorio que Filomena estando acostumbrada a salir conmigo y vestirse elegante nunca se había desenvuelto con esa elegancia femenina con esos vestidos y a veces descuidaba sus movimientos, ya que antes de estar juntos siempre usaba vaqueros y camisetas). Nada más entrar le pregunté donde había ambiente, ya que no hay nada mejor que preguntarle a un taxista. El hombre de mi edad más o menos en tono sonriente dijo:

—Qué tipo de ambiente ¿señorial, de cena, de baile formal, de juerga… —esta última la dijo en tono levemente morboso.

Acercándome a su oreja le dije:

—Buscamos marcha como dicen los jóvenes

—Va muy elegante la señora —dijo el chófer sin perder detalle por el retrovisor hacía Filomena.

El morbo de verla a ella así y que ya impactara nada más empezar la noche era parte de ese poder adictivo. Me acerque a la oreja del conductor y por lo bajo le dije:

—Voy a que me la follen.

Nos dejó frente a un local cuyo rótulo luminoso se podía leer BACHATA CLUB. Bajamos, pagué al taxista y hubo una mirada de complicidad entre los dos.

El local estaba animado pero la concurrencia no era mucha. Era un local cutre, con decorado de dudoso gusto estético, en medio había una pista de baile donde unas ocho o nueva parejas bailaban; en la barra los clásicos cuarentones observadores. Pedimos unos mojitos, mis gafas se empañaban y mi calva empezaba sudar, señal inequívoca que la confabulación había empezado, Filomena se dio cuenta de mi excitación y tras mirarnos salió a bailar. Sus movimientos eran desgarbados, no se le notaba estilo, aunque para mi eso era un plus. Pasado un cuarto de hora empezó a tener moscones que bailaban con ella alrededor, algunos entablaban breves palabras, otros miradas feroces de magreos oculares. Empezaba a serla comidilla cotillera, muchos tenían la vista puesta en ella, las luces al darle a contraluz insinuaban de forma descarada su cuerpo.

En ese momento aparecieron lo que a primer golpe de vista se denominan los playboy de zona. Uno lucía coleta y perilla, era alto, descamisado, en su pecho lucía una gran cruz de oro falso, en sus orejas llevaba pendientes. Pisaba firme con toda la planta del pie en el suelo, su cuerpo estirado al máximo, con una mirada retadora hacía Filomena. El otro no era alto pero lo parecía, rapado, con bigote, un tatuaje asomaba en su cuello y piercing en ambas orejas y en las cejas. Enervado y con decisión luciendo una camisa hawaiana, donde también asomaban varios collares se encaminó también hacía la pista. Los dos macarras de perímetro tendrían veinte y pocos de años. Me entraron ganas de orinar próstata ya no es lo que era. En la hilera de urinarios había dos hombres, oí como decían:

—¿Has visto a la puta esa?

—Si, tiene meneo la hijaputa, viene a por carnaza —contesto el otro.

—Va desbragada y sin sujetador, es carne de cañón.

—Ya le han echado el ojo los Cortana, esos cabrones se tiran a todas las asequibles.

Salí, y efectivamente, eran cazadores natos, ya estaban bailando y cuchicheando con ella, los otros que en principio se le habían acercado ya habían sido descartados. Bebieron los tres en la barra, en un momento tras unas breves y aparentes eufóricas palabras de ella, ellos me miraron de forma penetrante, despectiva con aires de superioridad con una leve sonrisa socarrona entre ellos. Filomena se me acerco, me dijo:

—¿Cuál?

—Jóvenes si son, la verdad, será un plus para ti.

—Tiene 28 el de la coleta, el otro 18 recién cumplidos. Creo que elegiré el de la coleta.

—Parece que tiene tablas, por su porte, ahora bien, incluso puedes ir con los dos, sé que no hablamos mucho del pasado, pero ¿has hecho tríos?

—No, la verdad es que no.

—Buena ocasión  dije tajante.

—Yo no… no est… estoy segura —dijo al mismo tiempo que fue al lavabo.

Los dos no dejaban de mirarme en ese instante, se levantaron y vinieron hacía mi, su porte achulado con risotadas entre ellos me causó impresión, ese descaro la verdad es que me ponía, y mucho. Se sentaron y el de la coleta dijo:

—¿Qué tal viejo?

—Ya ves, aquí mirando el ambiente.

—Tu vieja va de rabo, descarada la cabronaza y nosotros llevamos buena onda, de la buena sabes, viejo. Somos primos, vamos siempre juntos, ella la vieja, nos ha dicho… que tú, viejo, el que quieras para ella, pero digo yo, una tipa que va sin ropa interior pide polla a gritos, por eso por qué no nos lo montamos con mi colega el p primo… Sabes arriba mismo del bareto vivo yo, dime, viejo.

Al decirme esto se inclinaba hacía adelante, su cruz tintineaba sobre la mesa, al mismo tiempo que miraba a su joven primo de reojo. Me incliné también hacía adelante, aguantándole la mirada y dije:

—Por mi no hay problema, creo que sabes manejar una mujer.

—No lo dudes, viejo. Me tiro a mucha piva, mi primo recién empezando, es bueno enseñarle, ya veras, nos va a flipar la ostia puta —dijo, al mismo tiempo que chocaban sus puños con el primo en señal de victoria.

Se levantaron y volvieron a la barra, esperando que Filomena saliera. Al salir me miró, le levanté el pulgar y después con el dedo medio y el índice marcando claramente “dos” volvió hacía la barra. El camarero vino y me trajo el ticket de bebidas de ellos. Pagué.

Al piso de arriba se podía acceder desde la trastienda del bar, lo comprobé cuando ellos empezaron a caminar hacia esa dirección. El de la coleta iba delante con Filomena, paseaba su gloria de la gente, cruzando la pista de baile, quería mostrar su presa, el primo detrás. Me levanté y fui tras ellos. Me miraron de reojo, supongo que Filomena les había aclarado que quería estar presente, ya que no se inmutaron. Llegamos a una escalera interior con pintadas en las paredes y los peldaños llenos de colillas. El mayor de ellos le había levantado el vestido y la tenía agarrada por el culo mientras iban subiendo, veía como las nalgas de Filomena subían y bajaban. Me dijo el mayor, que me dejarían la puerta abierta, era el 3 puerta 2. Las escaleras me agobiaban. Vi como entraban en la habitación. Descansé y encendí un Camel. Esperé unos 10 minutos, para asimilar la situación.

Entré, había un pequeño recibidor en el cual colgaba un cuadro de un Cristo, el mismo que el mayor de ellos llevaba colgado de su cuello, un pequeño pasillo me llevo a un pequeño salón, una vez allí ya vi a los tres desnudos, pude ver la nuca con la coleta del mayor que estaba comiendo la boca a Filomena y tenía atenazadas sus nalgas; el joven delante mirando y pajeándose con una polla nada desestimable; el mayor cuando supo que había entrado se ladeo, vi su polla de grandes dimensiones en una erección ya sería con unos testículos colgantes. Me miró despectivo y altanero señalándome con un ladeo de cabeza un decrepito butacón.

La habitación olía a cerrado, a tabaco y a macho. En el suelo había la ropa de ellos y no solo la de ese día, el ventilador estaba puesto a todo trapo, las ráfagas de aire se movían por toda la habitación. Sospesó los pechos de Filomena, tiró de sus pezones. Filomena estaba receptiva y algo insegura a simple vista. Me senté en el butacón, y nada más sentarme enfrente de mi le hizo dedo en el coño y con el coño subiendo y bajando, paso a dos dedos, podía oír el chapoteo del coño, la volteo y le abrió las nalgas metiendo dedo en su zona anal. Miró a su primo ignorándome a mi y dijo:

—Está mojada de cojones, encima tiene el culo petado.

—Para ser viejota la cabrona no está nada mal —dijo al mismo tiempo que se pajeaba con furia y velocidad el joven.

—Despliega el sofá cama primo —ordeno el de la coleta.

Desplegado el sofá cama Filomena fue sentada en el borde de él, nada más estar en esa posición el mayor le dio rabo en la boca, apenas lo abarcaba, la atenazó de la nuca y se lo metió hasta el fondo, a Filomena le entraron arcadas, sacó la polla, ella respiraba con dificultad. En ese momento me bajé los pantalones, llevaba empalme y empecé a pajearme. Se cogió los testículos con una mano y hizo los puso en la boca de Filomena. El primo, mientras se pajeaba dijo:

—¡Dios! ¡La ostia puta, me correré sin haberla probado!

—¡Yo le hago el coño y tú le follas la boca, primo! –dijo el mayor.

Filomena, jadeante fue colocada en horizontal en la cama, su cabeza en el borde del sofá cama con su nuca al borde, fue abierta de piernas en tijeras por el mayor y el primo le puso por fin la polla en la boca para follársela, mientras el mayor la penetrada por el coño. Filomena se vio avasallada por vagina y boca. No tardó en echarle la lefa dentro de la boca, el otro le daba caña de la buena por su coño. Vinieron estertores de corrida, en la boca de ella, con sus mejillas hinchadas y sus ojos llorosos, falta de respiración tuvo que tragar la corrida; por la otra parte, la vaginal, fue bombeada hasta la terminación seminal dentro del coño. Ella gozó, ya que los chapoteos sonoros era un signo evidente que se había venido, aunque, con una polla dentro de su boca no podía exteriorizar sus emociones. Me corrí, mi lefada me llego a la barbilla.

Quedo tendida en la cama, de su coño salía lefa y de su boca salió vomito con semen. Ellos se fueron uno tras otro al baño para echar una sonora y larga meada. Por mi parte cogí los Kleenex del bolsillo y me limpié el semen. Al salir ellos, Filomena, pidió ducharse, se sentía sucia. Mientras tanto el mayor hacía un análisis de la batalla:

—Viejo, tu vieja se ha corrido de la ostia puta ya que mis huevos están mojados, y tú, bueno, estás con la polla fuera y has lefado a tu edad, puto viejo, eres un voyeur de cojones.

—¡La puta ostia, he hecho tragar a la hijaputa toda mi puta lefa!  has visto como le he machacado la puta boca? —dijo el primo.

—Ahora después de que el viejo nos invite a fumar la remataremos, la yegua quiere estar limpia, he visto que tiene el culo hecho, se merece encule, ya que ese orto no solo caga — ijo el mayor mirándome retador.

—Sí, tiene el culo hecho, ya me vino con el rodaje hecho, usadla a vuestro gusto, quiero que goce y al mismo tiempo verla usada como genero a consumir —dije.

—¡¡Yo también quiero cepillármela!! —exclamó el joven.

En ese instante salió Filomena, estábamos fumando, pasó ante nosotros ausente, iba a vestirse, pero, el mayor le dijo:

—No hemos terminado, ahora comerás culo y serás enculada como dios manda.

El mayor con tono autoritario dijo a su primo que se pusiera en cuatro, junto a él. Los dos con el culo al aire les fue comidó su culo hasta el fondo, hasta donde llegaba la lengua de Filomena, como si los follara con la lengua, al mismo tiempo Filomena me miraba y yo, con polla en mano, pajeándome le insinuaba que, acatara. Gozaron de la lamida del culo de Filomena, les pasaba la lengua por los testículos y profundizaba en el recto hasta el máximo. Tras la lamida fue tumbada por el joven en misionero, la pistoneaba como un jabato, parecía un taladro en una pared adentro afuera, ritmo salvaje, bufidos, ronroneos, se corrió dentro. Filomena lo gozó, estertoreó en una corrida largahacionora. Se corrió en la vagina. Yo me volví a correr, mi corrido me llegó a la cara.

Tocaba el turno del encule por parte del mayor, fue puesta en cuatro nada más terminar su primo, empleó el semen del coño para lubricar el culo, entró a rabiar, sus ojos estaban en trance, la empotró hasta el fondo, ella chillaba como una posesa, él por su parte la cogió del pelo haciendo arquear su espalda y a gritos de “hia, hia, so puta, flípala” se corrió en su mismo culo. De su coño goteaba semen y flujos, había gozado.

Terminó la jodienda y fuimos invitados a abandonar el lugar -decir tiene, que me volví a correr. Ellos se limpiaron sus pollas goteantes en el vestido de Filomena. No le dieron opción a ducharse. Bajamos las escaleras y desde mi móvil llame al número de taxi que nos había acompañado. Nada más entrar en el taxi con la poca confianza que habíamos tenido, me dijo:

—¿Bien servida, no? Apesta a macho y a semen.

—¿Si quieres rematarla, tú mismo? —dije en tono retador.

Ni corto ni perezoso se paró a medio camino que nos separaba de donde nos alojábamos, saco de la guantera un preservativo (durex love sex sensitive) ya que me dijo “no me gusta follarme guarras sin forro” y la jodió en un follada conejera rápida. Al llegar me dio el preservativo llena de lefa para que lo tirara y me regalaba el importe de la carrera, ya que me dijo qué: “la puta lo valía”.

Al entrar ella me dio su impresión de que había sido una experiencia placentera, diferente, pero dura. Se ducho. Cuando llegó al dormitorio le hice el anal con ganas y rabia, me corrí. Disfruté.

Estoy con mis nietos en la celebración del cumpleaños de los gemelos, mi hija me dice que soy, a pesar de estar divorciado de su madre, el mejor padre que una hija pueda tener. Estoy confuso, o eso creo...

 

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