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Follada por mi esposo y dos amigos de él
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hace un par de días, decidí comentarle a mi esposo la loca idea que llevaba varios días rondando en mi cabeza, y la cual consistía en que fuesen tres hombres los que me follaran. Deseaba que uno me follara el coño, el segundo el culo y finalmente el tercero me follara la boca. De solo imaginarme en esa postura, comenzaba a calentarme, pero por algún motivo, se lo comenté a mi esposo apenas hace unos días.

Él se quedó observándome mientras pensaba, y luego de unos segundos me respondió:

—Tiene que ser un par de tíos que estén limpios para que no necesiten ponerse preservativo. Creo que tengo dos amigos que nos pueden ayudar.

Me puse muy feliz y esperé a que él arreglara el trato. Después de unos tres días, me dio la respuesta. Ambos habían aceptado, solo que se reunirían con nosotros en un par de cabañas rentables.

Para no prolongar el relato, el día acordado se llegó y tanto mi esposo como yo nos dirigimos hacia ese lugar. La idea era pasar todo el fin de semana y regresar el domingo por la noche para descansar y comenzar nuestra jornada laboral al día siguiente.

Antes de subir al auto, Keev me había pedido que me diera una ducha profunda y después me ayudó a ponerme el dilatador anal. Si me pensaban follar por el ano, al menos debía estar preparada. Keev manejó durante casi dos horas, y cuando llegamos, sus dos amigos ya nos estaban esperando. En esta historia vamos a llamarlos Santiago y Marcos.

Keev los saludó con mucho gusto, mientras que yo sí me puse un poco nerviosa. Tenía ropa puesta, pero los nervios me estaban congelando.

—Sarah —me dijo Keev—, ve a la habitación que quieras y ponte algo de ropa cómoda, yo hablaré con ellos un momento y después iré a buscarte.

Obedecí y subí mi pesada maleta. Los escuché reírse y hablar de cosas triviales como de sus empleos. Una vez en mi cuarto, comencé a desempacar, la maleta de Keev se había quedado abajo, pero pensé que él ya la subiría cuando viniese a buscarme.

Comencé desempacando un par de prendas, mi bata azul y finalmente mi lencería. Había traído casi todo mi cajón y por el momento no sabía por cual decidirme, pero al final opté por una tanguita negra de hilos muy delgados y un sostén que no tenía tirantes en color negro. Me vi en el espejo y la idea de que tres hombres fueran a follarme, comenzó a calentarme.

Me coloqué la bata azul y esperé a que Keev subiera por mí. Cuando lo hizo, me sonrió y besó en la frente.

—¿Nerviosa? —me preguntó.

—Un poco.

—Será divertido.

Salimos de la habitación. Yo me encontraba descalza y sintiendo cómo el dilatador se movía en mi culito mientras caminaba hacia otra de las habitaciones. Al llegar, me di cuenta de que en ella había una gran cama céntrica con sábanas blancas y cabecero de madera. Los dos amigos de mi esposo, Santiago y Marcos, estaban sentados en dos silloncitos diferentes.

—Sarah —Keev pasó los dedos de su mano sobre mi brazo y aquello me causó un escalofrío—, quiero que te dejes llevar. Todo va a estar bien. ¿Sí puedes comportarte como una zorrita?

La palabra me erizó el vello del cuerpo. Siempre me ha gustado que los hombres me deseen y que a la misma vez me traten como a una zorra. Cuando voy en el metro o me subo a algún autobús, me gusta sentir cómo se le quedan viendo a mi culito o a mi coñito, pues normalmente procuro que mi parte íntima se marque en mi pantalón. Me gusta rozar mi trasero con cualquier extraño y a veces que por “accidente” sus manos o codos golpeen con mis senos.

Santiago y Marcos tomaron la iniciativa de acercarse a mí mientras mi esposo se servía una copa de vino y se sentaba a observarnos. Ambos hombres me llevaron a la cama y fue Marcos el que comenzó a quitarme la bata azul. La tela se deslizó y cayó en el suelo, seguido de eso, mi cuerpo se quedó totalmente descubierto.

Ambos hombres me miraron sonriendo mientras me tocaban; Santi me pasaba sus dos manos alrededor de mi cintura y mi culo, y Marcos me envolvía los senos. Continuaron un buen rato acariciándome, y cuando llegué a cerrar los ojos, uno de ellos me golpeó el culo tan fuerte que el sonido resonó en toda la habitación.

Entre los dos me llevaron a la cama y me hicieron subirme a ella de rodillas. Me acariciaban el culo y fue entonces que notaron el dilatador porque golpearon la piedrita verde con un dedo.

Comencé a gemir y llevé una de mis manos hasta mis nalgas para abrirlas y mostrarles mi conchita que se llenaba de jugo. Después me senté y Santi regresó a mis senos, los apretó y pellizcó por encima de la tela, tomó el borde inferior y lentamente comenzó a bajarla hasta que mis pezones, duritos y rositas quedaron descubiertos, seguido se inclinó y empezó a pasarme su rica lengua sobre mi pezón.

—¿Te gusta? —movía su lengua rápidamente arriba y abajo.

—Sí —sonreí. El simple hecho de que mi esposo nos estuviera viendo ya me dejaba muy caliente.

Marcos me sujetó del cuello y me besó en la boca, ahogando mis gemidos de sentir a Santiago chupándome los senos.

—Ven, nena, vamos a chuparte ese coñito —Marcos me ayudó a sentarme en la orilla de la cama y me retiró la tanguita, la cual estaba empapada.

Yo misma me abrí de piernas para que ellos pudieran ver mi conchita mojada y el dilatador que seguía en mi culito.

Santi fue el primero en arrodillarse y en darme el primer lengüetazo. Me pasó su lengüita arriba y abajo y después me la metió en mi hoyito. Yo seguí gimiendo, cada vez más y más fuerte mientras Marcos me ayudaba a sostener mis piernas en alto. Después también él se arrodilló y me chupó la campanita.

Sentí bien rico y procuré abrirme más para que sus lenguas entrasen hasta el fondo. De pronto, sentí como alguien me retiraba el dilatador y procedía a chuparme el ano. Ya para este momento estaba gimiendo tan fuerte que los ojos se me llenaron de lágrimas. Tenía a dos hombres lambiendo mi coñito mojado y mi ano.

Keev dejó su copa y se acercó a nosotros. Al llegar, me pidió que me arrodillara en el suelo y yo lo obedecí. Los tres se bajaron al mismo tiempo sus bóxeres y me pusieron sus vergas frente al rostro para que las chupara.

Fui turnándome entre todos ellos; les chupé las puntitas y las bolas mientras ellos me las untaban sobre los ojos, las mejillas y las tetas. No pude resistirme y comencé a masturbarme la conchita. Cogí aire y traté de meterme las tres vergas en la boca al mismo tiempo.

—Vamos zorrita, muéstrame esa lengua —me dijo Santiago.

Abrí la boca y saqué mi lengua mientras ellos me frotaban sus pollas en ella.

Después de unos minutos, volvieron a llevarme a la cama y se prepararon para follarme.

Santiago apoyó su espalda contra el cabecero mientras yo me montaba sobre él y me ensartaba su larga polla.

—¡Eso! —Keev me dio una nalgada.

Marcos se colocó detrás de mí, pegó su cuerpo a mi culo y comenzó a deslizar su polla en mi anito.

—Ostia, Sant, te siento dentro de ella —le dijo a Santiago.

El dolor me revolvió el estómago, pero rápidamente fue consumido por el deseo, sobre todo cuando Santiago empezó a chuparme los pezones.

Traté de moverme, mi clítoris moría de ganas por frotarse contra la piel de Santiago, pero tener las dos vergas dentro de mí casi no me lo permitió. Keev fue el siguiente en acercarse, se arrodilló junto a Santiago y me indicó que comenzara a mamarle la polla.

Se lo chupé y sentí que me acariciaba la cabeza indicándome que todo estaba bien. De pronto, Marcos aumentó sus movimientos y comenzó a follarme el culo con fuerza, empotrándome cada vez más sobre Santiago.

Me aparté de la polla de Keev y le pedí que parara porque me estaba lastimando, pero este no lo hizo. Santiago me agarró con fuerza para que no pudiera moverme y también aumentó su penetración.

—Quédate quieta, Sarah —Keev me agarró del cabello—. Querías que te tratáramos como a una puta, ahora soporta.

Ambos hombres siguieron con sus envestidas cada vez más violentas y morbosas, pero entre más recibía, mi cuerpo comenzaba a acostumbrarse al escozor de sus vergas entrando y saliendo de mis agujeritos.

Después de unos minutos, ambos me soltaron y yo brinqué sobre Marcos, me monté sobre él y me ensarté su verga. Lo cabalgué disfrutando mientras Santiago me azotaba el culo y Keev me masajeaba los pezones.

—No sabes las ganas que tengo de follarte en el jardín —mi esposo me habló al oído. Su voz sonaba bastante ronca.

Y por supuesto que lo haríamos, pero eso lo contaré en la parte dos.

Tras follarme a Marcos, Santiago me alejó de él, me colocó sobre la cama y al abrirme las piernas, se introdujo en mí con una fuerza bruta. Me folló con tanta fuerza que un squirt salió de mi coñito.

Después Keev hizo que me arrodillara sobre el suelo una vez más, me ordenó levantar mi culito y abrírmelo con las manos mientras ellos se masturbaban y descargaban todo su rico semen sobre mí.

La tarde la terminé con las nalgas cubiertas de semen, bien follada y sabiendo que eso no se detendría ahí, pues aún sentía muchas ganas de bañarme con los tres y sentir sus bocas recorrerme el cuerpo.

Pronto les contaré qué pasó después.

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Autor
Sarah Dafne
Sarah Dafne
Sarah Dafne es el seudónimo bajo el cual relato momentos candentes de mi vida. Quiero que conozcas esa parte juguetona de mí, y te adentres junto conmigo, al lugar en el que todo está permitido. Quizá mis aventuras sexuales no sean tan interesantes como la de otras personas, pero es algo que realmente me gustaría compartir contigo.

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Comentarios

7 COMENTARIOS

  1. Joder Sarah me ha encantado y calentado tu historia, acabas de ganar un fan….para lo que quieras. También tengo relatos publicados, sería estupendo si leyeras alguno y me comentas que te parece. Gracias

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