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Frida, la altruista ayudante de inmigrantes africanos

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No sé en otros lugares, pero en mi ciudad es común en los semáforos ver a inmigrantes, la mayoría de ellos de origen africano, vender Kleenex, mecheros o colgantes para ganarse la vida, siempre mi mujer Frida fue una persona muy altruista y el gusto por ayudar al prójimo lo lleva hasta el final de las consecuencias.

Hace unos días, tuvimos en un semáforo una charla sobre lo duro que tuvo que ser para esta gente ir a un lugar lejano de su casa para buscar un porvenir mejor, y siempre, sacando su lado morboso, decía que apetecía de parar en los semáforos aunque sea para mirar el bulto de los pantalones de aquellos inmigrantes.

Un día me los llevo a casa para darles una ducha y algo caliente de comer me decía con tono pícaro Frida... pero para mi sorpresa, lo que creí que fue una charla informal resultó ser pura verdad. Ese día llegaba del trabajo más tarde y ella me llamó al celular para darme con lujo de detalles lo que le cundió aquella tarde. Ni corta ni perezosa, se fue en su auto a buscar a dos de estos negros y no sé de qué manera los convenció para subir y los llevó casa. Les dio de comer y les proporcionó ducha y ropa mía ya vieja pues ambos eran corpulentos de mi estatura como yo.

Fred y Moses, así se llamaban no sabían cómo agradecer a mi esposa el corazón tan grande que ella tenía por tan noble gesto, eran hombres buenos, correctos y educados, para nada se imaginaban de qué manera la puta de Frida iba a cobrar sus servicios.

Toda vez ya aseados, mi esposa les pidió un instante de espera en el salón de la casa pues iba a obsequiarles con un regalo, ellos abrumados esperaron sentados en el salón hasta que apareció Frida con una lencería erótica que le regalé por su aniversario de color rosa y según me contó ella se quedaron estupefactos y congelados. Frida, muy sensual como es ella, les pide a ambos que se pongan de pie y que opinaran de lo que estaban viendo, incitándoles a que les confesara la última vez que habían tenido relaciones sexuales a lo que ambos dijeron que llevaban meses sin probar bocado.

Eso excitó y de qué manera a Frida pues les dijo que ese era el último regalo que ella les iba a ofrecer y era su cuerpo, les comentó que no temieran que estaba sola y que yo tardaría hasta la noche en volver con que los dos negros se despojaron de los chandals que les ofreció Frida, que eran míos, y presentaron sus enormes credenciales para ella. Dos rabos de más de 23 cm. aproximadamente que hicieron las delicias de Frida y que devoró como loca ante la atónita mirada de ambos que no se creían lo que les estaba ocurriendo.

A Frida le cachondeó mucho que entre ellos hablaran un idioma para ella ilegible, suajili o algo así propio del África más cerrada, ambos eran Senegaleses.

Uno de ellos la recostó en una mesa baja que tenemos en el salón y abriéndola de piernas se puso de rodillas y empezó a darle lengua en su coño, a Frida le llamó la atención la grande que tenía igualmente la lengua y que con solo una pasada abarcaba casi todo su coño inundándolo de saliva y sus flujos propios de su excitación mientras el otro se puso a la altura de sus dos tetones y empezó a hacerle una rica rusa Frida, tan grande la tenía que el comienzo de su verga le alcanzaba para entrar en su boca y estuvo largo tiempo así.

De pronto y ella siguiendo con la rusa, siente como deja de notar la lengua y aún con el otro negro de rodillas, nota como un enorme trozo de carne intenta abrirse paso por entre sus labios vaginales lo que le hace estremecer de placer. Pese a su gran tamaño dice ella que no le costó trabajo penetrarla y que pronto empezó con unas fuertes embestidas notando en sus glúteos los huevos de este rebotar, entre ellos se seguían hablando y se dieron un relevo para que el otro empezara a follar su coño en tanto que allí Frida dijo basta con un orgasmo que ella mismo creía que se había meado de lo que llegó a sentir.

En un momento, uno de ellos, le hizo un gesto a mi mujer con los dos dedos sin saber a qué se refería en principio, la voltearon, uno de ellos se tumbó en la mesa y Frida obediente cabalgó su polla, lo que le esperaba era descomunal, el otro se puso detrás obligando a parar la cabalgada e intentó introducir su polla en el culo de Frida, mi mujer intentó resistirse pero este andaba como loco y le sujetó sus dos brazos por la espalda inmovilizándola y hablando entre ellos empezaron salvajemente a follarla los dos a la vez ante la mezcla de dolor y placer de Frida a la que le duró poco el disgusto toda vez que estaba ensartada por los dos negros llegando a otro orgasmo sideral y cambiándose de postura para que el otro probara también su ano totalmente abierto eyaculando este dentro de su culo y el otro en sus tetas.

Agradecieron el gesto a Frida y le invitaron a de vez en cuando parar en su semáforo para “saludarla” de nuevo.

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