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Haciendo dedo a la playa
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Normalmente no me atrevía a coger autoestopistas, pero algo en ellos me parecía diferente. Me lo pidieron de una forma tan educada en una gasolinera. El calor apretaba, eran muy jóvenes, de unos diez y ocho diría yo. Estaban sentados en el bordillo con la espalda apoyada en sus mochilas junto a la caseta.

La minifalda vaquera que ella gastaba apenas tapaba un culito que parecía duro y firme y el short de él era tan corto como la falda. Ambos lucían unas piernas preciosas y unas camisetas blancas recortadas que enseñaban sus vientres. Los pies pequeñitos en unas finas sandalias.

Ella levantó su precioso culito del bordillo y se acercó a mí mientras repostaba. Supongo que pensaría que ella era menos amenazadora.

-¿Nos lleva?

Ya me había fijado en ellos. Algo tan bonito merecía algo más que un vistazo.

– Claro, vamos.

Puse las mochilas en el maletero. Ella se subió atrás y él conmigo.

– Yo soy Mario y ella es Sonia.

– Encantada. Me llamo Sara. Como es que dos chicos tan jóvenes están haciendo autostop por aquí en medio de ninguna parte.

– Queremos llegar a la playa. Pasar unos días divirtiéndonos. Solo usar los bañadores y nada de ropa.

– Yo también voy a la playa, os llevaré hasta allí. Pues os sentarán de maravilla con vuestros cuerpos tan bonitos. ¿Llevarás bikini?

– Pues claro, y si puedo haré top less.

– Yo suelo hacerlo, me encanta llevar las tetas al aire.

– Si pero las mías son más pequeñas que las tuyas. Tienes una talla estupenda.

Al verme frotar mis muslos uno contra otro, sabían que me habían puesto caliente. Toda esa conversión sobre tetas era francamente excitante. Además de tenerlos al lado con tan poca ropa. Bajo mi minifalda apenas mas larga que la de ella el tanguita se humedecía a pasos agigantados.

Conducía relajada. Por el espejo retrovisor podía ver sus bonitos muslos y muy poca falda. Había separado las piernas. Tras una mirada picara directa a mis ojos, abrió más los muslos y pude ver un muy pequeño tanguita blanco lo que hizo humedecer más el mío.

Él me pidió permiso para quitarse la camiseta. Por supuesto se lo di encantada pudiendo ver así su torso bien definido y sin vello.

– Hace mucho calor. ¿Le pasa algo al aire acondicionado?

– No va muy bien.

En realidad no llegué a ponerlo a tope pensando que un poco de calor nos vendría bien a los tres. Para poner las cosas más interesantes.

– ¿Puedo quitarme la camiseta?

– Y todo lo quieras. Con ese cuerpo podrías estar como te de la gana.

Me contaron que eran hermanos pero entre ellos había una complicidad que iba mas allá de lo fraternal. Al menos así lo juzgué al ver las miradas que echaban al cuerpo del otro. Ella se inclinó sobre los asientos de adelante y muy cerca de mi oído me dijo:

– Así que te parece que mi hermano está muy bueno.

– Los dos lo estáis. Sois muy guapos. Pero ahora me entero de que sois hermanos. Pensaba que erais novios.

– Mellizos para más datos. Yo soy mayor que ella diez minutos.

No pude más que darle la razón, aprovechando para decirle que ella también. Palabras que recibió con una bella sonrisa.

– Tenemos mucha confianza, es verdad. Siempre hemos estado muy juntos y casi solos. Me gustaría ponerme el suje del bikini. ¿Puedo?

– Pues claro.

Se notaban sus pezones duros bajo el algodón de la ligera prenda demostrando que no llevaba nada debajo. Yo tampoco me había puesto sujetador así que estábamos en las mismas condiciones.

Sin más vergüenza que la que habían demostrado hasta ese momento se sacó la camiseta sin prisas. No llevaba nada más que sus tetitas bajo esa prenda.

Tenía la intención de ponerse el sujetador de un bikini que apenas merecía ese nombre, pues solo cubría sus pequeños pezones oscuros. Sus medias naranjas apenas despuntaban pero eran preciosas en su cuerpo delgado.

Traté de no perder detalle de la maniobra por el espejo retrovisor sin pegárnosla. Momento que él como en un descuido aprovechó para poner su mano en mi rodilla con suavidad y descaro.

Creo que era la conductora más lenta de la carretera. Menos mal que no había mucho tráfico. Él, como yo, había estado mirando con lascivia las tetas de su hermana girando el cuerpo en el asiento.

Les pregunté donde pensaban quedarse y al decirme que iban a la aventura les ofrecí quedarse conmigo en el hotel, propuesta que les alegró.

– ¿Tenéis un sitio donde dormir?

– Pensábamos quedarnos en la playa. O donde nos pareciera.

– Eso no parece muy seguro. ¿No tenéis dinero?

– No mucho. Lo justo para comer algo y las copas.

– Mi habitación del hotel es grande y hay dos camas. Podríais quedaros conmigo.

– Eso es muy amable por tu parte. No sé si nos lo merecemos.

Notaba las caricias del chico en mi muslo llegando ya bajo mi falda. Los suaves roces de la mano de ella inclinada entre los asientos, en mi hombro desnudo por mi ligero top, en mi oreja y cuello.

– Claro que sí. Estaréis mucho más cómodos conmigo.

Soplaba con suavidad sobre mi piel, erizando mi vello. Deseaba llegar al hotel. Necesitaba verlos desnudos del todo.

En recepción apenas me pusieron problemas al decir que llegaba con dos sobrinos. Nos quedaríamos en la misma habitación de la reserva. Se limitaron a cobrar un suplemento.

La cama era enorme y pensaba disfrutarla. Había una supletoria que no usaríamos para nada. Ni nos planteamos bajar a la playa. Todos teníamos ganas de disfrutarnos.

– Poneos cómodos. Creo que estaremos bien aquí.

– ¿Bajamos a la playa?

– Por mí nos quedamos.

El chico se lanzó a besarme en el momento de cerrar la puerta y yo misma le arranqué la camiseta que se había vuelto a poner para entrar en el hotel.

– Joder, ¡Que bueno estás!

Ella detrás de mí dejó caer mi falda al suelo arrodillándose para mordisquear y lamer mis nalgas sin apenas el estorbo del mínimo tanga.

– Tú también estás buenísima.

Me dijo ella. Casi me corro al notar sus manos abriendo mis nalgas y pasear su lengua por toda mi raja. Apartó la gomita del tanga. Llegando a clavar la sin hueso en mi ano y removerla allí como si me follara con ella.

– Y tú eres una guarrilla. ¿Quién te ha enseñado eso?

– ¿Qué importa? ¿No te gusta?

– Me encanta.

Y lo decía entre gemidos.

Mi mano ya se perdía dentro del short del hermano para agarrar la durísima polla que comprobé estaba pelada y suave. Mientras entre los dos hacían volar mi top y sujetador.

Estaba claro que no gastaban mucho en lencería. A Mario solo le quedaba el short bajo el que no llevaba nada más que su bonita polla. Así que pude rodear el cilindro de dura carne con mis dedos sin otro estorbo.

Mario se deshizo de mi top sacándolo por mi cabeza. Se inclinó a lamer las sudadas axilas, comerme las tetas y pasar la lengua por mis pezones sorbiéndolos con sus gruesos y sensuales labios. Sus dedos finos se deslizaban por dentro de mi tanguita acariciando los depilados labios de mi vulva que hacía rato chorreaban.

– ¿Como son sus tetas? Hermanito.

– Deliciosas, espera a probarlas.

Entre tanto Sonia había bajado mi tanga hasta los pies. Yo no podía ni hablar recibiendo las caricias de los hermanos, solo gemir y jadear.

Ni siquiera nos habíamos movido de la puerta. El short cayó al suelo revelando que no gastaba mucho en ropa interior. Así descubrí a mi vista a la cálida luz del atardecer su bonita dura y depilada polla.

Y ella pegaba sus ya desnudas y firmes tetas a mi espalda. Lamía mi cuello y hombros y pasaba su juguetona lengua por mi oreja. Estaba encerrada entre sus calientes cuerpos. Me tenían bien apretada haciéndome notar sus suaves pieles por todas partes.

– Estamos sudados y sucios del viaje.

– Es verdad, podemos seguir jugando en la ducha.

De la mano los arrastré a la ducha. Un amplio suelo plano con un desagüe y chorros de hidromasaje. Allí entrabamos los tres cómodamente para librarnos del sudor del camino. Y poder saborear aquellos bellos cuerpos limpios en todos sus rincones.

Aprovechando el agua y el gel para que las manos se deslizaran con lascivia y sensualidad por las pieles de los demás. Jugando nos lamimos acariciamos, frotamos.

Nos juntábamos frotando nuestras pieles y cuerpos enjabonados sin saber que parte de ellos estaba rozándome en cada momento. Mis manos los acariciaban por todas partes procurando dejarlos bien limpios.

Hasta metí los dedos en sus anos asegurándome de dejarlos brillantes por dentro y por fuera. Pretendía lamer toda su piel, de los dedos de los pies a la nuca incluidos todos los orificios.

Las dos disfrutamos del bonito rabo depilado que él lucía. Con el agua cayendo sobre nuestras cabezas nos arrodillamos las dos chicas. Nos morreamos cambiando saliva de boca en boca y sacando las lenguas para excitarlo más. No podía separar las manos de sus tetitas.

Yo empecé metiéndome los huevos duros y no es una metáfora en ese caso, en la boca. Su hermana recorría el tronco de tan bonita polla hacia arriba buscando el glande. Como buenas amigas la compartíamos. Me dejaba el rabo para ocuparse de los huevos.

Pasé la mano entre sus muslos para meter un dedo en el ano de Mario. Me gustaba jugar con ese culito de durísimas nalgas. Toda la excitación hizo que se corriera. La mayor cantidad cayó en la boca y lengua de su hermana.

Pero como ya éramos buenas amigas lo compartió conmigo en un lascivo beso blanco con cruce de lenguas incluido.

– ¡Chicas! Déjame algo.

Mario se arrodilló junto a nosotras y metió su lengua en nuestras bocas buscando la parte de su semen que quedaba por allí.

Nos aclaramos el gel que nos quedaba encima. Y nos secamos los unos a los otros con los toallones que el hotel ponía a disposición de los huéspedes. Como no podía ser menos renovamos las caricias entre todos.

– Deberíamos bajar a cenar. He visto un Burger a la vuelta de la esquina.

– Si, tendremos que renovar fuerzas.

Nos vestimos, al menos yo. Una minifalda con algo de vuelo y una blusa blanca sin mangas sin suje me dejaba ir muy sexi.

A Sonia pude dejarla un vestido que le quedaba un poco amplio pero muy sexi. Como es algo más alta que yo la falda le quedaba más corta y enseñaba más pierna. El escote no lo rellenaba tanto así que cuando se inclinaba le veíamos los pezones.

Mario tuvo que conformarse con sus shorts y su camiseta. Estaba claro que les invitaría y la verdad es que comían como limas. Se metieron al buche dos hamburguesas cada uno. Sabía que la gente alrededor nos miraba. Éramos un trío muy sexi.

En un pub abarrotado donde se podían respirar las hormonas y las feromonas de la gente buscando sexo. A nuestro alrededor todo el mundo se acariciaba, se besaba y faltaba el pelo de un calvo para que se pusieran a follar en medio de la pista de baile.

Nosotros bailábamos muy juntos. Admito que en algún momento nos pasamos un poco. Yo acariciaba la polla de Mario por encima del vaquero recortado. O deslizaba la mano por debajo del vestido prestado para alcanzar el culito de Sonia.

Los dos también buscaban mi tanga bajo la minifalda hasta conseguir meter algún dedo en mi vulva, junto a la barra o en medio de la pista. Incluso más de una vez una de mis tetas quedaba al aire por completo cuando jugaban con la fina tela de mi blusa.

Rodeados por gente que estaba haciendo lo mismo que nosotros no nos importaba lo más mínimo. En un momento en que estaba bailando con Sonia a nuestro lado un chico le había sacado las tetas por el escote de su camiseta a su amiga y le estaba comiendo los pezones con verdadera ansia.

Claro que yo tenía un muslo entre los de mi amiga tan arriba que notaba en mi piel la humedad y el calor de su coñito. Mario se acercaba mirándonos con su bonita sonrisa y las nuevas copas en las manos. Estaba para comérselo.

– Volvamos al hotel. Quiero que tu hermano me folle.

Ni me respondió. Se limitó a meterme la lengua hasta la garganta al oír mi frase.

– Vas a ver lo bien que lo hace.

Me dijo después de un beso completamente lascivo. Creo que todo el mundo a nuestro alrededor pensaba que éramos lesbianas hasta que Mario se unió al beso.

– Nos vamos.

Le dijo su hermana. Por la calle camino del hotel no dejamos de meternos mano. Yo llegué a la habitación sin el tanga que Mario llevaba en su bolsillo desde dos esquinas atrás. Y el vestido de Sonia no estaba en mucha mejor condición.

Menos mal que en la recepción del hotel la encargada estaba distraída con su móvil y no nos prestó atención.

Nuestro chico perdió la camiseta en el ascensor y yo me la colgué de la cinturilla de la falda. Aprovechamos para lamer sus axilas y pezones, cada una el de su lado. Y lamer la suave piel de su cuello.

No esperé a cerrar la puerta de la habitación y ya tenía los shorts por los tobillos. Le di un suave azote en el culete para mandarlo a la cama. Tumbado boca arriba nos miraba a las dos que le dedicábamos un sensual y lento striptease.

Sonia empezó a levantar el vestido subiéndolo por la cadera, el vientre, los pechos hasta sacarlo por encima de la cabeza. Aproveché para lamer sus axilas y chupar sus pezones.

Yo dejé que ella abriera mi blusa y se hiciera con mis tetas mientras seguíamos bailando lento y sensual. Dejé caer la falda al suelo y la aparté de una patada.

Miré con mi mejor cara de lujuria a Mario que tumbado en la cama boca arriba y con la polla apuntando al techo no perdía detalle. Despacio moviéndome felina me dirigí hacia allí seguida por su hermana.

Estaba más que cachonda. Me subí sobre su cadera y su nabo se deslizó en mi húmedo interior sin la menor resistencia. Él no tenía que hacer nada ya me encargaba yo de subir y bajar. Una de sus manos me alcanzaba el clítoris y me volvía loca acariciándolo. Sonia en cambio se subió sobre su carita de no haber roto nunca un plato.

Apoyada en el pecho del chico pellizcando sus pezones con suavidad, podía ver como la lengua de este se desplazaba por la vulva de su hermana hasta acariciar el clítoris. O se perdía hacia atrás en busca del ano de la chica.

Ella y yo frente a frente no perdimos la ocasión de volver a besarnos o de que ella acariciara mis tetas. Pero ninguno de los tres estaba muy coherente en ese momento. Nos dejábamos llevar por el placer jadeando y suspirando al ritmo del movimiento de las caderas.

Se corrió dentro de mí por supuesto. Ya tomaba precauciones para esos momentos. Pero antes yo había tenido dos orgasmos Que ella se había ocupado de silenciar con su lengua en mi boca. Ella también había tenido lo suyo con la juguetona lengua de su hermano. El chico la movía muy bien.

Nos derrumbamos en el colchón todos mezclados sin saber que brazo o pierna teníamos clavados en las costillas pero muy satisfechos. Dormimos abrazados a los otros. Para ir al baño tuve que apartar el brazo de Sonia y pasar por encima de Mario.

A la mañana siguiente Bajamos a la playa donde renovamos nuestros juegos. En el mar nos abrazaban, besábamos y acariciábamos. En la arena con la excusa del bronceador nos metíamos mano.

Así pasaron las vacaciones. Playa por la mañana, siesta con sexo por la tarde, copas por la noche y al volver a la habitación más sexo. Y no parar de besarnos y acariciarnos todo el rato.

Cuando pasaron los días los dejé a la puerta de sus padres aunque no tenían ninguna gana de volver a casa. Por supuesto que mantenemos el contacto. Y los he vuelto a ver.

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