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Imelda: La runner del trabajo (II)

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Nunca pensé que Imelda accedería a invitarme a dormir a mi cama. 

La fiesta y el cansancio eran grandes, para ni fue buena idea dormir juntos.

Ella ya estaba muy alcoholizada y necesitaba dormir.

Yo solo me limité a rodearla con mi brazo. Precio a esto me puse mi pijama.

Pasaron un par de horas cuando mi reloj biológico despertó.

Cómo todos los días amanecí duro como roca.

Era muy notoria mi erección y me di cuenta como ella acomodó sus nalgas cuál tetris buscando acomodo.

Pude sentir perfectamente como entraba mi pene en ese espacio.

Mi corazón y mi respiración se agitaron.

Lentamente metí mi mano entre su blusa blanca de seda.

Eliminé el brasier y empecé a masajear esos pechos muy redonditos y bien parados, nada grandes, pero tampoco eran unos limones.

Sus pezones empezaron a erectarse, pude percibir su respiración.

Comencé a mover mi mano por todo su cuerpo hasta llegar a las rodillas.

Ahí comencé a subir nuevamente para empezar a jugar con sus muslos,

Empecé con un masaje leve y comencé a subir la intensidad, no tocaba su vagina, solo era un roce muy leve.

Pude sentir como palpitaban sus labios vaginales y como su respiración empezaba a descontrolarse.

Entonces las yemas de mis tres dedos se posaron sobre su calzón a la altura de su vagina y empecé a moverlo, que rico como sentir ese palpitar.

Fueron varios los minutos de masaje, hasta que percibí cómo mis dedos se humedecían y ella dio un gran suspiro.

Su tanga era color perla de seda con encajes negros, la cual hacia juego con el brasier. Sin duda un conjunto digno de una madura. Pero una madura sexi y elegante.

Tomé su minifalda, la subí hasta la cintura y ella ligeramente me ayudó a abrir las piernas. Tan solo con tratar de mover a un lado la tanga. Puedo ver cómo arqueo su espalda.

Imelda estaba muy sensible, pero ella al parecer seguía dormida.

Mientras esto pasaba, yo ya no podía contener mi erección. Solo bajé mi pantalón de pijama y me puse sobre ella. Tomé mi pene y con la cabecita comencé a jugar con su clítoris. Pasaba mi glande por su clítoris, se besaban con cariño, se acariciaban mutuamente.

Junte lo más que pude mis rodillas y yo me abracé con sus piernas en mi cintura y la penetré muy dulcemente, mientras entraba, engordaba mi pene para abrir sus labios.

Tan solo de sentir que entró todo mi pene ella abrió los ojos y solo me dijo:

Ime: "Me prometiste que no pasaría nada"

León: "no haré nada que no quieras"

Irme: "tiene mucho que no lo hago"

León: terminé de entrar -y me fui a su oído y le dije- "sé lo afortunado que soy de que estés hoy conmigo".

Y comencé a besarla, mientras mi pelvis comenzaba a moverse, siempre fueron movimientos a su ritmo, yo quería que ella fuera quien llevara la batuta.

Pero ella me dejó a mi hacer uso de su cuerpo, yo le decía que ella tenía las mejores piernas de la oficina. Que había sido un tonto al notarlo apenas.

Solo me dijo: “soy la mejor corredora, y estás piernas son las mejores que encontrarás”.

Me incliné y puse sus piernas en mi hombro mientras las besaba y mordía esos muslos, mi movimiento aumentó y sus gemidos se hicieron demasiado intensos.

Tenía que taparle la boca por qué los gemidos eran altos.

Estoy seguro que tuvo su primer orgasmo. Fuerte y largo, pero me pidió que no parara. Mis fluidos y sus fluidos se hicieron uno solo.

Le dije que si alguna vez lo había hecho por el culo. Solo movió la cabeza que no.

Le dije que si quería intentar, solo me dijo: "Soy tuya". Entonces la penetré por la cola con tanto fluido fue tan sencillo.

La puse de lado y aumenté el ritmo de mis envestidas. Ella se volvió loca y gemía de placer y no sé si de dolor. Pero me pedía que no parara, para mí fue súper excitante ver cómo su blusa de seda y minifalda quedaron arremangadas en su cintura, cómo ese calzón dejaba lucir sus piernas bronceadas.

Fue cuando ella se incorporó y me pidió que la pusiera de perrito. Así lo hice y volví a meterle mi duro y grueso pene por la vagina.

Y noté como ella ya tomó el control del ritmo. Y como entraba y salía su hermoso cuerpo de mi. Ella solo gritaba que “así así así”. Dejó caer por completa su espalda y yo comencé a moverme.

Éramos dos locos buscando su placer y ahí fue cuando el grito y sus movimientos se detuvieron, me apretó la verga y me dijo que parara, yo no pude hacerlo y seguí embistiendo cuál toro. Ya estaba yo descontrolado y no paré, ella seguía retorciéndose y yo solo podía nalguearla. Fueron varias y de ambas nalgas que se le pusieron muy rojas y coloradas.

Ella seguía retorcida cuál lombriz, me pidió que me saliera y la llené de semen. Toda su espalda y espina dorsal quedaron manchadas, sus ropas llenas de jugos de hombre.

Su ano y vagina estaban tan expuestos, tan rojos.

Y solo pude abrazarla

Ella me repetía que le jure que no pasaría nada, que no pasaría nada.

Yo solo jadeaba y le repetía que me encantaba...

Así fue como comenzó mi amistad con Ime, después de este encuentro, me invitaba como pareja a eventos.

Nunca me pido formalidad, ni nada... El secreto de las piernas jamás lo compartí, era mío y nada más.

Fin.

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