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Incestos a pares
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Eugenia era una joven bella cómo un amanecer soleado, delgada (pesaba 45 kilos). Medía menos de un metro sesenta, tenía los ojos azules y llevaba el pelo recogido en dos coletas. Estaba sentada en un sofá del impresionante salón de su pazo gallego. Llevaba puesto un top de color rosa que dejaba ver su ombligo y en el que se marcaban los pezones de sus tetas, un short hecho con un pantalón vaquero que había cortado y unas zapatillas de deporte del mimo color que el top. Vestía así porque aquella noche de agosto hacía un bochorno importante. Isidro, su padre, moreno, de estatura mediana, ojos negros y pelo cano, sentado en la esquina de un tresillo y vistiendo un pijama negro, le decía:

-No me gusta tu decisión de no ir a la universidad, y a tu madre tampoco le va a gustar.

Eugenia, que estaba con las piernas cruzadas lamiendo un bombón de helado, dijo:

-Mi madre anda en su nube de diva y le importa un comino lo que yo haga.

-Me refería a Eva.

-Eva no es mi madre, papá, a ella, si acaso le importaría lo que hiciéramos tú y yo.

Eva, la madrastra de Eugenia, hacía año y medio que se casara con su padre. Era una mujer de bandera, tetas grandes, culo gordo, caderas anchas y piernas bien hechas y rellenitas… Se había ido a Madrid a presentar una colección de ropa diseñada por ella misma acompañada de su hijo.

-¿Hacer qué, hija?

-Hacer el amor, papá.

Isidro puso el grito en el cielo.

-¡¿Te has vuelto loca?!

Eugenia, abrió las piernas, las estiró, y le respondió:

-Sí, y me gusta mi locura.

Lamió el bombón desde el palo a la punta y después lo chupó.

-Deja de hacer tonterías con el helado.

Lo oía, pero no lo escuchaba.

-Si el bombón fuese una cosita que yo me sé -le miró para la entrepierna- ¡Ummm!

Isidro quiso imponer su autoridad.

-Acabas de quedar sin paga durante un mes.

La voz de Eugenia sonó dulce, cálida, como un caricia.

-¿Por querer darte amor?

-¡Durante dos meses! ¡¡Y deja de lamer el dichoso bombón!!

Con su sonrisa de chica mala y su mirada de picarona, le dijo:

-¿Te vienen ideas atrevidas a la cabeza?

La firmeza del padre chocaba con la coquetería de la hija.

-No debí darte tantos mimos, ni tantos caprichos.

-Por eso te quiero con locura, papá, porque siempre me trataste como a una princesa -su voz cambió de tono- ¡Hasta que apareció en tu vida esa…!

No la dejó acabar la frase.

-Esa mujer que me hace feliz.

-Esa desgraciada que me robó tu cariño.

-No le llames eso. A ver, hija. Te quiero mucho, pero no hasta el extremo de cometer incesto.

-¡Cómo odio a esa puta!

-¡Sin paga durante seis meses!

-La odio tanto como odié a mi amiga Norma, Norma, si, la que te tiraste en tu coche.

Isidro pensó que lo iba a chantajear.

-¡¡De nada te van a servir los chantajes!!

-¿Chantajes? Para nada. Es más, te voy a contar un secreto para que sepas que no me voy a ir de la lengua, yo también me acosté con Norma.

-¡¿Qué?!

-Sí, cuando me dijo que había follado contigo en tu coche sufrí un ataque de celos, la cogí por los pelos y acabamos en el piso de su habitación. Estando debajo de ella me agarró los pulsos, se quedó mirándome, y después me dijo: "Eres preciosa". Me besó y no sé qué me pasó que cuando me soltó las manos rodeé su cuello con mis brazos y acabamos haciendo el amor.

-No hacía falta que me dieras detalles.

-Si no te los di. ¿Quieres que te los de?

-¡No! Cada día sé una cosa nueva de ti. ¿Hay algún chico en tu vida?

-Nadie importante. Los uso y me deshago de ellos. El último fue Juan.

-¿Qué Juan?

-El hijo de Eva, el hijo de tu amorcito.

Isidro iba de sorpresa en sorpresa.

-¡¿Follaste con tu hermano?!

-No es mi hermano… Y lo de acompañar a su madre no creo que fuera una buena idea. Con la polla que tiene y con sus hormonas por las nubes…

-No digas estupideces.

Motel de la carretera Madrid la Coruña.

Eva salía de la ducha de la habitación cubierta solo con una enagua de seda que le daba por debajo de las rodillas y que dejaba ver la mitad de sus grandes tetas, se metía en cama, se tapaba con una sábana, le daba la espalda a su hijo, y le decía:

-Al no haber dos habitaciones también se ahorra -apagó la lámpara de la mesita-. Hasta mañana, hijo.

-Hasta mañana, mamá.

Quince minutos más tarde, Eva, sintió el sonido de una mano deslizándose sobre algo. Su hijo se la estaba pelando. Durante un par de minutos no hizo nada. Después metió una mano dentro de las bragas y rozó suavemente el clítoris con un dedo pensando en su difunto marido (Juan era un cuadro de su padre). Al rato estaba ardiendo. Acercó el culo hacia su hijo, muy despacito, hasta que tocó con su polla. Echó la otra mano a una teta, la magreó y dio otro golpecito con su culo en la polla. Julio se seguía masturbando sin empujar hacia delante. Eva, al ratito, volvió a empujar su culo contra la polla, Julio, reaccionó. Poquito a poco le quitó la sábana. Eva, sin cambiar de posición, le dijo:

-¿Qué estás haciendo?

-Nada. ¿Te desperté?

-¿A ti qué te parece?

A los dos o tres minutos se volvía a masturbar y poquito a poco le fue levantando la enagua.

-Qué pesadito estás, cariño. Mastúrbate si quieres, pero no me toques.

Juan frotó su polla contra la raja del culo de su madre.

-Déjalo ya, cariño

Buscó con la polla la entrada del ojete, empujó y la polla entró un par de centímetros.

Eva se estaba poniendo mala.

-No sigas, cariño, no sigas que estás calentando a mamá.

Eva con sus palabras calentó al hijo aún más de lo que ya estaba.

Juan siguió jugando con su ojete… Después le levantó la enagua y se llevó una sorpresa, Eva, estaba sin bragas. Frotó la polla contra el coño mojado.

-Se siente muy rico, pero debes parar ya. No la sigas frotando en mi coño que mamá se está poniendo cachonda.

Juan, excitado por las palabras de su madre, siguió frotando… Eva echó el culo hacia atrás y la cabeza de la polla entró en su coño.

-¡Quítala, hijo, quítala!

Decía que la quitara, pero movía el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás metiendo y sacando la polla de su coño… Juan, cuando sacó la polla del coño fue para correrse en la entrada del ojete de su madre.

-Así, hijo, así, desahógate.

Eva, tenía un dilema, si le decía que siguiese sabría que era una puta, y si dejaba que la cosa acabara ahí tendría que ir al baño a aliviarse. Cuando Juan le metió la polla dentro del culo respiró profundamente, y le dijo:

-¿Tanta lechita tienes guardada, cariño?

Juan le cogió las tetas, y le dijo:

-Sí, la guardé para ti, mamá.

-No debíamos estar haciendo esto, corazón.

¿Te correrás así, mamá?

-No estaría bien que hicieras correr a mamá.

-¿Eso quiere decir que sí?

-Sí, hijo, sí.

Tiempo después, Eva, estaba boca abajo masturbando el coño con dos dedos… Sintió que se iba a correr cómo una perra y le dijo a Juan:

-¿Quieres que mamá se corra para ti, cariño?

-Sí.

Los dedos de Eva chapotearon en su coño hasta que Juan sintió a su madre susurrar:

-Me corro, vida mía.

Juan le llenó el culo de leche. Aún Eva no acabara de correrse cuando la sacó, la metió en el coño y la siguió follando.

Salón del pazo gallego.

Eugenia, gateando por el tresillo, con el bombón de helado en la mano izquierda, se acercó a su padre e intentó besarlo, Isidro le hizo la cobra, y le dijo:

-Quita, Eugenia, quita.

Le metió en la boca el bombón medio derretido, Isidro lo chupó y le quedó la boca pringada de chocolate y de nata. Eugenia, le dijo:

-Deja que te limpie.

Le pasó la lengua por los labios hasta dejarlos limpios. Isidro vio que los pezones de su hija se marcaban mucho más en su top. Se empalmó. Aquello ya no tenía vuelta atrás, metió la lengua dentro de la boca de su hija y la besó. Eugenia le echó los brazos al cuello. Se sentó sobre su regazo y se besaron largamente…

Después, Eugenia, le levantó la parte de arriba de pijama, sonrió, le lamió el vientre y los pezones, le quitó la parte de abajo del pijama y los boxers. Se arrodilló delante de él, metió la polla en la boca, y lamiendo desde los huevos al glande, mamando el glande, chupando y lamiendo los huevos metiéndola toda en la boca y masturbándolo, lo puso perro. Luego se quitó el top y le masturbó la polla con sus tetas, unas tetas redondas, duras y pequeñas como naranjas, con areolas color carne y pezones pequeños. Después se quitó el short y su pequeño coño pelado quedó al descubierto.

-¿Te gusta mi almeja, papá? -le cogió una mano y se la llevó al coño- ¿Está mojadita?

-Mucho.

-¿Quieres probarla?

-Quiero.

Eugenia cogió a su padre de la mano para llevarlo hasta su cama pero fue Isidro quien la llevó a ella, la cogió en brazos y la llevó a la habitación. Allí (con sus deportivas rosas puestas), la echó boca arriba sobre la cama, Isidro se quitó la parte de arriba del pijama, subió a la cama y metió la cabeza entre las piernas de su hija. Vio su coño con los labios rojos llenos de jugos. Lo lamió con dulzura. Nada más sentir la lengua en su coño comenzó a gemir. Sus ojos hacían chiribitas…

-Dame placer, papá, dame mucho placer.

Isidro, con la lengua plana lamió su coño cómo quien lame un helado, Eugenia, se fue derritiendo… Acabó levantando las piernas. Isidro le comió y le folló con la lengua la vagina y el ojete de su culo.

-¿Te gusta así, cielo?

-Sí, me gusta, me gusta mucho.

Más tarde, metiendo el dedo pulgar en el coño y frotando su clítoris con la palma de la mano la llevó al límite, Eugenia, le dijo:

-¡Me voy a correr, papá!

Cuando sus gemidos le dijeron que no podía más, metió todo el coño en la boca y se lo devoró hasta que Eugenia se corrió y los jugos de la corrida le llenaron la boca.

Al acabar, Eugenia, sonriente, le preguntó a su padre:

-¿Qué está más rico, mi chocho o el coño de Eva?

Motel de la carretera Madrid la Coruña.

El coño de Eva estaba con el glande del clítoris erecto y fuera del capuchón, Juan, arrodillado entre sus piernas, se lo frotaba con la cabeza de la polla, hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados y alrededor, luego se lo frotaba en el coño y volvía a jugar con el clítoris… Eva, boca arriba sobre la cama, se magreaba sus grandes tetas. La luz estaba encendida, pero más encendida estaba Eva, que le dijo a su hijo:

-Vas a hacer que mamá se corra, cariño.

Juan le clavó la polla, se echó encima de ella y la folló… Se la clavaba a tope haciendo palanca y frotando su pelvis con el clítoris de su madre, Eva le cogía las nalgas y las apretaba para que la polla de su hijo frotase las paredes superiores de la vagina. Poco después, frotando el glande su punto G, el coño comenzó a echar cantidad de jugos… Su polla comenzó a latir, Eva, viendo que le iba a llenar el coño de leche, lo empujó para quitarlo de encima.

-¡Quita que dejas preñada a mamá!

Juan le agarró las nalgas a su madre y descargó dentro.

-¡No, hijo, no! -se comenzó a correr- ¡¡Dale, vida mía, dale tu leche a mamá!!

Pazo gallego.

Eugenia, montando a su padre le estaba dando una teta a mamar, Isidro la lamía y la chupaba dulcemente. Su polla entraba y salía apretada y cubierta de jugos, jugos que mojaban el interior de los muslos de Eugenia. Isidro, sentía sus gemidos y no quería que se corriera, deseaba gozarla más, le dijo:

-Dame tu coñito a comer otro poquito.

-¿Te gusta mi chochito, papa?

-Sí, cariño.

Eugenia besó a su padre.

-¿Cuánto te gusta?

-Me vuelve loco.

-Después te lo doy, ahora quiero disfrutar con tu pene dentro de mi.

Lo volvió a besar y lo siguió follando. Su culo iba de atrás hacia delante y de delante hacia atrás con lentitud.

-¿Quieres ver cómo me corro, papa?

Isidro ya estaba más que cachondo.

-En mi boca, córrete en mi boca.

-Goloso. Si me corro en tu boca no ves mi cara al correrme.

Comenzó a acelerar los movimientos de su culo. Isidro sintió que le venía. Le dijo:

-¡Quítala, hija!

-¿No querías que me corriera en tu boca?

-Sí, pero yo…

Eugenia movió su culo a toda pastilla, frotó su clítoris, con el vientre de su padre, y explotó.

-¡¡Me corro, papá!

-¡Qué la armamos!

-¡¡Dámela!!

Las corridas se juntaron y casi se mueren de gusto.

Al acabar, con la polla dentro de su coño, le preguntó:

-¿Aún quieres los jugos de mi corrida, papá?

-Más que nunca, preciosa.

Eugenia le puso el coño en la boca a su padre, y le dijo:

-Toma, cochino.

Quique.

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