Estaba de pie al lado de la barra de un bar y hablando por mi teléfono móvil fingí que estaba contratando a una chica de alterne.
-Que sea morena, ni gorda ni delgada, buen culo, tetas grande y juguetonas.
Sara Alejandra, mi sobrina, que acababa de llegar al bar, me preguntó:
-¿A quién le estás dando mi descripción, tío?
-A nadie. Le decía a alguien cómo quiero la chica… No son cosas tuyas, S A.
-Me llama S A desde niña. ¿Por qué?
-Por abreviar.
-Era por eso. ¿Y por qué buscas una puta? ¿La tía ya no te da todo lo que necesitas?
Le di las llaves de mi coche, cosa que hacía los sábados, aun sabiendo que no tenía carnet de conducir. Las cogió y me preguntó:
-¿Cuánto estás dispuesto a pagar?
¿Había picado? Enseguida lo iba a saber.
-¡¿Qué?!
-¿Que cuánto vas a pagar?
-Un máximo de cien euros.
-Me vendrían bien esos cien euros.
Había logrado lo que quería. No era la primera vez que usaba aquel truco y varias veces me diera resultado. Seguí con mi rollo barato.
-¡¿Venderías tu cuerpo por cien euros, S A?
-Y por cincuenta también. ¿Invitas a una ginebra con tónica?
La camarera, una rubia maciza a la que ya me había tirado, y que estaba escuchando, me preguntó:
-¿Se lo pongo? Por cierto, hoy acabo a las doce, si os animáis…
Se me hizo la boca agua. Le pregunté a S A:
-¿Que dices?
-Que cuando estoy con un hombre no quiero que me hagan sombra.
S A le dijo algo al oído a Berta, y debió ser que se otro día le darían una alegría al cuerpo, ya que Berta le sonrió, se dio la vuelta y le preparó la ginebra con tónica. Me sonó el teléfono móvil, lo cogí, era un primo mío, le dije:
-Ya no me hace falta, gracias.
A saber que quedaría pensando mi primo cuando oyó lo que había dicho. Apagué el teléfono, y me preguntó S A:
-¿Ya la tenías preparada?
-Sí. ¿Nos vamos?
-Cuando quieras. Conduzco yo.
Cuando entramos en la sala de estar del piso de mi hija, piso que solo usaba en vacaciones, SA, se quitó la chaqueta, la puso en el respaldo de una silla y se acercó a mí contoneando las caderas, me echó los brazos al cuello, me besó con lengua y después, pegada a mí y oliendo a rosas y sonriendo, me quitó la chaqueta, la puse sobre la silla y me desabotonó la camisa mientras yo le desabotonaba la blusa. Me bajó la cremallera del pantalón, yo le bajé la de la falda. Volvió a rodear su cuello con mis brazos y me besó largamente. Le cogí el culo y apreté su coño contra mi polla empalmada. Me agaché, le bajé las bragas y le olí el coño. Lo olí profundamente para que el olor me quedara gravado en la mente. Me dijo:
-¿Te gusta el olor de mi coño?
-Es delicioso.
Le di la vuelta, metí mi cabeza entre sus nalgas y le olí el ojete.
-¡¿También te gusta el olor del culo?!
-Me gusta todo de ti, bizcochito.
Le lamí el ojete. Abrió las piernas y se inclinó. Lamiendo su ojete le quité el sujetador y magreé sus esponjosas tetas con areolas marrones y gordos pezones. Luego metí y saqué mi lengua de él… A continuación besé y lamí sus nalgas, luego se incorporó y fui lamiendo su columna vertebral hasta llegar a la nuca. Saqué el calzoncillo. Metí la polla entre sus piernas rozando sus húmedos labios y la moví hacia delante y hacia atrás al tiempo que la besaba en ambos lados del cuello, le mordía los lóbulos de las orejas y le magreaba las tetas. Giró la cabeza y la besé con pasión. Moviendo el culo hacia atrás y hacia delante, me preguntó:
-¿Te gusta tu puta?
-Me encanta.
Cogió la polla con su mano derecha, la frotó en el coño, y siguió preguntando:
-¿Pedias una puta parecida a mí físicamente a ver si al oírte me ofrecía?
No se lo iba a negar.
-Sí.
-Lo sabía, sabía que querías follar conmigo.
Se agachó un poco y metió la cabeza de la polla en su coño, el resto ya me encargué de meterla yo.
-¿Soy cómo esperabas?
Metiendo y sacado en su coño mojado, le respondí:
-Mejor, mucho mejor.
Se volvió a inclinar y le di caña, pero caña brava. Mi polla entraba y salía de aquel coño a mil por hora. S A no paraba de gemir. Se la saqué y le lamí y le folle el ojete con la lengua… Al sacar la lengua de su culo el ojete se cerraba queriéndola, atrapar, pero la lengua salía y volvía a entrar profanado su culo una y otra vez. Sus pezones ya estaban duros a más no poder. Sus gemidos ya anunciaban un orgasmo. Se le metí de nuevo en el coño y me dijo:
-En el culo, métemela en el culo.
Se la puse en la entrada del ojete, que se abrió y se cerró dándole la bienvenida, era cómo si la estuviera besando. Empujé y entró la cabeza en dentro de aquel precioso y duro culo. Mientras se la iba metiendo despacito, centímetro a centímetro, saqué una mano de las tetas y le acaricié el clítoris. Sus gemidos me volvieron a decir que se iba a correr. Esperé que la polla llegase al fondo, froté con celeridad su clítoris, y dijo:
-¡Me corro!
Se corrió cómo una bendita, y yo oyendo sus gemidos y viendo temblar sus piernas y sus tetas, se la saqué del culo, se la metí en el coño y se lo llené de leche.
Al quitarle la polla del coño se sentó en un sofá, y sonriendo me dijo:
-¡Qué rico me vino! Ahora toca pagar.
-Voy por el dinero.
No iba a ir a ninguna parte.
-¿De verdad piensas que iba a vender mi cuerpo por cien euros? Si follo contigo es porque tengo ganas.
-Como hablaste de pagar…
-Con una buena mamada. Ven.
Fui, me arrodillé delante ella, metí mi cabeza entre sus piernas y lamí su coño.
Con cara de sorpresa, me preguntó:
-¡¿Qué haces?!
-Comerte el coño.
-Está asqueroso.
-Me gusta comerlo así, después de corrido.
S A se recostó en el sillón, y me dijo:
-Si te hace ilusión, come.
Al poco de empezar a lamer su clítoris la leche de mi corrida comenzó a salir del coño junto a sus jugos. La lamí y con ella pringada lamí su clítoris de nuevo. S A gemía en bajito, y gimiendo en bajito me cogió la cabeza, me la llevó a sus tetas, y dijo:
-¡Qué cachonda estoy!
Lamí los duros pezones de aquellas grandes tetas con lindas areolas. Las magreé, besé, chupé y las mamé por abajo, por los lados y por arriba hasta que volvió a llevar mi cabeza a su coño, un coño que ahora estaba más que perdido. Lamí con ganas y se volvió a poner bien perra, tanto que para no correrse y gozar más del momento, me volvió a llevar la cabeza a sus tetas… Cuando me la volvió a llevar al coño estaba tan madura que al meter mi lengua en su vagina y aplastar el clítoris con ella, echó la pelvis hacia arriba y se corrió en mi boca entre fuertes sacudidas y sensuales gemidos.
Al acabar de correrse me levanté, fui al mueble bar e hice dos ginebras con tónica. Nos las bebimos en pelotas y escuchando un LP de Queen que le había regalado a mi hija, era uno de los muchos vinilos que compara en Londres un fin de semana que pasara allí. Sentados en dos sofás uno enfrente del otro y con el vaso de tubo en la mano, le pregunté:
-¿Tienes alguna fantasía sexual que quieras llevar a cabo?
-Muchas. ¿Viene alguna chica a limpiar el piso?
-Sí, una vez a la semana ventila y quita el polvo. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque vamos a dejar una cama perdida al follarte yo a ti.
Poco después fuimos a la habitación de invitados. S A iba con las bragas en la mano. No le pregunté para qué las llevaba, pero no tardaría en saberlo. Mi polla estaba flácida cuando me eché boca arriba en la cama. S A mordió las bragas por un lado, tiró con las dos manos, las rompió, se metió en la cama, me vendó los ojos con ellas, y me dijo:
-No te muevas.
Lo primero que sentí en mis labios fue uno de sus pezones, lo lamí y chupé la teta, luego sentí el otro rozar mis labios y se lo volví a lamer y a chupar la teta, después sentí su lengua ir de un lado al otro de mis labios, quise chuparla y no me dejó, saqué la mía y me la rozó con la suya. Sentí el inconfundible olor de su coño. Un pezón jugaba con el meato de mi polla, que ya se había empalmado. Cuando su coño mojado se posó en mi boca le metí la lengua en la vagina, al sacarla la apartó. Sus pezones seguían jugando con el meato de mi polla cuando su coño se volvió a posar en mi boca, lamí los labios, el clítoris y volví a meter mi lengua dentro. Movió el coño alrededor con la lengua dentro, frotó una teta en la cabeza de mi polla y después me puso el culo en la boca, le lamí el ojete y se lo follé. Cuando mi lengua salió por enésima vez del culo lo retiró. Sentí cómo me cogía los huevos, cómo los acariciaba y como su boca chupaba mi glande… Después sentí cómo el olor a coño se alejaba. Luego fue la punta de su lengua la que recorrió mis labios, pero esta vez cada vez con más profundidad hasta que se metió en mi boca, se metió en mi boca al mismo tiempo que su coño bajaba por mi polla. Con la polla dentro y después de sacar su lengua de mi boca, me dijo:
-Te voy a follar hasta sentir cómo tu leche sale de mi coño y baja por mis piernas.
Sentí su coño empapado bajar y subir por mi polla con una lentitud que me ponía los pelos de punta y la polla dura cómo una roca. Tiempo después su respiración se fue acelerando, esto dio paso a sus sensuales gemidos… Comenzó a follarme más aprisa y cada vez con más fuerza. Cuando ya había una charca de jugos sobre mi pelvis, escuché:
-¡Oooh!
Su coño apretó y soltó mi polla y la bañó con una inmensa corrida. Varios chorros de leche salieron de mi polla y se juntaron con los jugos de su corrida. Sentí sus piernas temblar sobre las mías. Sus gemidos se ahogaron en mi boca mientras chupaba mi lengua.
Al acabar sin quitar la polla de su coño, me dijo:
-Tenemos que repetirlo más veces.
-¡¿Ya te vas?!
-Hace un par de horas que me esperan mis amigas. ¿Lo repetiremos?
-¿Echamos el último?
-Tiene que ser muy rápido.
Una hora más tarde y después de correrse dos veces más, se fue con sus amigas, no sin que antes le metiera dos billetes de 50 euros en el bolsillo de la chaqueta, mal no creí que le hicieran.
Quique.