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Jóvenes amantes: Montserrat (Primera parte)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Montserrat. 

Ella tiene 18 años de edad, igual que yo, nos conocimos cuando se transfirió a la preparatoria donde yo estudio, ingresó a mi grupo. Pronto se ganó el cariño y la amistad de casi todos en el aula, es alegre, divertida, inteligente y muy amable, le gusta la lectura, el cine y la buena música, tiene un estilo y una forma de ser que la hace destacar, en mi caso sólo era un chico común con gustos comunes. Al principio intenté acercarme a ella para conocerla y aunque intercambiamos palabras, parecía no existir ninguna conexión entre nosotros, éramos de mundos distintos, resultaba obvio que yo no le parecía interesante, así que me mantuve distante. Ella ocasionalmente se reía de mis ocurrencias, le agradaba mi sentido del humor, se fue acercando a mí, pasamos de cruzar pocas palabras a conversar por mucho tiempo, se divertía conmigo, la pasábamos bien juntos, nos hicimos buenos amigos.

Con el pasar de los días noté que me sentía atraído por Montserrat, me gustaba su pálida piel, sus hermosos ojos color marrón claro y de su largo cabello castaño que caía sobre sus hombros, odiaba cuando faltaba a clases, sólo quería estar a su lado. Una tarde quedé con ella para ir a comer, al llegar al lugar, Montserrat ya se encontraba ahí, al verme entrar corrió hacia mí y me dio un fuerte abrazo, se mostraba feliz por verme, pensé en la posibilidad de que estuviera enamorada de mí, cuando terminamos de comer, salimos y caminamos a un parque que se encontraba a poca distancia, nos sentamos en una banca y conversamos hasta que anocheció, cuando ella estaba por irse, me armé de valor y le declaré mi amor sin saber que esperar, después de todo quizás sólo era una bonita amistad lo que había entre nosotros, afortunadamente Montserrat correspondió a mis sentimientos y aceptó ser mi novia.

Faltaban dos semanas para que finalizara el curso, decidimos mantener nuestra relación en secreto. Durante las clases, ella me enviaba notas diciéndome lo mucho que me quería, yo le dejaba chocolates en su mochila y cuando no había nadie cerca, aprovechábamos para darnos pequeños besos, aquello situación era muy romántica, estábamos enamorados. En las vacaciones, salimos varias veces, paseamos por la ciudad, fuimos al cine, a comer, entre otras cosas, no quería que se terminaran, disfrutaba pasar el tiempo con ella.

El día de la charla provocadora.

Regresamos a clases, iniciábamos el sexto semestre, el último antes de salir de la preparatoria, Montserrat y yo nos sentamos juntos. Pasaron unos días, era la hora del receso, cuando Karen, una compañera del grupo y amiga nuestra, se sentó frente a nosotros.

– ¿Son novios, verdad? –nos preguntó.

– ¿Por qué lo dices?–le respondió Montserrat.

–Se la pasan juntos todo el tiempo, es obvio que tienen algo más que una amistad, se portan todos lindos, Damián siempre es muy atento contigo, te carga la mochila y tú Montse, le traes de desayunar a él.

–Así es, somos novios, nos descubriste –le dije.

–Hacen bonita pareja, se ve que son felices y que se llevan muy bien.

–Es lindo de tu parte que lo creas así ¿Tú tienes novio?–le preguntó Montserrat.

–Tengo casi cinco meses sin novio, pero aun así no me ha faltado cariño –respondió Karen, con una sonrisa traviesa.

–Es lo bueno de tener una mascota ¿Qué tienes un perro o un gato? –le pregunté.

Karen soltó una carcajada –Que tonto eres Damián, no me refiero a ese tipo de cariño, además yo tengo un conejo, muy precioso por cierto.

– ¿Entonces, al cariño de tu familia?

–Tampoco, les voy a decir, pero prométanme que no le dirán a nadie, luego se hacen los chismes.

–No le diremos a nadie –le contestamos.

–Está bien, confiaré en ustedes, llevo un tiempo acostándome con Noé, el del grupo B, pero no somos novios.

–Al decir que se acuestan, quieres decir que tú y él… –dijo Montserrat

–Sí, tenemos sexo.

– ¿Tu primera vez fue con él? –preguntó Montserrat.

–No, hace tiempo de eso, ya he tenido sexo con varios, Noé fue el que perdió su virginidad conmigo.

– ¿Y por qué no se hacen novios?

–Me lo ha pedido, pero de momento yo no busco algo serio, sólo me gusta hacerlo con él, estoy bien así por ahora. Pero díganme, ahora que estamos en confianza ¿Ustedes follan?

–No, de hecho no –le contesté, volteando a ver a Montserrat.

–Hasta el momento no –respondió Montserrat, mirándome.

– ¿Entonces son vírgenes?

–Lo soy –contestó Montserrat.

–Yo igual –contesté.

–Es raro hoy en día que una pareja joven, como ustedes, no tenga sexo. Si lo hacen perderán su virginidad juntos, eso es muy romántico. Una vez que lo hagan, no se van a querer despegar, de mí se acuerdan – dijo Karen, riendo.

En eso sonó la campana, anunciando el fin del receso, los compañeros que estaban afuera regresaban al aula.

–Damián, deberías darte prisa, si no otro sujeto te puede ganar a Montse, a los hombres les encantan las mujeres vírgenes –me dijo Karen, regresando a su asiento.

Me quedé pensando en la conversación con Karen. Hasta ese momento, por mi mente no había cruzado la idea de tener sexo con Montserrat y desconocía si a ella le gustaría. Esa noche me masturbé mirando videos porno, fantaseando con hacerle a Montserrat lo que veía

El día que acaricié sus senos.

Regresamos de hacer un viaje escolar, llegamos a la escuela más temprano de lo planeado, debido a eso no habían llegado a recoger a Montserrat.

– ¿Llamarás para avisar que pasen por ti? –le pregunté.

–No, mejor aprovechemos este tiempo para estar juntos ¿No crees?

– ¡Sí, buena idea! Vamos a dar una vuelta por aquí.

–Sí, sirve que nos movemos, estoy cansada de venir sentada en el autobús.

Caminamos unas calles, alejándonos de la preparatoria, pasamos por una tienda, compramos bebidas y bocadillos, seguimos andando por los alrededores, deteniéndonos a descansar bajo la sombra de un gran árbol, se encontraba junto a una casa aparentemente deshabitada, el lugar era muy agradable. Puse algo de música en mi mp3, conversamos y comimos los bocadillos.

–Tengo tiempo sin treparme a un árbol.

– ¿Por qué no lo intentas?

–Lo haré, se ve fácil –dije, poniéndome de pie

–Lo intentaría también de no traer falda, luego se me ve todo.

–Por mí no hay problema.

– ¿Quieres ver bajo mi falda?

–Sí –le respondí, tomándola entre mis brazos–. Eso quisiera.

Acerqué mis labios a los de ella, nos besamos de manera cariñosa, tocamos nuestras lenguas, las entrelazamos, la pasión aumentaba. De reojo cuidábamos que no viniera nadie, disimulábamos cada que un vehículo pasaba, continuando en cuanto se alejaba.

Mi verga se endurecía por la excitación del momento, traté de disimular pero era notable el bulto que sobresalía de mi pantalón, Montserrat pronto se percató de mi erección, me miró a los ojos con una sonrisa coqueta y sin decir una palabra, agarró mi pene.

– ¡Montserrat, qué estás haciendo! –pregunté, sorprendido.

– ¿Quieres que lo suelte?

–No, es sólo que no me lo esperaba, me tomaste por sorpresa.

–Es emocionante sentirlo, aunque sea sobre tu ropa.

–Yo también quiero sentirte.

– ¿Qué quieres sentir?

– Tus bubis.

–Agárralas…

Di un vistazo asegurándome que nadie nos miraba, rápidamente coloqué mis manos sobre sus senos, sorprendido miré a Montserrat, se había sonrojado.

–No puedo creer que esté tocando tus bubis, parece un sueño.

–Siéntelas y dime si es un sueño o no.

Apreté sus senos cuidadosamente, ella continuaba frotando mi pene, nos besábamos.

–¿Podría tocar tus bubis bajo tu ropa? Quiero sentirlas.

Montserrat desfajó su camisa y se desabrochó el sostén, luego tomó mi mano, metiéndola bajo su ropa, la llevó hasta su seno desnudo, era muy suave, estaba calentito, su pezón tocaba la palma de mi mano.

–Tus bubis son grandes y muy suaves, me encantan.

–Me alegra que pienses eso.

–Ya las quiero ver.

– ¿Eso quieres?

–Sí, verte desnuda.

–Y yo a ti.

Metí mi otra mano y agarré su otro seno, los acaricié, los apreté ligeramente moviéndolos en círculos, subiéndolos y bajándolos, froté sus pezones con mis dedos, haciendo que se endureciera, Montserrat acariciaba mi pene con mayor intensidad.

–Tus manos acariciando mis bubis, me está excitando mucho.

–Quisiera acariciarlas con mi boca.

–Dejaré que lo hagas, yo acariciaré tu pene mi boca.

– ¿Lo harías?

–Claro que sí, de no ser porque estamos en la calle lo haría ahora mismo.

–Podríamos hacerlo en mi casa, un día que mis papás no se encuentren.

–Me parece buena idea.

En eso entró una llamada al móvil de Montserrat, era su hermana, avisándole que ya iba en camino a recogerla. Acomodé mi pene tratando de disimular la erección que aún tenía, Montserrat se abrochó el sostén y acomodó su camisa, nos dimos un fuerte abrazo y un cariñoso beso, agarramos nuestras cosas y caminamos de regreso a la preparatoria.

El día que acaricié su vagina.

Quedé con Montserrat para asistir a un evento musical, esperé por ella en la entrada del auditorio, llegó al poco tiempo, ingresamos juntos, encontramos lugar frente el escenario, después de unos minutos inició el espectáculo. La banda había tocado un par de canciones, cuando Montserrat notó que no llevaba su móvil.

–Oye, no encuentro mi teléfono ¿Podemos ir a la camioneta para ver si lo dejé ahí?

–Claro, vamos.

Salimos del lugar, caminamos varias calles hasta el malecón de la ciudad, donde se había estacionado. Al llegar subimos al vehículo, para buscar el móvil, no pasó mucho cuando lo encontré.

– ¡Aquí está!

– ¡En serio, dónde estaba!

–Entre los asientos.

–Menos mal no lo tiré, gracias por ayudarme –dijo, aliviada–. Eres muy lindo.

–No hay de que, me alegro de que lo encontráramos.

Se acercó a mí para darme un beso. Mientras me besaba, vi a lo lejos las sirenas encendidas de una patrulla de policía, venía en nuestra dirección.

–Viene la policía, nos van a ver portándonos mal.

–Hay que movernos al asiento de atrás.

Primero se movió ella y después yo, sentándome a su derecha, esperamos a que pasara la patrulla. En la parte trasera del vehículo los cristales de las ventanas eran de un tono oscuro, por lo que era difícil ver al interior. La patrulla pasó de largo.

–Ahora sí ¿En qué estábamos? –me preguntó, acariciando mi verga.

–Imagino que no regresaremos al evento.

– ¿Quieres volver?

–No –contesté, pasando mi brazo derecho por su espalda, metí mis manos bajo su blusa, le subí el sostén y agarré sus senos.

–Me encantan tus tetas.

–Y a mí tu pene –dijo Montserrat, deslizando su mano debajo de mi pantalón y de mi ropa interior, tocando con sus dedos la punta de mi verga, la apretó suavemente.

–¡Oh sí, mi amor, tócalo! –le dije, apretando sus senos.

–Es muy esponjoso y suave –dijo, acariciando mi pene hasta la base–. Que grande y duro está, me excita tocarlo.

Besé a Montserrat con mucha intensidad, nuestras lenguas se entrelazaban, ella frotaba mi pene de arriba abajo. Con mi mano izquierda toqué sus muslos luego froté su entrepierna, eso pareció gustarle.

–Quiero tocar tu vagina.

–Mete tu mano.

Desabotoné y bajé la cremallera de su pantalón, deslicé mi mano bajo su panti, pasé mis dedos por su vello púbico, froté su pubis.

–No encuentro tu vagina.

–Mete tu mano un poco más –me dijo Montserrat, separando sus muslos.

Metí mi mano lo más que pude, su panti estaba húmeda, froté su entrepierna, de pronto mis dedos se deslizaron entre sus labios vaginales.

¡Ahí! –dijo Montserrat, gimiendo.

–Estás muy mojada.

El interior de su vagina era muy suave, traté de meter mis dedos dentro del coño de Montserrat,

– ¿Te lastimo? – le pregunté.

–No, está bien –me respondió, entre gemidos.

Al no lograr meter mis dedos, con cuidado froté su vagina de arriba a abajo, imaginando cómo se sentiría penetrarla.

–Te lo quiero meter –le dije, susurrándole al oído.

– ¿En dónde me lo quieres meter?

–En tu vagina, en tu boca, por atrás.

– ¿Por atrás?

–Analmente.

–Entiendo, te dejaré que me lo metas por donde quieras.

Nos besamos de forma salvaje e intensa, los dos estábamos muy calientes, froté su vagina rápidamente, cada vez se mojaba más. Montserrat frotaba la punta de mi pene, aumentando la intensidad cada que yo lo hacía. Me dieron ganas de eyacular, traté de resistirme pero no pude, eyaculé en la mano de Montserrat,

– ¿Estás eyaculando?

–Sí, discúlpame.

–No te preocupes.

Cuando ya no salió nada, Montserrat sacó su mano de mi ropa, el semen le escurría entre los dedos.

–Así que esto es semen, se siente tibio y pegajoso, pensar que con esto puedo quedar embarazada –dijo Montserrat, observando su mano–. ¿Cómo se sentirá que eyacules adentro de mí?

– ¿Te imaginas que eso pasara?

–Es una posibilidad –respondió–. Aun así me gustaría que eyacularas adentro de mí para saber que se siente.

–¿Me dejarías?

–Sí, un día que sea menos probable que quede embarazada.

–Eso me gustaría.

–En mi bolsa traigo papel, para limpiarnos

Saqué el papel de la bolsa, tomé un pedazo y se lo di a Montserrat, yo tomé otro, nos limpiamos el semen. Al terminar, acomodamos nuestra ropa, nos abrazamos y besamos cariñosamente, hasta que llegó la hora de despedirnos. Al llegar a mi casa, noté que el aroma de la vagina de Montserrat, había quedado impregnado en mi mano.

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