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La bachera mojada

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Cada mañana, después del trabajo, llegaba a un diminuto mono ambiente en Las Grutas, ubicadas en un golfo azul en el sur de la República Argentina, más precisamente en la provincia de Rio Negro.

Había decidido irme lejos, tenía ganas de volverme salvaje, tanto como la fauna del lugar, el océano es cálido en esta parte del Atlántico, y ser anónima, por lo menos al principio, me dejaba jugar más de lo que pensaba.

Empecé como bachera, en un Restó de lujo, pensado como para que no entren más de 100 personas por noche y que cada jornada deje lo que pague el alquiler del lugar.

La cocina no era para nada cómoda, dicen los que saben que los dueños de restoranes no saben nada de cocinas, jajaja, este era el caso.

La bacha era incómoda, alta y me mojaba continuamente, situación que me parecía adecuada por los calores que tenía que aguantar cada día en esa maldita cocina, un día entró un ayudante nuevo, un pibe común, pero muy alto y de una voz muy potente, ya en ese lugar éramos cinco, y el cocinero se ponía pesado después de los primeros cuarenta minutos del servicio, el tipo le gustaban los pibes, estaba tranquila en esos términos, no usó sostén y como soy de pechos grandes cuando lavo los platos terminó empapada y me ponga lo que me ponga, mi escote termina siendo un dulce atractivo para el resto de mis compañeros, el cocinero tiene confianza conmigo y siempre resalta que quisiera tener estas tetas para sentir una buena chupada entre platos y cubiertos.

Un día cualquiera de tanto escuchar esto, Julián, el pibe nuevo, se me pone detrás de las caderas y me dice, no estaría mal lo que el cocinero dice que le gustaría hacer... hasta ese momento, no le había dado mucha importancia a su existencia, pero esa voz, en ese momento, en medio de trescientos platos llenos de salsa, me calentó, sentí un fuerte escalofríos y automáticamente el cosquilleo de mi entrepierna me alertó que esa noche no iba a ser igual que otras.

Gire la cabeza, alce la mirada, y le sople suavemente la punta de la nariz, acompañe este gesto de estas palabras, mira nene, ojo con lo que generas, porque esta bachera hace rato que no coge y si me apuras te vas a tener que preparar, porque cuando arranco no paro.

Se rio, me pego una apoyada épica y definitivamente deje de preocuparme por si terminaba o no mojada con el grifo, el me pasaba los platos, y comenzó a rosarme los pezones en cada movimiento, me baje un bretel de la musculosa blanca, y se asomaba la aureola del pezón izquierdo, en uno de esos movimientos dejo resbalar por el plato un poco de salsa blanca sobre el pezón y sin que nadie lo notara baje el brazo y quedo descubierto todo mi pecho, vio un lunar negro que tengo entre la punta y el interior del pezón, mágicamente en ese momento estaban todos en el salón, una mujer cumplía años y estaban cantándole todos, Julián tomo con su gran mano el pecho y empezó a chuparlo como si fuera un crio, verlo pegado a mi pecho lamiendo, mordiendo, y succionando esa salsa blanca como si fuera su misma leche, me volvió loca.

Le manosee la verga, estaba ese pendejo muy duro, le metí la mano hasta los huevos. Y saque la pija para pajearlo, no me importaba nada, sentimos que venían y nos dejamos calientes como el agua de las langostas. La noche se hizo interminable, sigue apoyándola en mi gran culo, cada momento que puede, y el muy turro mantiene esa erección como nadie, pedí descanso y me fui al baño, me quite las bragas, estaban mojadas de mis acabadas mentales, y se me ocurrió tenerlas en el mandil y usarlas para enloquecer aún más a ese pendejo caliente, volví en la primera de cambio saqué las bragas, lo mire y le dije, saca la lengua y cerra los ojos, le refregué la tanga en la lengua y juro que la pija de ese hombre no aguantaba más. Limpiar y cerrar eran la excusa perfecta, faltaban unos minutos para que se marchen todos y Julián le dice al cocinero cerramos nosotros.

Entra y me hace upa de una, me alza y me mete las manos por todos lados, me desparrama sobre la mesada y me dio la chupada de concha de mi vida. Cuando me metió la pija, era perfecta, recuerdo que era más gruesa que lo de costumbre, sostenía mis piernas en su pecho y me cogía duro y muy fuerte, sentía sus huevos como golpeaban en mi culo y le pido por favor que me lo haga, pero que me guarde la leche para el final, antes de que me penetre sentí la necesidad de besarla completamente, recorrerla y sentir esas venas llenas de sangre, mis tetas apoyadas en sus piernas y mi lengua recorriendo sus huevos, lo puse contra la cocina y le digo que abra las piernas, amo ver los huevos de un hombre caliente entre sus muslos. Los lamo los chupo y le practico el beso negro más profundo que este pibe sintió, mientras sostenía su pija con las dos manos y me dedique a la punta escupida previamente, me dice, déjame acabarte en la boca y después te hago el culo, la verdad con esa edad y esa pija no cabía duda de que me cogería toda la noche.

Seguirá en el próximo relato.

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