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La cazadora (1)
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Tiempo de lectura: 31 minutos

-1-

Mi nombre es Jenny, pero soy mejor conocida como “La Cazadora”.

Desde mi adolescencia he sido la chica que todos ven y anhelan. Cabellos de oro, ojos de esmeralda, hipnotizantes, tez blanca, casi 1,70 de alto, cintura estrecha, senos generosos y un trasero prominente. He sido deportista y gimnasta buena parte de mi vida, así que soy ágil y flexible, en más de un sentido. Con esto puedes entender cómo tantas me han envidiado y como tantos han querido conmigo. Tú que me lees también me querrías si me pudieras ver.

Si bien mi físico privilegiado es el arma que hiere primero cualquier pobre alma masculina, es mi mente la que los deja a punto de morir. Disculpen chicos, no es nada personal, solo diversión.

Tengo historial, pero no crean, no soy chica fácil. Lo que pasa es que sé atraer y no les miento, puedo conseguir bastante con mi sola presencia. He tenido a muchos a mis pies. Muchas presas han caído en mi trampa, en mi juego. Tal vez pienses que los hombres no están para que juegue con ellos, pero de ser así, no los habrían creado con un mando de control entre las piernas.

Sé disfrutar del buen sexo, pero eso no hace perder de vista mi objetivo: conquistar almas y destrozar egos. A mis 22 años han sido muchos mis juguetes y ya sé elegir bien quien me probará y quien se quedará con las ganas.

Ya tengo un buen modus operandi y he entrenado bien a “Las Fieras”, mi grupo de amigas que siempre me acompaña en la juerga y la conquista. Asistimos a los mejores clubes de la ciudad con nuestras mejores pintas a conseguir nuevos juguetes. No es tanto lo que me tengo que esforzar, con algunos detalles este mujerón atrae todas las miradas del lugar.

Llegamos a la hora en la que sabemos que la fiesta está en su mejor punto y el lugar está lleno. Siempre conseguimos un buen sitio, somos nosotras. Ahí comienza el juego de la espera. Tal vez como me llaman “La Cazadora” pienses que voy detrás de los chicos, pero nada que ver. Sí, yo elijo mis presas, pero ellas deciden llegar solas a mí y morir entre mis garras y colmillos. Yo no tengo que hacer nada, solo ser y estar ahí.

Nuestro método, ideado por mí, es fácil. Cuando llegamos y nos establecemos en el club se van acercando las moscas a la dulce miel que somos nosotras. Comienzan los ofrecimientos, de tragos, platos, y todo lo que se les ocurra ofrecer. Siempre vamos por lo más caro. Si nos quieres ganar un buen comienzo es que derroches dinero en nosotras, pero eso no te garantiza que nos probarás. Ya he perdido la cuenta de cuantos he tenido toda la noche en el círculo de la tentación, mostrándoles el premio que soy, pero dejándolos tan solo con las ganas de probarme y una factura bien gorda en el local.

Como es diversión para nosotras, en cada salida vamos fijando ciertos detalles: cuántos se nos acercan, qué tanto intentan estar con nosotras y especialmente cuánto derrochan en nosotras. Recuerdo la vez en que un ejecutivo cuarentón se nos acercó. Me quería a mí, como todos, y comenzó a brindarnos tragos. El único detalle es que, si bien creía tomar a la misma velocidad que yo, iba peor, mucho peor. Yo no tomaba todo lo que me traía a la mesa, pero lo hacía gastar cada vez más, y veía como, creyendo que me emborrachaba para aflojarme, el que estaba quedando cada vez más ebrio era él. Estuvo varias horas en la espiral de traernos cosas a nuestra mesa, sacándome a bailar, le dejaba ver lo que nunca tendría y cada vez que creía tenerme lista me alejaba. El juego de la tentación hace desquiciar al más cuerdo.

Este sugar como lo apodamos terminó esa noche ebrio en el sofá del local, dormido y tal vez soñando conmigo. Seguramente con los testículos cargados, pero sin ninguna oportunidad de descargar. Al despertar habrá sentido la desilusión que muchos han sentido: que lo creía estar comprando se le esfumó de entre las manos. Por lo que supe esa noche gastó en mí y mis fieras casi 3.500 dólares.

Para llegar a disfrutar el dulce néctar que soy tienes que hacer más que derrochar. Me gustan los chicos en forma, con buena actitud, seguridad y que no sean arrogantes. No puedes llegar a mí creyéndote lo más porque saldrás sufriendo. Un solo comentario inadecuado puede ser decisivo entre que te deje llevarme a un motel u hotel, de alta calidad claro está, y que te meta al baño, a ponerte de rodillas para que me comas y que al correrme me escape, dejándote en el pico de las ganas. Esa es mi movida favorita. Pobres víctimas.

-2-

Hoy es viernes. Día de caza.

En el grupo de WhatsApp de “Las Fieras” ya se está planeando lo que haremos hoy. Hemos elegido el club “Mokambo”. Es uno de los pocos que no hemos atacado, y por lo que sabemos las fiestas son legendarias y los prospectos de presas nada despreciables.

Hoy salí temprano de la universidad, cené fuera y fui a casa a arreglarme. Me meto en mi amplio closet a elegir el atuendo matador. Hoy toca vestido de licra blanco y strapless, con unos tacones que hacen juego. Ya Dios me hizo el maquillaje con esta cara hermosa, así que con un poco de rímel y un buen color de labial será suficiente. A ver si alguno logra que lo gaste un poco.

Ya me encontré con mis amigas y vamos a Mokambo. Todas van lindas, pero en este grupo destaco yo. Es algo natural. En toda manada hay un líder, y en esta yo lo soy indiscutiblemente. Eso se nota claramente cuando entramos al club. Ellas creen que nos ven a todas, pero claramente yo sé que todos quedan especialmente impactados por mí. Yo no tengo la culpa de eso. Esto es un don y, muy pocas veces, una maldición.

Para el portero es muy claro que le traeremos un mejor nivel al club. Por eso nos dejó pasar sin hacer la larga fila, y le dijo al de seguridad que está dentro que nos diera la mesa mejor ubicada. Ahora comienza la labor de reconocimiento de las fieras. Desde nuestro lugar vamos viendo la asistencia masculina, quien parece guapo, quien parece que tiene buen dinero y quien puede ser lo suficientemente tonto para gastarlo todo en nosotras sin recibir nada a cambio. El juego comienza.

-3-

Me acerco a la barra a abrir la cuenta. Cuenta que no pagaremos claro está, pero el alcohol es un buen señuelo de que somos unas chicas normales que, si nos das muchos tragos, podrás llevar a la cama. Nada más alejado de la realidad.

Le pido un mojito al bartender. Mi trago favorito. Me volteo y comienzo a inspeccionar el lugar.

En la pista veo un chico guapo, musculoso, alto. Parece bailar con su novia, pero me está mirando mucho desde allá. Lo siento hermana, tu chico como que está buscando mejorar.

Hacia el área VIP se ven más que todo chicas. Muchas buscando rebajarse para conseguir lo más que puedan. No es mi estilo.

Me volteo de nuevo hacia la barra y oigo que alguien le dice al bartender:

—Me das uno igual al de ella —dice un chico que se acerca a la barra—. Este es uno de sus mejores tragos, ¿no crees?

Se acerca a mí como con intenciones de sacarme conversación. ¿Ven ustedes que ellos siempre llegan solos? Que yo, como la araña, solo tengo que poner la red. Ellos quedan pegados y mueren entre mis garras.

—No sé si te has dado cuenta, pero has tenido algo encima toda la noche —dijo sentándose a mi lado.

—¿Qué? —respondí.

—Pues mi mirada.

—No eres el único querido —dije volteando los ojos y retomando mi trago.

Ya comenzó mal el baboso este. Pero veamos: delgado, algo musculoso, aunque no está marcado. Me debe llevar unos diez centímetros, como 1,80 entonces. Oh, trae un buen reloj puesto. Si es original ese vale una fortuna. Esa camisa es de marca. Ok, primera prueba pasada, vamos a ver cómo te defiendes niño, a ver si tienes oportunidad con esta diosa.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

—Jenny –respondí.

—Yo soy Héctor y puedo ser lo mejor que te pase si te dejas querer.

Lanzo mi peor mirada. No sé cómo imagina que unas líneas baratas funcionan conmigo. Por Dios, mírenme, las he escuchado todas, soy inmune ya. Se termina mi trago.

—¿Quieres otro? —dice, haciéndole la seña al bartender de que dé otra ronda.

—Gracias —digo sin mayor ánimo.

—¿Viniste sola? —me dijo queriéndose acercarse más.

—¿No que me estabas mirando toda la noche? —respondí de forma sarcástica—. Aquel es mi grupo de amigas, salimos siempre juntas —dije señalando la mesa donde andan mis fieras.

—Ah sí. Lo que pasa es que entre todas la que resalta eres tú —dijo poniendo su mano sobre mi hombro. Me caería mal el comentario si no supiera que es verdad.

—¿Vienes a menudo a este club? —dice intentando desesperadamente hacerme hablar.

—No. Sí voy a fiestas, pero esta es mi primera vez acá —respondí, solo para no dejarlo guindando con su pregunta.

—Ah, ya —dice pidiendo otra ronda—. Yo soy frecuente acá, por eso puedo conseguirte siempre los mejores tragos y mesas cuando vengas.

—Interesante —dije nada interesada.

—¿Nunca te han dicho que esos ojos verdes son como de esmeralda? —dijo mirándome fijo a los ojos.

—Sí, de hecho, muchos chicos que no han logrado nada conmigo me lo han dicho —respondí para ver su reacción.

—Bueno —dijo mirándome fijamente—, estoy seguro de que yo puedo lograr un poco más.

Segundo trago terminado. Uno más y lo mando a la verga para irme a bailar.

—Chica sedienta, ¿no? —hizo de nuevo la seña al bartender. ¿Qué tiene este de especial que lo atiende tan bien?

—¿A qué te dedicas? —dije finalmente, ni sé por qué.

—Pues al comercio. Me gustan las cosas buenas, por eso me esfuerzo en hacer dinero —dijo tocándose el reloj.

—Ah, qué bien —dije poniendo el trago a medias sobre la barra.

—Bueno, un gusto conocerte. Chao —dije levantándome.

—Oye —dijo levantándose él también— ¿vas a bailar?

—Pues este es un antro —dije alzando mi dedo índice y señalando en círculos el lugar—. No se viene acá a leer.

—Pues vamos —dijo como dirigiéndome a la pista.

—Ven tú, que ya yo iba —dije alejándome.

Sé moverme en la pista. Tengo gracia y porte. Mi baile hace caer hasta el que se hace el más duro y este no será la excepción. Pero que no se la crea. Si me quiere tendrá que luchar. Hasta ahora solo se merece verme bailar. No me pegaré él ni dejaré que se me pegue a mí.

Tres canciones y estoy algo cansada.

—Vuelvo con mis amigas, bye —digo volteándome a ver si me sigue. Efectivamente me siguió y se sentó conmigo y mis fieras.

—Hay que quitarse bien la sed —dijo él llamando a un camarero—, tráeme una botella de champagne.

Con eso se ganó a mis amigas. Quienes comenzaron a elogiarlo. Cosas tipo “ay, pero qué guapo”, “mira como viste”, “¿nos consentirás esta noche?”. Perdónelas ustedes, ellas son bastante básicas, por algo soy la que manda en esta manada. Eso solo ponía al tipo este con aires de orgullo.

—Si ustedes se juntan conmigo, estarán como reinas acá. Ya nada más con estar a mi lado mejoran de nivel.

¿Acaso este tipo tiene acción acá o trabaja aquí o qué? Porque lo atienden como si fuera de la casa. Con razón se cree la gran cosa.

—Oye guapo, ¿y tienes novia? —dijo Rebeca, una de las fieras, la segunda en atractivo, como queriendo pescar en mis aguas.

—No —dijo él mirándome fijamente— pero estoy en la búsqueda de una buena compañera.

Así estuvieron toda la noche las tontas estas, subiéndole el ego al tipo este. Sí, esa es parte de nuestro método, pero creo que se están pasando. Ninguna de las fieras ni yo, su líder, nos rebajamos al nivel de nuestras presas, ellas nos deben perseguir, nosotros no.

Entre conversaciones, un poco de baile y champagne se pasó la noche. Alrededor de las 3:00 a.m. dijimos que nos iríamos, estábamos ya cansadas. Pedimos la cuenta y se la dimos a Héctor indicándole que, si seguía así, podría ganarse un lugar entre nosotras.

—Siempre que ese lugar esté a tu lado reina, por mí estará perfecto —me dijo mirándome fijamente—, lo mejor de esta noche has sido tú. Y sé que lo mejor para ti he sido yo —me dijo pasando su mano por todo su torso y sonriendo mientras me seguía mirando fijamente.

—Pero —dijo levantándose cuando íbamos a la salida—, dame tu número. Así cuando vengas me avisas y me aseguraré de que tú y tus amigas estén bien atendidas.

—Vale —se lo dicté mientras él copiaba con entusiasmo en su teléfono.

Saliendo me acerqué a él, como para darle un beso y casi cuando podía sentir mis labios, me despedí y salí rápido con mis fieras. Ese no dejará de pensar en mí esta noche, se los aseguro.

-3-

Es ya el martes de la semana siguiente. Día ocupado en la universidad. Me llega de repente un mensaje: “Oye guapa, me encantó conocerte en Mokambo el sábado pasado. Si juegas bien tus cartas, este próximo fin de semana será el mejor de tu vida”. No le respondí por algunas horas, hasta que finalmente le dije: “Si tú tienes suerte podrás verme de nuevo con mis amigas en el club”. A tipos así, que se creen lo más, hay que darles solo alguito de esperanza, pero que no crea que ya me tiene ganada.

Una de las fieras, tonta que es, se puso a investigarlo en redes sociales, pero el tipo es casi un fantasma en la red. Unas poquitas fotos sin nada relevante. No sé si tiene mucho dinero o lo poco que tiene lo usa para buscar chicas, habrá que indagar un poco más en eso. La noche del sábado derrochó, pero ya me ha pasado que algunos se dejan la quincena en el club tratando de conseguir una chica y luego no los ves más hasta final de mes.

Pero bueno, se acerca el sábado, día de fiesta. No paso otra cosa interesante durante la semana, el tipo este siguió escribiendo, con sus líneas pésimas y mostrándome fotos que si de su auto o algunas otras cosas. Bastante básico él queriéndome impresionar con cosas materiales, como si yo caigo tan fácil.

-4-

Ya es sábado en la tarde. En mi cama está el atuendo de hoy, hoy llevo un pantalón de piel negro. No es tan apretado, pero mis atributos se notan bien. Eso lo combiné con un top strapless blanco y unas sandalias de tacón. Hoy hago desmayar a más de uno definitivamente.

Llegamos el sábado aproximadamente a las 9:00 p.m. y el portero nos dijo que teníamos ya la mejor mesa del lugar reservada y una orden de champagne en hielo esperándonos. Todas mis fieras me miraron y yo pensé ciertamente en Héctor. Lo está intentando, eso se lo otorgo, pero sigue siendo un juguete hasta ahora, de ahí no ha pasado.

Nos acercamos a la mesa y vemos que él ya está ahí. Las fieras se acercan a saludarlo, yo me quedo de última.

—Ven, te reservé el mejor asiento —dijo dando una palmada sobre su muslo.

Me senté en la silla que estaba al lado suyo. Hoy se ve un poco mejor que la ves pasada, pero nada impresionante. A pesar de sus episodios de arrogancia, creyéndose el chico malo, la verdad es que ha sido un chico más, nada destacable, nada que me atrape, puede ser hasta aburrido, pero bueno, está pagando que es lo importante.

Hoy lanzo el anzuelo, la ilusión. Que tenga una pequeñita muestra de la gloria que es estar conmigo. Pero se tiene que ganar muy bien que ese sueño se le haga realidad.

—Hoy mis fieras y yo tenemos mucha sed Héctor —le dije acercándome— ¿nos pides algo?

—Ya me adelanté —dijo con aires de confianza—, ya vienen en camino dos servicios de champagne para todas.

—Bien —dije poniendo mi mano casi en su pecho— ¿por qué no bailamos un poco mientras vienen?

—Vale —respondió él mirándome de arriba abajo—, ese top te luce increíble.

—Y eso que no has visto nada —le dije guiñándole un ojo. Vamos, a bailar.

En la pista, aprovechando que estaba sonando un set bastante movido, me pegué un poquito más a él. Por un breve segundo puse mi trasero sobre su pelvis y pude ver cómo eso lo estremeció. Luego vino una canción más lenta y también la bailamos, algo juntos, pero no tanto, es mejor que no se malacostumbre. Lo miraba más a los ojos. Y si algo tienen de bueno estos ojazos que me cargo es que quiebran al más fuerte.

Ya luego de algunas canciones más le dije que ya tenía realmente sed y que volviéramos a la mesa. Las fieras, siempre ellas, tomándose fotos con las botellas y bromeando entre sí.

—Ten mi diosa —me dijo sirviéndome una copa bien cargada—, especial para ti. El champagne más caro del lugar.

—¿Cómo consigues estas cosas? —dije realmente interesada.

—Pues —el sonriendo—, tengo buenas conexiones en este lugar, ¿no ves dónde estamos sentados? Esta es la vida que tendrías si te decides a estar conmigo.

Mire a mi alrededor y ciertamente estábamos en un lugar privilegiado del club. Todos nos miraban, sé que especialmente a mí, pero démosle alguito también a los que me acompañan.

Volví con Héctor, y le di un poco de lo que llamo la “Simpática Sonriente”, fue por un rato atenta con él, sutilmente le hacía creer que realmente me importaba lo que hablaba conmigo, y coqueteaba un poco con él. Vean una muestra:

—Héctor, oye, se nos acabó el champagne, y necesito mantener mis labios hidratados, sabes —comencé a relamerlos y mis ojos subían por todo su cuerpo hasta conectar con los suyos—, por si sale algo después.

Cada una de esas palabras lo puso como eléctrico a gastar. Funcionó.

Chasqueó los dedos y llegaron a la mesa dos botellas más y un servicio de aperitivos. De los caros.

—Gracias Héctor —le dije cuando llegó con una voz que sé que lo derritió.

Quise averiguar un poco más de lo que hacía, a ver cuan profundos son sus bolsillos, pero este tipo no suelta prenda. Es un misterio. Tampoco sé qué conexiones tiene exactamente con este lugar, pero lo atienden como un rey. Estas dos noches ha gastado mucho, pero quiero ver cuánto más mis fieras y yo lo podemos desangrar. Ellas se ven felices a su alrededor. Pero es la caridad que les cae de la ofrenda a la diosa que soy yo, estemos claro en eso.

—Sabes Jenny —dijo acariciando mi cabello— el sábado pasado corriste con suerte. No cualquiera tiene la oportunidad de estar conmigo. Tu nivel aumenta estando a mi lado. Y espera a que te lleve a la cama. Te arruinaré para los demás.

¿Qué se cree este tipo? Jaja, es hora de que sufra un poco. Me fui nuevamente sobre él como para besarlo y luego me paré y halé de los brazos a dos de mis fieras y nos fuimos a la pista a bailar. Mientras estuve en la pista un chico se me acercó y le bailé, no pegado a él, pero sí de forma bien sensual. Rebeca me decía: “deja eso que Héctor te está viendo”. Pero ella no comprende que eso es exactamente lo que pretendo. Él debe entender que tenerme no es un derecho, sino un privilegio que muy pocos obtienen, y está bien cerca de perderlo.

Volví a la mesa, y me serví una copa llena de champagne.

—Mucha sed, ¿no? —dijo Héctor con una expresión seria.

—Uy sí, bailar me activa mucho. Estoy sudando y todo —dije tocándome el pecho. ¿En qué estábamos? —le dije sentándome a su lado y poniendo mi mano en su muslo.

—Pues ya vi bien en qué andabas tú Jenny, moviendo esas nalgas para otro.

Ignoré su comentario y me puse a hablar con Alicia, otra de las fieras. Estábamos de frente a Héctor. De repente vi que un chico muy bien parecido y atlético estaba viéndome. Yo no disimulaba verlo, morderme los labios viéndolo de arriba abajo. En realidad, no quería nada con él, era solo un medio para que el Héctor se muriera de celos.

Volteé a verlo y estaba visiblemente molesto. Es tan tierno como se ponen cuando juegan con ellos. Pero miren cómo cambian rápido.

Me siento a su lado, me pego a él. Mis senos presionados contra su pecho. Y le digo al oído: “Dos servicios más y hoy nos divertimos”. Voy a aplicarle un poco la que le hice al suggar daddy. Ponerlo a tomar a mayor velocidad. Ya verán mi plan.

Solo tuvo que alzar la mano levantando dos dedos y el camarero captó bien la seña. Llegaron dos nuevos servicios de champagne.

—Yo nos sirvo el trago Héctor —dije agarrando dos copas. La suya la llené casi totalmente y la mía solo un cuarto.

—Ten —le dije entregándole la copa— ¿qué dices? ¿trago completo para irnos poniendo a tono?

Se lo tomó de una sola vez. Arrugó la cara al final. Caen tan fácil que es hasta aburrido a veces, jaja. Pero miren cómo sigue.

Voy un momento con Rebeca y Alicia al baño y me arreglo un poco. Me retoco el maquillaje. Especialmente los labios. Hago que mi escote se vea sutilmente más pronunciado. Muchos quisieran recorrer estos valles, pero esto no es del hombre común. Ya ustedes me conocen.

Volvimos a la mesa y puse a Rebeca y Alicia de espaldas a Héctor. Yo me puse entre ellas mirándolo. Y mientras platicábamos le sonreía. Lo miraba con mirada seductora y un par de veces hice un poco de presión en mi mejilla usando mi lengua, sugiriendo lo que ocurriría luego. Me servía un trago, a mitad de copa, y en el tiempo en que me lo tomaba, hacía que él se tomara 2 o 3.

Cuando le llevaba el trago me inclinaba lo suficiente para que mis senos quedaran a la altura de sus ojos. No se resistía y dejaba ir su mirada a mi escote. Ya se le estaba comenzando a ver un poco excitado y ebrio. Así iba, dejándolo mirar, coqueteándole, una mano en su muslo, una leve caricia en su pecho. Hubo un momento en que se me cayó algo y al levantarme lo vi ardiendo de deseo. Definitivamente estos pantalones hicieron hoy su trabajo.

Me volví a sentar con él. Vamos a comprobar cómo anda.

—Jenny —comenzó a decir tomando otra copa—, tremendo atuendo tienes hoy, pero se vería mejor en el piso mientras te hago estremecer. ¿Por qué no aceleramos la noche a lo que claramente quieres?

—¿Y eso exactamente qué es? —pregunté irónicamente.

—Tener a este tipazo dentro de ti —a lo que agregó subiendo las cejas y sonriendo perversamente—, una y otra vez. Aquí a la esquina tenemos un buen motel, lo conozco. ¿Por qué no continuamos la noche allá?

—Hagamos algo mejor —dije sonriendo—, espérame en el baño de hombres, asegúrate que esté vacío y yo voy en un ratico, —y acercándome a su oído agregué—, quiero probarte com-ple-ti-co.

Héctor se levantó con toda la disposición de ir al baño. En su mirada se veía juego. Reacción normal tratándose de mí. Pero antes de que se fuera le di otra copa, llena, y le dije que lo fuese poniendo duro por mí.

Una vez vi que estaba dentro del baño, le dije al de la caja que Héctor estaba en el baño y que al salir pagaría todo. Puse mi teléfono en modo avión y me escapé del lugar con mis fieras. A ellas les dije simplemente que el pequeño Héctor ya no nos acompañaría esta noche. La bronca que debe haber agarrado es de pronóstico. Pero eso le pasa por andar de casanova y baboso.

-5-

El miércoles de la semana siguiente, durante una clase aburrida de la universidad, recibí un mensaje de Héctor, decía: “Bien que me dejaste con las ganas Jenny, pero tranquila, que me desquitaré tan pronto pueda”. Luego de dejarlo en “visto” toda la tarde le respondí, “¿desquitarte de qué? ¿Tan borracho estabas que no acuerdas que pasó loquito?”. Me respondió con un mensaje todo en mayúsculas que decía: “¡ESTABA BIEN SOBRIO! ¡Y ME DEJASTE DURO Y CON LAS GANAS! PERO TRANQUILA, LLEVAS UNA, PERO A LA SEGUNDA YA VERÁS LO QUE PASA”. A eso solo respondí con un “jaja” y no volví a abrir su conversación hasta el viernes que le dije que iríamos la noche siguiente a Mokambo. Me respondió de inmediato con lo siguiente: “Vístete bien niña, allá nos vemos”.

-6-

El tercer sábado seguido a Mokambo. Hoy me pondré unos tacones negros, un jean azul claro bien ceñido, ese que me ha hecho conseguir decenas de cosas gratis, un top de tiritas rojo y una chaqueta de cuero negra. Me gusta describirles cómo voy para que me imaginen bien. Ya que no tendrán la dicha de conocerme en persona, al menos me podrán imaginar bien, para lo que quieran.

Saliendo de casa a encontrarme con mis fieras le pasé un mensaje a Héctor diciéndole que ya íbamos en camino. Solo respondió lo siguiente: “Misma mesa. Ya estoy acá”. Siempre es como serio este tipo, pero ese mensaje estuvo raro. Ah, deben ser cosas mías, hoy pinta nueva noche para divertirme.

Esta vez llegamos al club más tarde, casi a las 10:00 p.m. La bendita Rebeca se atrasó, a pesar de que le hablé desde temprano. La paciencia que le debo tener a estas de vez en cuando es impresionante. Nunca llegamos por separado, siempre juntas, por eso que se atrasen me revienta.

Llegué finalmente con mis fieras al lugar y se dio el efecto normal. Casi todos los hombres y disimuladamente algunas mujeres mirándome como si quisieran tenerme. Es rico sentir esa energía hacia mí. Es intoxicante. Hoy será una noche interesante, desde ya lo sé.

Nos acercamos a la mesa y el Héctor viene a saludarme. Beso lento en la mejilla y mano en la cintura. Strike uno del perro este.

—Ya veo que comenzaste la fiesta temprano —le dije irónicamente—, podías habernos esperado para la primera.

—Tranquila bebé, que vienen más en camino —respondió con una expresión extraña—, sé que tú “quieres mantener bien hidratados tus labios”.

—Así es —y chasqueando los dedos agregué—, ¿y dónde está mi trago entonces?

Me sirvió uno, lleno hasta arriba. ¿Es que crees que me la vas a hacer igual cabrón? Strike dos.

Me lo fui tomando poco a poco, pero él solito andaba tomando más, como si quisiera agarrar valor. Así pasa, muchos no tienen el valor de enfrentarme sobrios y necesitan el catalizador del alcohol en su mente para que le aparezcan realmente los cojones entre las piernas.

—Hoy serás mía Jenny, ya ha sido suficiente. Has hecho que se me acumule bastante aquí —agregó agarrándose la entrepierna—, y tú lo recibirás todo hoy.

Lo miré como diciéndole “sí, créete tú ese cuento cabrón”, pero mis labios no dijeron nada. Si él quiere pelea hoy, pues pelea va a tener.

Le di rápidamente otro trago y cuando me iba a alejar de él me acercó más tocándome la cintura. Sigue tocándome así el tipo este y se llevará mi mano marcada en la cara. Ya me estoy cansando de él. Hoy como que será la última noche.

Les fije a mis fieras que fuéramos a bailar nosotras solas. En la pista, entre la música a todo volumen les fui dando las instrucciones para ir saliendo de Héctor. Ya me cansó y no quiero que se ponga tonto con nosotras.

Volví a la mesa y de nuevo, me trajo de la cintura hacía él. Ya me está cabreando esto y si me molesto, la va a pasar mal.

Le di la señal a Alicia y Rebeca para que lo vayan distrayendo y para que le saquen lo suficiente para que disfrutemos la noche. Yo me fui a la barra a inspeccionar el lugar y se me acercó un grupo de tres chicos, bastante guapos y fornidos. Me comenzaron a coquetear un poco y yo, que en eso soy una pro, les seguí el juego, era risueña y bailé un poco frente a cada uno.

Volví a la mesa y me pegué a Héctor como en las primeras noches. Mano en el muslo, movimiento infalible y voz suave: ya se nos acabó la bebida pequeño Héctor, ¿nos renuevas?

Hizo el movimiento de siempre. Alzó la mano chasqueó los dedos y señaló nuestra mesa, pero todo ahora con una expresión seria.

—Hoy no me haces lo mismo Jenny. Hoy me cobro bien lo que he gastado en ti —me dijo mirándome a los ojos—, eso júralo.

Yo lo que hice fue reírme en su cara y decirles a mis fieras que fuéramos a la pista. Allí se me acercaron de nuevo los tres chicos de antes. Oportunidad perfecta para hacer cabrear al cabrón. Los fui acomodando a cada uno a mi alrededor y le bailé de la forma más sensual, como no lo había hecho con Héctor. Lástima que solo serán una herramienta esta noche para hacer celar al cabrón. Así pasa, en la guerra hay siempre víctimas inocentes. En un momento volteé y vi al Héctor mirándonos fijamente, mirada concentrada en mí, mientras tomaba otro trago.

Volví a la mesa y comenzó la de joder la paciencia.

—¿Andas pensando todavía en que me tendrás esta noche? —le dije mientras sonreía—, mundo de ilusiones el tuyo jaja.

—Te lo juro Jenny, cuando yo digo pasa no soy un estúpido como aquellos con los que bailabas y coqueteabas, soy un hombre de verdad —lo dijo mientras se agarró la entrepierna—, y eso lo vas a saber más pronto que tarde.

—Mira niño, estas son las grandes ligas —dije señalando mi cuerpo— y tú no llegas ni a las ligas infantiles. Así que bájale un poco a tu actitud, no todos tienen la suerte de si quiera hablar conmigo, así que cuida tus pasos.

En ese momento Héctor fue al baño y yo volví a la pista. Se me acercó otro chico para bailar conmigo y bueno, a este también le perreé bien. En un momento hasta le subí mi pierna a la altura de su cintura y pude ver como se quedó petrificado por mí. Yo debería venir con una advertencia de “riesgo para el corazón, tómese con precaución”.

Mi intención era totalmente que Héctor me viera cuando volviera del baño y así ocurrió. Durante las siguientes dos canciones pude ver claramente como se tomó de fondo y sin pausa dos tragos. Ya debe estar ebrio el cabrón este. Ya estoy algo cansada, así que vuelvo a la mesa.

—Mira quién volvió —dijo Héctor visiblemente molesto—, ¿quieres otro trago no?

—Pues sí, como sabes bailar me agita mucho —respondí desinteresada— ¿no has salido a la pista hoy? Hay tremendo ambiente.

—Anda zorrita, sírvete otro trago. ¿No es eso lo que quieres? —cada vez alzaba más la voz—, ¿puros tragos gratis sin dar nada a cambio?

—¿Nada a cambio? Mi presencia te debería ser suficiente cabrón. Pero la verdad es que ya no me sirves, ya te pusiste pesado y aburrido-

—Ya me olía yo que eras una calientahuevos —me dijo señalándome—, se te ve en toda la pinta, que te vistes para atraer y provocar y no sueltas nada. Menos mal que no me gasté tanto en ti, algunas botellas de champagne barato y lo demás. Bien barato como tú putita.

—Di lo que quieras niño, pero ya me divertí contigo y ya estás dejando de ser mi juguete, ya no me vales nada y me estás siendo aburrido. Y la verdad cabrón, que no eres suficiente hombre para este mujerón —finalicé señalando esa figura que me gasto— y lo sabes.

—Lo que digas zorrita —siguió Héctor—, sigue divirtiéndote con tus amiguitas tontas y con los estúpidos que te coquetean, te estás perdiendo de un hombre de verdad y vas a lamentarse de eso.

Mientras me reía del papel que estaba haciendo el niño este se me acercó, me agarró el culo firmemente, me lanzó una nalgada con su mano izquierda y con la derecha me agarró del mentón lanzando un beso al aire en mi dirección.

Mi reacción inmediata fue lanzarle una buena cachetada que le volteó la cara.

—Bien merecido que te lo tenías desde hace rato cabrón —le dije con una pequeña satisfacción, uno por ponerlo así y dos por esa buena cachetada, de novela, jaja—, y si sigues así vendrá más.

Él alzó las manos como rindiéndose y en eso llegaron mis fieras que estaban en la pista todavía, preguntando qué había pasado. Me puse en medio de ella y les dije: “griten mis fieras, grítenle a este perdedor”. Y así lo hicieron todos los ojos del club se pusieron sobre Héctor quien salió cabreado del lugar.

Yo me fui con mis fieras de nuevo a la pista y seguimos bailando. Se acercaron a mí de nuevo los tres de antes y los mandé a volar. Más tarde se acercó otro, uno que tenía las dos noches anteriores mirándome y como me vio sola quiso intentar de nuevo. Bailé con él un rato hasta que me cansé, fui a su mesa y, como ya saben que hago, le saqué algunos tragos. Me pidió mi número y le dejé el de Rebeca, luego veo si me sirve para algo más.

Volví con mis amigas y estuvimos charlando y bailando todo el rato hasta que se nos hicieron las 3:00 a.m. y nos fuimos en Uber a casa de Alicia.

-7-

Ya es el martes siguiente y estoy hablando con Rebeca en la universidad y veo que me llega un mensaje a mi teléfono, era Héctor: “Disculpa Jenny por el espectáculo, había bebido mucho como sabes y bueno, me puse así”. De momento lo ignoré, no se merece mi atención, pero sí le comenté a mis amigas que me había escrito.

Luego en el día hablando con mis amigas se nos acercó Javier, un amigo de Rebeca, quien casualmente trabaja de camarero en Mokambo.

—Chicas, oí al jefe hablando de lo que hicieron el sábado pasado en el club —comenzó a decir—, escuché sobre todo tu nombre Jenny.

—¿Jefe? —dije—, ¿de quién hablas?

—Pues de Héctor —respondió como si fuera obvio—, él es socio mayoritario de Mokambo, es dueño de más de la mitad del negocio. Tiene dinero para derrochar.

—Sí, nosotros vimos que no tenía ningún problema en comprar, pero como fueron solo algunas botellas no le pusimos atención —le dije—, ¿qué nos íbamos a imaginar nosotros?

Allí se fue el Javier, dejándonos con tremendo dato.

Nos quedamos todas viéndonos sorprendidas. Con razón le daban tan buen servicio, de lo contrario el jefe estaría de malas con ellos.

—Jenny, respóndele —dijo Alicia—, Héctor es el propio para seguir teniendo de buenas.

—Sí Jenny —agregó Rebeca— y obviamente le gustas, no hay que dejar pasar esta oportunidad.

Las palabras de mis fieras fueron en vano, ya yo había decido responderle. De todas soy yo la que tiene el poder en este grupo, así que se hace como yo diga.

Le respondí: “Disculpa aceptada, no pasa nada”. De inmediato me respondió: “¿crees que te pueda ver de nuevo?”. Ante ello dije: “sí, el sábado, en el club”. Finalizó la conversación con él diciendo: “ok, ahí nos arreglaremos”. Guardando el teléfono me dije a mi misma: “si me quiere, ahora va a tener que pagar como es”.

-8-

Distraída en una clase del jueves, veo que Héctor me vuelve a escribir: “¿Confirmado este sábado Jenny? “Sí”, le respondí sin mayor cosa. Él finalizó: ¿sabes? Podrías tenerlo todo si te dejaras querer”. Cerré diciendo: “ahí vemos Héctor, si lo intentas mucho tal vez puedas ganarme”.

-9-

Ya es la mañana del sábado. Mientras desayuno y busco dónde arreglarme el pelo, hacerme la manicure y la pedicure para estar más despampanante hoy, llega un mensaje al grupo de WhatsApp de las fieras, es de Rebeca: “Chicas, he estado hablando con Javier y me dice que Héctor anda en negocios sucios, que por eso maneja tanto dinero y que es medio peligroso”. Yo respondí: “Eso dicen de cualquiera que tiene dinero estos días. Y lo de peligroso, con lo tonto que se ve lo dudo mucho. Todo debe venir todo del club, porque siempre se la pasa lleno, debe entrarle mucho dinero por ahí”. Desde ahí no se habló más del asunto, sino que comenzamos a planear lo que haríamos en la noche. No obstante, dentro de mí quedó la siguiente duda: ¿y si todo eso es cierto?

Son casi las 7:00 p.m. Salí de ducharme y ya me voy a vestir. Hoy voy por un atuendo bien matador. Vestido de licra rojo con unos tacones negros. Con esto me lo voy a devorar. Debajo solo llevaré un hilo negro diminuto. La noche promete sexo, entonces qué mejor que ir vestida así.

A las 8:00 p.m. les escribo a mis fieras y les digo que ya estoy lista. Si bien ellas son simple adorno de esta noche, les ordené que también que se vistieran bien sensual hoy. Ellas tienen que representar bien a su líder que soy yo, aunque recaiga en mí siempre el impulsar al grupo.

A eso de las 9:00 p.m. nos encontramos cerca del club. Ya vamos todas caminando hacia allá. No sé por qué, pero siento que esta noche será memorable. Ya veremos si esa corazonada se confirma.

Hemos llegado y el portero sin más nos deja pasar, como en los sábados anteriores. Pasamos por la pista y vemos que Héctor está en la barra, les digo a mis fieras que se queden un poco atrás para ir yo a hablar con él.

—Hola Jenny —dijo él visiblemente emocionado—, no me creí que vendrías.

—Soy mujer de palabra Héctor —dije un poco seria—, si dije que vendría no había motivo para dudar. ¿Estaremos acá en la barra o tienes otro lugar?

—Tenemos la mesa de siempre, ve con tus amigas para allá que ya voy con ustedes —terminó diciendo, volviendo a hablar con el bartender—, ¿quieren lo mismo de siempre hoy?

—Sí, con el champagne vamos bien —dije con una media sonrisa—allá te esperamos.

¿Ven lo manso que está? Esto será pan comido. Ya tengo pensado todo lo que le pediré y creo que no tendré que dar mucho a cambio. Si todo sale bien, mis fieras y yo tendremos pase libre en este club, con entradas y tragos todos los fines de semana. Tal vez suene un poco ambicioso, pero es lo que valemos. No, es lo que valgo yo, ellas reciben mi caridad.

Nos sentamos en la mesa. El ambiente hoy está a todo dar. Cerca de la mesa queda un descanso en donde se ve todo el lugar. Me acerco ahí y veo a todos bailar, gozando, divirtiéndose y bebiendo. No lo saben todavía, pero están en presencia de quien será la reina de este lugar. Nada me parará.

Vuelvo a la mesa y andan las fieras hablando de cómo será todo cuando negocie con el Héctor. Se emocionan por imaginar todo lo que tendrán. Son muy simples ellas, por eso soy yo la que comanda y la que esta noche cerrará el trato, muy seguramente en el motel. El Héctor este no se ve muy complicado. Sé que la noche anterior se las dio de hombre de carácter, pero no es el primero que se me pone así. Siempre los termino dominando y haciendo sumisos y hoy no será la excepción.

Minutos después llegó Héctor cargando dos botellas de champagne. Esta era de una marca que no había traído antes, como que la tenía bajo la manga.

—Aquí tienen —dijo poniéndolas sobre la mesa—, una la compartiremos Jenny y yo, y la otra es para ustedes chicas. También tendrán barra libre así que, en caso de que no esté yo acá en la mesa, pueden pedir lo que quieran, ya la orden está dada.

—Tienes bien controlado el lugar ¿no? —dije realmente intrigada—, con razón siempre estabas bien atendido.

—Sí, soy el socio mayoritario de este lugar —expresó abriendo los brazos señalando todo a su alrededor—, por eso mi mensaje del jueves. Tengo buena plata y soy un buen partido, pero tú eres bien terca en ver eso.

—Bueno, veamos cómo se va a ir dando la noche Héctor —a esto agregué—, puedes ganar mi interés si haces las cosas bien.

—¿Qué te parece si comenzamos bailando? —y mirándome desde la cabeza a los pies agregó—, ese vestido que cargas está hecho para la pista.

—Límpiate un poco la baba cariño —le dije con una sonrisa irónica—, y sí, estoy en ánimos de bailar. Vamos.

En la pista estuvimos un buen rato. Esta vez le bailé con un poco más de sensualidad. Sí le dejé probar un poco de mi perreo. Con este vestido y como me movía no me podía resistir. Si bien sentía que Héctor no era el único que me miraba, esta vez me concentré en él. Hoy mis energías están dirigidas a quebrarlo y sacar de él lo que más pueda.

Bailamos unas cinco o seis canciones quedando yo algo agitada. Él no dejaba de mirarme. Me estaba viendo de una forma bastante intensa la verdad. Finalmente le dije que quería sentarme, lo que él aceptó. Llegamos a la mesa y estaba sola, las fieras estaban en la barra haciendo desastres.

—Jenny —dijo Héctor—, quiero hablar contigo.

—Cuéntame Héctor —respondí—, ¿qué tienes en mente? De inmediato procedí a sentarme cerquita de él. Tenía todavía la respiración agitada y estaba mi pecho un poco húmedo todavía por el sudor. Sé que eso a él lo ponía loco.

—Jenny —comenzó a decir después de respirar profundo—, tú la verdad me encantas, me gustas mucho y eres una mujer espectacular. Si tú quieres, conmigo tendrías todo, no solo en este club, sino más allá, todo lo que quieras lo tendrás.

—Oh Héctor —dije con una voz suave—, no creo que te guste tanto, ¿o sí? Al decir eso volteé mi cara. No aguanté que se me dibujara una sonrisa algo malvada. Ya comenzaba el tango final para hacer caer al cabrón este.

—Pues Jenny —dijo intentando tomar mis manos—, no sabes cuán mal me sentí por haberte tratado mal la última vez, es que realmente me gustas. Pídeme lo que quieras y te lo demuestro.

—Bueno —dije nuevamente con una voz muy suave, super efectiva—, que nos becaras acá no estaría mal.

—¿Becar? —dijo pensativo—, dime qué tienes en mente.

—Bueno —comencé a decir—, pues tener siempre barra libre, tragos gratis, que entremos sin pagar ni hacer la fila afuera y bueno, algunas otras cosas que vayan surgiendo después. Creo que es razonable, ¿no crees?

—La verdad sí —dijo levantándose de la mesa—, un segundo.

Volvió con una botella de champagne inmensa. Según había oído hace dos sábados es la más cara del lugar.

—Jenny —dijo poniéndola sobre la mesa—, ¿qué te parece si subimos a mi oficina para hablar mejor y más a gusto?

—Pues, no sé —dije haciéndome la dura—, ¿qué haremos allá más o menos?

—Bueno, estaremos solos —y con una mirada entre intensa y extraña—, ahí veremos qué sale.

Cruzamos la pista y comenzamos a subir las escaleras que suben a las oficinas administrativas del club. Yo iba primero y el detrás con la botella y mirándome el culo. Antes de dar la vuelta al pasillo donde me dijo que estaba su oficina vi que esta un guardia ahí custodiando, nada fuera de lo común.

Llegamos finalmente a su oficina. Puso la botella sobre su escritorio y me dijo que ese era mi primer regalo. Según recuerdo de hace dos sábados, esa era la botella más cara del lugar, así que nada mal este comienzo. Vamos a ver cómo sigue la cosa.

—Bueno, esta es mi oficina Jenny —dijo él mientras prendía el resto de las luces—, desde acá dirijo toda la operación del club.

—Nada mal Héctor —comencé a responder—, quién iba a imaginar que eras socio de este lugar.

—No es algo de lo que me guste alardear —dijo haciéndose el humilde— entonces normalmente no lo digo.

—¿Y qué te llevó a decírmelo a mí? —dije un poco intrigada—, ¿tanto así te gusto?

—La verdad sí Jenny, y me gustaría que me creyeras — y aproximándose al escritorio y sacando una silla agregó—, pero ven, sentémonos a hablar. Acto seguido me senté frente al escritorio y él detrás en una silla algo grande de cuero.

—Entonces Jenny —comenzó él—, ¿te gusta venir aquí a Mokambo?

—Sí —respondí—, a mí y a mis amigas nos gusta venir, hay buen ambiente.

—Vendrías normalmente con ellas, ¿no Jenny?

—Sí, aunque estaría bastante contigo también Héctor —y guiñándole el ojo seguí—, eso es lo que quieres, ¿no?

—Desde que te vi en la barra Jenny —y mirándome fijamente a los ojos dijo a continuación—, desde ese momento te deseo.

—Pues qué gusto —dije con una sonrisa algo malvada—. Dime, ¿qué piensas de los términos que te dije abajo en el club?

—Repasemos —dijo sacando un bolígrafo para anotar—, quieres que tú y tus amigas tengan barra libre, es decir, tragos gratis siempre, que entren directo al club cuando lleguen a la puerta y ¿qué más?

—Pues que siempre tengamos reservado el mejor lugar del club —y con algo de ironía agregué— y lo que salga claro está.

—¿Y yo qué recibo Jenny?

—Pues el privilegio de estar conmigo Héctor. Claro está.

Acto seguido se puso de pie y fue hacia mí. Tomó mi mano y me ayudó a levantarme. Estábamos cuerpo a cuerpo.

—Considéralo hecho Jenny. Ven entonces acá —agregó llamándome con su dedo índice—, comencemos.

—Ven tú Héctor. Yo no voy a nadie.

Acto seguido él se acercó a mí, me tomó en sus brazos y comenzó a besarme. Sus manos recorren mi cuerpo. Pasan por mi espalda hasta donde comienza a formarse mi trasero. Él cabrón este besa bien. No me esperaba eso. Al menos parece que no me tocará cargar con un tipo insípido en la cama. Nada peor que un hombre que no sepa lo que hace.

Luego bajó a besar mis hombros descubiertos. Por un momento se detuvo a oler mi perfume. Es mi mejor fragancia y es infalible con tipos como este. Luego volvió a mi boca. Me besa con ganas, como por fin consiguiendo lo que tanto anhelaba.

—¿Ves cómo nos entendimos al final Jenny? —dijo entre besuqueos—, ojalá no hubiéramos perdido tanto tiempo.

—Claro Héctor, para todo hay manera.

Eso cabrón. Tócame, hazte adicto a mí. Gastarás como nunca. Te dejaré sin un quinto. Pero eso sí niño. Si cometes tan solo un error me iré sin dejar rastro y no verás más a esta diosa. Que me tengas en tus brazos es un privilegio por el que tienes que pagar. No lo olvides.

De mi boca bajó por un momento a mi cuello, a besarlo. Mientras tanto sus manos pasaban de tocar mis firmes senos a recorrer toda la figura de mi torso y caderas hasta apretar mi trasero. Eso me hizo lanzar un leve gemido en su boca mientras nos seguíamos besando.

En el momento en que solté ese gemido sus pupilas se dilataron. Poco a poco está cayendo en mi trampa. Cada vez que me toca y besa yo gano. Miren ustedes como estaba de patán la semana pasada y como ahora está aquí manso. Ya casi tendré su alma y su cartera en mi mano y podré hacer lo que se me dé la gana en este club. Ah, y bueno, de eso aprovecharán también mis fieras. Pero tengan claro ustedes que yo, que soy la que hace el trabajo sucio, soy la que tiene que recibe los mejores beneficios.

Tocando su cuerpo veo que es firme, se nota que hace ejercicio, pero no está marcado. La verdad es bastante apuesto también. Pero no pasará de ser mi juguete, mi cajero andante y, cuando me deje de servir lo dejo como tantos otros, con el corazón roto y con ganas de lo que más nunca tendrán. Aprovecha cabrón que tienes una oportunidad limitada.

—Entonces Jenny —beso—, ¿quieres acceso y barra libre en el club no?

—Sí Héctor —beso—, quiero venir a fiestear sin preocupaciones ni esperas y que mis amigas y yo estemos siempre bien atendidas.

—Bueno —dijo dejándome de besar, apartándose y desabrochándose el pantalón—, ¿por qué no te comienzas a ganar las entradas?

Cuando dijo eso su voz cambió. Nunca lo había escuchado en ese tono. Bajó por mi espalda un pequeño escalofrío y mi cuerpo se tensó, como poniéndose en alerta. A veces me pasa eso cuando tengo un presentimiento, pero no sé por qué me ocurre esta vez, deben ser cosas mías. ¿Con que ahora te la das de valiente cabrón? Ya vas a ver.

Puso sus manos sobre mi cabeza y me ayudó a bajar. Quedé en cuclillas frente a su pene. Ya se veía bastante erecto por encima del pantalón. Él sacó su pene, dejándolo frente a mi cara. El juguete sacó su mando de control. Ya van a ir viendo como cae rendido a mis pies con mi boca. Ningún hombre ha sido el mismo después de eso.

—Ahora mamacita —dijo agarrando su verga con una mano, moviéndola y poniéndome la otra suavemente sobre mi cabeza—, chúpame la verga.

Sigue hablando así cabrón que te dejaré ruino. Ya verás que pronto serás solo un esclavo bajo mi dominio, como muchos antes de ti. Dale deja crecer un poco ese ego. Que mientras más grande te sientas más dura será tu caída cuando me deshaga de ti.

Lamí mi mano para humedecerla y procedí a tomar su verga para masturbarla un poco y ponerla más dura. En mi mano latía un poco. Se nota que me desea el cabrón este. Acto seguido metí su glande en mi boca, sin dejar de mover mi mano. Mi lengua daba vueltas por la cabeza de su pene y apretaba un poco mis labios sobre ella para que los sintiera. El sexo oral es mi experticia y con una buena mamada mía hasta el más duro cae. Una vez que los domino ellos solitos me dan lo que yo quiero: dinero, tragos y hasta viajes. No puedo evitar poner una expresión de risa malvada mientras la chupo. Este Héctor no sabe lo que le espera.

—Oh sí Jenny —dijo llevando su cabeza hacia atrás—, por fin te veo ahí, agachada, con mi verga en tu boca. Qué jodido de bien se siente.

Ahí comencé a chupársela más profundo. Cuando mi boca subía hasta la cabeza mi mano recorría todo su tronco. Esa combinación vuelve a los hombres papilla, ninguno se resiste. Subí mi mirada hasta encontrarse de momento con la suya. Me miraba fijamente con una expresión de genuino placer. Poco a poco mi plan se va a ir cumpliendo.

—Oh sí Jenny.

—Chúpala así.

—Sí Dios, así —dijo dándome una pequeña palmada en la mejilla—, te ves bien linda ahí abajo.

Me cabrea oírlo hablar de esa forma. No puedo dejar que su ego se engrandezca. Yo soy quien manda aquí. De repente aprieto un poco su pene con mis dientes. A ver si te gusta eso cabrón.

—No, no Jenny —dijo dándome una palmada un poco más fuerte en la misma mejilla—, sin dientes. Sigue como antes que lo estabas mamando bien. No te me pases perrita.

Lo miré con visible molestia, teniendo su verga en mi mano. Quería decirle de todo, pero por alguna razón de mí no salió palabra.

Continué chupándosela. De vez en cuando la sacó de mi boca y la lamo desde la base hasta el glande, beso la punto y sigo chupándosela mientras lo masturbo. También bajo a sus testículos y los lamo mientras lo sigo masturbando. Su cara me hace ver que disfruta mucho. Poco a poco irá cayendo en mis redes y no sabrá hasta que esté bien obsesionado y yo me esfume para siempre de su vida.

—Ah sí perrita mía —dijo empujando mi cabeza hacia su pene—, mira donde te tengo.

—Idiota —le dije sacándomela un momento de mi boca y volviendo a chupar—. Lo miraba muy fijamente con expresión seria en mis ojos.

—¿Sabes qué Jenny? —dijo deteniéndome—, las perritas como tú deben chupar verga de rodillas. No lo estás haciendo bien. No es de cuclillas. Rodillas al piso. Si quieres ganarte todo lo que quieres tienes que ponerte de rodillas.

Oh, ¿qué hago? No quiero que se engrandezca el cabrón este. Pero quiero seguir con mi plan de dominarlo hasta quebrarlo. Bajo mi mano hasta el piso sin dejar de verlo. No se siente incómodo el suelo, puedo seguir de rodillas. No será la primera vez que chupo una verga de rodillas. Pero con este cabrón es distinto, no es porque esté excitada y disfrutando. Finalmente me puse de rodillas quedando mis pies contra el suelo y los tacones mirando al techo.

—¿Ves? —dijo sonriendo—, ¿qué te costaba hacerlo así mamacita? Pues sigue, que vas bien. Diciendo eso me lanzó una fuerte nalgada.

Con cada palabra este cabrón se gana mi furia. Cuando termine con él será solo una excusa de hombre, lo dejaré arruinado y deshecho. Es que ya lo puedo imaginar, escribiéndome para pedirme que vuelva con él, rogándome porque me quede en su vida y yo disfrutando el botín que le saqué y buscando mi próxima víctima.

—Jenny, ya va —me detuvo nuevamente—, estás demasiado vestida. Mejor quítate esa tanga que llevas puesta.

—Bueno —comencé a decir parando de chupársela, pero sosteniéndola todavía con mi mano—, quítamela tú si quieres.

Me empujó la cabeza a su verga para que la siguiera chupando. Mientras tanto él dobló su torso pasando su pecho por encima de mi cabeza. Alargó su brazo derecho, subió mi vestido hasta un poco más arriba de mis nalgas y me bajó el hilo que tenía puesto. Sentí la corriente de frío del aire acondicionado. Lo bajó por todo el largo de mis piernas y lo terminó de sacar, a pesar de que mis tacones le dificultaron un poco la tarea.

Ser así con los hombres me hace usar a veces el sexo como recurso y con este cabrón no será la excepción. No obstante, no ha pasado nada fuera de lo normal. Espero que así termine todo.

Él volvió a estar de pie, empujando mi cabeza para hacerla chupar. Cada vez que pone su mano en mi cabeza siento una ola de rabia correr por mi cuerpo. Yo normalmente tengo el control en mis manos, que no crea este cabrón que porque esté acá de rodillas va a cambiar eso.

El pantalón ya le perturbaba porque se lo comenzó a bajar, aunque percibí un poco de duda de su parte. Cuando lo fue bajando con cuidado, por entre sus piernas pude ver que en la parte interna del pantalón tenía un arma. De nuevo un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo. Él agarró el pantalón y lo puso en la silla y el arma en el cajón como si nada. ¿Será por trabajar acá que debe tener eso para seguridad? ¿O será cierto lo que le dijo Javier a Rebeca, de que este cabrón anda en trabajos sucios? Mejor tendré cuidado con este tipo, no vaya a ser que sea más peligroso de lo que yo crea.

—Tú sigue chupando perrita —dijo dándome nuevamente una palmadita un poco más fuerte en la mejilla—, que lo haces divino.

Continué en mi faena. De vez en cuando buscaba meter su miembro casi completo en mi boca, eso le sacaba algunos gemidos a él. Esto, combinado con los movimientos de mi mano sobre su falo y las caricias que de vez en cuando recibían sus bolas. Decidí aumentar la velocidad para hacerlo venir, una vez que comience a controlar cuando se corre el resto será fácil para mí. Pero a pesar de que para mí hice bastante, esta vez el cabrón este se controló y no soltó nada más que un poco de pre-semen.

—Sabes Jenny —dijo mirándome con una sonrisa sospechosa—, estás de rodillas, con el vestido subido, chupándola, pero te falta algo para que seas completamente mi perrita.

Sin dejar de chupar lo miré frunciendo el ceño. En eso veo que comienza a estirar su mano como alcanzando algo, abre el cajón del escritorio y comienza a sacar una cadena de un metro y medio con una agarradera de cuero unida al final mediante una argolla con una correa también de cuero. Sí, como las que usan los perros.

De nuevo pasó por mi cuerpo un escalofrío. Qué se traerá ente manos este cabrón con este invento.

—Con esto serás mi perrita completamente —dijo tensando la cadena frente a mi cara y dibujando en la suya la sonrisa más perversa que he visto—, y es mejor que no protestes, porque de lo contrario no habrá ningún trato y tú y tus amiguitas se tendrán que ir a hacer la fiesta en una plaza. Sigue chupando que yo me encargo.

Todavía con su verga en la boca tragué grueso. Esto ya se me está saliendo un poco de las manos. No puedo dejar que vaya tanto más allá. Por esta vez no diré nada, pero no puedo permitirle mucho a este tipo.

En eso quitó la cadena un momento, abrió el collar, lo puso alrededor de mi cuello, apretó la correa hasta que estuvo justa, colocó la hebilla para dejarlo fijo en esa medida, se aseguró de que la argolla estuviera hacia el frente de mi cuello y volvió a colocar la cadena. Todo esto lo hizo con una expresión de felicidad en la cara como nunca se la había visto. Él estaba disfrutando cada segundo.

—Listo, ya eres mi perrita —y volviendo a ponerse completamente de pie agregó—, ¿qué te parece empoderada?

—Vete a la verga Héctor —dije apretando un poco su pene—, vete a la verga.

—¿Qué dijiste? —con una mano me dio otra palmada en la mejilla y con la otra hizo la señal de no, usando su dedo índice—, tu sigue chupando putita.

Sostuvo la agarradera de la correa y dio un par de vueltas con la cadena sobre su mano. No quedó tan suelta pero todavía podía moverme y seguir en lo que estaba. La verdad no me esperaba esto, pero ni modo, si quiero conseguir todo lo que me propongo me toca aguantar un poco. No me gusta que esté agarrando ínfulas para pasarse un poco conmigo, pero no ha habido nada con lo que no pueda hasta ahora.

—Déjamela bien chupada Jenny —sosteniendo todavía la correa puso las dos manos sobre mi cabeza—, sigue haciéndolo así.

—Para de hablarme así Héctor —dije con algo de molestia—, y déjame hacer lo mío.

—¿Qué dijiste? —dijo con voz desafiante—. No, no, no. Tú sigue chupando. Es más, es hora de callarte.

Habiendo dicho eso me quitó las manos de su pene, abrió mi boca con dos de sus dedos y comenzó a follarme la boca. Su pene entraba y salía completo de mi boca, llegando hasta mi garganta. Cada vez se llenaba más de mi saliva, por lo que la luz lo hacía ver brillante. En eso estuvo un par de minutos hasta que me dejó respirar un poco.

—¿Te gustó eso perrita? —con mirada condescendiente agregó—, recuerda que tienes que ser buena putita para ganarte todo lo que quieres.

—Vete a la verga Héctor.

Eso hizo que me follara la boca de nuevo. Es la primera vez que un tipo me hace esto. A lo sumo yo había chupado uno que otro pene con intensidad y para ponerle más al cachondeo, pero ningún tipo me había puesto de esta manera.

Me agarró de los cabellos y usaba mi cabeza a su antojo. Mientras tanto yo miraba de frente a ningún lugar en particular, al infinito, hasta que se dignara a terminar. No sé por qué me estoy quedando inmóvil.

—No, no, putita —con su mano me subió el mentón—, tienes que mirarme a los ojos mientras lo hago.

Siento una gran rabia cada vez que me dice esos nombres. Ningún tipo me trata de esa forma. Yo soy la que domina, no al revés.

—Jenny —teniendo una de sus manos en mi cabeza—, así se trata a las perritas como tú. Se les pone una buena verga para chupar, para que se atraganten o uno mismo haga que se atraganten. Anda sigue aguantando como buena putita.

Me subió de nuevo el mentón para que lo mirara, puso las dos manos sobre mi cabeza y comenzó a follarme nuevamente la boca. Así estuvo un par de minutos hasta que de repente comenzó a eyacular en mi boca. De su verga salía abundante semen, no podía aguantarlo todo en mi boca sin ahogarme. Por fin sacó la verga y de mi boca salió chorreando un poco de su semen. Yo lo miraba con rabia a su cara, agitada y con semen escurriendo de mis labios hacia mi mentón.

—Estuvo buena esa corrida, ¿no Jenny? —y golpeando un poco su pene en mi cara añadió—, temprano me tomé una pastillita azul para estar como un toro esta noche, así que prepárate, que esta será la primera de varias. Mira como quedó toda sucia mi verga, ponte a limpiarla con esa lengüita mi putita.

Tomé de nuevo su pene con mi mano y comencé a lamer todos los restos de semen que le quedaban por todo el miembro y el poco que salía todavía de su glande. Su eyaculación fue abundante, pero su pene estaba igual de duro. Como que es cierto lo de la pastillita azul.

—Como había soñado con el momento en que tu boquita de perrita recibiera todo mi semen. ¿Fue bastante no? Te ganaste bien el acceso y la barra libre para ti y tus amiguitas. Pero no creas putita mía —agregó dándome una palmada en la cabeza y poniendo su cara al nivel de la mía—, apenas comenzamos. ¿Entendido?

Con mi ceño fruncido y con una expresión de claro disgusto asentí en aceptación.

—Oye Jenny, ¿ves aquel sofá que está allá —yo volteé a donde me estaba señalando—, allí te daré la mejor cogida de tu vida. Vamos.

—Está bien Héctor —me comencé a levantar—, vamos.

—No, no —puso su mano sobre mi hombro—, no te levantes.

—¿Por qué —mirándolo con extrañeza—, ¿no íbamos al sofá?

—Sí —sonreía de oreja a oreja—, pero yo caminaré, tú gatearás en cuatro como la perrita que eres.

De nuevo un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué vendrá para mí ahora?

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