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La mano de mi hermana
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Tiempo de lectura: 4 minutos

La mano de mi hermana desabrocha el pantalón, y sin dejar de besarlo, se mete por abajo del elástico del bóxer para agarrar la pija. La tiene gorda, pero el bulto que hace adentro del pantalón con la mano de mi hermana la hace parecer monstruosa.

Ella mira hacia afuera del auto, una vez más, y se convence de que nadie mira. Saca la pija fuera del pantalón y la pajea un poco mientras le da besos en el cuello pero Nicolás, la empuja para que se la meta en la boca. Los labios la prueban y después, la boca traga lentamente.

Hago fuerza con la mente, le pido a Nicolás que desabroche el pantalón de mi hermana y que lo baje un poco. Quiero ver la tanga azul que se puso hoy a la tarde, después de bañarse, para salir con él. Debo ser muy débil porque solo Nicolás mete la mano dentro del pantalón de mi hermana y la deja ahí, apoyada entre la ropa y el culo suave mientras ella le chupa la pija adentro del auto.

Le gusta chupar pijas. Lo conto en ronda de amigas, una noche que no pudieron salir a bailar y se quedaron tomando en la cocina de casa, jugando a prendas y confesiones. Sin ponerse colorada dijo que le gustaba muuucho chuparla. Tengo enfrente la prueba de sus afirmaciones en la cabeza que sube y baja por el tronco de la pija y le da besos, agarrándola con las manos.

Nicolás sabe que están mis viejos en casa, que esto en el auto es todo lo que va a obtener hoy, por eso se apura en darle la leche a mi hermana. En su imaginación, ya está llegando a la cervecería donde sus amigos sin novia pasan el resto del sábado. Quiere irse.

Se pajea en la boca de mi hermana, ella, obediente porque está muy enamorada, separa los labios para que, cuando las primeras gotas de leche la salpiquen, metérsela toda en la boca.

La traga toda. Nicolás se sacude y empuja, ella no la suelta, es como una jineta que con la boca domara una pija que, cuando la suelta, aparece relajada, cansada.

Me apresuro a entrar y espero escondido, en la cocina. Ella cruza el pasillo y se encierra en su cuarto.

Acá comienza la segunda parte de la noche.

La conozco, es mi hermana, pero también es la mujer que amo. Puedo saber si esta triste o celosa, cuando tiene ganas de hablar o que quiere comer. Ahora todos mis sistemas de conocimiento dicen que esta excitada.

Espero un momento, después salgo al balcón para espiar su cuarto. Su persiana está rota, puedo espiar a voluntad. Caída, mis padres tardan en repararla. Hice, a diferentes alturas, agujeros que me permiten verla a través de los tirantes de madera.

Al principio veo los preparativos… Pone música y apila, encima de una silla, la ropa que estaba en la cama, y gira, frente al espejo, para mirarse la cola. Ella cree tener la cola gorda y el pantalón ajustado, la concentra apretada y tirante. Mueve la cadera. Le pregunta al espejo quien tiene la cola más hermosa y sin esperar respuesta desprende los botones y se lo saca, primero una pierna y después la otra, con esfuerzo, porque esta apretado. Su cola se suelta y cae apenas, las nalgas tiemblan y se separan.

La tanga que se puso para salir con Nicolás es ajustada. Le parte la cola en dos mitades y el azul oscuro resalta en su piel blanca. Vestida así, remera cortita encima de ombligo, escotada, y la bombacha, se parece más a una reina de concurso de lencería que a una hermana a punto de irse a dormir.

Está repitiendo el gesto de hoy a la tarde, cuando se vestía, pero ahora carga con el alcohol en sangre, los besos y el recuerdo de la pija de Nicolás en su boca.

Le mueve la cola al espejo, como si fuera Nicolás. Juega con el elástico en su cintura, lo sube y baja por el muslo, quiere excitarlo. Leo en su cara el deseo, en sus pezones la dureza que arruga la remera.

Con la mano, saca de entre sus nalgas el hilo pero en lugar de acomodarlo lo cruza contra la nalga, lo deja corrido. El espejo refleja todo esto y además, el tajo oscuro que cruza las piernas apenas separadas de mi hermana. Tengo tanto miedo de acabar que dejo de tocarme. Ella moja el dedo en saliva y, llevando su mano por detrás de la cadera lo mete entre sus piernas. La boca se le deforma por un gemido leve, saca la punta de la lengua y mueve la cadera para sentir el dedo pero al final, camina hasta el placard y busca, en una caja de zapatos, el juguete que le regalo Nicolás para la cola.

El día que lo compraron volvió temprano a casa y se encerraron. Los espié, es lógico, y pude ver como Nicolás le metía en la cola un plug de silicona negra y le volvía a subir la bombacha, la hacía caminar por la habitación, después hacer el mismo camino de rodillas y subirse a la cama. Esa tarde le pego sopapos en la cola y mi hermana la levantaba para recibir más y acababa frotándose la concha por encima de la bombacha empapada.

Hoy no pasa todo eso. Solo veo como lo chupa para lubricarlo y se lo mete. De nuevo gime y los labios se le deforman como si diera un beso. Camina así con la tanga corrida y el plug adentro de la cola y se tira boca abajo en la cama.

Esta caliente. La mano derecha se pierde aplastada debajo de su panza. Por momentos empuja con la cola, como si se la metieran y en otros, sacude la cadera a los costados, como si Nicolás, además de cogerla la zarandeara.

Trato de seguirle el ritmo pero está muy caliente. Acelera y de pronto, se hunde en la cama, apretando la cola. Los dos estamos imaginando como Nicolás se la hunde acabando, la carne venosa y con latido propio llenándola de pija y leche y su clítoris envía las señales a todo el cuerpo de la marea orgasmo que la conquista.

Pasa un rato que solamente respira y después, se saca el plug y lo deja caer al costado de la cama. Esta tan relajada que se empieza a dormir así, boca abajo, con la tanga corrida sobre una nalga y la entrepierna brillando de flujo y luz.

Yo me pajeo un rato más, imaginando que la acaricio mientras se duerme y que ella, antes de caer en el sueño, me pide que cuando me canse de mirarle la cola la tape con una sábana porque tiene frio.

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