Llevaba mucho tiempo con ganas de tener experiencias nuevas, poco a poco me fui liberando de mis inseguridades hasta que un día me decidí. Use una aplicación para buscar encuentros y empece a ver que podía surgir.
Mensajes iban, mensajes venían, llegaba gente muy tímida, otra muy osada y, no pocos, derechamente degenerados. En su momento quien era yo para juzgarlos, mal que mal estaba buscando tener un encuentro sexual con otro hombre.
Mis pretensiones eran clara: el llamado sexo a lo macho. Nada de besos en la boca, caricias románticas o que se acercaba lo afectivo; sería solo satisfacción de gustos reprimidos, al fin de cuentas era pasarlo bien sin culpa.
Entre todos los candidatos apareció uno. Buscaba los mismo que yo, en términos muy similares y con el plus de no ser de la ciudad, estaba de paso debido a su trabajo como especialista en cierto tipo de maquinaría que se usa en la zona donde vivo.
Después de conversar unos días por la aplicación y trasladar la conversación a otra aplicación mas personal, nos pusimos de acuerdo para un encuentro de reconocimiento. Nada muy elaborado, un café en una estación de combustible solo para vernos las caras y conversar un poco.
El encuentro se realizó, conversamos y quedamos de acuerdo en hacerlo. Todo esto ocurrió un miércoles de una semana de diciembre y ese viernes nos juntaríamos a concretar todo.
Llego el viernes, seguí algunos tutoriales de las redes, me depilé la entrepierna delicadamente, seguí todos los procedimientos de higiene que imagine necesarios. El lugar de reunión sería el departamento que el arrendaba por los días de su visita laboral así que ahí me dirigí.
Cuando llegué me abrió rápidamente, se le notaba nervioso al igual que yo. El departamento era pequeño, sala-comedor -cocina separado con una puerta había un dormitorio con baño.
Me senté en la sala con una sensación de ansiedad/incomodidad evidente. Él también se notaba complicado, ninguno atinaba a dar el primer paso, hasta que en un momento él comenta un “y bueno” que resonó como campana de pelea de box.
Tratando de tomar la iniciativa le propuse que cada uno se desvistiera en un lugar distinto para no sentirnos incómodos, una vez que cada uno estuviera listo, nos juntábamos en la habitación. Así fue como él se fue al baño y yo me quedé en la sala.
Mientras me sacaba la ropa no podía parar de temblar, una parte de mi me decía que saliera de ahí, otra que no pasaba nada, que no siguiera. Estaba completamente desnudo, meditando si volver a vestirme y salir corriendo cuando escucho un “estoy listo, ¿tú?”. Ahí reaccione y dije con la voz mas firme que pude “si, yo también”.
Entramos casi juntos a la habitación y al ver su cuerpo desnudo me llené de sensaciones extrañas. No era un físico espectacular, tampoco me generaban las sensaciones que me nacen al ver un cuerpo femenino desnudo, pero era el morbo de pensar hasta donde podía llegar lo que hizo que lentamente comenzara una erección.
Esa misma erección comenzó en él, nos miramos, no dijimos nada y lentamente nos acercamos hasta estar al alcance de nuestros brazos.
Como un acto reflejo ambos tomanos nuestros miembros, en ese momento bastante duros, y los manoseamos con cuidado. Fue entre una masturbación novata y exploración técnica.
Estuvimos unos breves minutos así, hasta que él toma un cojín, la pone a mis pies y se arrodilla. Me dice con voz decidida “siempre quise probar esto”, acto seguido posa sus labios sobre mi glande.
Comienza a pasar su lengua desconfiadamente, como quien va tanteando el sabor de una comida nueva, luego mi pene se pierde en su boca lentamente hasta que, sin dudarlo mas y como si tuviera mucha experiencia, veo como esa exploración se convierte en un oral. Mi primer sexo oral recibido de un hombre.
En mi mente no podía procesar lo que veia y sentía. Estaba muy excitado y lo disfrutaba mucho, y su ritmo era tan preciso que intente controlarme para no terminar eyacular en su boca.
Luego de unos minutos le pedí que parara, no quería acabar tan rápido ni ser descortés al no avisar.
Él se reincorpora con una cara de asombro y satisfacción, supongo que la experiencia fue tan gratificando como lo fue para mi.
Me dice que va por un vaso de agua y yo me quedó ahí, estático. A su regreso le comento que quizás deberíamos usar preservativos para evitar posibles accidentes a los cual es accede sin problemas.
Se sienta en la cama mientras se coloca el preservativo y no sé si fue una indirecta o mera sugestión, pero separó las piernas como invitándome a hacer la siguiente movida. No sé que pasó por mi mente pero, sin pensarlo mucho ocupé el mismo cojín, me arrodille frente su miembro y le devolví el favor. Esa fue la primera vez que le realicé un oral a un hombre.
No sé como explicarlo, hay cierto placer en sentir algo tibio dentro de tu boca pero lo que mas me excitó es ver como él iba reaccionando. Nunca le vi su rostro pero podía oír sus gemidos de placer y mezclados como su confusión.
Pasarón unos minutos y sentía como sus piernas empezaban a tener pequeñas convulsiones, brincos leves que venían acompañados de frases como “ya, dejalo”, “ para”. Quizás debí parar pero, estaba disfrutando ver como gozaba así que seguí unos segundo hasta que sentí un suspiro intenso seguido una extraña sensación en la boca, como si apretara un globo inflado con agua y sintieras como la goma se deforma sobre tu lengua.
Me retiré rápidamente y el se tumbó de espalda. Me dijo “te dije que pararas, por suerte tenía lo tenia puesto”. Yo no dije nada y solo me levante.
Pero logramos algo, romper el hielo.
Él se fue al baño, yo me quedé mirando las cortinas de un ventanal procesando todo lo que había pasado. Si todo terminaba ahí yo me daba por satisfecho.
A su regreso del baño, lo noto mas decidido y me pregunta “¿que quieres hacer ahora?”. Yo me encogí de hombros y le dije que en realidad nunca pensé llegar tan lejos. Él me dice que tiene cosas por probar y si me gustaría intentarlo.
Yo acepte y decidí seguir sus instrucciones. Me pide que recueste sobre la cama boca arriba y que separe las piernas. Yo no estaba muy convencido, temía que esa fuera la instancia para que pasaran otras cosas.
Me pide que confíe en él, que no es lo que yo pensaba y que si no me gustaba lo detendría en el momento; así que decidí confiar y esperar. Me pide que ponga un cojín justo sobre la espalda baja, que separe las piernas y que espere. Una parte de mi estaba encendiendo todas las luces rojas de alerta, otra decía “tranquilo, espera, esto se puede poner bueno”.
Me acomodé tal cual es lo pidió e intente relajarme. Él se puso de pie y, como quien examina un equipo antes utilizarlo, se acercó a mi y comenzó a usar sus manos: comenzó recorriendo mis muslos por dentro para llegar hasta mis nalgas y estrujarlas con decisión. Cada movimiento, cada centímetro que recorría se veía replicado en una erección cada vez mas firme por mi parte y podía evidenciar lo mismo en él.
Luego de apretar mis nalgas repetidas veces, procedió a realizar maniobras mas interesantes: acerco sus dedos a mi ano y, tímidamente, lo toco con sutileza. Yo me estremecí como quien recibe un chorro de agua helada en medio de una ducha tibia pero trate de pasar desapercibido.
Luego de ese intento sutil, empezó a ser mas directo. Por primer vez sentía como los dedos de otra persona intentaban hacerse paso por mi ano. La experiencia es inexplicable: un tercio de incomodidad, otro de morbo y otro de sensación de culpa.
Claramente, sin lubricación todo era mas complejo pero ahí es donde vi que él efectivamente tenia un plan. Yo estoy petrificado en mi posición mientras veo como el se levante y va directo a un cajón de la mesita de noche y saca un lubricante intimo. Camina hacia mi, retoma su posición y siendo caer en gel sobre mi ingle.
Todo el espacio se llena de olor frutal, mientras siento sus manos recorriendo la zona. Retorna a sus labores con su dedo curioso pero esta vez es distinto, su ingreso fue suave y rápido. Esta vez la sensación fue mas placentera.
Ya había logrado penetrarme con un dedo, era cosa de lógica esperar que viniera el segundo. Cuando lo hizo la sensación fue indescriptible, la sensación de placer fue muy grande y solo atiné a aferrarme a la sabana.
– Tenia la fantasía de masturbar a otro hombre por el culo- y empezó a bombear con sus dedos mi ano.
Una escena digna de una película porno, yo acostado boca arriba, piernas abiertas y el con una mano masturbando mi pene y con perforando mi ano con sus dedos.
Yo no lo podía creer, aunque sea de forma simbólica, estaba entregando mi culo a otro hombre. Mientras el placer incrementaba tomé la iniciativa y comencé a masturbarme por mi cuenta, disfrutando de unas de las mejores pajas que me he hecho en mi vida.
El ir y venir de sus dedos, sumado al ruido chicloso de una lubricación perfecta hacia que todo la experiencia fuera sublime y yo estaba perdiendo el control, meneandome sobre la cama como siguiendo el ritmo de cada envestida con sus dedos.
Entre gemidos le pedía que parara pero, contradictoriamente, seguía moviendo mi cuerpo al ritmo. En un momento, cuando al retira sus dedos, siento como si mi cuerpo pidiera su verga en mi ano.
No me importaba nada, quería sentir su miembro dentro de mi. Ya había vencido el pudor y solo bastaba una señal para dejarme llenar de leche.
Alzo la cabeza buscando comunicar mi intención de entregarme por completo y lo veo con un preservativo en la mano, como si hubiese leído mi mente.
Aprovechando que se aleja un poco, le pregunto con voz firme e intentando encubrir que estaba dispuesto a entregarme a lo que viniera:
-¿Que quieres hacer?, ¿que quieres que haga?
-Ahora me toca a mi- dice mientras comienza a pasar su mano por pene.
En ese momento entendí que su intención era entregarse ante mi y que ese encuentro que estaba lleno de dudas iba a convertirse en mi primera vez dentro de un hombre.
Pero eso es otra historia…