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La puta que me amó (Tercera parte)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Para ese evento a finales de enero, había quedado con Karina en que yo pasaría por ella y me encargaría en llevarla de regreso una vez terminada la noche o las tres horas por las que la había contratado. Realmente no me decepcionó, estaba puntual a la hora y cuando la vi con su vestido de color canario cuya tela parecía parte de su piel, pues estaba talladamente ajustada a sus pronunciadas curvas, sabía que iba a ser la envidia de todos los hombres del lugar. Y es que la verdad no era un vestido vulgarmente provocativo, de alguna manera me parecía recatado con algo de sutileza a lo sensual. Mostraba parte de su bonita espalda cuando su cabellera negra se le movía, su escote era conservador y la falda bajaba por su rodilla y con esos zapatos blancos de un tacón de unos 6 o 7 centímetros, le daban una evidente presencia a la belleza de esta linda mujer.

A mi petición le pedí que no usara su anillo de diamante, pues daba esa percepción que estaba comprometida y en su remplazo llevaba su anillo de graduación del bachillerato. Su rostro estaba radiante y a pesar de sus 22 años se miraba mucho más madura de la forma que vestía que daba la impresión de que se acercaba a sus treinta. Obviamente estaba impresionado y no me dolió para nada pagarle los $600.00 por tres horas, aunque el acuerdo era que no habría sexo.

Con toda seguridad fue la que se robó las miradas y mis compañeros de trabajo, mis colegas me felicitaron, e incluso algunas chicas se me acercaron por la que daba esa apariencia de ser mi nueva novia pues la bella Karina se encargaba de proyectar esa ilusión. Incluso esa chica que se me insinuaba abiertamente de una manera discreta se me acercó diciéndome: -¡Ahora entiendo… te lo tenías callado! – Departimos en un buen ambiente con un buen grupo y esta chica se manejaba de una manera muy genuina y libre con toda esa gente. Se presentó como lo había hecho conmigo meses antes; como una estudiante de biología en su último año de una prestigiosa universidad del sur de California. La verdad que yo no se lo creí en su momento, pero resultó ser verdad. Bailamos, nos tomamos algunas copas y en su momento nos despedimos de los del grupo, pues el evento llegaba a su final. Realmente esta chica me la hizo pasar bien y creo que ella se divirtió mucho.

Del lugar donde se dio el evento al apartamento de su casa solo me tomó quince minutos. Me estacioné y la acompañé hasta llegar a su puerta. Me quedó mirando con esa sensual y hermosa sonrisa y después de darnos un beso de despedida en las mejillas ella me decía lo siguiente:

-¡Pensé que ibas a pasar!

-¡La verdad que me gustaría! Pero… $600.00 eran mi presupuesto. -le dije.

-Pasa… solo ayúdame a acomodarme y luego si gustas te puedes ir.

Divisé en su mirada cierto erotismo, un coqueteo sublime. Pasé y me ofreció un whiskey el cual acepté. Ella se fue llevando entre sus manos una copa de vino a una habitación a la cual nunca había entrado jamás. En un par de minutos me llama y me dice cuando me acerco: -Ayúdame a remover mi vestido. – Karina levanta sus brazos y yo solo desamarro un par de listones que sostienen el vestido. No lleva brassier, este vestido no lo requiere. Veo sus voluptuosos pechos con sus pezones oscuros, los mismos que en varias ocasiones he pagado para acariciarlos como se me ha venido en gana. Solo lleva un diminuto bikini, el cual apenas le cubre su pequeña conchita. Ella me pide que se lo baje, que desea cambiarse a una prenda interior más cómoda. Busca en su tocador y se pone un cachetero color rosa y se mete en un pantalón deportivo del mismo color y solo se pone una camisa deportiva sin sostén alguno. Para todo esto ya se ha quitado los zapatos y solo lleva unas sandalias de cuero. Ella me mira coquetamente y me pregunta, pues creo que me ha visto anonadado a pesar de que hemos follado ya en varias ocasiones.

-¿Qué te pasa… te miro pensativo? ¿Tenías diferentes planes para esta noche?

-La verdad que ninguno, pero es primera vez que entro a esta habitación y a pesar de que he venido en varias ocasiones, nunca pensé que esta puerta era otra habitación.

-¿Te gusta?

-Esta tan cómoda y decorada como la otra.

-¿Te quieres quedar a dormir conmigo?

-¡Pero… Karina! La verdad que no tengo presupuesto para una hora de tus servicios… menos para toda una noche.

Ella se me acercó y todavía maquillada con esos tintes de la noche de fiesta, aunque ya vestía ligera, me quedó mirando con unos ojos de lujuria y por primera vez me dio un beso en la boca. Verdaderamente me sentía sorprendido pues desde el primer encuentro intenté besar sus labios y sentir su lengua, pero siempre me lo había negado diciendo que sus besos eran para alguien especial, al igual me decía lo mismo haciendo referencia al recibir sexo oral o anal. Pensé que solo sería solo ese beso, pero mirar ese lindo rostro ante mí, no pensé más que besarla de nuevo e introducirle mi lengua y saborear la suya. Para mi sorpresa no me rechazó y pensé que todos esos meses atrás, todo ese dinero que pagué por tener su sexo, finalmente me estaba dando o elevando a ser uno de sus clientes especiales. Quizá a eso se refería Karina al decirme que todas aquellas cosas mencionadas eran exclusivas para clientes especiales.

Estuvimos besándonos apasionadamente sentados en un sofá que tiene en esta habitación. Le besaba los lóbulos y el cuello con la advertencia de Karina que tuviera cuidado con dejarle alguna marca en su piel. Me di gusto besándola, de saborear delicadamente sus labios y su juguetona lengua, pero me tenía intrigado este repentino cambio conmigo, pues en el último mes no me había parado por su apartamento buscando su sexo de paga. Se lo tenía que preguntar:

-¿Ahora ya soy un cliente especial?

-No… simplemente eres una persona especial.

-¡No entiendo! Por meses he querido besarte y siempre me lo habías negado. ¿Qué me hace una persona especial?

-Me gusta tu manera de ser… eres un hombre muy inteligente y respetuoso. Hoy pude observar que tienes muchas admiradoras, más sin embargo y también yo no entiendo: ¡Has pagado por mi compañía!

-Eres una chica muy hermosa y créeme que, si pudiera pagar cada hora de tu tiempo, realmente lo haría.

-Entonces… ¿te vas a quedar a dormir conmigo? ¿No te espera alguien en tu cama? -me preguntó con su sonrisa coqueta.

Aquella habitación era tan amplia como la otra, pero en esta, en vez de tener una cantina en una esquina, tenía una pequeña biblioteca. En las paredes había fotografías que luego después descubría posaba con sus padres y otra linda chica menor que Karina quien era su hermana. Me contaba que su padre era un médico especializado en cirugía plástica y que su madre laboraba como enfermera en la misma clínica. En un pequeño escritorio encontré lo que parecía su trabajo de la universidad y su identificación. En realidad, dudé que realmente esa historia fuese verdad, como también que su padre fuese médico. No le quise hacer sentir que tenía mis dudas y me concentré a guiar la noche por los senderos del erotismo y encarrilarlo por lo que siempre llegué hasta las paredes de aquel apartamento. Creo que Karina buscaba lo mismo aquella noche pues sentía que buscaba tener ese contacto de su piel y la mía todo el tiempo.

Nos besábamos apasionadamente en ese sofá donde Karina se recostaba por sobre mis piernas acomodando su cabeza donde uno descansa los brazos. Con la mano derecha que me quedaba libre recorría su cuerpo y sentía como su piel se erizaba cuando le besaba de nuevo el cuello. Recorría una y otra vez su espalda, paseaba mi mano por su suculento trasero sintiendo la tela de su prenda interior estilo cachetero, de vez en cuando metía la mano entre ellos y sentía la piel de sus solidos glúteos, los cuales siempre me admiraron de cómo se sentían de duros. Me gustaba esta chica Karina, me gustaba ver esos ojos oscuros cuando me veían también divisando la lujuria de mi rostro, me gustaba como olía su piel, y en esta ocasión descubría que me gustaban sus besos que bien pasamos unos veinte minutos besándonos.

Ambos estábamos sobreexcitados y realmente quería levantarla y llevarla directamente a la cama, pero Karina visualizaba aquella noche de otra manera. Ella se puso de pie y me tomo de la mano conduciéndome hasta el baño el cual es más amplio que el del otro cuarto. Este tiene una tina bastante amplia la cual se empezó a llenar mientras esta chica y yo nos seguíamos besando. Ella me comenzó a quitar la corbata y a desabrochar los botones de mi camisa hasta despojarme de la camiseta. Como siempre lo había hecho, Karina me comenzó a besar los pectorales mientras me desabotonaba los pantalones. Estos cayeron y Karina me acariciaba el falo con sus pequeñas manos y mi calzoncillo estaba todo mojado. Ella se llenó de mis secreciones y me pajeaba la verga con su mano mientras nos volvíamos a besar. Yo solo miraba su trasero a través de un espejo y comencé con quitarle su camisa deportiva y me quedaron esas dos impresionantes tetas las cuales comencé a mamar y chupar. Esta chica solo gemía profusamente y me gustaba esa mirada, esa mirada que hasta el día de hoy la recuerdo vívidamente. Le baje su pantalón deportivo y a través de ese espejo veo como se le mira de rico ese trasero con solo ese calzón cachetero color rosa. Me agacho para bajarlo y esta tan lleno de miel, pues Karina debe estar súper excitada. Nunca he probado sus jugos vaginales, nunca me ha permitido que le mame su conchita, así que cuando se los quito lamo frente a ella su calzón en esa zona donde sus jugos son tan espesos y siento su sabor saladito, el cual es tan adictivo como la droga más fuerte. Ella solo me dijo:

-¿Qué haces?

-¡Saborear tu vagina, pues me temo que es de la única manera que la voy a disfrutar!

Ella solo me sonrió y nos metimos a la tina donde Karina echo jabón de burbujas y nos comenzamos a bañar mientras la tina seguía llenándose. Ella me restregó los huevos, el canal de mis nalgas y yo hacía lo mismo de mi parte y luego comenzó a darme un oral sin condón alguno. Ya me lo había mamado varias veces al natural, pero para completar la faena de la penetración en su conchita, ella siempre me puso un condón. En esta ocasión ella me dijo susurrando al oído mientras en el proceso me mordía el lóbulo: -Quiero que me cojas como la última vez… dándome por atrás. – Creo que era la posición preferida de esta linda mujer pues luego me confesaba que en esa posición de perrito o ella parada sosteniéndose contra la pared, el ángulo de la penetración, aunque dolorosa al principio, lo compensaba con la potencia de los orgasmos que conllevaba. En esta ocasión mientras nos acomodábamos para el acto, me sorprendió que Karina no buscara un profiláctico para ponérmelo, ella asumía la posición y no sabía sí lo olvidaba o simplemente quería sentir mi verga al natural también.

Buscando la mejor posición alrededor de la tina, yo me había quedado sentado a la orilla pues era de lozas anchas y de superficie fina cuando miré a Karina que me deja sus dos ricas nalgas frente a mi rostro. No me pude resistir y las comencé a besar. Ella no se resistió y simplemente se quedó callada. Poco a poco me he acercado a la abertura de sus nalgas y he explorado todo aquel canal con mi lengua hasta con paciencia y delicadeza encontrar su ojete. Karina se vuelve loca sintiendo mi lengua en su culo y hasta veo que se agacha para que yo tenga mejor acceso a comérmelo. En ese ángulo me comía su culo y su conchita a la vez. Primera vez que le metía mi lengua en su vagina y lengüeteaba su clítoris.

Karina había abierto más las piernas y no sé si de debilidad o por darme más acceso a sus partes íntimas. Vi verga estaba intensamente erecta y sentía como todo ese líquido pre seminal me caía en un hilo incoloro sobre mi tobillo. Estábamos más que excitados pues en esta faena de comerle el culo y su conchita quizá habían pasado unos doce minutos cuando me lo pidió: -Tony, méteme la verga… me estoy corriendo. – Tenía los dos agujeros a mi disposición, pero por lo que hasta el momento habíamos vivido, me fui por el agujero de la lógica y le inserté todo mi falo a su conchita. Su piel estaba toda erizada y me pedía que se la pompeara, pues su orgasmo parecía que nunca iba a terminar. Excitado no solo por tener ese precioso culo frente a mí, esa carita tan linda de esta mujer, pero también por sus gemido y jadeos de altos decibeles que, cinco minutos después de su corrida, en una embestida que nunca paré hasta tocar el cielo, me he corrido y le he rebalsado su conchita de mi esperma.

Estábamos cansados, pero también relajados de tan rico y potente orgasmo. Mi esperma, sus jugos vaginales se confundieron con el jabón y las burbujas y nos quedamos sentados en la tina, Karina entre mis piernas. Mientras hacíamos plática del momento que vivíamos, yo masajeaba sus dos hermosas tetas y había veces que le apretaba los pezones a esta linda mujer.

-¿Te fuiste rico? -me preguntaba.

-¡Me hiciste acabar delicioso! -le dije.

-¡Nadie me había hecho acabar así!

-¿Cómo? -le pregunté.

-Tú sabes cómo… ¡chupándome el trasero!

-¿Te gustó?

-¡Qué! ¡Me hiciste ver el cielo!

-Karina… no usamos protección.

-Es que quiero salir embarazada de ti. -me dijo riendo. Y agregó. – No te preocupes Tony, yo me cuido, estoy en control… los condones son protección para otras cosas. -dijo.

En aquella plática ella descubría de mí que tenía 31 años, que tenía un hijo y supo el nombre de mi hijo. De mi parte hubiese querido preguntarle el por qué… el porqué de esta vida de sexoservidora por no llamarla puta. Era una chica bellísima, con una educación que se notaba en su vocabulario, en la manera que se manejaba e incluso de la manera que vestía. En ese momento no podría preguntárselo y no sabía si algún día se lo preguntaría.

Continuamos la faena yéndonos para la cama. En esa ocasión seguía embriagado con el sabor y el aroma de su conchita. Después de acariciar sus pechos he bajado por el monte Venus, besando sus encajes, mordiendo sus pequeños labios y eventualmente sacudir con mi lengua su dulce clítoris. Era pequeño y escondido en su pequeña vulva y mientras con mis dedos le apretaba sus pezones, mi lengua recorría de arriba abajo y luego a la inversa de ese canal delicioso de su conchita. Le gustaba que intentara penetrar mi lengua en la parte baja de su vagina. Siempre le sacudía su clítoris con mi lengua y luego me iba a saborear sus jugos cuando se deslizaban por esa parte baja donde también intentaba penetrarla. De esa manera se volvía a correr intensamente. Le tenía que soltar las tetas, pues no podía resistir el toque de mi piel alrededor de sus tetas. Es como supe que esta chica se corría, pues siempre me alejaba mis manos o mi boca de sus tetas cuando tenía un orgasmo y cuando no lo lograba porque de alguna manera me ganaba el deseo de seguirlas mamando, ella me decía que era una cosquilla insoportable.

Esa noche descubría que a Karina le gustaba ser besada apasionadamente mientras vivía un orgasmo. Desde entonces siempre me los ofrecía. En esta ocasión después de provocarle un orgasmo oral, me fui por sobre ella en la posición del misionero y comencé con un vaivén lento pero profundo. Sentía la vibración de su vagina, de que tan apretada se sentía, me encantaba sentir ese choque del hueso de su pelvis y como sonaba al impacto y, es que toda ella me gustaba. En ese accionar ella solo me miraba y no decía nada, pero sentía que esa mirada me absorbía y le pregunté mientras seguíamos follando:

-¿En qué piensas?

-En que eres un hombre muy guapo y me lo estoy cogiendo. -me dijo.

-Imaginé que pensabas en alguien más.

-No puedo alejarme de sentir como se sienten tus bolas pegando en mi trasero cuando me penetras. ¿Cómo podría pensar en alguien más?

-No sé… solo imaginaba.

-¿Tony, te quieres correr entre mis pechos? Me gustaría sentir tu pene entre mis pechos.

No sé si lo decía para excitarme pues los pechos de esta mujer se prestaban para hacerle la rusa. Nunca se lo imaginé hacer, quizá porque todo mi pensamiento estaba con la idea de follarme su culo, que hasta le había ofrecido $2000.00 y ella los había rechazado. Me fui por sobre ella a que mi falo quedara al nivel de sus tetas, se acomodó, le dio un beso a mi glande y seguí con un vaivén ahora entre sus tetas y Karina se sostenía ambas pechos con sus manos. Miraba su lindo rostro y de vez en cuando miraba aparecer mi glande. Sus tetas se habían lubricado con mi liquido pre seminal al igual que sus jugos vaginales, que hacían ese chasquido de fricción en su piel. Karina me comenzó a decir con una voz muy seductiva: -Córrete, córrete… quiero sentir lo caliente de tu corrida en mi rostro. – Le di unas embestidas a esas tetas que en minutos le estaba disparando mi segunda eyaculación y si, le llené hasta su oscuro cabello y una buena cantidad le obstaculizaron la vista de un ojo. Olía a sexo y Karina me la comenzó a mamar hasta que me sacó la última gota.

Aquella noche que empezamos una faena sexual a eso de las once, la terminamos como a las tres de la mañana. Cogimos en diferentes posiciones, yo quizá me corrí unas siete veces y no sé cuántos orgasmos tuvo esta mujer. Nos levantamos a eso de las diez de la mañana, me he vestido y Karina me ha ofrecido algo de tomar. Hemos desayunado con cereal y leche y en ese transcurso de media hora, ella me dijo lo siguiente:

-¿La pasaste bien anoche… has dormido bien?

-¡Me encantó y me siento muy relajado!

-¡Qué bien! Sabes Tony… quiero decirte algo: Desde hoy, no quiero verte como a un cliente… quiero verte como a un amigo. ¿Crees que podríamos ser amigos?

-Desde que te conocí, te he visto como una amiga.

-Tú sabes lo que yo quiero decir. Sabes, desde hace tres años que vivo aquí, nadie ha entrado a ese cuarto donde dormimos anoche.

-¿Y qué pasa si me gana el deseo y necesito de tu compañía para saciarme?

-Solo llámame, pero nunca me vuelvas a preguntar… ¿Cuánto?

Nos hemos despedido con un beso en la boca, pero me iba atónito por la reciente plática. Y así como aquella noche hubo algunas otras donde algunas veces yo le llamé o ella me llamaba y teníamos esos maratones sexuales de un erotismo tan embriagante que te llamaba a continuar como un vicio. También teníamos encuentros casuales, donde salimos a tomar un café, algún trago en algún bar y todo parecía como Karina lo había dicho: éramos amigos. La verdad que nos la pasábamos muy bien, pero todo esto cambió para el día después de mi cumpleaños.

Continúa…

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