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Las cosas no son como uno espera

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En la búsqueda de experiencias sexuales que desafíen nuestros sentidos y que nos lleven al máximo de placer, a veces las cosas no salen como uno esperaba. Muchas veces, se dice, la realidad supera la fantasía, pero otras veces sucede lo contrario, y queda en nosotros una sensación de frustración porque las cosas no se dieron como uno esperaba.

Alguna vez habíamos conversado con mi esposa sobre este tema, pero la verdad es que ella no es muy dada a comentar con lujo de detalles sus fantasías y expectativas, menos aún en materia de gustos sexuales, de modo que uno no sabe realmente qué está pensando, qué está deseando y qué está esperando que suceda. Quizá, tal vez, sus fantasías femeninas albergan expectativas muy altas y difíciles de lograr, o, quien sabe, a lo mejor espera mucho menos de lo que yo imagino y se pudiera satisfacer más fácilmente. Al final, pudiera ser que ella quede satisfecha con su aventura y yo un tanto frustrado, o viceversa.

Había pasado un tiempo desde que ocurrió aquella velada inesperada, quizá unos tres o cuatro meses, y nuevamente surgió en nosotros la necesidad de salir de la rutina, hacer algo distinto y pegarnos una despabilada. A ella se le nota cuando empieza a surgir la calentura y es evidente que está pidiendo a gritos un revolcón, así no lo exprese abiertamente. Entonces, de manera muy sutil, dijo:

-¿Será que salimos un rato este viernes?

-Sí, claro, puede ser. Yo no tengo compromisos este fin de semana, le contesté.

-Y a ¿dónde quieres ir? -Pregunté haciéndome el desentendido, pues ya sé, por sus gestos, su postura y por el tono de su voz, el fondo de sus intenciones.

-No sé, me dijo. Vamos a bailar o a conocer uno de esos sitios.

-A ¿qué sitio te refieres?

-No sé. De pronto vamos a conocer algún otro sitio swinger. Algo diferente.

-¿Te llama la atención?

-Si. De pronto hay algo mejor a lo que ya conocemos.

-Bueno. Voy a mirar en el internet, a ver qué se anuncia por ahí. Alístate, entonces.

A mí me resulta más fácil y práctico que ella expresara sus deseos de forma más franca y directa. Muchas veces he equivocado la interpretación con relación a lo que verdaderamente quiso decir. Pero, pasadas las anteriores, experiencias, su pedido me sugiere que quiere vérselas en otro tipo de situaciones, tal vez muy excitantes y retadoras para ella, y quiere darse la oportunidad. El recuerdo de lo sucedido con aquel muchacho, al que rechazó después que él estaba tan ilusionado con meterle la verga, pudiera estar pesando en su conciencia y, por tal motivo, buscar la oportunidad de un desquite.

Mientras yo buscaba direcciones en el internet, pude ver que ella se esmeraba en su preparación y vestimenta. Se maquilló con cuidado y se vistió provocativamente. Utilizó un vestido corto ajustado, escotado, de color negro, con tul, que permitía ver el corpiño que sostenían sus senos, también en color negro, complementado con una diminuta tanga, medias veladas color transparente que resaltaban sus piernas y zapatos negros de tacón alto. Y los accesorios de siempre, unos grandes aretes de color dorado, collar y pulseras en cada mano, del mismo color. Además, totalmente perfumada con un aroma muy exquisito.

No le conocía ese vestido y la verdad que se veía muy sexy con ese atuendo, así que entendí que su propósito era ser el centro de atención y esperar que alguien se interesara en ella. Al rato, cuando nos dispusimos a salir, le comenté que nunca antes había visto ese vestido. Me contestó que ya tenía su tiempito con él, pero que no había habido la oportunidad para lucirlo y que le dio por ponérselo ese día. Le dije, bueno, pues te ves espectacular. Si no levantas a alguien con esa pinta, lo más seguro es que por ahí no es la cosa. ¿Será? dijo ella con una sonrisita picarona. Así que, en medio de comentarios de doble sentido y risitas burlonas, emprendimos camino a la aventura.

Me dirigí a un lugar que quedaba situado al norte de la ciudad, cerca al Centro Comercial Atlantis. No tuvimos inconveniente para parquear nuestro carro y entrar a aquel lugar. Ya estando dentro, vimos bastantes personas reunidas y nos dio la impresión de que se trataba de grupos grandes, como una especie de reunión de compañeros de oficina o algo así, que allí departían. Nos acomodamos al fondo de aquel lugar, quedando los dos sentados en una pequeña sala. Pedimos algo de beber, y al rato se acomodaron al lado nuestro, un hombre medianamente mayor y dos mujeres bastante jovencitas que le acompañaban.

El lugar estaba bastante concurrido y se veía gente de toda clase, especialmente parejas jóvenes, pero al parecer ya todos venían acompañados y nadie curioseaba por donde nosotros estábamos. Salimos a bailar un rato, pues la música estaba movida y sonaba a todo volumen. Allí reparamos en las personas que estaban en el lugar, hombres y mujeres, tratando de captar alguna mirada, alguna seña, algún indicio de empatía que nos relacionara con alguien, pero al parecer cada uno estaba en lo suyo y no veíamos que pasara nada raro. Parecía una fiesta normal.

Cierto era que había hombres guapos y mujeres muy bonitas, pero todos aparentemente emparejados. Yo le dije a mi esposa que iba a chismera al bar, que si quería algo. Me dijo que no. Y lo hice con la intención de ver si, estando sola, algún macho se le acercaba a hacerle conversación. Pero no, mientras estuve en el bar me la pasé observándola y estuvo sola y sin compañía todo el tiempo. Le pregunté al muchacho que atendía en el bar si habría algún evento especial aquella noche y me dijo que sí, que no demoraba en empezar la tanda de shows.

Volví a la sala, al lado de mi esposa y esperamos a que empezara el anunciado show. Y, estando allí, de pronto apareció un muchacho de cuerpo atlético, semidesnudo, con su miembro totalmente erecto, que se acercaba a las mesas, donde había mujeres, para dejarse tocar y que le mamaran su pene si a ellas le apetecía. Pues sucedió que a nuestras compañeras de sala les apeteció, y por lo tanto observamos como aquellas mujeres, una por una, chupaban y acariciaban a gusto la polla de aquel joven con gran satisfacción. Luego, terminada la faena allí, el muchacho vino a nuestra mesa y mi señora, sin dudarlo, se hizo cargo del miembro de aquel muchacho llevándoselo a la boca, y disfrutando de él por unos momentos. No sólo lo chupó varias veces, sino que masajeó con sus manos los testículos del joven, bastante grandes, por cierto.

Estaba ella en aquella faena, cuando se escuchó el anuncio del inicio del show y el llamado para que todos pasaran a disfrutar del evento. Ella siguió allí, con él, por unos instantes, pero el muchacho se retiró, tal vez porque tenía algo que ver con el show. Así que nosotros nos levantamos y fuimos a observar la presentación. Estando allí le pregunte a ella si le había gustado la faena y me dijo que sí, que su miembro estaba muy duro y que eso la había puesto a mil.

El show transcurrió sin novedad. Volvimos a ver al muchacho, situado a un lado del bar, y le propuse a ella que, si era de su interés, fuera y le hiciera la conversa, y le propusiera, por qué no, si habría el chance de verse un rato aquella misma noche. Ella me miró, pero sin decir nada se dirigió hasta él y vi como charlaban animadamente mientras terminó la presentación que allí se daba. Ella volvió a mí, al rato, y me comentó que él ya tenía unos compromisos y que esa noche no era posible, pero que él le había pedido que le dejara su teléfono y que la llamaría para contarle cuando estaría disponible y ponerse de acuerdo. Tan rogado el tipo, pensé yo, para mis adentros. Se le está poniendo en bandeja una mujer y él tipo se hace el irresistible.

Volvimos a nuestro puesto en la sala y, la verdad, aparte de salir a bailar y disfrutar de la vista de la gente, no pasaba nada diferente. Mientras bailábamos vi como ella se fijaba en un hombre, tal vez de la misma edad nuestra, que bailaba animadamente con su pareja, a un lado de nosotros, pero, con el tiempo, y en los intermedios, me fijé que el tipo descansaba entre tandas en la barra del bar. Me dio la impresión, entonces, que estaba solo y le propuse a ella, otra vez, que, si aquel le interesaba, fuera y le hiciera la conversa a ver qué surgía. Pero esta vez ella estuvo reacia a hacerlo o simplemente no le llamó la atención.

Al término de una tanda de baile, entonces, en lugar de irnos al sitio donde nos habíamos acomodado desde el principio, nos fuimos al bar. Pedimos algo de tomar, y nos quedamos ahí un rato. El hombre aquel, objeto de deseo de mi mujer, se acomodó a nuestro lado y bebió un rato, al parecer dejando pasar el tiempo, porque parecía no estar acompañado. El miraba de reojo a mi mujer. Yo decidí ir al baño, dejándolos a ellos dos situados muy cerca el uno del otro, y a medio camino me devolví para ver qué pasaba con ellos. Vi como aquel miraba y miraba a mi mujer, sin dirigirle la palabra. Y ella también se estaba haciendo la desentendida y no reparaba en él.

Al volver a la barra del bar empezaba una nueva tanda de música y él, esta vez, permaneció en su lugar, contemplando como las personas se emparejaban y empezaban a bailar. Y, no sé, de un momento a otro me dio por dirigirme a él y decirle, perdón, tendría usted algún inconveniente en sacar a bailar a la señora aquí presente. Me dijo, no, con gusto. No lo había hecho porque pensé que ella estaba con usted. Ella está conmigo ciertamente, dije yo, pero ya no tengo más ganas de bailar y a ella le encanta. Entonces, él se acercó a ella, se la presenté y de inmediato, ya enganchados, se fueron a bailar.

Estuvieron bailando por largo rato, muy animados, y al parecer en confianza. En un descanso, ellos volvieron a la barra. Me pareció curioso que él ya no se emparejara como al principio lo había hecho con otras mujeres. Pudiera ser que sus parejas ya se hubieran ido o que estuviese tratando de ligar a alguna mujer en ese ambiente. Así que le pregunté a mi esposa que cómo la estaba pasando. Me dijo que bien, que el tipo bailaba muy rico. Y, ¿te ha insinuado algo? pregunté. No, dijo ella. Y ¿tú nos le has insinuado nada? Lo normal, dijo ella.

Me quedé pensando en su respuesta. ¿Qué es lo normal? me pregunté. Es que acaso hay un coqueteo corriente y un coqueteo más sugestivo. Como no la conozco a ella en ese papel conmigo, no supe cómo interpretarlo en ese momento. Empezó la música de nuevo y aquel le hizo señas a mi mujer, para volver a bailar, y ella aceptó de inmediato.

Ya, siendo casi las 2:30 am, sentí que ya era suficiente y que era tiempo de volver a casa. Así que le hice una seña a ella, mostrándole el reloj. Siguieron bailando hasta que acabó la tanda. Cuando volvieron le dije, bueno, ¿Qué tal está el tipo? El tipo está bien, me dijo, sonriendo. Y, ¿me imagino que ya has sentido su verga, ¿cómo la tiene? No, pues la ha tenido dura todo el tiempo. Eso ¿qué quiere decir? pregunté. Pues que ha estado excitado bailando conmigo. Y, ¿te lo quieres comer? Depende de él, contestó. Y ¿ya se lo pediste? No. Bueno, y si yo hablo con él y cuadro la cosa, ¿estás dispuesta? Si, me dijo.

Ok. Espera yo hablo con él, a ver qué me dice. Me acerqué a él en la barra y, haciéndome el loco, le pregunté, ¿tendría usted algún inconveniente en culearse a mi mujer? No, me dijo riendo… solo que hay un inconveniente. ¿Cuál? pregunté sorprendido. Ya estoy comprometido con otra pareja y estoy esperando a que me indiquen para salir juntos. ¡No le puedo creer! exclamé. ¿De verdad? Si, me dijo, señalándome a una pareja que departía con otros en una de las salas del lugar.

Y no hay chance ni de un rapidito, dije yo, bromeando. Pues sí, dijo, pero no me puedo ir de aquí. Y, entonces, ¿dónde? pregunté. En el baño de mujeres, contestó. ¿Usted ya lo ha hecho? Si, varias veces, me dijo. Bueno, entonces, hágame un favor, le requerí, dígale a ella lo que tiene en mente, a ver qué le dice. Perfecto, contestó.

Vi que se acercó a ella, tomándola de las manos, acercando su cuerpo al de ella y hablándole al oído. Y, para sorpresa mía, los dos se dirigieron hacia los baños. Al llegar, ellos entraron y yo les seguí. Aquel esperó a que yo entrara para cerrar la puerta y me pidió que, por si caso, estuviera pendiente y no permitiera que abrieran la puerta. Y así lo hice.

La faena no fue difícil para aquel. Pensé, de verdad, que aquello ya lo había hecho varias veces cuando, no más entrar, la llevó hacia el tocador, hizo que apoyara sus manos en la mesa, frente al espejo, y empezó a acariciarla desde atrás, restregando su pene contra las nalgas de ella mientras bajaba sus pantalones y dejaba a la vista su viril miembro. Simultáneamente masajeaba los senos de ella, por encima de la ropa. Al tiempo que lo hacía, dirigía las manos de ella para que acariciara su miembro, lo cual hacía, subiendo ella su mano arriba y abajo por aquel tronco, con intensidad.

Poco después de aquel preliminar, él simplemente levantó su falda, movió ligeramente a un lado su diminuta tanga y la penetró. Ninguno de los dos, ni ella ni yo, reparamos en que lo hizo sin usar condón; al natural. Ella se recostó sobre la mesa del tocador y expuso sus nalgas para que aquel dispusiera de ellas a voluntad. El hombre empujaba con ritmo y cadencia. No era la primera vez que aquel hacía esta maniobra, de eso estaba yo seguro. Mientras la penetraba, empujando una y otra vez, aquel masajeaba sus nalgas y sus muslos. Con el incremento del ritmo y las embestidas, mi mujer empezó a gemir, subiendo progresivamente el volumen, hasta que aquel, empujando a máxima velocidad, apretó su cuerpo contra el de ella, dando a entender que había eyaculado y culminado su faena.

Se desplazó dos pasos atrás, dejó que ella se volteara para quedar frente a frente y procedió a abrazarla y besarla por unos instantes. Su miembro seguía erecto y ella, no sé si a pedido de él, se inclinó para mamar su miembro por unos instantes, acariciando no sólo su miembro sino también sus nalgas y muslos. Después se levantó, se volvieron a besar y se despidieron. Aquel, muy caballerosamente, agradeció a mi mujer por la oportunidad que le había dado y que, según él, iba a recordar. Subió sus pantalones y se dispuso a salir de ahí. Ambos lo hicimos. Te espero en el bar, le dije a ella y cerré la puerta.

Al llegar al bar con aquel, le dije, ¿se toma un trago? Bueno, gracias. Al parecer usted ya es un master en estas faenas, pero no me quedo sin preguntarle ¿cómo estuvo la cosa? Bien, súper, su mujer estaba deseando verga. ¿Por qué lo dice? pregunté. Porque tenía esa cuca calientica y sentía como me apretaba el pene apenas la penetré. Muy rico. Ella culea sabroso. Qué puedo decir, dije, es la primera vez que me lo dicen y así, como tan francamente. No, es verdad. Hubiéramos podido seguir. Lástima que tocó así por mis compromisos, pero en otra ocasión lo hacemos de otra manera, si le parece. Más bien le tiene que parecer a ella, ¿no le parece? Por ella no se preocupe, que yo sé que sí.

Intercambiamos teléfonos y quedamos en encontrarnos nuevamente, más adelante, y estuvimos ahí un rato más, mientras ella volvía de arreglarse y acomodarse en el baño. No más llegar ella nos despedimos con los protocolos para esos casos, besito en la mejilla, apretón de manos y demás, y salimos de aquel lugar dejando atrás aquella nueva y singular experiencia. ¿Quién lo iba a creer?

En el camino a casa pregunté a mi esposa que tal la había pasado. Me respondió que súper. Y también pregunté si no había habido un tris de resistencia a que las cosas hubieran pasado de aquella manera. Y me dijo que no; que era eso o salir de allí sin nada. Cuando toca, toca. Realmente me sorprendió esa respuesta, pues no es su forma habitual de decir las cosas, pero en materia de sexo parece que no todo es lo que parece, y que hay que estar abierto a todas las posibilidades, pues muchas veces las cosas no son como uno espera.

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