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Madre e hijo, experiencias eróticas (III)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Un día al llegar de trabajar, encontré a mis padres discutiendo porque mi madre quería ir a la casa del pueblo. Dicha casa es una casa familiar compartida por abuelos, tíos y primos. Mi padre no quería ir, no le gustaba, algo que a mi madre le irritaba mucho.

Pasó una semana, y una tarde mi madre me dijo:

-Paul cariño, ¿a ti te importaría llevarme al pueblo y estar el finde? Ya que tu padre nunca quiere ir, y el este fin de semana tiene que estar con el abuelo, nos podíamos ir los dos.

Lo cierto es que a mí el pueblo me daba igual, pero dados las últimas situaciones vividas con mamá, accedí de inmediato.

El viernes previo a irnos al pueblo mamá se fue de comprar al centro aquella tarde. Me escribió para preguntarme si quería algo de ropa, que ya que estaba allí, me miraba. Yo no necesitaba nada así que le dije que no se preocupase. Mi sorpresa llegó unos cuantos minutos después con una foto que me envió, de ella en el probador preguntándome su opinión, sobre si le quedaba bien o no. La foto era una pura delicia, un sujetador rojo, que le colocaba los pechos de forma sugerente y sexy, esos pechos rebosaban en aquella lencería. Sin dudarlo, aproveche a decir que le quedaba muy bien.

Así pues, cuando llegó el sábado, cogimos el coche y fuimos al pueblo, no estaba a más de una hora de trayecto, y la idea de estar solos allí mamá y yo sonaba genial en mi cabeza.

Llegamos temprano, y abrimos la casa, estaba bastante fría puesto que era una casa grande. Hacia un año además habían comprado una pequeña parcela al lado para hacer un pequeño patio donde daba el sol, y donde había unas tumbonas colocadas una junto a la otra.

Tras comprobar que todo estaba bien, salimos al patio y mamá me propuso la idea de tomar el sol.

-Un poco de vitamina D nos vendrá bien –dijo ella.

-Si, además hace buenísimo –dije yo mientras me quitaba la camiseta y me ponía un pantalón corto de deporte.

Mamá se retiró la camiseta que llevaba y el pantalón de chándal que se había puesto, quedándose únicamente con sujetador, aquel que me enseñó en la foto y unas bragas, algo que a mí ya comenzó a alegrarme la vista. Al poco rato de estar tumbados, mama se incorporó un poco y desabrochó el sostén, dejando libres esos pechos tan preciosos que me encantaban. Mi erección comenzó a hacerse evidente ante esa vista tan bella.

Cuando llevábamos media hora al sol, este empezaba a pegar fuerte.

-Deberíamos ponernos crema cariño –dijo mamá mientras cogía un bote que tenía cerca.

-Sí, porque si no nos vamos a quemar, que el sol ya calienta mucho –dije yo.

-A ver túmbate boca abajo que te pongo en la espalda –me dijo mama mientras se sentaba al borde de su tumbona.

Me gire, y pronto note la crema fría en mi espalda, las manos de mama la recorrían en suaves círculos masajeándome, y podía notar sus pechos rozarme la espalda cuando se inclinaba para llegar mejor al otro lado de esta.

-A ver date la vuelta que te echo ahora por el pecho y luego me echas tu a mi –me dijo.

Me tumbé boca arriba, y mi erección era más que evidente. Pude ver de hecho como mamá se fijó y esbozo una leve sonrisa complaciente. Comenzó a echarme crema por mis pectorales y mi abdomen. Mientras, de reojo, yo observaba esas hermosas tetas colgando tan cerca de mí. Cuando terminó de echarme crema, me dio el bote y se tumbó boca abajo.

-Échame crema ahora tu a mi anda cielo –dijo mamá poniéndose cómoda.

Comencé a echarle crema por la espalda y la zona lumbar.

-Ya está mamá –le dije cerrando el bote.

-Espera cariño, ya que estas échame por delante también –dijo mama dándose la vuelta y dándome una perfecta vista de sus pechos.

Comencé a echarle crema por el vientre, dudando de si subir a sus pechos y echarle crema. Tras pensarlo varias veces me atreví, y comencé a aplicarle crema por las tetas, pasando mis manos por sus pezones inclusive. Mamá tenía los ojos cerrados y parecía estar muy cómoda con la situación. Yo, por si acaso, no acariciaba de forma sexual sus pechos para evitar que pudiera arrepentirse de pronto.

-Gracias cariño –dijo mamá un poco después sonriendo.

Finalmente nos levantamos para comer, y tras unas horas de digestión, decidimos ir a dar un paseo por el campo.

-Paul cariño, gracias por venir conmigo y traerme –dijo mamá.

-De nada, ya sé que a papá no le gusta venir pero bueno, yo encantado –dije sonriendo.

-Si es que tu padre de verdad… en fin, pero gracias, ya sé que venirte aquí conmigo igual no te apetecía.

-No te preocupes mamá, de verdad que estoy encantado de venir.

Andamos cerca de dos horas y llegamos de nuevo a la casa, que ya había cogido algo de temperatura al poner la calefacción, pero aún se notaba fría.

-¿Nos damos una ducha calentita mamá? –dije yo.

-Si claro, además vamos a darnos prisa que nos vamos a quedar helados sino –dijo mamá con cierta alegría por la idea.

Fuimos al baño, era un baño algo antiguo y la bañera no era muy grande, pero cambiamos ambos más juntos.

Mamá y yo nos desnudamos, y nos metimos a la ducha, el agua caía calentita, pues con lo pequeña que era la bañera estábamos los dos casi debajo del chorro, ella con sus pechos pegados a mí y yo con mi pene erecto apuntándola a ella.

-Date la vuelta que te enjabono la espalda Paul –dijo mama cogiendo el bote de jabón.

Comenzó a aplicármelo por la espalda, y al poco al igual que la última vez, comenzó a rodearme con sus brazos y a pegar sus pechos a mi espalda. Sus manos recorrían haciendo espuma en mis pectorales y mi abdomen. Al poco de estar frotando mi abdomen, una de sus manos comenzó a enjabonarme el pene, de forma suave, lenta e ininterrumpida. Mi cuerpo de pronto ardía de excitación, la mano de mama recorría mi pene entero en una caricia tan erótica como maternal, mientras su otra mano acariciaba mi pecho y sus tetas se clavaban más en mi espalda. Tras algún minuto así se detuvo, algo que llegó casi justo a tiempo, pues de haber continuado me habría corrido de gusto.

-Enjabóname ahora tú a mi cielo –dijo mamá con una sonrisa dulce.

Me dio la espalda, y comencé a echarle jabón con suaves masajes, después continué por los hombros, y me acerque a ella pegando mi pene a su culo, para rodearla con los brazos y enjabonarla el vientre. Poco a poco, al igual que esa mañana con la crema, fui subiendo hacia sus pechos, y comencé a enjabonarlos también, notando sus pezones duros al pasar con mis manos. De pronto mamá puso sus manos sobre las mías, y comenzó a dirigirlas alrededor de sus pechos, apretando un poco mis manos para que yo apretase levemente sus pechos. Mamá recostó la cabeza sobre mi hombro mientras yo observaba por encima del suyo. Pasaron varios minutos así, hasta que mamá decidió que era hora de aclararse y secarse.

Salimos de la ducha, y mama me comenzó a secar con la toalla, pasándola por mi pecho y bajando a mi pene aun erecto. Después se secó ella frotándose los pechos. Me dio otro beso nuevamente en la comisura de los labios y sonriendo dijo:

-Muchas gracias hijo, me ha relajado mucho el día –dijo con una gran sonrisa de satisfacción.

La noche cayó y después de cenar nos tumbamos en el salón a ver una película. Como la casa estaba fría estábamos ambos con una manta en el sofá, bastante acurrucados. Mamá llevaba un pijama de franela en dos piezas, una parte tipo camisa, que permitía ver parte de su escote y un pantalón.

En la tele ponía “Infiel” una película que tenia de vez en cuando alguna escena de tipo erótico, en concreto una escena donde un muchacho seducía a una mujer casada y le acariciaba los pechos situándose detrás mientras le besaba el cuello.

-Mira parecida a nosotros en la ducha –dijo mamá en un tono burlón.

-Si bueno parecido, solo que ellos no son madre e hijo –dije yo un tanto inseguro.

-Bueno cariño, nosotros solo nos hemos bañado y lavado mutuamente, pero si no te gusta no lo hacemos eh –dijo mamá.

-No para nada, si me parece genial eh, a mí también me relaja mucho –dije yo intentando sonar convincente.

-Mejor –dijo mamá a la par que me daba un beso en la mejilla.

Para mí el tenerla pegada y recordar el momento en la ducha con ella me hacía excitarme en segundos. Y mi erección para variar se evidenciaba.

-Bueno cielo, me voy a acostar ya, que descanses –dijo dándome otro beso más.

-Buenas noche mamá, descansa –dije yo apenado por no estar más rato.

En cuestión de 5 minutos me fui a dormir, pues solo quería masturbarme y la película me daba igual.

Comencé a masturbarme en mi cuarto y me di cuenta que no había cogido papel. Así que salí al baño en silencio a por un poco y al pasar por la puerta del cuarto de mamá escuche algunos suspiros, me aproxime hasta el umbral de la puerta y podía ver sutilmente, gracias a la luz de las luces de la calle, a mamá con una pernera del pantalón quitada, la camisa del pijama medio abierta pudiendo ver uno de sus pechos, y por supuesto su precioso coño que frotaba suavemente.

Por si mamá había llegado a intuir que me había asomado dije:

-¿Estas bien mamá? He oído como quejidos.

-Si cielo, tranquilo estoy bien, perdona si te he despertado –dijo cubriéndose un poco el pecho.

Fui al baño finalmente, cogí el papel y fui a mi cuarto. La imagen de mamá masturbándose, y la idea de que potencialmente era por mí, me excitaba mucho. Esperé un par de minutos y salí de nuevo en absoluto silencio hasta la puerta del cuarto de mamá. Mientras escuchaba sus leves gemidos de placer me acariciaba suavemente el pene, masturbándose muy silenciosamente. Cuando estaba a punto de correrme, me fui al cuarto a terminar.

A la mañana siguiente nos levantamos y desayunamos.

-¿Has dormido bien mamá? –le pregunté

-De maravilla cariño, hacía mucho que no dormía tan bien y tan relajada –dijo con cara de gusto.

Tocaba volver a casa, así que cerramos la casa del pueblo, y cogimos el coche para volver a casa.

Cuando llegamos ya estaba mi padre, y yo me fui a mi cuarto.

A la tarde mamá me mando, otra foto de otro conjunto de lencería que había comprado donde ponía:

“Y este conjunto que te parece?” –mostrando una foto de una lencería de sujetador y braguitas negras muy elegante.

“Te queda increíble mama” –respondí yo con efusividad al mensaje

La foto era evidente que se la había tomado en el cuarto de mis padres, con mi padre estando en casa, algo que me excitó enormemente. En mi cabeza eso empezaba a sonar a una señal evidente de que la cosa iba a avanzar a nuevos horizontes más tabú.

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