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Mario (18 de 22): La vuelta de Peru

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Guillermo regresó de su viaje a primeros de Septiembre, había comenzado ya mis clases y el veranos había pasado. Había atendido sus recomendaciones y Rodolfo me acompañaba, más que nada por si me pasaba algo o tuviera un accidente en el monte. Solamente eran los sábados que no tenía que cuidar de Marquitos y se lo quedaba su padre.

El reencuentro con mis compañeros de clase estuvo lleno de alegría y jolgorio, no me había dado cuenta pero me llevaba muy bien con algunos de mis compañeros, con dos muchachas y tres chicos, el grupo que sobresalía por propios méritos.

Como la vez pasada, Guillermo llegaba muerto de ganas de tenerme, e hizo lo mismo, hacerme que perdiera clases para ir hasta su oficina. También yo tenía ganas de que llegara. Mis relaciones sexuales durante el tiempo que estuvo ausente fueron escasas, la vez que mi primo me folló y lo que pasó con Aldo, pero con esté hubo dos veces más.

Ahora no me daba pena, Aldo estaba cogiendo confianza en si mismo, respondía a lo que yo pensaba que debía ser un macho y así se comportaba. Aprendía a usar su escasa dotación de verga y se aplicaba en conseguir que yo gozara, sobre todo con su boca prodigiosa y tampoco estaba mal su polla ahora que la manejaba con destreza.

Al final mi macho era Guillermo, el alfa de los hombres que me daban placer, el que más me llenaba y más veces me la metía, no las que yo quería y necesitaba, pero me conformaba y rechazaba otros ofrecimientos.

Rodolfo me esperaba en el puesto de vigilancia, pero solamente para que no tuviera problemas con la guardia, ya conocía el camino y después de un gesto de saludo me dirigí al edificio. Con las horas pasadas a solas en el monte habíamos conseguido relacionarnos mejor, pero sin confianza, el hombre era muy reservado.

Cuando entré en su despacho me lancé en sus brazos, él me recibió eufórico y besándome, seguramente satisfecho de mi recibimiento.

-¡Guille, papi! ¡Ya llegaste!

-¡Oh! Mi bebé, cada día estas más lindo, ¿me extrañabas amor?

-Mucho. mucho, papi. -me sentó sobre la mesa del despacho y no sabía por donde comenzar a tocarme.

-Tengo que contarte muchas cosas. -a mi vez le besaba y acariciaba su cara mirándole y adorándole, podría amar a este hombre si fueran otras las circunstancias. A pesar de sus muchos años no menguaba su atractivo y poder de seducción.

-Luego hablamos bebe, ahora ya sabes lo que necesito de ti.

-Yo también papi, deseaba que volvieras y ya te tengo en mis brazos.

-Mi bebe precioso. - me metió la lengua hasta fondo de la boca, se la mordí amenazándole y la retiró.

-Déjame que te desnude amor. -bajé de la mesa dándole la espalda y me abrazó por detrás, hasta que pude notar su polla endurecida, se apartó y me bajó el pantalón dejando mis nalgas al aire con la tanguita rosa que llevaba solamente. Había decidido, por consejo de Migue, cambiar mi ropa interior.

Guille se sorprendió y me cogió las nalgas totalmente expuestas para él.

-¡Oh! mi vida, que culito más bonito, estas hermoso, me gustas así, vestido como un bomboncito de fresa. -se inclinó un poco y me acarició el culito besándolo, me daba pequeños besitos y me habría las nalgas para mirar lo que tapaba el diminuto hilo que pasaba por mi ano.

Me tenía acalorado al notar su bigote pasando por mis nalga y el aliento caliente en mi ano.

-Me voy a lavar papi, necesito ir al aseo, acompáñame. -le hice un gesto de mimo con la boca y sujetándole la mano tiré de él.

Rápidamente se quitó la chaqueta y me siguió sujeto por mi. Al entrar al baño me volví para robarle un beso y poner la mano en su bulto.

-Está tremenda papi, ¿hoy tu rica verga me hará daño? -mis mimos le volvían loco y me abrazó para morderme los labios.

-Te la voy a enseñar ahora mismo y lo sabrás. -me empujó con suavidad llevándome para que me sentara en el wáter y se quedó de pie frente a mi.

-Sácala bebe, mira como la pones. -deseaba verla y retrasaba el momento de abrirle la bragueta y sacársela. Se la volvía a acariciar por encima de la tela mirándole a los ojos y tiré del cierre, aún la contenía el bóxer que llevaba, pero la punta morada aparecía por la parte superior.

-A qué esperas, termina de sacarla y mámala.

-No papi, nos desnudamos y lo hacemos en la ducha, necesito verla entera y también tus huevos. -empezamos a quitarnos la poca ropa que llevábamos hasta quedar desnudos.

Siempre me asombraba ver aquel prodigio, era una verdadera verga digna de un negro mandingo, negra como la de ellos, tan grande y gruesa como los famosos negros pudieran tenerla, caí arrodillado ante ella adorándola.

La cogí con las dos manos y necesitaba otras dos para encerrarla entera. Su inconfundible olor a sudor, a macho y restos del semen que le manchaba el bóxer me mareaba con su dulzor.

La puse la punta de la lengua en el glande y elevé la mirada.

-Chúpame tranquilo, no voy a durar mucho, estoy que reviento de ganas de correrme, fui metiendo la cabecita resbalando por mis labios y cuando tenía el glande entero sobre mi lengua volví a mirarle. Había cerrado los ojos y una mano la apoyaba en la pared, con la otra se acariciaba un pezón.

-¡Oh! Sí, bebe que rico chupas. -sujeté sus gordos huevos con una mano y empecé a tragar aquel palo de regaliz negro que me volvía loco.

Conseguí el prodigio de meterla entera, me ahogaba pero aguantaba a que él diera pequeños empujones y sintiera la rugosidad de mi garganta apresándole la verga.

-Chúpala bebé, es toda para ti, no tengas prisa que tu papi te dará la lechita que quieres. -la sacaba y la metía mientras mi semental parecía roncar cuando tragaba aire, la saqué un momento entera, envuelta en mi gruesas babas que colgaban de la polla, para descansar la garganta y poder degustar su rugosidad con mis labios pasándolos a lo largo de ella.

Estaba exquisita, caliente y dura, tirando líquidos que bebía.

-¡Que rica papi, que rica, como me gusta. -no dejaba de sobarle los cojones y tiraba de ellos para separarlos de la base.

-Nadie la mama como tu vidita, nadie le da tanto gusto. ¡Ohhhh!, las ganas que tenía de que la mamaras.

El aviso me llegó cuando su escroto se contrajo y los huevos subieron apretados contra la base de la polla, luego su voz avisando.

¡Aggg! Ya me viene bebé. -la sujeté con las dos manos para que no me la metiera hasta el fondo, deseaba recibir la leche en la boca para paladearla y sentir su sabor.

La leche le salía a borbotones, primero con mucha fuerza y después como un pacífico río con abundante caudal de semen.

Terminó de vaciarse, de temblar sujetando mi cabeza, apartando mi pelo de la cara para mirarme a los ojos, entonces la saqué para pasarle la lengua y comer los jugos que tenía entre los pelos.

Nos duchamos y me dejó solo para que me prepara el culito para lo que viniera después, en el armario había una boquilla, aún en la cajita sin estrenar, para que usara en mi limpieza, El aviso sin escribir lo entendí al instante “como esta habrá más”. Me envolví en el enorme albornoz y salí a su despacho.

Me esperaba sentado en la butaca al lado de la ventana, también se había tapado con su albornoz. Llegué donde él y me senté a su lado mirándolo.

-¿Cómo está el bebé y la mamá? -sonrió de una manera graciosa.

-Cuando lo veas no te lo vas a creer, es igual que su abuelo, o sea, como yo.

-¡Ja, ja, ja! ¿Como tu? ¿Así de feo? -me abracé a él y le besé la comisura de la boca.

-Igualito, te lo juro.

-Has hecho fotos.

-A miles. -se levantó y fue a buscar su móvil.

-Míralo. -era una cosa minúscula, con los brazos y las piernas estiradas, los puños cerrados y apretados, y boca abierta todo lo que daba, llorando. A pesar de estar tan pequeño yo le veía rasgos asiáticos, o a mi me lo parecieron.

-Creo que no se parece en nada, mentiroso, ya empiezas a presumir de nieto.

-No te has fijado en lo importante, fíjate en su verga. -me hizo soltar una enorme carcajada con lo que decía.

-¡Ja, ja, ja! ¿Pero qué dices?

-Hazme caso, creemé, se lo que digo, este niño tendrá una polla como la mía o más grande. -no podía parar de reír y me abracé a él ocultando la cara en su pecho.

Su mamá aún se reponía, al parecer no llevaba muy bien los embarazos, el parto la había dejado muy débil y sin fuerzas, pasarían unos meses en Japón antes de regresa a U.S.A.

-Estoy satisfecho de tu amigo, está haciendo un buen trabajo y no descansa…, quiero que mis empleados trabajen y se ganen el salario, pero no los quiero enfermos.

-¿Te refieres a Pedro?

-Claro que sí, ¿quién si no él? Tu me lo recomendaste, ¿no te acuerdas? -me acordaba, y mucho, no se el motivo que me guío a aparentar no recordarle.

-Lo recuerdo perfectamente, no se en qué estaba pensando en este momento. ¿Le quedará aún mucho trabajo que hacer?

-Mucho, como Robert va a quedarse allí un tiempo, lo acompañará en sus viajes. -llegaba el momento de dejar el tema de su familia, continuaba apoyado en su pecho y metí la mano bajo la felpa de la tela y acariciarle el pecho, aparté el albornoz y puse los labios sobre la tetita izquierda, comencé a pasarle la punta de la lengua.

-Se lo que quieres bebé, lo que necesitas, te he dejado sin terminar.

-¡Ummmmm! Estoy muy bien así, estaría toda la tarde papi, chupando tu tetita, es una lástima que no le salga leche.

-¿No has tenido suficiente con la que acabas de beber?

-Estoy sediento papi, hambriento de ti y de tu verga. Fóllame papi, dámela por el culito. -me quité la bata y la dejé sobre la butaca arrodillándome sobre ella, escondí la cabeza en su regalo y elevé el culo abriendo las piernas.

Se abrió su bata dejando que mi cabeza se apoyara en su polla morcillona y gorda, se chupó dos dedos y empezó a jugar en mi ano, y yo a besarle la verga y el abdomen deseando que le creciera.

-Me follaba el culo lentamente con un dedo y la otra mano la empleaba para acariciarme la espalda y retirar mi pelo para ver mi cara hundida entre su vello.

Cuando tuvo la suficiente dureza como para penetrarme la dejé descansar para que no volviera a correrse.

-Necesito que me la metas papi, dame ya tu polla. -me situé arrodillado en la butaca, apoyando el pecho en el respaldo y colocando el culo en el asiendo, preparado para su verga. Se lamió los dedos colocando una buena cantidad de saliva en ellos y la extendió en mi ano.

Con lentitud y sin prisas me la fue metiendo. Quisiera o no, un periodo tan largo de tiempo sin tener su pollota en mi culo, hacía que se cerrara y olvidara su tamaño y grosor, pero entraba sin que me doliera. Además estaba muy deseoso y caliente, él sabía como hacer para montarme de la mejor manera.

Con todo el pene dentro me follaba acompasado, me hacía gemir, y era inevitable que se me escapara algún grito, me estaba volviendo muy ruidoso manifestando el placer que mi macho me daba, y a él le encantaba, a cada gemidito mío daba una exclamación mientras empujaba la verga para bombearme.

Después de estar largos minutos dándome por el culo con distintas variaciones, detenciones y vuelta a repetir, posándose sobre mi para besarme, me agarró bien de las caderas, me enculaba despacio y profundo.

-¿Te gusta? -me preguntaba, y me daba cariñosas nalgadas y besos.

-Me encanta Guille, mi amor, me haces gozar papi, eres genial vida mía, me follas muy rico, dame fuerte amor, necesito correrme. -resultaba endiabladamente delicioso, un pecado.

Empezó a salir y entrar con más ritmo y la presión de sus manos en las caderas aumentó, me sentía tan lleno de polla que deliraba de gozo, y volvió a suceder lo que no esperaba, Guillermo no debía haber follado en todo aquel tiempo, y al aumentar la follada y el roce su la verga en mi culo empezó a temblar, se precipitó sobre mi espalda escupiendo su leche en mi ano.

Le sentía palpitar mientras fuertes latigazos de semen pegaban en las paredes de mi recto. Estuvo quieto un minuto y fue saliendo de mi culo, pensé que había terminado todo, yo necesita correrme, sentía mis huevos hinchados y me agarré la polla para masturbarme. Me quitó la mano y él mismo, sin cambiar de postura, empezó a pajearme.

Actuaba como un buen macho que quiere que su hembra goce, a la vez que me pajeaba puso la boca en mi ano y comenzó a lamerlo con el semen que me salía de él, me metía los dedos y cambiaba sin dejar de masturbarme hasta que grité bien alto empezando a vaciar mi doloridos huevos. Después de todo había sido una bestial y agradable follada para los dos.

Cuando nos despedimos me pidió que le diera un recado al abuelo, quería que fuera a verlo. Aproveché para comentarle como se encontraba y lo que había pasado con el médico.

-¡Vaya, vaya! Tendré que ocuparme de mi fiel amigo, esperemos que nos dure mucho aún. -la relación de Guillermo con mi abuelo seguía siendo un misterio, aparte de lo que ya conocía, en el trato que hicieron sobre mi, no sabía nada de su pasada relación, aparte de que se tenían un gran aprecio que todos podíamos ver cuando de pequeños nos llevan a los tres chiquitos con ellos a pescar.

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Llegó mi cumpleaños y como siempre no terminaba de asombrarme, mi regalo consistía en la autorización para poder usar los coches de Robert, la verdad es que no iba a utilizarlos de momento, ¿qué hacía yo conduciendo aquellos coches deportivos de lujo?

Pasó la Navidad y en Febrero Peru regresó del Japón. Me llamó en repetidas ocasiones queriendo que nos viéramos, yo lo estaba deseando pero retrasaba el momento lo más que podía.

Guillermo me hablaba de él en algunas ocasiones, trabajaban los dos en un esfuerzo conjunto para que su proyecto avanzara con la rapidez que él quería. Intuía que Guillermo comenzaba a valorar la capacidad de Peru en su justo término.

Pensaba que a Guillermo no le importaría que continuara manteniendo mi amistad con Pedro, y no obstante tenía miedo, no por mi, por él, de hacer algo que no debiera y que molestara a Guille perjudicando la relación de ellos dos.

No pude retrasar más el encuentro cuando me llamó para decirme que, por fin, había encontrado una casa de alquiler y que se independizaba de su familia. Deseaba que yo la viera y le diera mi opinión. Claramente era una disculpa para vernos, ¿quería saber mi opinión y ya la había contratado?

Quedamos en vernos en un bar, no deseaba enfrentarlo directamente estando solos, sabía que en ese caso me lanzaría a su cuello para rogarle que me amara, que me hiciera el amor una y mil veces.

Destacaba entre el numeroso púbico que llenaba el local, sentado en una esquina del mostrador miraba distraídamente a la camarera que andaba detrás de la barra. No se había dado cuenta de mi llegada y pude aproximarme hasta quedar a su lado.

-¡Verdaderamente es una chica guapa! -giró sorprendido la cabeza y durante unos segundos se quedó con la boca abierta.

-¡Marito! -bajo del taburete y tendió los brazos hacía mi, me cobije en ellos abrazando su cintura.

-¡Hola Peru! -me abrazó y me besaba las mejillas, luego me acarició la frente apartándome el pelo.

-Con tu cabellera te hubiera reconocido entre un millón de personas.

-Pero estabas atento a otras cosas…

-Estas increíble, igual y distinto, más guapo.

-Tu más delgado, ¿no te daban bien de comer? -después de mirarnos unos segundos el uno al otro, buscando algo distinto, o que hubiera cambiado estos meses, volvió a abrazarme contra él.

-Pensaba que ya no querías verme.

-Deseaba hacerlo Peru.

-¿Entonces?

-No hablemos de lo que pudo ser, ahora estamos juntos. -miraba por encima de mi cabeza buscando alguna mesa que estuviera libre.

-Está abarrotado, no tenemos sitio para sentarnos y hablar a gusto.

-¿Está lejos tu casa?

-Está relativamente cerca, a cinco minutos andando más o menos. -me sujetó una mano y se la llevó a los labios, seguía con la misma barba de siempre y el pelo alborotado.

-Es Primavera y tenemos una bonita tarde, podemos pasear esos cinco minutos. ¿te parece bien? -en lugar de contestarme, hizo una señal a la chica de la barra.

-¿Qué vas a tomar?

-Nada, contigo es suficiente. -pagó su consumición y sujetándome de la mano salimos a la calle.

-Esta en está misma calle, espero que te guste, es pequeño pero lo encontré amueblado y para entrar a vivir.

Como había dicho fueron cinco o siete minutos los que tardamos en llegar a un edificio antiguo y con la fachada muy adornada, lo mismo el portal que el ascensor eran de la misma época pero todo relucía de puro limpio.

Me enseñó su nuevo hogar, aún tenía cajas de cartón con libros y sus pertenencias personales en el suelo, no era muy grande, salvo un enorme salón, tenía dos habitaciones, dos baños y una minúscula cocina, todo ello amueblado con lo imprescindible pero de forma elegante y sobria, ideal para un muchacho como él.

-¿Y bien?

-Me gusta y parece suficiente para vivir. -¿qué le iba a decir, si mi casa, o la de mi abuelo, era elocuentemente peor?

-Ven, ahora podremos hablar sin que nos interrumpan con sus voces. -en un rincón del salón tenía un conjunto de sofás que cerraban un círculo y me dirigió allí.

-Ponte cómodo, voy a buscar para beber. -me miró enarcando las cejas para que le sugiriera lo que quería.

-Una cerveza, un refresco, lo que tengas. -volvió con dos botellines de cerveza.

-Aun no tengo vasos, ¿te importa?

-Siéntate Peru, me vas a contagiar tus nervios. -de verdad que su estado de nervios no decía nada bueno.

-¡Oh! Marito, lo tenía todo planeado y ahora no me controlo. -se sentó a mi lado, seguía con su chaqueta veraniega de hilo aún puesta.

-Quítate la chaqueta, la vas a arrugar.

-¡Oh, perdona! -se puso en pie y se retiró la prenda dejándola sobre una silla de al lado. -volví a admirar sus anchas espaldas, sus duras y torneadas piernas embutidas en el pantalón ajustado, su culito breve y respingón. Volvio a su lugar y me cogió una mano con las dos suyas.

-Tengo tantas cosas que contarte.

-Luego Peru, ahora bésame. -abrió asombrado los ojos y no tuve que insistir. Volví a sentir su jugosa boca pegada a la mía, su lengua buscando desesperada mi saliva.

-¡Joder! Han sido muchos meses sin ti Marito, te tengo unas ganas locas.

-También yo deseaba verte. -intentaba arrancarle la camisa para besar y lamer sus marcados pectorales y él quería quitarme la ropa que traía puesta. Nos enredábamos los dos pero no dejábamos de besarnos cada parte de piel que íbamos dejando al descubierto.

Cuando conseguimos quedar desnudos, nos miramos con deseo, su barra preciosa de carne me atraía sobremanera y no tenía manos suficientes para acariciar aquel precioso cuerpo de viril macho.

-Vamos a la cama, estaremos mejor.

-¿Tienes cama? -le hablaba en tono de burla.

-Y preparada con sábanas limpias.

-¿No te importa que las ensuciemos?

-Están para eso amorcito, deseando que tu las manches y no van a quejarse. -me arrastraba cogiendo mi mano mientras yo reía e intentaba taparme simulando un pudor que no sentía.

Sus interminables besos me consumían y le sujetaba la polla tirando de ella, haciendo que le salieran goterones de presemen humedeciendo mi mano.

-Quiero chuparte Marito.

-Yo estoy loco por mamarte.

¡Dios mío! Como estaba su verga, dura y jugosa, el suave glande me golpeaba el paladar, chupábamos descontrolados y Peru a veces dejaba de mamarla para besarme el ano, comenzó a meterme los dedos, su boca era incansable y su barba me proporcionaba caricias extraordinarias cuando metía la lengua y empujaba para empotrarla en mi ano.

Yo le mordía las nalgas duras, le besaba y lamía el ano, pero sobre todo, chupaba con gula aquella hermosísima verga que lucía majestuosa y soberbia.

En un momento me había cambiado de posición colocándome sobre él, pasando mis piernas a sus costados y mi culito recibiendo las caricias de los pelos de su ombligo.

-Cabálgame Marito, enchufa mi polla en tu culito sin fondo. Metela en tu cuevita amor. -me incliné hasta tener las caras juntas, los labios pegados, sintiendo su larga polla en la raja de mis nalgas, apretándose en mi ano.

-Yo hago lo que me pida mi macho, mi culito está hambriento y deseoso de comer tu polla. -le chupé el labio y y mordía los pelos de la barba tirando de ellos.

-¿Quieres que tu mujercita se empale tu verga? ¿Qué te cabalgue hasta que te corras?

-¡Métela ya Marito! Cómete mi polla amor. -sin prisa para hacerle sufrir, llevé la mano a mi trasero y me metía dos dedos para sentir que estaba listo, le cogí la larga lanza de carne y la posicioné apuntando en mi diana, pegada la punta en mi ano.

Sin soltarla me fui dejando caer y cerré los ojos para sentir hasta el más ligero relieve de su polla al penetrar mi culo, lo tenía bien abierto para recibirle y apreté la argolla del esfinter para sentirle mejor.

-Esta muy caliente Marito, tienes fuego en tu cuerpo. -le cabalgué un buen rato, gozando al escucharle gemir cada vez que me sentaba haciéndole que notara toda su verga metida en mi culo.

-¡Buuuuaa! que rico culo amor, como me sabes follar, tu culito es un volcán. -y yo también lo pasaba delicioso, escuchando sus palabras y buscando nuevas posiciones para que su largo pene me llegara más profundo y me tocara puntos, lugares que me encantaba que tocara.

Peru cambió de idea y con enorme fuerza me cogió sin retirar la polla, me dio la vuelta y me puso de perrito, así, a cuatro patas y bien sujeto a mis caderas me iba dando polla sin parar metiéndola toda ella.

-Así te gusta, te sientes bien hembrita mía. -me hablaba sin dejar de follarme y darme alguna palmada en las nalgas para que cerrara el ano, o besándome la espalda pasando su cara por ella como si su barba fuera un cepillo.

-Dame más fuerte Peru, necesito correrme, rómpeme el culo como un buen macho. -aumentó el bombeo, su verga se le doblaba alunas veces y repetía la entrada cada vez más deprisa, cada vez más potente.

Con el sudor se le escurrían mis caderas y entonces me sujetaba de la cintura, o de los hombros consiguiendo que mi culito se empinara y la verga me llegara más profundo. A veces se separaba para observar como la polla me taladraba.

-Esto es muy bueno, me encanta ver como te entra, y como tu ano se estira para dejarla que penetro tu cuerpo, ver el contraste de mi oscura polla y tu piel blanca.

-¡Qué rico estás Marito! Mi hembrita deliciosa. -me gustaban sus palabras, el poder de su rica y larga pija.

Empujó con sus rodillas haciendo que mis nalgas se abrieran más, puso un pie sobre la cama y así me la metía hasta el fondo de mi ser y la sacaba, parecía enloquecido y yo lo gozaba más y más.

-¡Qué hermoso culo y qué abierto lo tienes! -de repente sacó la polla y me introdujo cuatro dedos en el ano.

-¡Ahhh! Peru, me vas a romper el culo, la mano no por favor, no me metas la mano. -al menos me hizo caso y sacó los cuatro dedos para colocarme en el filo de la cama despatarrado y bien abierto, me escupió y sentí la saliva entrando en mi culo, metió de un golpe la verga hasta el fondo, ahora me bombeaba como un caballo galopando.

Sentía tan rico que no me daba cuenta de que me iba a correr en un segundo y le apresé la polla encogiendo el culo y empezando a soltar toda la leche que se acumulaba en mis huevos. Peru se dejó caer con toda su verga dentro y colapsó quedando quieto y eyaculando ingentes cantidades de semen.

En algún momento pensé que me iba a romper todo, pero me había encantado, y Peru demostró que de verdad tenía unas ganas enormes de tenerme y usarme. Había sido una follada espectacular y soberbia de un macho deseoso de su hembra.

Una vez duchados y algo tranquilos volvimos a la sala y comenzó a hablar de trabajo, de su trabajo. Había viajado por todo l Japón visitando la red de concesionarios, también por otros países vecinos, durante su estancia allí Guillermo le había acompañado, también Robert al que conoció.

-¿Entonces, estás contento con tu trabajo? -se le iluminaban los ojos.

-Me tiene loco Marito, menos mal que mi jefe no se enfada y solo me anima a seguir, su hijo Roberto es un muchacho increíble, y sencillo a pesar de que la familia de su mujer no sabe el dinero que tiene. Debe de ser de tu edad. -entonces debió de pensar algo y se quedó reflexinando.

-He pensado algunas veces de que puedes conocer tu a mi jefe, perdona, se que no es de mi incumbencia, pero sentía, siento curiosidad, tu no pareces ser…, bueno, ser como él.

-¡Ja, ja, ja! ¿Quieres decir ser rico como don Guillermo? No, no lo soy. Mi abuelo fue un empleado suyo, conozco a Roberto, siendo niños, a veces, iba a su casa y jugábamos. Y si que tiene la misma edad que yo.

Le miré sonriéndole, sentía que no estaba satisfecho y que hubiera deseado saber más, pero fue prudente y se dio por satisfecho.

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Ese año Guillermo realizó dos viajes más; a U.S.A donde había vuelto Robert con su familia, y en Octubre otra vez a Japón, en esta ocasión acompañado de Peru, se trataba de un viaje de trabajo y desgraciadamente también por asuntos familiares.

Robert había vuelto a dejar embarazada a Shizu con gran alegría de todos, y pienso que el más dichoso era el abuelo del niño aún no nacido, pero el parto no se desarrollaba como esperaban. Shizu debía guardar reposo, casi absoluto, durante el proceso de gestación si querían mantener el ser que germinaba ya en ella.

Permanecerían en Japón con su familia, al menos hasta que el nuevo bebé naciera. Guillermo se preparaba para recibir a su segundo nieto.

A mi vez, yo había terminado mi segundo años de estudios universitarios y estaba próximo a cumplir veinte años.

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